APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

Alejandro Landaeta Salvatierra (CV)
PDVSA Servicios Petroleros, S. A.

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II. Determinantes estructurales de la oferta y la esfera circulatoria

II.1.  El sesgo oligopólico de la oferta

Seguidamente procederemos al examen de cómo incide la renta y la importación no derivada del metabolismo endógeno sobre la formación interna de los precios. En cualquier economía abierta entran en juego los determinantes inherentes a la relación entre capitales de una misma rama de producción. Estos determinantes comprenden los propios de la competencia normal entre capitales, que puede darse dentro de una economía cerrada, y los correspondientes a la dinámica entre dos áreas monetarias, en que interviene la paridad cambiaria y las políticas comerciales concretas de los Estados involucrados. En una economía cerrada bajo régimen de concurrencia, los capitales menos productivos ceden terreno a medida que los más tecnificados satisfacen una mayor proporción de demanda solvente. Este proceso tiende a disminuir los precios hasta la nivelación productiva de toda la rama económica, reiniciando el ciclo cuando aparecen otra vez innovaciones de peso. La incidencia general de capitales más tecnificados sobre una economía cerrada es la misma que sobre una abierta, sólo que esta última se enfrenta a los determinantes secundarios. En una economía abierta sin estos determinantes debe darse la tendencia a favorecer las ventajas comparativas ricardianas, deslastrando capitales no eficientes.

Mientras los capitales más eficientes ganan terreno, la demanda solvente preserva un nivel de precios que les proporciona una ganancia adicional al darse la disparidad entre el valor concreto de sus mercancías y las producidas por los menos eficientes. El proceso de nivelación visto en un ámbito más abstracto comprende la modificación del tiempo social necesario de producción de las mercancías. En el caso de los capitales en competencia, la disparidad ocurre entre sus respectivos tiempos técnicos. Si ambos capitales están separados por barreras monetarias y nacionales, pueden intervenir igualmente otras diferencias, como el nivel de salarios, ventajas de localización o ahorros en el suministro de materiales o energía. En estos casos el valor de la mercancía no cambia, sino el precio (a la baja), brindándoles a los capitales menos eficientes una permanencia más prolongada y cierta posición competitiva sacrificando para ello plusvalía, que es cedida a la circulación. En cualquier caso estos capitales deben ceder plusvalía.

Las condiciones que determinan en segundo orden los precios de las mercancías de los capitales nativos, o condiciones secundarias, son las inherentes a las políticas públicas. No debe perderse de vista que hablamos de capitales nativos productivos, no de capitales comerciales importadores ni de capital financiero. Evidentemente se trata asimismo de mercancías transables, pues los capitales de las no transables no sufren competencia comercial externa, pues toda competencia de capitales extranjeros es posible si invierten dentro del país. Las clásicas condiciones fiscales son las arancelarias junto a los restantes instrumentos impositivos; las cambiarias; las monetarias y los subsidios. Son condiciones propias de la órbita de la circulación, no interfieren directamente sobre el proceso de producción inmediato, pero induce efectos sobre las decisiones de los dueños del capital productivo. Hay además condiciones para-arancelarias, como las normativas ambientales, sanitarias y de calidad, que pueden estar asociadas a políticas deliberadas de protección de capitales. Sobre las políticas de protección hay abundante literatura en América Latina, que da cuenta especialmente del período de sustitución de importaciones fenecido a mediados de los años 70. La industria nativa latinoamericana, que tuvo un estímulo de alguna consideración durante la segunda post-guerra, modificó drásticamente su configuración y proporciones a partir de la apertura neoliberal, hecho que incidió de distintas formas según el grado de apertura, los niveles salariales, las políticas de Estado y las condiciones objetivas internas de cada país.
 
