APORTES DE LA CIENCIA REGIONAL AL ESTUDIO DEL CAMBIO CLIMÁTICO

APORTES DE LA CIENCIA REGIONAL AL ESTUDIO DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Andrés E. Miguel Velasco (CV)
Pedro Maldonado Cruz (CV)
Julio César Torres Váldez (CV)
Nestor Solís Jiménez(CV)

CAPÍTULO 3. EL DESARROLLO REGIONAL Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

3.1. El desarrollo regional sustentable y su evolución hacia el Cambio Climático

La toma de conciencia global y los debates institucionales de la comunidad internacional acerca de la relación desarrollo-medio ambiente comenzaron en los años 60 (Lolo 2008). En este periodo la sustentabilidad se enfocó al medio físico natural (Coria 2007: 56).

En 1962 apareció el libro la “Primavera silenciosa” a cargo de Rachel Carson. La divulgadora estadounidense cuestionó el uso de los pesticidas organoclorados en la agricultura. Al amparo de un extraordinario éxito editorial, lograron que el Departamento de Agricultura de EU revisara su política que el pesticida llamado “DDT” fuera prohibido por la legislación estadounidense. El libro contribuye a la puesta en marcha de moderna conciencia ambiental a escala mundial. En 1971 se organizó la reunión preparativa para la Conferencia de Estocolmo de 1972 en Founex Suiza. Apareció entonces  el concepto de “ecodesarrollo” de Ignacy Sachs.

En 1972 el Club de Roma presentó el documento los “Límites de Crecimiento” preparado por Meadows y por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Este sostuvo que la Naturaleza es limitada tanto en los recursos disponibles como en sus capacidades de amortiguar impactos ambientales. El mensaje era claro: no podría invocarse un crecimiento económico continuado ya que los recursos eran finitos. El informe fue desestimado por los gobiernos y por los intelectuales ya que se invocaba la necesidad de mantener estancado el proceso de desarrollo de las regiones, en especial de América Latina (Coria 2007: 57).

En este periodo hubo otros acontecimientos internacionales que influyeron en la consolidación del enfoque del DS, como por ejemplo la Declaración de Estocolmo, que consta de 26 principios, el Plan de Acción para el Medio Humano, con 109 recomendaciones para los estados, y el establecimiento del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), creado el mes de diciembre de ese mismo año en Nairobi, Kenia.
También en 1972 se llevó a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre medio ambiente humano en Estocolmo. Continuaron los debates suscitados por el Informe del Club de Roma. Fue una conferencia con un fuerte tono conservacionista, en especial promovido por los países industrializados. Ello generó una fuerte crítica de los países en desarrollo que defendían la intensificación del uso de los recursos naturales (Coria 2007: 57).

En 1980 se llevó a cabo “La Estrategia Mundial para la Conservación”, en la cual se publicó la «conservación de los recursos vivos para el logro de un desarrollo sostenido», el cual fue un primer esfuerzo conjunto, realizado por el Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Unión Internacional para la Naturaleza (UICN) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), para orientar a todas las naciones del planeta hacia un desarrollo basado en la conservación de los recursos naturales renovables.

Esta Primera Estrategia Mundial para la Conservación, realizada por la IUCN con apoyo del Fondo Mundial para la Vida Silvestre (WWF) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), definió al desarrollo sostenible como “la modificación de la biosfera y la aplicación de los recursos humanos, financieros, vivos e inanimados en aras de la satisfacción de las necesidades humanas y para mejorar la calidad de vida del hombre. Para que un desarrollo pueda ser sostenido, deberá tener en cuenta, además de los factores económicos, los de índole social y ecológica; deberá tener en cuenta la base de recursos vivos e inanimados, así como las ventajas e inconvenientes a corto y a largo plazo de otros tipos de acción.”

Para 1981 el entonces presidente del Banco Mundial, A.W. Clausen, señalaba que un desarrollo sostenible debe permitir el crecimiento económico continuo, especialmente en los países en desarrollo, postura en franca contradicción con la invocada con el estudio del MIT del club de Roma (Coria 2007: 57).

En 1982 en «La carta de la tierra», adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, se afirmó que cada forma de vida es única, por tanto merece respeto independientemente de su beneficio para el hombre. En 1983 La Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU estableció la noción de DS como necesidad política mundial frente al consumismo y capacidad de depredación y deterioro ambiental de los países desarrollados, en correspondencia con el empobrecimiento continuado de los países depredados.

