LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DE SINALOA, MÉXICO Y LA APUESTA POR JATROPHA CURCAS

LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DE SINALOA, MÉXICO Y LA APUESTA POR JATROPHA CURCAS

Rocío Esthela Urías Urías
Juan Manuel Mendoza Guerrero
Eduardo Meza Ramos
(CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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3.4  Bioimperialismo: el discurso del desarrollo como bandera hacia el nuevo negocio “verde”

Según Escobar (1996) la agricultura es de las principales actividades económicas que se mantiene bajo el discurso del desarrollo, un enfoque de arriba abajo, etnocéntrico y tecnocrático dirigido al “progreso”, que no contempla las necesidades reales de la sociedad, sino la preservación de un modelo de corte neoliberal que sigue dejando a la vista severas consecuencias en los modos tradicionales de producción agrícola de países subdesarrollados.  Así bien, no sin antes haber resuelto las problemáticas del sector agrícola, los agrocombustibles toman partida dentro de la reconfiguración del discurso del desarrollo.
El sector agrícola en países subdesarrollados estuvo fuera de la agenda de desarrollo internacional. La improductividad y la falta de sistemas “modernos” de producción lo posicionaron por más de dos décadas como un sector deficiente y precario. Sin embargo a partir de la última década, la agricultura recobra un nuevo brillo para la mirada capitalista, pues la entrada de los agrocombustibles vino a recobrar el valor a la tierra, agua y al capital humano.
La iniciativa “ambientalista” tuvo el apoyo de distintos intereses, principalmente de organismos multilaterales como el Banco Mundial, el FMI, la OMC y la FAO quienes han apoyado fuertemente el crecimiento de la industria agroenergética porque aparte de “proteger” el medio ambiente y de proveer una seguridad energética, también se promueve el desarrollo. La FAO (2010) indica que la producción de agrocombustibles representa una buena estrategia para retomar la agenda pendiente en torno al desarrollo rural. Tal estrategia algunos la pronuncian como “la fiebre del oro verde” (Holt, 2009), capaz de reactivar el sector agrario de países del tercer mundo abatido por las políticas neoliberales y situado ahora ausente de políticas congruentes a las realidades del campo (Calva, 1997). 

