LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DE SINALOA, MÉXICO Y LA APUESTA POR JATROPHA CURCAS

LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DE SINALOA, MÉXICO Y LA APUESTA POR JATROPHA CURCAS

Rocío Esthela Urías Urías
Juan Manuel Mendoza Guerrero
Eduardo Meza Ramos
(CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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CAPÍTULO IV.- JATROPHA CURCAS, UN AGROCOMBUSTIBLE QUE NO COMPITE CON LOS CULTIVOS ALIMENTICIOS: MITOS Y REALIDADES

El despertar de muchos reclamos por el uso de tierras agrícolas para la producción de agrocombustibles dio pie a la búsqueda de especies de segunda generación 1. De ser una planta silvestre, J. curcas pasó a ser una de las promisorias propuestas para la generación de biodiesel y la continuidad de la industria “verde” (Heller, 1996). Las investigaciones se aceleraron debido a su adaptabilidad a suelos “marginales”, pues de esta manera se reduciría la competencia con la producción de alimentos, sin embargo los hechos fueron contradictorios en muchas regiones del mundo.

4.1 Mitos y realidades: experiencias en el cultivo

La principal razón para promocionar J. curcas fue por no competencia con la producción de alimentos debido a su adaptabilidad en suelos marginales. Sin embargo, la idea de “lo marginal” no quedó del todo clara. Según Ariza (2008), con muy diversas interrogantes sobre su práctica en campo se desembocó la “fiebre por la jatropha” sin clarificar el tipo de suelos a usar.

Lo “marginal” quedó entendido como aquellos terrenos bajos en nutrientes y erosionados por los efectos. Sin embargo el concepto ha sido fuertemente confundido. El concepto también lo aplicaron a zonas fértiles productivas que no han sido incorporadas a la agricultura industrial; sin importar si estas tierras son dedicadas al autoconsumo o bien que jueguen un rol ecológico determinante para el equilibrio ambiental y climático local; son consideradas marginales simplemente porque no están incorporadas al mercado.

Desde la perspectiva de las ciencias del suelo se han hecho críticas al concepto de tierras marginales.  Así lo señala el ecológo Juan José Ibáñez (2008):

 (…) el concepto de tierras marginales me parece francamente peligroso y ambiguo. Desde un punto de vista ambiental o ecológico, no debería utilizarse tal vocablo. Las tierras marginales nacen de una visión productivista, es decir de la explotación del suelo. Generalmente decimos que un territorio es tierra marginal cuando atesora poco interés para su explotación agrosilpastoral (agraria, forestal y piscícola). Sin embargo, tal percepción resulta ser muy engañosa, y me atrevería a decir que peligrosa.

Sin clarificar los suelos aptos para J. curcas, ésta fue promovida como una promesa “verde” por su alto contenido oleico para la generación de biodiesel, además que su adaptabilidad a suelos marginales contribuiría a reactivar la estancada agricultura de países subdesarrollados. Sin embargo, no se tuvo en cuenta que las tierras de subsistencia no necesariamente deben ser consideradas marginales. Ibáñez (2008) afirma que en ecología no existe la marginalidad, simplemente se considera cuando “no se sabe cómo extraer valor de ciertos ecosistemas”. Bajo este contexto, categorizar territorios dedicados a la subsistencia como marginales implica también calificar a las sociedades humanas que las habitan como marginales.  Así lo señala Bravo (2012):

(…) calificar aquellas sociedades que están dedicadas a la subsistencia como improductivas es desconocer que hay más de una forma de economía. Que junto con la economía del mercado, está también la economía de la reproducción y del cuidado; la economía que permite la sustentabilidad de la naturaleza y que tradicionalmente ha estado en manos de mujeres y de pueblos indígenas, de sociedades, de campesinos, pescadores y pastores nómadas, y que han sido vistas como atrasadas o temporales.

