Con el derrumbe del imperio romano, comienza lo que se conoce como la Edad Media, lo cual trajo consigo una nueva fragmentación cultural y social; orientada por una fuerte presencia del cristianismo. En un primer momento de ese largo proceso histórico (1000 años), predominó la opacidad del pensamiento racional. Silvani (2003) interpreta que:
La creación y la relación entre el mundo celestial y el mundo terrenal: el universo es concebido como la creación a partir de la nada por parte de Dios. Así el mundo ya no se basta a sí mismo para ser, precisa y precisará siempre de Dios (p.95).
Esta concepción, afianzó la dominación del hombre por el hombre que se venía consolidando progresivamente desde la antigüedad, esta vez se implanta el vasallaje, como un modelo de comportamiento Psico-dependiente: Dios—rey—clero. Sanz (ob.cit.) asevera:
….los cristianos ni siquiera se propusieron acabar con la esclavitud. Les sorprenderá saber que el apóstol Pedro, en su epístola, recomendó al esclavo (empleando la palabra siervo porque la otra aún no existía) que obedecieran a sus amos con todo respeto, y no sólo a los “buenos y comprensivos, sino a los que son duros” porque veía el mayor mérito en soportar malos tratos sin haberlos merecido (p.65)
La posición de Pedro, puede comprenderse como una renegociación del esclavo con el amo portarse bien para no recibir malos tratos, lo cual es comprensible ante la superioridad del poder del régimen político dominante. Por tanto tenían que ser sumisos ante el poder, sin ser respondones. Timoteo, precisó que “si los amos son cristianos no se les debe faltar al respeto bajo pretexto de que son hermanos, sino que por eso precisamente, debe servirle mejor… “(Sanz, ob.cit., p.66).
Así se vulnera el derecho a la igualdad como justicia, al sustituirla por la solidaridad religiosa, quedando estampada en el alma del esclavo la sumisión al poder de dominación como revelación divina, interpretada con el significado de infravaloración espiritual.
Es la domesticación legitimada por una concepción filosófica que emergió para la liberación espiritual del ser humano de manera integral y universal; lo que deja clara evidencia que la racionalidad dominante se incrustó en lo más profundo del comportamiento de los dominados (excluidos). Sólo cambia las palabras usadas para identificar y codificar mediante el lenguaje el mismo fenómeno: esclavo, siervo, vasallo, obrero, campesino, sirviente, jornalero, bracero y todos esos calificativos utilizados para infravalorar a otros seres humano .Por otro lado, Ludin (1985), apunta que:
Las clases principales de la sociedad feudal son las constituidas por los señores feudales y por los campesinos. La clase dominante… abarcaba a la nobleza y al alto clero. Dentro de la clase dominante, existía una división jerárquica en estamentos, una subordinación de los pequeños señores feudales a los de mayor poderío. La iglesia era gran potencia feudal. Los campesinos explotados carecían de derechos políticos y jurídicos. En las ciudades la masa principal de la población se hallaba constituida por maestros, oficiales, aprendices y trabajadores no calificados (Pp.172—173).
Este modelo de dominación feudal, fue traído a América Latina por el conquistador europeo, aún más aventajado frente al débil e ingenuo indígena, que carecía de la suficiencia y necesaria experiencia política. Lo que hizo fácil al conquistador, imponer el modelo político imperante en Europa: el absolutismo del rey fundamentado en el poder divino, negador del conocimiento racional y por ende de la libertad, al suprimir los derechos individuales.
No obstante, esta interpretación del hombre en relación a la convivencia social y con el mundo, también fue cambiando progresivamente, retomando la comprensión racionalista de los fenómenos del mundo que nos rodea. A lo que Silvani (ob.cit.) menciona:
…. A medida que avanzaba la Edad Media, esta visión cambiaría, el mundo terrenal sería considerado, tras el acto creador, capaz de seguir adelante por sí mismo independientemente de Dios. De esta forma fue adquiriendo progresivamente mayor relevancia y los intelectuales comprendieron que se podía aprender del mundo que nos rodea: la máxima valoración llegó con el renacimiento, (p.15).
Al respecto, Descartes (1974), también aporta un significativo avance en función del conocimiento racionalista a partir de la interpretación teológica:
La teología me inspiraba respeto y aspiraba tanto como cualquier otro ganar el cielo. Pero estando seguro de que el camino de éste se halla abierto lo mismo a los sabios que a los más ignorantes y que las verdades reveladoras que a él conducen están fuera del alcance de nuestra inteligencia, nunca hubiera osado a mi débil examen, pues pensaba que la tarea de analizarlas con verdadero provecho exigía el auxilio extraordinario del cielo y hallarse dotado con facultades superiores a los de la humana naturaleza. (p.26).
Sin dudas que Descartes, retomó e impulsó el conocimiento científico a partir del análisis racionalista, sin dejar de lado la fe cristiana, abriendo paso al pensamiento moderno, y con ello a las transformaciones político-sociales derivadas del advenimiento de la ilustración y la idea de progreso.