LA INFRAVALORACIÓN SOCIO-CULTURAL Y SUS EFECTOS EXCLUYENTES

LA INFRAVALORACIÓN SOCIO-CULTURAL Y SUS EFECTOS EXCLUYENTES

José Pérez Veloz (CV)
Universidad Nacional Experimental Simón Rodriguez

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4.6-Las controversias excluyentes en América Latina.

          El ser humano ha  venido arrastrando  la incertidumbre de su origen, ocasionándole desdicha y virtud; ambas relativamente intersubjetivas. Su conflicto pudiera situarse desde la búsqueda de los filósofos griegos cuando comenzaron a reflexionar frente al mundo que lo rodeaba y, particularmente, sobre su propia existencia. Ya en Grecia se vislumbraron las primeras formulaciones de la teoría evolucionista, surgiendo, de esta manera,  la contradicción  entre su conducta animal y racional, así como su  ambición  egoísta por la apropiación de los bienes materiales.

Por  otra parte, desde los predios de la religión, los teólogos clásicos argumentan el origen divino del hombre como producto de la creación de Dios. En este contexto la controversia es múltiple por la diversidad de interpretaciones que tienen sobre la existencia de Dios, donde cada corriente del pensamiento religioso se considera poseedora de la verdad y, por ello, los dogmáticos de la fe  creen estar más cerca del poder divino, con lo cual tienden a influir y a posicionarse en sus propias agrupaciones, al mismo tiempo que generan conflictos entre otras corrientes, dentro del propio cristianismo, el Budismo, el Islamismo, entre otras, configurando y maximizando conductas  egoístas.

          Igualmente,  este proceso engendra la dominación de  los más aventajados tanto por  el desarrollo de la inteligencia individual, como por los dotes de la naturaleza, en los diversos espacios, favorables o no, para la producción de riqueza, creándose así la acumulación de poder en unos grupos o sectores y la subordinación de otros.

          Todas estas tendencias del comportamiento humano violentan  principios y valores esenciales  en la  praxis  social, albergando en su seno la confrontación de unos grupos contra otros; violentando las normas institucionales que el mismo hombre se ha dado para  el ordenamiento y regulación de sus conductas accionantes.

De esta manera, importantes sectores se van quedando al margen de aspiraciones individuales que se colectivizan, en la medida que aumentan  las violaciones a las normas, principios y valores que regulan la convivencia social sustentada en la justicia y equidad, de lo cual se desprende su lado oscuro  e inhumano como el resentimiento, el odio y la venganza, como respuesta autodestructiva de la misma humanidad.

El  hombre, al dejar de lado a  sus  semejantes menos favorecidos, tanto por la naturaleza como por su  misma condición humana, ha venido labrando su propia destrucción al asumir conductas infravalorativas de su misma esencia. Por una parte, los más aventajados  desde el punto de vista del conocimiento adquirido tienen  las posibilidades para destacarse sobre los demás; y, por  otra parte, están quienes de manera irracional  e inescrupulosa se apropian de los bienes colectivos, en cuya acción  excluyen y dominan a los menos aventajados en el campo social, económico y cultural.

En  ambos comportamientos, el de la dominación  intelectual y el del lucro económico,  se crean conflictos  tanto  ideológicos, como  de intereses y rivalidades  fundamentados en privilegios individuales y grupales. También se  conjugan para producir  la invención más perversa de la creatividad humana: las armas  para la guerra y con  éstas la humillación   de la dignidad de las mayorías que  no posee  esos instrumentos de la muerte, así  como  de los  sectores humanistas-racionales que  se niegan refugiarse  en esa trampa  exterminadora de su especie

Una de las  secuelas de la exclusión es el resentimiento  social que a niveles de los poderosos - intelectuales sin escrúpulo y los acaudalados económicamente apelan al terrorismo internacional en sus diversas manifestaciones, con medios sofisticados; también en el campo de los desposeídos tanto intelectual, como los sumergidos en la pobreza, recurren a la violencia cotidiana como forma de lucha, a consecuencia del fenómeno de la pulsión y expresión tanática  del resentimiento social.

En este sentido Guédez (Ob.cit.) afirma:

  El resentimiento,  el rencor que dura mucho, o la ira que se prolonga, o el odio envejecido, o la enconada vocación de venganza. Expresa residuos negativos que se funden y confunden con otros sentimientos destructivos. Generalmente, el resentido  asume una actitud de venganza y toda venganza es cruel, porque conlleva a excesos y radicalismos (p.98).

Esto significa que el resentido  se introduce en un túnel sin salida quedando atrapado en su propia desgracia; siempre buscando un culpable  para  evadirse de su propia existencia. Es así como: “...El resentido no aprende del pasado: reniega del pasado; se atormenta del presente y desaprovecha el presente; hipoteca el futuro y se resiste al futuro”  (Guédez ob., cit. p. 99).

Esta situación impide al resentido  orientarse hacia metas  definidas;  está  envuelto en un marasmo que no le permite  acceder a los medios y recursos indispensables  para satisfacer las necesidades fundamentales, en un clima espiritual de armonía y buen vivir, en donde sea reconocido y valorado por el mundo que lo rodea. El sufrimiento lo refleja como felicidad disfrazada creyéndose dueño de un mundo que los  demás le quitaron y así desdibuja la identidad y la fractura de su propia  dignidad.