En una investigación hecha por Gaia Foundation (2008), se encontró que con el fin de expandir los territorios ocupados por agrocombustibles, se consideran tierras marginales: terrenos de cultivos abandonados, pastos naturales dedicados a la ganadería nómada y tierras dedicadas a la agricultura de secano (temporal).  Dicha categorización  posicionó a J. curcas como la “estrella en ascenso de los agrocombustibles” por su no competencia directa con los alimentos, pero si indirecta porque era obvia la reconversión de cultivos y uso de las tierras que servían de alimento para el ganado, entrando en competencia con la carne y productos lacteos2 (Green, 2009; Acharya, 2009; Ariza, 2008).
Según Ariza (2008), con la puesta en marcha de Jatropha como proyecto agroindustrial surgieron dos de las principales contradicciones que giran en torno a su producción: “aquellas relacionadas con la sostenibilidad biofísica y la productividad de la Jatropha y las que se vinculan con la existencia del reinvindicado beneficio local”.
En cuanto a la primera contradicción, a diferencia de otras plantas oleaginosas, (colza, palma africana, soja, etc.) J.curcas es una planta poco conocida de la que se tiene poca experiencia en campo y de la cual no se tienen asegurados buenos rendimientos productivos. En la India se esperaba obtener 3 kilógramos de semilla por planta en regadío y 1 kilógramo en secano, sin embargo, la complejidad en su comportamiento reveló rendimientos inferiores a los esperados. En secano la productividad resultó ser mucho menor a la esperada, además que se observó la muerte prematura de muchas de las plantas que reflejaron nulo rendimiento en su cosecha. El hecho puso en duda su rendimiento en tierras degradadas sin la aplicación intensiva de agroquímicos y de sistemas de irrigación.
De acuerdo con Ariza y Lele (2010), las plantaciones de piñón de tres años de edad que estuvieron bajo riego presentaron casi el doble del rendimiento, comparadas con aquellas de temporal (750 y 450 kg/ha, respectivamente).  Por ello Ariza (2008), cuestiona la capacidad de J. curcas para establecerse en suelos marginales, donde sostiene que su producción es mínima o nula.
La afirmación de que la planta no requiere aplicaciones de agua y nutrientes quedó entre dicho. Bajo estas condiciones edafoclimáticas la planta logra crecer, mas no dar follaje, ni mucho menos los rendimientos productivos aptos para considerarse un cultivo comercial (véase figura 5) (Nielsen yJongh, 2012).  Además, se declaraba que J. curcas por ser una planta silvestre estaría libre de plagas y enfermedades, sin embargo en muchas regiones del mundo se comprobó lo contrario. En la India y algunas regiones de México la planta requirió de pesticidas ante la fuerte presencia de plagas que estaban dañando al cultivo, lo que terminó por elevar los costos de producción (Valero, 2010; Ariza, 2008).
En lo que respecta a la segunda contradicción, se destacan las consecuencias que la siembra de la J. curcas tiene sobre el sustento y la soberanía alimentaria de los campesinos, en contraste al desarrollo rural que las corporaciones y gobiernos prometieron a las comunidades. En la India la larga espera de tres años antes de obtener la producción significó grandes costos económicos, sociales y ambientales que difícilmente podrían ser compensados por los beneficios monetarios que se habrían obtenido (Ariza, 2008).
La multidimensionalidad del impacto de J. curcas se expresa primero en la pérdida de cultivos alimenticios, así como en la pérdida de subproductos (ganado3 , leña y materiales para construcción) propios de la multifuncionalidad de los sistemas agrícolas (Ariza, 2008; Bravo, 2012). Por otro lado, la incertidumbre sobre los rendimientos productivos en la India provocó la necesidad de trabajar en labores de construcción y en la agricultura fuera de sus propias parcelas, aunado a que se pronunció la curva de migración campo-ciudad. Dicha situación llevó a profundizar los impactos sobre la soberanía alimentaria y la “descampesinización” que J. curcas agrava en un ya existente contexto de crisis agraria (Ariza, 2008). 
Finalmente, la incertidumbre sobre el mercado agroenergético puede representar altos riesgos para los agricultores involucrados.  Para los agricultores de la India, Kenia y Birmania la promesa “verde” de J. curcas quedó incumplida principalmente por los bajos rendimientos productivos, los imprevistos costos de producción y la falta de demanda de sus semillas4 (Acharya, 2009).  Por tanto, el mito tejido en torno al piñón sólo ha justificado nuevas formas de apropiación de los recursos y relaciones desiguales de poder en tierras marginales, mientras que la promesa de desarrollo rural sigue quedando bajo los escombros.
Para muchas naciones, la promoción de J. curcas significó la mejora de los ejes de seguridad energética, generación de empleo y el desarrollo sostenible.  Sin embargo, la realidad ha mostrado que si la planta se siembra en tierras fértiles y no en tierras marginales como se había estipulado, esto repercutirá sobre la seguridad alimentaria de los pueblos rurales (Clemens, 2009).

1 Son combustibles producidos a partir de materias primas que no son fuentes alimenticias, para lo cual se utilizan tecnologías que todavía están en etapas de investigación y desarrollo y con costos de producción aún muy elevados. 

2 En la India el 12% del territorio es considerado como “baldío”, del cual el 75% está destinado a la producción de agrocombustibles y la China considera que unos 23 millones de hectáreas en su territorio podrían dedicarse a la producción de cultivos energéticos.

3 Considerando de manera especial que el cuidado y preservación del ganado en la India es una cuestión cultural de alto valor para la población (Shiva, 2003).

4 En la India se reveló que el 99.5% de los agricultores indígenas y el 98.8% de los agricultores no tribales sintieron que la falta de servicios de comercialización para vender J. curcas fue el mayor obstáculo.