En 1987 la Comisión Brundtland de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y Desarrollo (CMMAD) presentó el estudio “Nuestro Futuro Común” donde se define el desarrollo sostenible como “el proceso destinado a satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer a su vez sus propias necesidades.” La ambigüedad del concepto, incluido el nombre pues en México se debatía si lo correcto era “desarrollo sostenible” o “desarrollo sustentable”, aceptándose finalmente esta última nominación, permitió conciliar las diferencias entre los organismos multilaterales, los gobiernos nacionales y las organizaciones no gubernamentales. “Nuestro futuro común” reconoció las disparidades entre naciones y la forma como se acentúan con la crisis de la deuda de los países en vías de desarrollo. Al mismo tiempo, buscó un terreno común donde plantear una política de consenso capaz de disolver las diferentes visiones e intereses de países, pueblos y grupos sociales que plasman el campo conflictivo del desarrollo sustentable: el informe no planteó un cambio de rumbo sino que por el contrario refozó el paradigma tradicional de desarrollo (Coria 2007: 57).

En 1988 dos organizaciones de Naciones Unidas, la Organización Meteorológica Mundial y el ya mencionado PNUMA crean el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático para evaluar el riesgo de cambio climático planetario inducido por la actividad humana (Lolo 2008).

En 1991 la Segunda estrategia mundial de la conservación de la IUCN, conjuntamente con el PNUMA y el WWF, fueron responsables del documento denominado “Cuidar la Tierra”. En el mismo se definió al DS como la mejora en la “calidad de vida humana sin rebasar la capacidad de carga de los ecosistemas que la sustentan”. Así, el producto de un desarrollo de este tipo es una “economía sostenible” entendiendo por esta a aquella que logra mantener la base de recursos naturales y puede continuar desarrollándose mediante la adaptación y mejores conocimientos, organizaron y eficiencia técnica, y una mayor sabiduría (Coria 2007: 58).

En este mismo año se destacó la Agenda “Ya Wananchi” aprobada en el encuentro internacional “Raíces del Futuro” en diciembre de 1991. Allí se advertía que la cuestión esencial no era la preservación del ambiente en sí mismo, sino cómo manejar los recursos naturales para alcanzar el más efectivo DS en las esferas sociales, económicas y físicas.

En 1992, al amparo del Consejo Empresarial para el Desarrollo Sostenible, animado por el suizo Stephan Schmidheiny, se lanzo “Cambiando el Rumbo: (Changing Course): Una perspectiva global del empresariado para el desarrollo y el medio ambiente” (obra publicada en México por el Fondo de Cultura Económica en 1992). Allí se presentó una propuesta de sustentabilidad basada en un “sistema de mercados abiertos y competitivos en los cuales los precios reflejan tanto los costos del medio ambiente como los de otros recursos” (Schmidheiny 1992). El documento presentó una serie de estudios de caso sobre manejo industrial, liderazgo, sociedad, acciones, financiamiento, producción limpia, productos limpios y uso de recursos sostenibles. Encontraron que con respecto a lo ambiental, no había una meta definida, y se preguntaban ¿por qué las prácticas ambientales corporativas tienen que cambiar? en lugar de ver qué cambios son necesarios y cómo deben de alcanzarse. Su visión era la de que en un futuro el mundo de los negocios y las fuerzas de mercado marcharán hacia una economía global sostenible.

También en 1992 se llevó a cabo La Cumbre de Río o Cumbre de la Tierra. Durante la misma se trataron los temas de medio ambiente y desarrollo sostenible. Como resultado de la Cumbre de Río se generaron los documentos: Agenda 21, la Declaración de Principios Forestales, la Convención para un Marco de las Naciones Unidas en Cambio Climático, la Convención de las Naciones Unidas sobre la diversidad biológica y la Declaración de Río sobre Medioambiente y Desarrollo Río-92, se institucionalizaron conceptos como “desarrollo sostenible”, y principios como “el que contamina paga”, el de “precaución” y la “internalización de las externalidades”, que habían quedado contemplados en la Agenda 21 y la Carta de la Tierra. En todas las declaraciones se mantuvo un apego al desarrollo material y al crecimiento económico continuo (Coria 2007: 58). En 1997 se elaboró el Protocolo de Kyoto sobre los gases de efecto invernadero (Lolo 2008).

