LA INFRAVALORACIÓN SOCIO-CULTURAL Y SUS EFECTOS EXCLUYENTES

LA INFRAVALORACIÓN SOCIO-CULTURAL Y SUS EFECTOS EXCLUYENTES

José Pérez Veloz (CV)
Universidad Nacional Experimental Simón Rodriguez

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4.5-En la búsqueda de Alternativas para la Dignificación Social.

La humanidad, y el hombre, históricamente, han debatido y adoptado dos posturas marcadamente diferenciadas; los que destruyen y los que construyen. Los que construyen propenden a la búsqueda e innovación transformadora, con el propósito de preservar la vida humana en una perspectiva humanista y dignificadora. Son los creadores, pensadores, investigadores, que están pensando en  las diversas formas  de  resolver problemas que aquejan a la humanidad, son los dedicados al saber, en los distintos ámbitos de las necesidades sociales. 

Es por ello que “Lo valioso para el hombre es aquello que preserva su vida, aumenta su capacidad de acción y le confirma en su condición racional y libre.”  (Savater 2004 p.65). Lo más valioso es la libertad, porque permite desarrollar la creatividad para buscar opciones que mejoren la calidad de vida.

En la política, también están presentes las contradicciones  entre quienes persiguen principios orientados por valores con ideales del  progreso social, mediante  la búsqueda  permanente  para mejorar la calidad de vida sustentados en fundamentos humanizantes, y aquellos que buscan el beneficio personal creando tensiones en la convivencia social.

El denominado progreso social responde al concepto de Estado de Bienestar que constituyó la Propuesta Política-económica-cultural que surgió en la década de los años treinta, para superar los efectos de la Gran Depresión de Los Estados Unidos y, posteriormente, se fue expandiendo por todo el mundo occidental, incluyendo a América Latina. Sin embargo, la aplicación de esta política, en nuestra Región, se expresó de manera particularmente asimétrica y distinta y no tuvo la aspirada capacidad integradora con respecto a los Estados Unidos de Norteamérica y a los países europeos.

En el caso de América Latina  las propuestas fueron asumidas desde posiciones  conceptualmente opuestas tanto desde la ultraderecha, como las francamente izquierdistas, a diferencia de los estados europeos tales como Alemania, Francia y España, entre otros países, que fueron avanzando en la construcción de un modelo  que promovió la generación de recursos, la elevación del nivel de vida de los trabajadores y de la población en general, la distribución de bienes, servicios y seguridad social para toda la población.

Giddens (1998)  define como:

Estado de bienestar y pleno empleo…es una sociedad de mérito y calidad excepcionales, desde una perspectiva histórica comparándola con el capitalismo anteguerra. Muchos pioneros socialistas lo habrían considerado un paraíso. La pobreza y la inseguridad están en trance de desaparece. Los niveles de vida se elevan rápidamente; el miedo al desempleo se debilita sin cesar; y el joven trabajador medio tiene esperanzas para el futuro que nunca se le habría pasado por la cabeza (P.79)

Ese Estado de Bienestar debe poner en lugar preponderante los valores de la solidaridad, de la responsabilidad compartida entre todos los sectores  que conforman la sociedad, sin exclusión de ninguno de ellos. Es una concepción política que busca el pluralismo como fórmula para solucionar los problemas comunes, que implica la creación de condiciones para el surgimiento de la voluntad colectiva, mediante la ampliación de los niveles de la conciencia individual para desempeñar los roles sociales correspondientes, y asumirlos responsablemente por encima de las concepciones ideológicas particulares. 
Por otra parte Lanz (1991) alude:

Frente al  eclecticismo posmodernista es posible levantar una alternativa radical que no haga la más mínima cohesión teórica al oportunismo reinante. Frente al escepticismo prevaleciente es posible identificar una voluntad que funde legítimamente los espacios colectivos para la resistencia, para la negación radical, para los sueños. Frente al colaboracionismo en boga es posible inventar nuevos modos de intervención que reconstituyan la  nueva subjetividad  (p.105).