Ese desarrollo sustitutivo muestra sin embargo una clara tendencia de concentración del capital, asociación con capitales extranjeros y dependencia de importaciones de equipos de capital fijo. La estructura oligopólica y en algunos casos de auténticos monopolios fue (y sigue siendo) característica de la región, apuntalando las burguesías nacionales mediante el proteccionismo. La apertura neoliberal cambió la correlación entre los grandes propietarios vernáculos y el capital multinacional, sin causar realmente una catástrofe para los primeros. En Venezuela una buena porción de capital productivo privado llegó a término durante la apertura1 , pero la elevada concentración de capital productivo y la ventaja oligopólica hicieron posible la supervivencia de algunos de los grandes grupos capitalistas. Antes de la apertura la combinación entre las condiciones secundarias y el dominio oligopólico de la oferta fueron los principales determinantes de los precios de mercado, pero interesa ahora la interrelación entre esos determinantes y la incidencia de la renta petrolera a través de la alta incidencia de las importaciones. Ahora las condiciones secundarias no son relevantes, pero pervive la organización oligopólica y la cartelización.

Las condiciones de libre concurrencia, que brindan el escenario de reemplazo de capitales no eficientes, no es lo común en Venezuela, ni siquiera después de la apertura. Hay algunas razones que escapan a la teoría: a) no todas las mercancías tienen competencia extranjera eficaz ni sucedáneos exitosos; b) es observable que alianzas de capitales nacionales y extranjeros sellan el dominio de la oferta, en especial tratándose de marcas y franquicias; c) la publicidad y los controles mediáticos de los grandes inversionistas logran sesgos en las preferencias del consumidor; d) es observable la práctica de presiones coercitivas sobre competidores que dominan el mercado o buscan incursionar en éste, cerrando canales de comercialización y penetración 2. Los precios asociados a los capitales productivos, el capítulo endógeno de la formación de precios en el capitalismo rentista, devienen entonces por confluencia o concomitancia del aparato de la oferta, los lazos subjetivos entre los capitalistas, el Estado y la sociedad civil, y la propia estructura del proceso de producción. Esto último obedece a una situación común en la periferia capitalista mundial, muy sesgada en Venezuela, de dependencia de las importaciones de maquinarias, equipos e insumos.

Esta elevada dependencia es un determinante estructural interno del proceso de producción, es una característica del capital constante. Las industrias nacionales privadas deben su existencia luego a una cierta “propiedad refractaria” respecto de la competencia extranjera, a las facilidades cambiarias que ofrece la sobrevaluación recurrente de la moneda, lo que constituye en sí una paradoja, y a la conservación de nichos de mercado más o menos inelásticos. Más tarde habrá de sobrevenir una estrategia marcadamente hostil a la competencia del Estado en el curso de la experiencia bolivariana, lo que constituye no sólo un aspecto de la reacción política de la burguesía, sino una auténtica cultura de la práctica monopólica por parte de grandes capitales como Polar o Cargill. La limitación del mercado que tipificó la oferta hasta los primeros años de la primera década del siglo ha cedido hasta cierto punto a la expansión de la oferta de importaciones y de producción nacional fomentada por el Estado, pero es una condición clave de autoconservación. En efecto, atender el ensanchamiento de la demanda mediante la adecuación de la capacidad productiva no parece ser la actitud más destacable de estos capitales. Antes bien, priva el cuido de que la demanda potencialmente solvente se encuentre siempre por encima de la capacidad productiva, logrando compensar menos volumen con mejor precio. En los últimos años el agregado de la regulación de precios estimula esta conducta. Para explicar la práctica oligopólica debe cumplirse la hipótesis de rigidez de demanda potencial ante una contracción de la producción, dada la conservación de la masa de ganancia ante una variación positiva del precio de venta (p0 → p1, donde p1 > p0).3 Esta es la condición límite del monopolista que minimiza la producción conservando la masa de ganancia de acuerdo a la elasticidad de su demanda específica y su respectiva estructura de costos. En otros términos, es una restricción que se puede dar en el escenario estático, en que el capitalista logra un precio de monopolio óptimo para cubrir la incidencia del costo fijo. Si el capitalista se ve impelido a subir la producción debe vérselas con un incremento del costo variable y mayores esfuerzos logísticos. Estas incomodidades las sufre el capitalista sometido a la competencia, mientras el monopolista sólo puede ser afectado por modificaciones significativas de la demanda que escapan a su control. Pero en cada caso habrá matices en los ajustes y exigencias circunstanciales de la demanda solvente.

