LA INFRAVALORACIÓN SOCIO-CULTURAL Y SUS EFECTOS EXCLUYENTES

LA INFRAVALORACIÓN SOCIO-CULTURAL Y SUS EFECTOS EXCLUYENTES

José Pérez Veloz (CV)
Universidad Nacional Experimental Simón Rodriguez

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CAPITULO IV

LA CONFIGURACIÓN Y FRACTURA DE LA DIGNIDAD HUMANA.

 “El que puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su destino”.

Stephen Cran

 

4.1-Una Mirada  a la dignidad desde La  Valoración  Educativa

El vertiginoso avance del conocimiento a nivel planetario, en innumerables ámbitos, ha traído consigo significativos cambios en beneficio humano; sin embargo, el uso irracional  de los conocimientos ha generado caos, desequilibrios sociales e incertidumbre, por la incomprensión de las necesidades comunes de la sociedad. Esta controversia de la realidad humana exige establecer algunos propósitos, con la finalidad de incursionar en opciones y alternativas que puedan aportar elementos significativos para el debate en torno a una situación tan problemática como es la exclusión social y la fractura de la dignidad humana.

Para Esté (2007) La dignidad:

(…) atiende a la verificación del hombre como sujeto, capaz de comprender, conocer, crear, concebir empresas y realizarlas. Es el presupuesto imprescindible de toda educación posible, ya que el aprendizaje es consecuente con la actividad de ese sujeto (p-21).

Es por ello que cada ser humano al nacer, se hace acreedor, por derecho, al disfrute de los bienes que su especie haya  creado en el proceso histórico y en  su temporalidad.

Por lo tanto, la negación al acceso a la educación, y a los beneficios producidos por el conocimiento, trae como consecuencia  la fractura  de la dignidad de quienes han quedado excluidos por sus propios semejantes; sean por razones políticas, económicas, sociales, étnicas, de género, religiosas y culturales, condenándolos al ocultamiento de sus posibilidades para ser más humanos; y, en consecuencia, tener el derecho de forjarse un mejor presente y  futuro; es decir, plasmar su propio destino.

En cuanto a la relación  maestro alumno. Esté (ob., cit.) advierte:

Dignificar al estudiante y al maestro es establecerlo como persona, respetarlo en sus derechos, exigirle y darle espacio para sus deberes; es garantizar su condición de ser diverso que participa permanentemente desde su condición  y características personales y culturales, que es como se debe concebir la participación en una democracia profunda (p.21)

Al analizar el planteamiento del autor se entiende que es el Estado democrático el ente que debería dignificar la relación maestro- alumno, lo cual puede contribuir a propiciar, de manera progresiva, cambios significativos en la convivencia social. Esté enfatiza  “La dignidad no se logra desde la prédica, promesas o dádivas, sino en el ejercicio, en la búsqueda y logros”. (Esté ob., cit. P-21).  Es decir, la dignidad se configura en el sujeto desde la praxis social.
 
De esta forma, se superarían los entramados tensionales,  interpretados como una crisis psico-espiritual–cultural, donde se nos infunde temor con el fin de hacernos creer en un Dios temible,  azotador de nuestras acciones creativas en la práctica del conocimiento, con lo cual se provoca el miedo a la libertad. Por tanto, entran en contradicción el pensamiento crítico con respecto a la cultura de la dominación.

De allí la necesidad de propiciar una ruptura progresiva de estas estructuras fundamentadas en una educación conformista, temeraria y repetitiva, para abrirle espacio a la  dialogicidad -comunicacional –creativa y dignificante.

En este sentido Esté (ob., cit.) puntualiza:

La comunicación es un particular proceso constructivo en el que las dos fuentes de señales son activas negociadoras, en una circunstancia cada vez diferentes y que condicionan cada emisión por la inmediata anterior. De esta manera, el curso de interacciones de especial riqueza propicia aperturas o rupturas de los acervos de cada quien, permitiendo la dignificación y la creación o la ruptura, la copia, la repetición y la sumisión (p.39).