Esa nueva subjetividad  debe partir de la valoración de estima- autoestima  constituida en la cognición consciente  y razonadamente crítica, mediante la cual el sujeto asuma la responsabilidad compartida; comprendida ésta como  un compromiso de la libertad individual y colectiva en función de la creatividad,  para abordar las diversas problemáticas que deben ser superadas por la sociedad, en su conjunto. De allí, la imperiosa  necesidad  de buscar el encuentro humano sostenido en el marco del pluralismo y la tolerancia.

Es así como, Guédez (2004), se refiere a que:

La tolerancia es la síntesis de la consideración hacia la diferencia y el respeto al otro. Esta lacónica significación se pronuncia con facilidad pero se ejerce con dificultad. La complejidad de la tolerancia no sólo procede de lo que exige como conducta e intención, sino también de su propio esclarecimiento. En atención a la veracidad, la tolerancia genera zonas brumosas que reclaman focalización comprensiva y actitudinal. (p.52).

 Para lograr la valoración del otro se hace ineludible el respeto de sus concepciones ante la vida, desde un punto de vista ético-moral, lo que implica  tener conductas apegadas a los principios  socio-culturales que sustenta la convivencia social: Por tanto, no es tolerable los comportamientos sesgados de aquellas individualidades, o grupos, cuyas acciones atentan contra el equilibrio social, en virtud de que la tolerancia debe ser entendida como pluralismo en el diálogo y la comprensión al otro. Es el ejercicio de la libertad que permite actuar, sin temor  a la vulnerabilidad de sus derechos consagrados en las leyes  por razones políticas, de raza, nacionalidad, religiosas, o  de cualquier otra índole.

En la convivencia social la espiritualidad también  aporta sus principios valorativos que reivindican la dignidad humana.  No obstante, es importante reconocer que las prácticas religiosas no son uniformes, sino que, al igual que en todas la congregaciones humanas, existen tendencias internas, que conviven y comparten sus diferencia a veces  en armonía, y, en  otras, de forma antagónicas.

En este contexto se encuentra, en el cristianismo, la teología de la liberación que focaliza su concepción religiosa en  la identificación con los pobres, partiendo de una visión incluyente. Gutiérrez (2002) asevera:

El pobre debe ser preferido no porque sea necesariamente mejor que otros desde el punto de vista moral o religioso sino porque Dios es Dios. Toda la Biblia está marcada por el amor de predicción de Dios por los débiles y maltratados de la historia humana. Nos lo revela agudamente la bienaventuranza evangélica, ellas nos dicen que la preferencia por los pobres, hambrientos y sufrientes tiene su fundamento en la bondad gratuita del Señor. (p.114)

Esta concepción apunta la mirada, no solamente en la dirección compasiva y contemplativa de los pobres, sino también  se adhiere a una posición concienciada desde la  reflexión crítica,  para que los pobres pongan en práctica su  autovaloración  como función orientadora hacia la búsqueda  de su propia libertad  creadora, desarrollando sus propias capacidades y, al mismo tiempo, aborden con éxito los retos planteados en la vida.

Los pobres  pueden salir de las tinieblas socio-culturales propiciadas por la dominación. Los pobres tienen el derecho intransferible de luchar para superar su situación de miseria y apropiarse del conocimiento tecno-científico; afianzar su  espiritualidad y los valores supremos que sustentan la acción social,  en un proceso progresivo  de humanización.
 
Beltrán (2005) asegura:

Para nosotros la cuestión del humanismo en educación se plantea en una forma más amplia. Desarrollar las virtualidades del hombre, colocándolo en su medio y en su tiempo, al servicio de los grandes ideales colectivos y concentrados en su tarea para acrecentar y defender valores que, si fueran destruidos pondrían en peligro su propia seguridad, constituye, en nuestro concepto, el fin supremo de la educación (p.17).

 

La educación,  en la visión humanista,  surge como un compromiso de garantizar la convivencia social en democracia, para conformar la consolidación del pluralismo  de respeto ciudadano a las leyes, las costumbres y el gentilicio, entre otros valores esenciales, para el logro de alcanzar mejores niveles de vida en las interrelaciones pacíficas, orientadas por la comprensión y la tolerancia.
 