Ahora bien, ¿qué implicación guarda una estructura oligopólica en una economía rentista? En principio el capital oligopólico puede hacerse de ganancias extraordinarias mediante el control del precio, lo que vale en cualquier economía capitalista. Estas ganancias pechan la bolsa común de la plusvalía apropiada por el capital en su conjunto, siendo el consumidor sólo un vehículo de realización. Pero en una economía donde se capta renta, una fuente de determinación del precio, además de las ya consideradas, es la propia capacidad de demanda creada “de la nada” a partir de su distribución. Esta fuente garantiza la hipótesis de rigidez. La industria que depende del mercado en abstracto, y no directamente del gasto público, puede lograr una cuota-parte de renta por efecto de aprovechar la combinación de sobrevaluación y volatilidad de precios. El gasto público expansivo que induce presiones de demanda inflacionaria le viene en doble beneficio al capitalista industrial escudado con el monopolio y la cartelización: “percibe” renta distribuida a través del gasto público y mantiene a raya los salarios propios, es decir, que la discrecionalidad sobre el precio le garantiza un margen de ganancia real capaz de viabilizar el ciclo de reproducción ampliada. Aquí se antoja formular una nueva hipótesis, pues hemos señalado en otros términos que el capitalista monopolista no es proclive a promover la producción en el mercado donde ya hay condiciones de inelasticidad “óptima”. El excedente monetario los debe canalizar entonces hacia nuevos mercados o hacia otras inversiones, principalmente en el extranjero. 4

En los centros metropolitanos de acumulación, la concentración oligopólica provoca al menos dos contradicciones: 1.- atenúa el ciclo de reproducción ampliada establecido sobre el proceso de producción inmediato; y 2.- afecta al capital en su conjunto por la tendencia a elevar la composición orgánica de capital. En pocos términos, tiende al estancamiento. Por eso las leyes y acciones anti-monopolio no son producto de algún altruismo de los gobiernos imperialistas, sino una necesidad del capital mismo. Esas contradicciones se resuelven en la medida que las grandes corporaciones se expanden hacia otros mercados y colocan excedentes en actividades especulativas. Allí el problema no reside tanto en el bloqueo de la oferta como en los límites del mercado interno de sus áreas matrices. En nuestro caso, los grandes capitalistas, que son conservadores en la expansión interna de la capacidad productiva e incluso en lo correspondiente a la innovación tecnológica, tienen que drenar excedentes hacia fuera. Por lo que exige la propia ley del valor (tendencia a la nivelación de la tasa de ganancia global), se ven impelidos a colocar capital-dinero en el sistema financiero especulativo. Esto se asocia al asunto de la capacidad de absorción de la renta y a la estrechez estructural del mercado interno. Traemos a colación al respecto lo referido por Ignacio Purroy sobre la capacidad de absorción hace ya cerca de 30 años: “Existe una grave desproporción entre los altos niveles de beneficios y las posibilidades de reinversión. La reinversión del monto de los beneficios obtenidos por la industria venezolana exigiría un aumento de la demanda general muy superior a lo que el sistema vigente de distribución del ingreso permite.”5 A decir verdad, en los años que van de 2004 a 2010 ha habido una fuerte modificación en la distribución del ingreso y un importante empuje de demanda, pero aun así el capital productivo privado no responde mediante una masiva inversión interna, sino que se escuda en el control oligopólico y cartelizado de la oferta, favoreciendo al capital importador.6 Este período debe ser revisado en su particularidad (como haremos más adelante) por las incidencias económicas de la confrontación política contra la revolución bolivariana.

Al observar el desbalance histórico entre las masas de divisas ingresadas sin contrapartida y el magro desarrollo del aparato de producción, no se puede perder de vista la estructura de la economía, no se puede tomar la economía como un conglomerado de agentes racionales atomizados, hay que observar las estrategias concretas que los grupos dominantes han trazado desde los años 20 hasta el presente para enriquecerse al máximo con la mínima inversión productiva. La falta de capacidad de absorción no es sólo un fenómeno objetivo derivado razonablemente del impacto de la renta en una economía campesina atrasada, es también un producto subjetivo: el bloqueo de la propia clase capitalista-rentista al optar por vías más expeditas de rentabilidad antes que por aquellas que exigen ciclos de retorno más largos y riesgosos. A esta subjetividad añadiría la nada desdeñable praxis mafiosa de viejos y nuevos ricos, que hemos mencionado. La postura de aquella fracción de la burguesía decente, angustiada por los efectos paralizantes de la renta, es sólo un inútil llamado a la conciencia de los  principios burgueses del trabajo valorizador y el horror a la disipación del maná petrolero. Lo que debe regir en un auténtico régimen capitalista de espíritu nacional es la producción y apropiación pura y dura de plusvalía producida endógenamente. Arturo Uslar Pietri terminó lastimosamente por arar en el mar con su visión del desarrollismo nacionalista fundado en la propiedad privada, el bien público y la sana administración de los ingresos petroleros.7

