LA INFRAVALORACIÓN SOCIO-CULTURAL Y SUS EFECTOS EXCLUYENTES

LA INFRAVALORACIÓN SOCIO-CULTURAL Y SUS EFECTOS EXCLUYENTES

José Pérez Veloz (CV)
Universidad Nacional Experimental Simón Rodriguez

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4.2-La educación  con Rostro Humano.

La educación como condición exclusivamente humana, aspira potenciar la plena humanidad de nuestro ser, trascender la hominización hacia una humanización creciente y afianzar la convivencia pacífica entre nuestros semejantes; así, al mismo tiempo, le ha servido como fuente de riqueza para mejorar progresivamente sus condiciones de vida.

No obstante, también ha servido para excluir a vastos sectores de la sociedad, a quienes se les ha coartado la oportunidad de formarse para participar como sujetos sociales comprometidos, conculcándoles su derecho a decidir, e incorporarse con sus aportaciones y esfuerzo creativo a las necesarias transformaciones de su entorno.

Se parte de la premisa que la educación no sólo es un instrumento para el hacer sino también para el ser, pues lleva implícita la formación en valores, de las personas, que son el pivote de la convivencia social.  “(…) La moralidad se concibe como un complejo sistema de reglas para promover el bienestar humano” (Sánchez. 2004. P.76). De allí, que la educación es el canal donde se fraguan esas reglas para el logro del bienestar colectivo, fundamentado en el respeto recíproco entre los ciudadanos que conforman una sociedad.

Igualmente, es necesario destacar que el mero apego a las reglas, al obrar bien de la moralidad, no es suficiente para alcanzar el bienestar social.”(…) lo correcto se reduce a una (…) cuestión fáctica que puede ser resuelta con el estudio de los seres humanos y de las sociedades” (Sánchez ob., cit.p.77). Es decir, la praxis educativa, en los adultos, debe ser una combinación de la orientación-aprendizaje de las reglas sociales, representadas en leyes-valores, con la investigación-conocimiento de las problemáticas de la sociedad.
 
Así, también se hace necesario conjugar  la moral con la construcción perceptiva de la psicología como ciencia de la psique y del comportamiento humano, para construir un conjunto de valores, impulsores de una conciencia ciudadana que equilibre la pulsión-prohibición-cognición. A lo que  Marina (ob., cit.) puntualiza:

Los campos de la psicología y de la moral tienen franja común, en los hábitos y valores se relacionan. Lo que pretenden todas la morales es fomentar en las personas un buen carácter, un conjunto de hábitos operativos, de capacidades o recursos, que aumenten su capacidad de obrar bien, de seguir la excelencia(…) Son hábitos psicológicos a la realización de unos valores de un proyecto creador (p30).

Por tanto, la educación debe partir de su escenario vivencial, como lo es la familia-escuela-comunidad, que son los espacios en donde se configura el rostro humano, a partir de sus hábitos y valores que marcan el contexto referencial en la cosmovisión del mundo. Esté (ob., cit.)

En este sentido, la escuela pudiera servir como foco de promoción de la integración y cohesión de la comunidad vecina y de los grupos familiares. Para ello, la escuela posee una infinidad de estrategias, recursos y espacios, generando vínculos y actividades compartidas que las integran como una sola comunidad (p.24)

Desde esta concepción global de la escuela, donde todos los conocimientos deben coincidir en un proceso de diálogo de los saberes gnoseo-epistémicos-experienciales, se configura el rostro humano, según los enlaces entrópicos que los constituyen “….estos aspectos problemáticos son consecuencia del arraigado individualismo liberal y reclama la urgente necesidad de una teoría alternativa del ser humano, que reconozca y destaque el papel que juega la comunidad en la configuración de su identidad”( Mancilla.2004.p-97).

          De allí, que es en el seno de la cotidianidad donde se configura y desconfigura el rostro humano de la sociedad; todo va a depender de los valores que regulen el nivel de cohesión integradora de la comunidad, mediante la acción y el comportamiento de los ciudadanos.

Obviamente, las comunidades constituidas sobre la base del  respeto, en función del bien común, alcanzan mayor nivel de bienestar y progreso social, que aquellas con baja o inexistente sinergia caracterizadas por la conflictividad, cuyos integrantes actúan más por egoístas intereses individuales que colectivos, sin respetar las normativas sociales. De allí que es imprescindible “(…) la necesidad de tomar en cuenta esta sensibilidad secreta, y de superación abstracta que comúnmente se establece entre lo vivido y lo pensado. Ahí se encuentra el núcleo duro de la socialidad y de su comprensión” (Maffesolí, 2007.p.68).

Cada comunidad tiene un referente cultural  que, en muchos casos, entra en conflicto por la intromisión de elementos externos contrarios a la cosmovisión de sus miembros. En tal sentido,  la educación tiene que ser indagadora para aproximarse, sin prejuicios, sin imposiciones, a esa realidad social.

También Maffesolí (ob., cit.) sostiene, con respecto a la socialidad que:

Efectivamente, aunque parezca un tanto escandaloso semejante perspectiva nos incita a tomar seriamente la socialidad sin uso preciso, el estar- juntos sin finalidad…en el placer de no hacer nada, el placer de no hacer nada juntos. Ciertamente, el desarrollo actual del ocio, la búsqueda de este famoso” tiempo libre” debe incitarnos a una reflexión en este sentido… se trata de un factor recurrente en toda civilización (p.68)

 

Es un imperativo, es una tarea impostergable, la transformación de la sociedad actual, cuya característica más evidente es la pérdida del sentido de la propia dignidad, producto de la alienación, de la enajenación ciudadana. Sociedad deshumanizada, mercantilizada, amansada y fracturada que ha modelado a sus integrantes para actuar como una masa amorfa parecida a un rebaño, domesticada; sin conexiones comunicativas y profundamente insolidaria.

Por ende, también es imperativo instaurar un modelo educativo centrado en el sujeto, en su condición de persona, que reclama el reconocimiento y la valoración de la dignidad propia de su existir en tanto ser humano y de desplegar sus potencialidades transformadoras en función del compromiso consigo mismo y con sus congéneres.

Una educación que se centre en la familia, porque “Nacemos en una familia. Conviene pues comenzar por aquí. Las encuestas nos dicen las relaciones familiares son lo más valorado por hombres y mujeres, que las consideran el camino real hacia la felicidad” (Marina ob., cit.p.35).

El seno de la familia debe ser el centro de atención educativa dignificante; donde se reivindica la valoración del trabajo productivo; de la creatividad para la producción de conocimientos; del cuidado de la salud propia y pública; de la protección del medio ambiente; de la cultura profunda y fraternalmente dialógica que centre a la persona en sí misma, en una cosmovisión gratificante, en una constante búsqueda de la espiritualidad que impide la fuga existencial y convierte al sujeto en una especie de cuerpo sin alma.