A partir de las anteriores ideas, y en referencia específica a la sociedad venezolana, también debe prevalecer la responsabilidad compartida para superar los males que aquejan a la sociedad  venezolana y, en especial, combatir el espejismo de una falsa democracia que, con casi medio siglo, ha venido  construyendo y derrumbando esperanzas, las cuales, con relativa facilidad, pasan de las cimas al abismo.

La mayoría de las instituciones que representan al sistema educativo venezolano han estado, desde hace décadas, divorciadas de su ineludible  compromiso de cambio social. De allí, la perentoria necesidad de la   consolidación de un acuerdo nacional en materia educativa, que sea  capaz de aglutinar todas las voluntades comprometidas con un cambio radical sin exclusiones de ninguna naturaleza y, al mismo tiempo, comprometidos con la sociedad en su conjunto.

Para ello, se requiere  de la firme voluntad política para la consolidación de un proyecto  integral nacional sustentado en los intereses colectivos, por encima de las ambiciones  de grupos; pues  la formación integral del venezolano, debe constituir una herramienta esencial para hacer frente al impacto del fenómeno de la globalización en términos no de competir, sino de sacar provecho a los adelantos tecnológicos para incorporarlos, con visión crítica, al fortalecimiento y desarrollo de la Nación, sustentado en las ideas generadoras y configuradoras de conocimientos desde la esencia socio-cultural del venezolano.

En este contexto. Morín (2001) alude:

Las ideas, y más ampliamente las cosas del espíritu, nacen de los espíritus mismos, en condiciones socioculturales que determinan sus caracteres y sus formas, como productos e instrumentos de conocimientos….en primer lugar Platón, ha reconocido en la idea no sólo es una realidad autónoma, sino la realidad rectora de las cosas de este mundo (p.109) 

 

Las ideas son el instrumento por excelencia, e  ineludible, de la educación; es decir, son horizontes, destinos, herramientas, técnicas y fines de la sociedad. La proporcionalidad de las ideas marca las diferencias entre componentes societarios y sus niveles de desarrollo humano. Las ideas dignificantes son, precisamente, las que nacen del espíritu de las cosas en el bien actuar para el bien ser, en coherencia con el bien hacer. Aquí entra en juego la cultura y sus interconexiones en el plano global.

Mancilla (ob., cit.) apunta:

Entendemos otras culturas en un horizonte de sentido inevitable y valorativo; luego el reto está en conseguir  ampliar lo más posible ese horizonte, de manera que integre la mayor cantidad posible de significados, para poder entender otras configuraciones significativas. Esa ampliación se logra en el contraste, en la articulación de un lenguaje que incorpora eso nuevos significado, no indiscriminadamente, sino asistiendo o negando su validez como interpretaciones posible de lo humano (p. 111)  

La globalidad intercultural, entendida como proceso cognitivo, exige la comprensión de significados -definidos, reconocibles y respetados en un contexto común de todos los sectores o estamentos sociales, que le den legitimidad a los saberes emergidos de la cotidianidad, lo cual es concebida por Beltrán. (2005) como:

(…) hay una educación espontánea y una educación dirigida (…) Esa educación espontánea que reciben el niño y el adulto y, en general, cuantos se encuentren en contacto con los diferentes grupos sociales, con los padres, con los hermanos, en la calle, en la plaza escapa a todo control (p.38).

 

La educación espontánea, surge de la experiencia de la cotidianidad, que también debe ser valorada en sus justas dimensiones culturalmente humanizantes y productiva; es el saber que resuelve la mayor parte de la problemática social y satisface las necesidades básicas de las comunidades; son ideas hechas realidad.

Es así como “el criterio de verdad no es una certeza del estilo de las verdades científicas. El criterio de verdad es el reconocimiento que nos conceden los demás” (Mate, 2004, P.122). La educación espontánea, merece el reconocimiento válido e indispensable para el desarrollo sociocultural del país.

