LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DE SINALOA, MÉXICO Y LA APUESTA POR JATROPHA CURCAS

LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DE SINALOA, MÉXICO Y LA APUESTA POR JATROPHA CURCAS

Rocío Esthela Urías Urías
Juan Manuel Mendoza Guerrero
Eduardo Meza Ramos
(CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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4.2 “La fiebre de la J. curcas en México”: algunas experiencias

Aun con muchas incertidumbres en torno al cultivo de J. curcas, México se incluye en la “fiebre de la Jatropha”. El programa de Jatropha en México inicia en 2007 con la modalidad de reforestación. La promoción obedece a su especulación sobre la utilización de tierras marginales y a su no competencia con la producción de alimentos (Skutsch et al, 2011). Para ello, el gobierno ofreció un subsidio mediante el programa ProÁrbol de CONAFOR, operando éste como programa de guía técnica y financiera para los productores de J. curcas. El subsidio fue por $6,310 por hectárea para los productores que iniciaron en 2008 y $7394 por hectárea para los que iniciaron en 2009 (CONAFOR, 2008). La participación fue especialmente de ejidos y comunidades rurales.
Se realizó un estudio de zonificación agroecológica llevado a cabo por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) quien demostró la existencia de más de 6 millones de hectáreas con potencial alto y medio para el establecimiento de plantaciones de J. curcas en el país (Zamarripa y Díaz, 2008). Los estados que registraron mayor superficie óptima para el cultivo fueron Sinaloa con 557,641 ha, Tamaulipas con 317,690 ha, Guerrero con 282,158 ha, Chiapas con 230,273 ha y Michoacán con 197,288 ha, con pendientes menores a 20% y con un uso de suelo predominantemente agrícola (Zamarripa y Díaz, 2008).
Chiapas fue líder en la producción de curcas, inició un año previo a la promulgación de la Nom-86.  Se tuvo un marcado renombre debido a la inclusión de 3,000 productores rurales con 12,500 hectáreas de plantación, además la creación de una planta procesadora de biodiesel en Tapachula, y el establecimiento de 136 unidades de transporte público urbano (ConejoBus y TapachultecoBus) que debían funcionar con biodiesel de J. curcas, resultados que hasta el momento muestran todo lo contrario. Los ConejoBus nunca funcionaron con J. curcas debido a la escasez de materia prima1 , mientras que las plantas procesadoras de biodiesel funcionaban a partir de aceites reciclados 2.  

La experiencia de Chiapas dejó mucho que desear: de inicio hubo reconversión de cultivos alimenticios (maíz y cacahuate principalmente); los rendimientos del cultivo estuvieron por debajo de lo proyectado; no se otorgaron a todos los agricultores el subsidio que CONAFOR había ofrecido en el 2009; no recibieron la capacitación agroecológica adecuada, ni mucho menos el monitoreo del crecimiento y rendimientos del cultivo; las plagas terminaron por dañar la planta; en zonas de escasa lluvia y suelos duros como el barro y la tierra amarilla, curcas no proporcionó fruto alguno; además que no hubo certidumbre sobre el mercado de la semilla de Jatropha. A consecuencia de ello, muchos de los productores implicados optaron por abandonar las plantaciones y regresar a sus antiguos sistemas de producción (Valero, 2010).
En Yucatán, las empresas Biocom y Kuo vislumbraron desde el 2008 con J. curcas desarrollando ambiciosos proyectos para cultivar alrededor de 62,000 hectáreas (Chan, 2010). Sin embargo, nuevamente la incertidumbre del cultivo salió a relucir. Los rendimientos fueron extremadamente bajos, y ello propició el despido de 200 obreros (Diario de Yucatán, 2013).  Aquí CONAFOR proporcionó subsidios en colaboración con los grandes ranchos comerciales y el enfoque de la producción fue para la exportación de biodiesel a Estados Unidos o Europa (Skutsch et al, 2011). 
La producción a pequeña escala en Michoacán fue otro renombrado caso. Los registros reflejan la participación de compañías bioenergéticas, quienes iniciaron el programa de producción bajo venta por contrato de las semillas de J.curcas. Con ello sirvieron de intermediaros en función de ofrecer una seguridad económica al productor, aunado al beneficio en la reforestación de áreas degradadas.  Muchos de los productores implicados contaban con sistemas tradicionales de producción, por lo que terminaron por reemplazar el tradicional maíz, entre otros cultivos convencionales, además que utilizaron tierras irrigadas (Skutsch et al, 2011).  Además
En los tres estados, el interés en reconvertir sus cultivos convencionales por el piñón fue debido al subsidio que CONAFOR ofertó. Los potenciales ingresos de J. curcas podrían representar una utilidad considerable para los pequeños productores, sin embargo el desplazamiento de la producción alimenticia y los posibles efectos de deforestación prodrían no compensar tales ingresos. 
Actualmente, J. curcas se cultiva en forma comercial o experimental en Chiapas, Oaxaca, Quintana Roo, Guerrero, Hidalgo, Puebla, Veracruz, Tamaulipas, Yucatán, Michoacán, Sonora, Sinaloa y Nayarit (Zamarripa y Solís, 2012). Paradójicamente la SENER (2007), afirma que pese a que el sector agrícola cumple las funciones de seguridad alimentaria, ambiental, económica y social, éste debe ir más allá de la producción de alimentos e insertarse a las nuevas exigencias bioenergéticas. Pero, ¿Qué tan racional resulta la afirmación, si se tiene palpable una severa crisis alimentaria derivada del daño que presenta el campo mexicano después de la implementación de las políticas neoliberales?