En esta lógica de mejora económico-social y aunado de manera prioritaria a la seguridad energética-ambiental, diversos países del tercer mundo reconfiguraron sus políticas energéticas para incluir los agrocombustibles.  Sin embargo, no sin antes haber resuelto los problemas de antaño que presenta el campo 1, la producción de “energías limpias” se sobrepone en la mesa de juego con un nuevo escenario repleto de alianzas transnacionales en pos de la reproducción de una nueva área de negocios que recientemente algunos lo denominan “bioimperialismo” o “imperialismo verde”(Lozza, 2007).
Actualmente muchas transnacionales y empresas biotecnológicas tienen fuertes inversiones y alianzas en países subdesarrollados2 .  Ello atrajo a dos sectores claves; a las sociedades petroleras y la industria del automóvil. La mayoría de las empresas petroleras están interesadas en los agrocombustibles por las exigencias internacionales en reducir los contaminantes. Dentro de ellas se destacan Total, en África; Shell que invierte en investigaciones para la producción de etanol mediante celulosa; Petrobras en Brasil; Repsol en España y en América Latina; Ecopetrol en Colombia, entre otras (Houtart, 2009). En África, la sociedad francesa de caucho Sofinal, S.A. posee plantaciones de palma en Liberia, en costa de Marfil, en Indonesia, en Camerún y en Nigeria.  Por otro lado, empresas químicas y farmacéuticas como Bayer, Dow Chemicals, DuPont están sumamente interesadas en el sector de los agrocombustibles (Ibíd.). Además, surgieron nuevas sociedades corporativas resultado de fusiones estratégicas entre empresas automotrices y las transnacionales del agronegocio3
El desabasto energético es la causa principal que ha llevado al sistema capitalista a buscar alternativas de supervivencia, pues sin el control de los recursos energéticos, tal sistema no puede reproducirse. Por ello, según la lógica de Houtart (2009) es interesante analizar hasta qué punto avanzan las estrategias industriales que se construyen dentro de intereses muy particulares. Por lo que cabe cuestionarse ¿quiénes están detrás del control de las empresas implicadas en la dinámica de los agrocombustibles?
Muchas compañías y personalidades del orbe actual han visto en los agrocarburantes un nuevo campo de negocio financiero4 . Algunas personalidades que liderean gran parte del sector financiero en el mundo también participan en la industria de los biocombustibles. Por ejemplo George Soros, accionista de Adecoagro en Minas Gerais y en Mato Groso Brasil o James Wolfensohn, antiguo director del Banco Mundial y administrador de Brenco (Brasil Sun Renewable Energy Company). Carlos Slim, el principal hombre de negocios de México y segunda fortuna mundial, invirtió en los agrocarburantes en Paraguay, entre otros (Houtart, 2009).
La economía “verde” se encuentra repleta de alianzas y estrategias en pos de la continuidad del sistema capitalista mundial.  La mesa de juego de la industria agroenergética manifiesta la sobreposición del sistema neoliberal y su lógica de plusvalía, antes que la preservación de los recursos naturales y el capital humano.  Si como factor prioritario está la acumulación de capital, no es raro que a partir del control del sector agroalimentario y la entrada de los agrocombustibles las ganancias de las principales corporaciones hayan incrementado desmedidamente.  Para fines del 2008, Cargill había aumentado sus ingresos al 62% (Black, 2008); Bunge al 471%; Monsanto al 83%, y ADM obtuvo el 25% de utilidad operativa de los agrocombustibles (Ugarte y Murphy, 2008; citado por Holt y Shattuck, 2009).
Esto tan solo nos presenta un nuevo caso de injusticia global porque mientras los países más industrializados mantienen altos niveles de consumo energético y un estilo de vida basado en el desperdicio de los recursos; los países del Sur terminan por sacrificar las tierras que utilizan para la producción local de alimentos y otras destinadas para la conservación de áreas forestales protegidas (Houtart, 2011). En este sentido, es absurdo apoyar una industria bioenergética que busca la manutención del sistema capitalista y de los altos niveles de consumismo de países industrializados, mientras que la población campesina queda aún más desprovista de sus recursos.

3.5 A la luz de las primeras implicaciones de los agrocombustibles: crisis alimentaria
Además de los impactos sobre la producción de alimentos, los agrocombustibles dejan también daños ambientales.  Existe una contradicción en el tópico de las energías renovables pues su condición de “energías limpias” queda entre dicho.  Se aludía que los agrocarburantes sirven para la mejora ambiental,  pero la cara oculta la exponen respetados ecologistas y sociológos, quienes sugieren que su práctica como monocultivos destruyen la biodiversidad5 y contaminan suelos y agua por el uso excesivo de agroquímicos (Wilches, 2011; Lobato, 2007).  

El decir que los agrocombustibles son una solución para el clima, tan solo es una ideología de moda. Su producción conlleva una competencia e incremento en el uso de agua y tierra (Recalde, 2012).  Para producir un litro de etanol se necesitan entre tres y cinco litros de agua de riego y se producen hasta 13 litros de agua contaminada (Houtart, 2011). La erosión de suelos es indiscutible debido al uso desmesurado de agroquímicos en monocultivos como la soya6 (Altieri y Bravo, 2007). Por otro lado, para contribuir en un 25 y 30% a la actual demanda de agroenergía se deberá destinar millones de hectáreas de tierras cultivables para los agrocombustibles, en su mayor parte tierras de países del Sur ya que los del Norte no disponen de suficiente superfice cultivable.