También, es importante señalar que la educación espontánea debe ser valorada en el contexto de la diversidad humana, para no incurrir en el mero utilitarismo con fachadas  recetarías igualitaristas, sin una auténtica aplicación. De manera que”Este hecho empírico influye directamente sobre la evaluación de las ventajas y desventajas de los individuos” (Bethencourt. 2004. P.142). Esas diferencias entre ventajas y desventajas, marcan significativamente la coexistencia social en la diversidad. Es por ello que “…. La diversidad humana es una realidad que,(…) ha sido subestimada y hasta dejada de lado por la potente retórica de la igualdad del hombre” (Bethencourt Ob.cit. p.142).

El ser humano como especie es igual en cualquier lugar del planeta; no obstante, sus modos de vida son diversos. En primer lugar, por las condiciones geográficas que le exige crear sus propios recursos para sobrevivir y, en consecuencia, su actividad económica. En segundo lugar, las creencias que constituyen la cosmovisión del mundo. En atención a lo expuesto, ambas manifestaciones constituyen la conjugación de la diversidad cultural, que deben ser consideradas como componentes del referente valorativo de la dignidad.

La dignificación de las interacciones humanas trasciende el utilitarismo pragmático-mecanicista para insertarse con la racionalidad–sensible del sujeto “Así, la utilidad personal sea definida como placer, felicidad, bienestar satisfacción de deseos o preferencias” (Bethencourt ob., cit. p.144). Lo cual va más allá de la simple concepción burocrática del desempeño meramente profesional, de allí que la educación no sólo debe estar orientada a la formación de profesionales eficientes, sino también debe estar dirigida a consolidar la espiritualidad de la persona.

En su quehacer cotidiano el ser humano combina todos los elementos que están a su alcance para satisfacer sus necesidades de la vida sensible y de la espiritualidad, que exige “(…) las condiciones naturales y sociales (…) pueden ser dispares y fragmentarios, pero entran en combinatoria que justamente caracteriza la dignidad de lo viviente (…) esto al menos nos recuerda que la vida es cotidiana o no es vida” (.Maffesolí, ob. cit. pp.87-88)

La educación, para consolidar la dignidad, debe ser un abanico de oportunidades a fin de que todas las personas desarrollen sus potencialidades, tanto actitudinales como  aptitudinales, de manera libre y plural. En este sentido, es importante rastrear algunas manifestaciones de los referentes socioculturales, para lograr una aproximación del paradigma que emerge de los mismos.

Por ello, es obligatorio identificar al catolicismo como cultura implantada, en Venezuela,  por los españoles. Al respecto, Fromm (2002) al hacer referencia al siguiente pensamiento de Lutero, señala:

 

Aun cuando aquellos que ejercen la autoridad fueran malos o desprovistos de fe, la autoridad y el poder que éstos poseen son buenos y vienen de Dios…Por lo tanto, donde existe el poder y donde éste florece, su existencia y su permanencia se debe a las órdenes de Dios (p.94)

Lutero, quien fue sacerdote agustino de la Iglesia Romana rebelado contra las prácticas de su Iglesia y, en especial, contra la compra-venta de indulgencias para obtener el perdón de las penas y de la decadencia del Papado, se enfrentó a la Jerarquía Eclesiástica; y, acusado de herejía fue expulsado de las filas del sacerdocio católico. Su enfrentamiento lo llevó a predicar e iniciar la denominada Reforma y la creación de una nueva Iglesia conocida como la Iglesia Luterana. En sus voluminosos escritos doctrinales  reconoce y enseña la sumisión a la palabra inspirada por Dios, tal como se puede leer en la interpretación de Fromm sobre el pensamiento luterano.   

Desde el pensamiento religioso luterano, que hunde sus raíces en el cristianismo y el catolicismo, puede inferirse comprensivamente  parte de lo que, históricamente, ha venido ocurriendo en Venezuela, donde importantes sectores de la sociedad se pliegan al poder anulando hasta su propia existencia como personas, al delegar en los Mesías hasta la cosas más insignificantes de la cotidianidad, entrando en una especie de renegociación con el poder imperante.