En 2002 se publicó por parte del PNUMA “El Manifiesto por la Vida, Por una Ética para la Sustentabilidad” elaborado en el marco del Simposio sobre Ética y DS que tuvo lugar en Bogotá a mediados del 2002, el cual plantea en el punto No. 4 que “el concepto de sustentabilidad se funda en el reconocimiento de los límites y potenciales de la naturaleza, así como la complejidad ambiental, inspirando una nueva comprensión del mundo para enfrentar los desafíos de la humanidad en el tercer milenio. El concepto de sustentabilidad promueve una nueva alianza naturaleza-cultura fundando una nueva economía, reorientando los potenciales de la ciencia y la tecnología, y construyendo una nueva cultura política fundada en una ética de la sustentabilidad –en valores, creencias, sentimientos y saberes– que renuevan los sentidos existenciales, los mundos de vida y las formas de habitar el planeta Tierra” (Coria 2007: 58).

En ese mismo año (2002) se celebró la Cumbre Mundial sobre desarrollo sostenible en Johannesburgo. En líneas generales esta no logró avances significativos en comparación con la cumbre de Río 92. El escenario político era complejo, EU se negaba a asumir compromisos efectivos, la UE tuvo un compromiso “leve” y América Latina se encontraba sumergida en una crisis económica que limitó su participación (Coria 2007: 58). Esta Cumbre Mundial produjo una “declaración política y un plan de acción” que contenía como puntos estratégicos esenciales la erradicación de la pobreza, la modificación de las modalidades insostenibles de producción y consumo, la protección y gestión de la base de recursos naturales del desarrollo económico y social, el desarrollo sostenible en un mundo en vías de globalización, y la salud y el desarrollo sostenible (Lolo 2008).

Formalmente el término “desarrollo sostenible, perdurable, o desarrollo sustentable” nació en el documento conocido como Informe Brundtland (1987), fruto de los trabajos de la Comisión de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas, creada en la Asamblea de DS en 1983. En América Latina se consolidó a partir de la Conferencia Sobre Ambiente y Desarrollo, también llamada la Conferencia de la Tierra en Río de Janeiro.

Su visión ha sido adoptada en México, donde se afirma que la “sustentabilidad ambiental se refiere a la ad­ministración eficiente y racional de los recursos naturales, de manera tal que sea posible mejorar el bienestar de la población actual sin compro­meter la calidad de vida de las generaciones futuras” (Plan Nacional de desarrollo 2007-2012). Después de diversos debates, el DS retomó los planteamientos de diversos campos del conocimiento, y plantea como aporte principal la necesidad de incorporar, o tomar en cuenta, el aspecto ambiental y el equilibrio ecológico en los planteamientos tradicionales. Para que este desarrollo sea efectivo, debe ser técnicamente posible, económicamente viable, socialmente aceptable y ambientalmente adaptable (Miguel 2004: 277).

El concepto de ÐS se ha venido construyendo a partir de propuestas como la del ecodesarrollo, y es un modelo de desarrollo inacabado que se ha ido fortaleciendo con nuevos elementos de la economía, que a la vez que validan la necesidad de estrategias productivas que no degraden al ambiente, hacen hincapié en la necesidad de elevar el nivel de vida de los grupos y sectores de la población más vulnerables, identificando mejor las responsabilidad de las partes frente a la pobreza y la crisis ambiental (Guzmán 2007).

La definición de sustentabilidad del Informe Brundtland se centró en el aspecto de la equidad intergeneracional, planteando problemas metodológicos que obligan a la definición a priori del horizonte temporal y las preferencias de las generaciones futuras (Page 1991:67), las necesidades básicas a satisfacer, y la coherencia interna de sostener un desarrollo que actualmente no es equitativo entre las acciones, aunque la misma muchas veces está plagada de sentidos totalmente opuestos al que pudiera parecernos (Norgaard 1988:6), o simplemente como una “frase de moda” de significado espurio (Lélé 1991:607).

Debe destacarse que el concepto de ÐS originalmente fue asimilado de la Ecología. Según esta disciplina, la sostenibilidad alude a una condición que se puede mantener indefinidamente sin disminuciones progresiva de la calidad (Holdren et al. 1995). Un ecosistema sostenible es aquel que mantiene la integridad del sistema a lo largo del tiempo. Enlazando esa perspectiva con la referida al desarrollo económico, la sostenibilidad implica el mantenimiento de la capacidad de los ecosistemas naturales para mantener la población humana en el largo plazo (Alberti y Susskind 1996). Constanza y Patten (1995:193) escogen la definición más simple: “un sistema sostenible es aquel que sobrevive o persiste”. Otras características definitorias que suponen importantes dificultades a la hora de su cuantificación son: la variabilidad, en función al contexto territorial en que se estudia la sostenibilidad adquiere connotaciones distintas y en muchos casos antagónicas (Shearman 1990); y la naturaleza dinámica, derivada de la evolución de los sistemas físicos y socioeconómicos (Daly 1991). 