4.3 El mercado de J. curcas

Según los resultados del estudio Global Market Study on Jatropha elaborado por GEXSI en mayo del 2008 mostró la existencia de 242 proyectos de piñón alrededor del mundo. El interés por el arbusto se ha incrementado progresivamente, sin embargo el hecho de pasar de la investigación a la industria no resulta una tarea tan simple. De entrada, el costo inicial de los proyectos puede representar una limitante que muchos no están en condiciones de salvaguardar, además que el crecimiento de la industria de la Jatropha dependerá en gran medida de las volatilidades del precio del petróleo.

Aun así, el negocio de la J. curcas está siendo fuertemente impulsado por la industria aeronáutica y automotriz en respuesta a las políticas ambientalistas de muchos gobiernos. Lo llaman “el combustible del futuro”, pues según Airbus, la bioturbosina de Jatropha es capaz de reducir entre un 50 y un 80% las emisiones de GEI, en relación al queroseno de aviación derivado del petróleo. La empresa europea prevé que el 15% de toda la turbosina se transforme en bioturbosina hacia el año 2020, lo que representa gran oportunidad de mercado (Smilovitz, 2012).
Para el 2020, se espera que J. curcas proporcione el 19% del aceite que se requerirá para la producción mundial de biodiesel. Lo cual significa que 20 millones de toneladas de aceite de J. curcas deberán ser producidas cada año, lo que requerirá de al menos 15 millones de hectáreas cultivadas.

Mientras tanto ya se han registrado algunos vuelos. En el 2008 salió a demostración el primer vuelo mundial de Air New Zeland Boeing 747 con una mezcla de 50-50 de aceite de Jatropha (Clemens, 2009). Para el 2010, la compañía aérea TAM, con la colaboración de Airbus y CFM International, usaron el aceite de J. curcas, para un vuelo de demostración procedente de Brasil (Palicio, 2010). Airbus y Boeing, los principales fabricantes, prevén que América Latina tenga una demanda de dos mil 500 nuevos aviones en los próximos 20 años, lo que abre una posibilidad al uso de bioturbosina (Smilovitz, 2012). Interjet de México realizó un vuelo procedente de la ciudad de México a Tuxtla Gutiérrez con bioturbosina de J. curcas. El programa de “Vuelos Verdes” que se estableció entre Aeroméxico y ASA señala el requerimiento mínimo de 9 mil litros de aceite de J. curcas para la generación de Bio-KPS, sin embargo la escasez de aceite frena este mercado (IICA, 2012).  Pese a la escasez de materia prima, empresas como como General Electric, se han comprometido a comprar cinco mil millones de galones de biocombustibles por año, con el objetivo de utilizarlo en las pruebas para motores de aviones (Smilovitz, 2012).

Más allá del biodiesel, la planta ofrece al mercado gran variedad de subproductos. Si se aprovechan en su totalidad los residuos provenientes de la planta, se logra obtener: harina como alimento de alto contenido proteico para ganado, aves y pez tilapia; biofertilizantes; pellets energéticos como sustituto de la leña; lubricantes; jabones; cosméticos; iluminación; pesticidas caseros; barbasco; colorantes y glicerol (Heller, 1996; Angulo, 2013). 

1 Nota periodística. <<Conejobús huele mal>> en: http://www.migrar.noticiasnet.mx/chiapas/general/135625-conejobus-huele-mal

2 Nota periodística. <<Gobierno de Sabines monta farsa de biodiesel en Chiapas>> en: http://noticias.terra.com.mx/mexico/estados/gobierno-de-sabines-monta-farsa-de-biodiesel-en-chiapas.html