El cuadro de los precios en el mercado interno se completa con las mercancías importadas. Este es un lado conspicuo y característico del desarrollo del capital comercial criollo. Los capitales comerciales no son productivos, pertenecen a un eslabón del ciclo de metamorfosis del capital jugando un papel funcional. No obstante, los asalariados del segmento comercial de la economía, que se mueve en la órbita circulatoria, son productivos porque contribuyen a la determinación de la plusvalía en cada ciclo de reproducción del capital. Estos trabajadores deben estar adscritos estructuralmente al núcleo valorizador aunque funcionalmente estén adosados a un momento concreto no productivo del proceso de valorización. Los capitales comerciales no producen plusvalía, no agregan valor. La estructura formal de valorización contiene nada más que el capital constante y el variable. La plusvalía sólo aparece en la estructura de distribución al completarse la realización mercantil, cuando se ha hecho el reparto de la plusvalía durante la determinación de las tasas de ganancia de cada rama económica. En el capitalismo rentístico la plusvalía asociada a los capitales comerciales importadores puede estar complementada con absorción de renta.

Bajo el enfoque estructural que se trata de llevar aquí, la formación de los precios requiere un procedimiento metodológico que agrupa los componentes fundamentales de la propia estructura del capital, para poder hacerse no sólo de una visión de cómo ocurre la distribución y la apropiación de plusvalía, sino de la propia genética del mecanismo doméstico devenido con el desarrollo capitalista. No se puede entender la funcionalidad actual sin comprender su genética. Este mecanismo, como sabemos desde hace mucho, tiene por eje el Estado, es un sistema axial. Leamos otra vez a Purroy: “…la clase capitalista venezolana forjó su hegemonía en y a través del Estado.” (p. 47, el destacado es del autor). La red del sistema de acumulación venezolano tiene dos brazos: el externo (sector petrolero exportador, que aporta renta) y el interno (donde ocurre la formación de plusvalía). Es por eso que en Venezuela no hay nada que pudiera parecerse a un sistema autocontenido. El sistema de acumulación venezolano es satelital, es un apéndice del sistema global de acumulación. La formación de los precios internos es un correlato de la formación de los precios del petróleo, cuya intervinculación determina la tasa de cambio. Es la razón de porqué el capital comercial es esencial, central o dominante. El papel que ejerce es la clave del capitalismo rentístico. Por su lado, el capital financiero deviene como un producto, una derivación del capital comercial, un apoyo y a la vez un medio capilar adjunto de absorción de plusvalía.

En la formación de nuestro singular sistema monetario es donde entra el capital financiero, que en Venezuela hace una sólida llave con el capital comercial. Puede sostenerse que la estructura reproductiva tiene realmente un aparato de valorización (capital productivo) y un aparato de distribución cuyo carácter es autónomo. Hemos dicho que en el sistema capitalista el capital comercial forma parte funcional del ciclo de metamorfosis del capital, se sitúa en la órbita de la circulación y por ende expresa en último término la medida en dinero (suma de precios) de toda la masa de mercancías producida en el ciclo de reproducción. Este ciclo comprende los procesos de producción y distribución como una totalidad del proceso de valorización. No hay autonomía de uno respecto del otro. Por contraste, en el capitalismo rentístico el eslabón “no valorizador” se segrega, adquiere autonomía y preponderancia, no guarda vasos de dependencia funcional respecto del proceso de valorización endógeno. Los enlaces no son condicionales, antes bien, sucede a la inversa, pues el capital comercial “dota” de medios de producción importados al capital productivo. Esa disociación termina en cierto grado “enfrentando” ambos capitales en el terreno de la fluctuación de la renta, que es un capítulo especial, pues los brotes rentísticos (Baptista), tienden a sobrevaluar la moneda contra el desarrollo de las fuerzas productivas, mientras los reflujos afectan, al menos formalmente, la capacidad importadora a favor de las potencialidades competitivas internas. En ambas situaciones hallamos una sobredeterminación del componente rentístico en la formación de los precios, entrando en juego los precios del barril.