Este ha sido, y sigue siendo, uno de los meollos de la tensionalidad en la praxis educativa  venezolana, especialmente en materia de formación de las personas adultas. Se trata de un aprendizaje signado por copiar mal y repetir errores tutelado por un Estado en el que aún persisten y se entrecruzan expresiones y estructuras curriculares obsoletas que privilegian prácticas escolarizadas basadas en una concepción restrictiva de orden compensatoria-remedial, en vez de ser liberadoras y creativas. Lo ideal es que “…la diversidad y fuerza subjetiva tengan que conjugarse, donde la negación de la diversidad es negación de la subjetividad, por lo que homogenización es negación de la libertad y empobrecimiento” (Esté ob., cit. pp. 39-40).
Aquí puede encontrarse parte de la clave que explica la exclusión social en América Latina, y en Venezuela en particular. La armazón de un Estado y de una sociedad que, históricamente, desde la llegada del conquistador europeo han heredado la negación de la diversidad y la subjetividad, agravada  por nuevas formas de pobreza y segregación  que han surgido por un mundo signado por la codicia y la dominación; es decir, la no  existencia de la otredad como estructura social. De este modo, se reduce  a la infravaloración socio-cultural como modo de vida al asignarle un precio a lo que se hace y lo que se piensa infravalorado. Álvarez (2001) afirma:

En el reino de los fines todo tiene o bien un precio o bien una dignidad. Aquello que tiene un precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se encuentra por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad (p.16).

Esta concepción da cuenta que el recorrido histórico de nuestros pueblos ha estado caracterizado por la búsqueda de los fines más que por la dignidad. El conquistador europeo vino impregnado de un sistema de concepciones y de valores que tenía como fin la riqueza fácil y el uso de la fuerza, la guerra y la imposición de la religión a los nativos de ese otro mundo desconocido y, por supuesto, del sistema de dominación y de segregación, y sus perversas consecuencias sobre los pueblos originarios. A partir de allí se instaura la cultura de la pobreza que aún pervive. 

Dado el carácter violento del proceso de conquista y de la colonia, el ejercicio del poder, y el Estado como instrumento institucional, pareciera haber dejado una profunda huella histórica que se manifiesta en nuestra realidad contemporánea, y se refleja en instituciones que no garantizan la solución de graves problemas sociales; la búsqueda de dádivas, prebendas, el tráfico de influencias, el reacomodo clientelar, la laxitud frente a la corrupción que devora las instituciones públicas y privadas. De tal manera, que cobra especial significación la falta de valoración y un comportamiento casi generalizado que consiste en no asumir responsabilidades personales y colectivas como compromiso moral. “La moralidad es la condición bajo la cual un ser racional puede ser fin en sí mismo; porque sólo por ella, es posible ser miembro legislador en el reino de los fines” (Álvarez ob., cit.p.16).

Cabe señalar, que la moralidad es una actitud responsable frente al contexto que rodea al sujeto, capaz de asumir su autonomía para decidir con libertad de conciencia, cuyos principios son respetados en una interacción recíproca de la otredad.

La moralidad es un acto de justicia, por tanto, la decadencia de la moral trae como consecuencia directa el establecimiento de la injustica “Como el más intolerable de todos los males que nos aquejan, la injusticia es uno de los flagelos que más desequilibrios genera en todo el planeta” (González.2005 p-49). Así, cada flagelo tiene un organismo que lo incuba  y lo alberga. En el caso de la sociedad el flagelo, precisamente, toma forma a través de  las conductas reñidas con la auténtica moral, lo cual demanda una educación coherente en el discurso y la praxis.

En tal sentido, Marina (2006) señala:

Todas las morales que han aparecido a lo largo de la historia de la humanidad, han pretendido resolver los problemas de la convivencia, los inevitables conflictos que aparecen en la interacción humana y diseñar modos de alcanzar esa felicidad…La educación tiene una inevitable finalidad moral (p.56).

La adopción de la moralidad como acción educativa, consiste en derribar la máscara de la falsedad impuesta culturalmente por los conquistadores, y sus herederos, hasta nuestros días, quienes establecieron las reglas según las cuales la moralidad es obediencia y sumisión, deformando así  la esencia de la condición humana. “Así pues, la moralidad y la humanidad, en cuanto que ésta es capaz de moralidad, es lo único que posee dignidad” (Álvarez ob., cit.p.16). Este enfoque puede ser el pivote de un modelo educativo que configure un ciudadano desde la propia esencia existencial, tanto en el comportamiento privado como en la intimidad de cada persona para que se consolide una sociedad realmente humanizada.