De igual manera, en la ciencia económica se plasmó la heterogeneidad en la interpretación del ÐS. Quizás la primera formulación operativa en este ámbito fue la del “modelo Bariloche” (Chichilnisky 1977) definida sobre el bienestar en términos de una función de utilidad social. Solow (1993) enunció la sostenibilidad como “una obligación para comportarnos de manera que dejemos al futuro la opción de la capacidad de estar tan acomodados como nosotros estamos”. Goodland y Ledec (1987:20) por su parte aluden al desarrollo sostenible como “una pauta de transformaciones estructurales económicas y sociales que optimizan los beneficios disponibles en el presente sin perjudicar el potencial para beneficios similares en el futuro”. Con el mismo interés intertemporal, Tietenberg (1992:38) sugiere que la sostenibilidad significa “que las generaciones futuras estén al menos tan bien como las generaciones actuales”. Repetto (1986:15) se refiere al concepto como una “estrategia de desarrollo que gestione todos los bienes, recursos naturales y recursos humanos, así como financieros y físicos, para incrementar el bienestar a largo plazo”.

Frente a la ambigüedad comentada,  la mayoría de autores desgranan el término en varios componentes. En este sentido, destaca el esquema de los tres pilares del desarrollo sostenible propuesto por Munasinghe (1993), que distingue entre sostenibilidad medioambiental, económica y social. La primera apunta hacia la conservación de los sistemas soporte de la vida (tanto como fuentes de recursos, como destino o depósito de residuos); la sostenibilidad económica se refiere al mantenimiento del capital económico; la acepción social es definida como el desarrollo del capital social. Finalmente, el desarrollo sostenible es el concepto integrador de los tres anteriores.

La definición dada por Constanza et al (1991:8) es quizás la más extendida dentro de la disciplina que se ha venido a denominar Economía Ecológica: “sostenibilidad es aquella relación entre los sistemas económicos humanos y los sistemas ecológicos -más dinámicos pero donde los cambios son normalmente más lentos-, en la que (1) la vida humana puede continuar indefinidamente, (2) los individuos pueden prosperar, y (3) las culturas humanas pueden desarrollarse; pero en la que los efectos de las actividades humanas permanecen dentro de unos límites, de manera que no destruyan la diversidad, la complejidad y la función de los sistemas ecológicos soporte de la vida”.

Descartando ya el resto de enunciados menos conocidos, destaca la definición de Hediger (1999:40) al considerar que el "desarrollo sostenible plantea un reto para el cambio global y local que ha de conjugar los requisitos interdependientes de la eficiencia económica, la equidad social y la estabilidad ecológica". Esta aproximación sintetiza los criterios básicos contenidos en la mayoría de definiciones del desarrollo sostenible, el principio de sustentabilidad pasó de una referencia física a una dimensión ética, política y social (Constantino 2007:60).

Para ser práctico, el concepto de ÐS debe ser operacionalizado, y en tal caso el mismo se define como un proceso de transformación social en el cual la calidad de vida de la población se desarrolla en armonía con el desarrollo económico y el medio ambiente (Miguel 2004). Se acepta que el ÐS tiene tres componentes esenciales que deben tenerse en cuenta y son igualmente importantes para lograr un futuro mejor: el ambiente, la sociedad y la economía: 1) Sociedad, cuyos aspectos esenciales son (a) el fortalecimiento de un estilo de desarrollo que no perpetúe ni profundice la pobreza ni, la exclusión social, que tenga como uno de sus objetivos centrales la erradicación de aquélla y la justicia social; y (b) la participación social en la toma de decisiones en donde las comunidades y la ciudadanía se apropien y sean parte fundamental del proceso de desarrollo. 2) Ambiente, se refiere a la necesidad de que el impacto del proceso de desarrollo no destruya de manera irreversible la capacidad de carga del ecosistema. 3) Economía, entendida a través del crecimiento económico interrelacionado con los dos elementos anteriores. El logro del ÐS será un crecimiento económico que promueva la equidad social y que establezca una relación no destructiva con la naturaleza, es decir, el ÐS necesariamente debe manifestarse en el bienestar social.

En julio de 1993, el presidente del PNUD señaló que estaba emergiendo una nueva e integrada visión del desarrollo – un desarrollo centrado en el ser humano, equitativo, y sostenible ecológica y socialmente. Y añadió: podemos llamar a este nuevo desarrollo, ÐS centrado en las personas. O podemos llamarle desarrollo protector del medio ambiente. Probablemente debemos llamarle “desarrollo humano sustentable” (PNUD 1994a).