Es importante destacar, que no todos los resentidos provienen de las clases sociales desposeídas y, por tanto, aplica a quienes no  han sido  despojados de sus derechos, ni se les ha negado las oportunidades para que lleven una vida equilibrada  en la convivencia social. Se hace referencia de aquellos que tienen ausencia de su propia valoración. Asimismo, existen los resentidos por desclasamiento  social identificado en aquellas personas  que se avergüenzan de haber pertenecido a lo que consideran  una posición inferior; actuando, en consecuencia, contra sus antiguos  congéneres, utilizándolos como chivos expiatorios para ocultar su  venganza   y justificar su pobreza espiritual.

Las anteriores caracterizaciones descriptivas sobre el comportamiento de estos subconjuntos que conviven  en esa  especie de  túnel oscuro  en  el seno  social latinoamericano, y venezolano en particular, que tiende progresivamente a agudizarse evidencia que la problemática educativa  es de enorme complejidad.

Las  consecuencias  de esta  patología humana  son de imprecisables magnitudes perturbadoras en las interacciones sociales: la intimidación-humillante que da cuenta de las presiones-interpersonales en los puestos de trabajo; el vejamen del delincuente a su víctima; el del docente a sus alumnos y, lo peor, los padres a sus hijos;  desencadena la violencia  de diversas maneras.

 Igualmente, la envidia, y la vanidad que conduce al derroche para ganarse simpatías a costa del sufrimiento ajeno,  también ocasionan estragos en las  instituciones, por el bloqueo para evitar el éxito del otro; así como en el seno de la familia trae discordias,  y en las comunidades enfrentamientos entre los vecinos.
 
Estos fenómenos están  presentes cotidianamente, sólo que percibidos y/o banalizados en los noticieros o en las páginas de sucesos de la prensa. Lo que cambian son los procedimientos: estrellaron  un avión contra los rascacielos de Nueva York;  explotó un coche bomba en Bogotá; un hombre bomba   voló un edificio  en Bagdad o acribillaron a  tiros a diez personas, en cualquier barrio en Venezuela. Las aparentes causas de orden político, económico  religioso o nacionalistas se presentan como fachada o máscara que oculta el resentimiento y la venganza.

          Con frecuencia, las personas hundidas en dificultades y resentimientos que consideran insalvables pueden utilizar, como mecanismos de defensa, una serie de subterfugios asociados al manejo de la apariencia, y no de la autenticidad. Pueden presentar, aparentemente, una imagen de ingenuos, bondadosos y zalameros; sin embargo, generalmente actúan de manera agazapada, o en emboscada: tu me ocultas, niegas mi existencia, no me quieres ver, no me escuchas, mi vida no es importante para ti; en consecuencia, te digo que aquí estoy como la serpiente, te muerdo, te inyecto el veneno de la amargura, sin diferenciar a quien, todo el mundo es culpable de mi  tragedia humana. Es así como  el resentido justifica su existencia y maneja su exclusión psico-social, sin mayores esfuerzos por superarse; se refugia en lo más fácil porque los demás son culpables.

Al respecto, Roche y otros (2002), realizaron una investigación en los barrios  de Caracas y un informante manifestó lo siguiente:   
                                 
  No es que no existan los entes, verdad, no es que no (…) no es que no esté organizado nuestro país, no. Sí está organizado, por supuesto. Pero nosotros no alcanzamos muchas veces esas cosas. No las podemos alcanzar porque, bueno, nos ponen el ojo rapidito los que no les conviene, o porque la gente pues nos excluye porque somos de barrio. Entonces yo soy una persona decente de barrio, pero yo no puedo ir a denunciar, pero si soy una persona que viva en la Avenida Baralt o que viva en algo más urbanizado, ah a esas personas sí las van a oír, a mi no. (p.128).

 

Esta opinión, relacionada con la inseguridad en el barrio donde vive (El Guarataro) de la Parroquia San Juan,  en Caracas, deja en evidencia la exclusión y la resignación, al interpretar la insistencia del “no”, lo cual puede comprenderse también  como autoexclusión. La  persona se convierte en un extraño en sí mismo por que considera que su dignidad humana no ha sido valorada. 

Según la concepción marxista  se interpreta como los efectos del capitalismo que anula la existencia autónoma del sujeto, para colocarlo frente así mismo como un extraño, es por ello que “. Se denomina alienación esa condición del hombre en la que su propio acto se torna para él  en un poder extraño, que se ubica por encima y en contra de él, en lugar de ser controlado por él.” (Fromm 1985. p.111).

Todo lo cual explica cómo una conducta sumisa, temerosa y disminuida pierde la racionalización de su propia realidad, en cuanto a la  opacidad de las perspectivas  frente a las opciones  que le ofrece el entorno social.

Ciertamente, estas posturas frente a la vida y a la convivencia social son excluyentes; no obstante, el hombre también ha creado sus mecanismos  reguladores de los comportamientos  en las  acciones socioculturales,  conducentes a la búsqueda de ciertos equilibrios sociales, tales como los principios, los valores éticos y morales, comprendidos, aceptados  y  aplicables según las   diversas culturas creadas por el mismo hombre en su proceso civilizatorio.