La producción extensiva de agrocombustibles conlleva además una concentración de tierras y de forma paralela la expulsión o desplazamiento de muchos campesinos, aunado al lógico declive sobre la producción local de alimentos (Recalde, 2012). En Guatemala, 800 familias indígenas fueron desalojadas por una empresa latifundista de la zona, quemaron sus casas y cultivos con el objetivo de acaparar tierras para expandir el monocultivo de caña de azúcar y de palma africana7 . En Espirito Santo, Brasil, la Celulosa de Aracruz, principal proveedor  de pulpa de papel de eucalipto y uno de los nuevos jugadores en el etanol celuloso, desplazó 8,500 familias indígenas de su tierra, convirtiendo 11,000 hectáreas en “Desierto Verde” (Meirelles, 2005 citado por Holt y Shattuck, 2009).
Pese a que se afirmaba que los agrocombustibles no competirían con la producción de alimentos (FAO, 2012), los resultados mostraron lo contrario. En primera porque el uso de granos básicos para la generación de biodiesel y bioetanol impacta de forma directa sobre la estabilidad alimenticia, y en segunda, la reconversión de suelo desvaloriza en su totalidad la funcionalidad de la tierra como proveedora de alimentos  (Holt y Patel, 2010). En Argentina, tan solo en una década el área soyera se incrementó en un 126% sustituyendo de forma paralela la producción de lácteos, maíz, trigo y frutas. En Paraguay, la soya ocupa el 29% de toda la tierra agrícola y en Bolivia el cultivo sigue en expansión hacia el Este (Altieri y Bravo, 2008). En Colombia se destinan más de 350 mil hectáreas sembradas con caña de azúcar para el bioetanol (León, 2008). Países africanos y asiáticos también han destinando grandes extensiones agrícolas y de pastoreo para los agrocombustibles poniendo en riesgo su propia seguridad alimentaria (Wilches, 2011).
El uso de granos alimenticios para los agrocombustibles lleva de la mano un incremento en los precios del mercado. Para el 2008, antes de que la crisis financiera desestabilizara el mercado, los precios del trigo habían subido 137%, el de la soja en un 87%, el arroz subió al 74% y el maíz al 31% (Holt, 2008). Ante esto,  quien sufre las consecuencias es primordialmente el consumidor final, como lo ocurrido en el alza del 400% sobre el precio de la tortilla en México en el 2008 pues gran parte del maíz estadounidense vendido a México pasó a ser usado para la producción de etanol (Altieri y Bravo, 2007; Holt y Patel, 2010). Es por ello que, Jean Ziegler, durante su mandato de Relator Especial de las Naciones Unidas por el Derecho a la Alimentación, calificó a los agrocombustibles como un “crimen contra la humanidad”. El punto crucial del tema en boga es analizar la existencia de miles de personas en estado de hambre mientras se tiene una industria agroenergética “imparable”. 

1 Para profundizar ver Escobar, A. (1996). La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo. Bogotá, Colombia

2 Cargill empresa estadounidense adquirió 2.6 millones de hectáreas de soya transgénica en Paraguay y construyó ahí mismo un mega puerto para el transporte de granos de soya, ocurriendo lo mismo en Paraná y Brasil mediante la sociedad Cargill Agrícola S.A. 

3 ADM tanto con Monsanto y Conoco-Phillips; BP con Dupont y Toyota, así como con Monsanto y Mendel Biotecnology; Royal Dutch Shell con Cargill, Syngenta, y Goldman-Sachs; y DuPont con British Petroleum y Weyerhauser (ETC group, 2006).

4 Peter Cremmer Gruppe colocó 20 millones de dólares en Singapur para una refinería para producir agrodiesel. Empresas financieras como Kidd and Company de Estados Unidos que controlan la empresa Coopernavi en Brasil

5 Según Wilches (2011), la principal consecuencia es que pese a que en las primeras producciones de biocombustibles solo se hacía uso de residuos agrícolas, con su generalización y promoción en países desarrollados muchos de los países subdesarrollados iniciaron la destrucción de espacios naturales (como selvas y bosques) para las plantaciones de cultivos energéticos, lo que continúa atrayendo consecuencias negativas para el ambiente debido a que los bosques y selvas destruidos limpian más aire que los cultivos que se colocan en su lugar.

6 Con la intensificación en el uso de la tierra por el uso de agroquímicos y transgénicos se obtienen 6.5 toneladas por hectárea en los EUA y hasta 12 toneladas por hectárea en Brasil y Argentina.

7 Nota periodística. <<Los biocombustibles, enemigos de los indígenas de Guatemala >> en: http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-2-noticias/biocombustibles-enemigos-indigenas-guatemala/1435060