Comprendemos así un conjunto de factores que determinan los precios internos en el capitalismo rentístico en el marco de sus propias determinaciones históricas. Hasta ahora se ha hecho referencia a los precios como los términos de cambio de la producción e importación privada. La participación del Estado como importador, consumidor y distribuidor de recursos tiene también su cuota-parte en ese conjunto. El Estado como receptor de bienes y servicios cumple con la estimulación de demanda y, usualmente, transfiere renta a través de los precios, lo que sucede como una porción diferencial del valor de las mercancías realizadas. Cuando el Estado importa directamente, el efecto sobre el nivel de precios de las mercancías importadas puede ser de atenuación o moderación del nivel general de precios. Aquí tenemos una fuente para admitir la hipótesis de Asdrúbal Baptista sobre el efecto moderador de las importaciones, a saber: “…la existencia de una renta internacional que circula en la forma de importaciones dentro de la economía doméstica, tiene el decisivo efecto de disminuir en cada circunstancia el nivel general de los precios de los bienes de consumo y, por consiguiente… de permitir un mayor salario real con prescindencia de lo que suceda en el ámbito de la producción interna.” 8

Esa hipótesis, que Baptista busca explicar mediante un modelo de afectación del salario, como si los asalariados fuesen receptores de renta, debe considerarse en atención a las circunstancias concretas de la magnitud de la renta que percibe el Estado. (El cómo de una relación anómala del salario real respecto de la productividad y su conexión con la asimilación de renta, es algo que analizaremos en su debido momento.) Es por eso que los precios del petróleo son co-determinantes, pues ellos son los que crean la mayor variabilidad en el monto de las exportaciones por sobre los cambios en los volúmenes de producción. La modificación de esa masa de divisas incide sobre el tipo de cambio y sobre la capacidad de importación, lo mismo que sobre el endeudamiento. Ese juego de variables es clave, pues las importaciones tenderán a la moderación del nivel de precios siempre que exista capacidad financiera y bajo endeudamiento, mientras pudieran provocar lo contrario en períodos de reflujo y alto endeudamiento. Una elevación de los precios externos por depreciación monetaria debería estimular la producción interna y ofrecer precios menores, pero como ya se dijo, en Venezuela esto es sólo potencia, hay que remitirse a las observaciones empíricas en cada período para conocer si los períodos de reflujo han incentivado en algún momento la producción nacional y las exportaciones y en qué magnitud.9

Mientras la concentración del capital permite un control de la oferta y precios de monopolio, actúa entre tanto la contradicción inherente a la estructura productiva que corresponde a la elevada dependencia de las importaciones rentísticas de activos de capital e insumos. La estructura productiva dependiente es históricamente común a la mayor parte de la periferia tradicional latinoamericana, con distintos grados, pero en Venezuela no requieren respaldar los suministros con la exportación de valor agregado. El control de la oferta es crucial para comprender la mecánica del sistema y el modo de contener el salario real en el debido punto crítico, según se presenten escenarios de brote o reflujo. La maduración definitiva del aparato manufacturero no por casualidad coincide con el inicio de las grandes distorsiones monetarias. Pero aun a lo largo del proceso de industrialización sustitutiva, aproximadamente entre 1950 y finales de los 60, el dominio del mercado interno fue de la mano con una acumulación apuntalada por el Estado rentista. Aunque el desarrollo del capital manufacturero amenazó en cierta forma el espacio del capital comercial importador 10, la fórmula de integración y asociación catalizada por el capital financiero permitió un mínimo de complementación y reparto del mercado. Desde luego, los pequeños capitales productivos constantemente se han visto en la disyuntiva de desaparecer o adaptarse en condiciones precarias frente a los grandes monopolistas, los que a su vez tienen accesos privilegiados a las divisas petroleras. La concentración del capital, en general, coadyuva a la presión inflacionaria, garantiza altas tasas de ganancia, ejerce presión hacia la revaluación monetaria, logra ingentes masas de divisas para importar capital e insumos, y adicionalmente permite ejercer a la alta burguesía una influencia decisiva sobre las políticas públicas. La concentración sirve como vehículo idóneo para la apropiación mercantil de renta. Luego, la fracción de ganancia que no encuentra cabida en inversiones productivas ni especulativas internas, sale en la forma de capital-dinero, una fracción sobre la que habría pocas dudas sobre su origen en renta apropiada.