Para Álvarez (ob., cit.) la intimidad es:

(…) un valor superior a la dignidad. El indigno se acoge al sagrado de la intimidad, que viene a ser un valor objetivo superficialmente definido por las leyes, esto es, la coartada de la desvergüenza. Pero las leyes no pretenden definir un concepto jurídico-moral de la intimidad (…) que es la versión operativa, instrumental y flexible de la intimidad (…) debemos distinguir entre intimidad y privacidad. La intimidad dice al sí mismo de la persona en el juego social, la privacidad dice a la imagen que uno quiere de sí y ha construido de sí (116)

La transgresión de los derechos ciudadanos consagrados en la ley, aunada al irrespeto a la vida intima y privada por parte de grupos impulsados por el orgullo y el dominio de los más débiles  de la sociedad constituyen el pivote sustancial de nuestra infravaloración social y cultural. ”La humildad y no el orgullo es el supremo atributo de la dignidad” (Álvarez ob., cit. p45). En consecuencia, el referente socio-cultural distorsionante de este principio fractura  la dignidad en la convivencia social. Por cuanto la negación al otro es proporcional a la negación de sí mismo, lo cual trae consigo el hilado desencadenante de la conflictividad y tensión social.
Por otra parte, la dignidad esta estrechamente relacionada con la libertad. En este sentido, Álvarez (ob., cit.) sostiene:

La libertad, como actitud o respuesta del espíritu en el mundo y ante el mundo, parece incontestablemente reservada a los seres humanos, pero en cuanto a disposición….psicológica y sociológica quizás pueda ser imitada en su estructura… en un momento dado de la historia (p.134).

La libertad no sólo puede ser imitada, sino también promovida, enseñada y aprendida sensible y racionalmente. En relación a lo sensible, se refiere a la capacidad innata de tomar la decisión de desplazarse  de un lugar a otro según las normas y  las reglas de los sistemas autoritarios. A su vez, la libertad espiritualmente racionalizada es la manifestación y reflexión producto del pensamiento-pasión, que es la libertad eminentemente humana sólo compatible en los sistemas democráticos. Es por ello, que la dignidad es practicable solamente con la democracia, porque las decisiones son el producto de la voluntad ciudadana apegada a las leyes que orientan a las personas por el bien común, sin imposiciones.

Para una orientación dirigida hacia el bien ser de la persona, se requiere de una educación con principios humanizantes, enraizada en la ética y la estética, que ponga de relieve  las buenas obras de los seres humanos.

Al respecto Nietzsche (2004) interroga:

¿Amar a nuestros enemigos? Yo creo que hemos aprendido bien a hacerlo; lo hacemos de mil maneras; en pequeño y en grande; hasta sucede muchas veces algo más alto y más sublime; aprendemos a despreciar cuando amamos, y precisamente cuando mejor amamos. Pero todo esto inconscientemente, sin ruido y sin aparato, con ese pudor y ese misterio del bien que prohíbe pronunciar la palabra solemne y la  formula consagrada de la virtud. La moral como actitud es hoy completamente contraria a nuestro gusto (p.114).

La reflexión del antes citado pensador plantea un desafío y una revisión profunda del complejo fenómeno educativo. En el caso concreto de la educación venezolana, es esencial repensarla desde una concepción crítica respecto a la comprensión de la infravaloración socio-cultural. Desde esta perspectiva también es necesario repensar la moral que posibilite abrir espacios y encuentros humanos armónicos con sentido de respeto, justicia y dignidad. Nietzsche (ob., cit.) afirma:

(….) Cuando los oprimidos, los pisoteados, los esclavizados, bajo su imperio de astucia vindicativa de la impotencia dicen: “Seamos lo contrario de los malos, es decir, buenos. Bueno  es el que no ejerce la violencia sobre nadie, el que no ofende ni ataca ni usa la represalia y deja a Dios el cuidado de la venganza; el que se oculta como nosotros evita el encuentro del mal y, por lo demás, espera poca cosa de la vida (…) Pero esta amarga comprobación, (…) a esta falsa moneda,(…) a este engaño de sí mismo, ha tomado la exterioridad pomposa de la virtud (.p-219).

La reflexión saca a flote los subterfugios soterrados que se ocultan detrás de los discursos políticos, económicos, religiosos y  sociales, que constituyen los resortes de la dominación cultural, lo cual demanda una educación liberadora que concientice al sujeto de su condición humana.