1 “…el proceso de apertura comercial se realizó con una política de `shock´ que provocó graves efectos sobre la economía y, en particular, en la industria.” (Lucas, Gerardo. Industrialización contemporánea en Venezuela. Política industrial del Estado venezolano, 1936-2000, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2005, p. 189.) Agrega este autor: “El problema de la `desindustrialización´ se venía estudiando en los medios universitarios nacionales durante aquellos años. Héctor Valecillos, de la escuela de Economía de la Universidad Central de Venezuela, afirmaba en 1994 que la apertura comercial había producido a través de diversos instrumentos un sesgo antindustrial que había dado como resultado una contracción significativa en el tamaño del sector.” (p. 192).

2 Un episodio de guerra por el control del mercado es el que se adjudica a Diego Cisneros para desplazar a la Coca-Cola a favor de la Pepsi-Cola en los años 40 (ver Wikipedia).

3 El monopolista está sujeto a dos condiciones críticas que dependen de la elasticidad-precio de la demanda: a) que pueda conservar la tasa de ganancia, más no la masa; b) que pueda conservar la masa de ganancia con una mayor tasa asociada. Al contraer la producción aumenta el costo fijo mientras se reduce el variable (el costo salarial será variable siempre y cuando logre prescindir de fuerza de trabajo). La condición “a)” exige que el aumento del precio asociado a una reducción de la oferta se determine según la relación

, siendo p el precio y cu el costo unitario (inicial y final). La segunda condición (b) se determina por

, donde q = producto y G = ganancia.

4 “Desde el punto de vista del monopolista la introducción de nuevas técnicas en una forma que implique aumentar la capacidad productiva (suponiendo que la demanda no cambie) normalmente será evitada. Preferirá esperar hasta que su capital existente esté listo para ser repuesto de todas maneras, antes que instalar nuevo equipo. (…) [No] significa que haya necesidad, bajo el capitalismo monopolista, de cualquier tendencia a frenar nuevas técnicas, [sino que] la velocidad a la que las nuevas técnicas desalojarán a las antiguas será más lenta de lo que la teoría económica tradicional nos llevaría a suponer” (Sweezy, Paul; Baran, Paul. El capital monopolista,  Siglo XXI Editores, México, 1979, pp. 79-80.)

5 Purroy, op. cit. p. 245).

6 Más adelante se mostrará que el saldo neto del crecimiento de la inversión bruta fija del sector privado fue negativo entre 1999 y 2010.

7 No dejan de tener extraordinaria actualidad las tempranas sentencias de Arturo Uslar: “La lección de este cuadro amenazador ([hacer] de [Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e inevitable]), es simple: urge crear sólidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales.” (Uslar Pietri, Arturo. “Sembrar el petróleo”, editorial del diario Ahora, 14 de julio de 1936. http://www.analitica.com/bitblio/uslar/sembrar_el_petroleo.asp).

8 Baptista,. Teoría económica del capitalismo rentístico (referido supra) p. 152.

9 Más adelante se mostrarán indicios en esa dirección.

10 “Esta neonata burguesía industrial, de una categoría productora de mercancías para el mercado interior, en una década [1945-1955] se transforma en un grupo modalidad de la burguesía importadora, en una categoría subalterna de los monopolios foráneos. En ella penetra como modelo para desarrollar la industrialización la idea del monopolio metropolitano, de modo especial el norteamericano…” (Federico Brito Figueroa, obra citada supra. El destacado es del autor).