LA INFRAVALORACIÓN SOCIO-CULTURAL Y SUS EFECTOS EXCLUYENTES

LA INFRAVALORACIÓN SOCIO-CULTURAL Y SUS EFECTOS EXCLUYENTES

José Pérez Veloz (CV)
Universidad Nacional Experimental Simón Rodriguez

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2.5 Las diferenciaciones culturales.

El hombre en su vivencia y convivencia social  se realiza y se autorrealiza, según la cultura  y el momento histórico  que él mismo va dibujando y desdibujándose. Por ello la realidad se construye y           deconstruye.  Este concepto fue establecido por Derrida (1993), para significar la construcción de un determinado concepto a partir de procesos históricos y metafóricos donde lo claro y evidente dista de serlo; y, la incapacidad de la filosofía para establecer un piso estable. Partiendo de la postura de este autor, cabe preguntarse ¿la realidad se construye y deconstruye? ó más bien, es el concepto existente en un texto el que le da significado a la realidad?

  Es así como cada sociedad tiene su contexto cultural referencial que le sirve de catalizador (acelera o retrasa)  para lograr  los niveles de desarrollo, en las diferentes regiones del planeta, como también en los sectores internos en cada sociedad. Surgiendo de esta manera las estigmatizaciones: civilizados versus; esclavos, servidumbre,  bárbaros, chusmas, subdesarrollados, entre otros calificativos desvalorizadores de la condición esencialmente humana. A lo que Huntington (2001) establece las diferencias:

En primer lugar, se distingue entre civilización en singular y civilizaciones en plural. La idea de civilización fue elaborada por pensadores franceses del siglo XVIII como opuesta al concepto de barbarie. Una sociedad civilizada difería de una sociedad primitiva  en que era urbana, alfabetizada y producto de un acuerdo. Ser civilizado era bueno, ser incivilizado era malo. El concepto de civilización proporcionaba un criterio con el que juzgar a las sociedades, por lo que durante el siglo XIX los europeos dedicaron mucha energía intelectual, diplomática y política a elaborar los criterios por los que las sociedades no europeas se podían juzgar suficientemente civilizadas  (p.45).

Es evidente que la hegemonía europea se atribuía el derecho de certificar al resto del mundo,  con su sello de garantía, desconociendo las culturas de las otras regiones del planeta e incluyendo los sectores menos favorecidos económicamente de sus propias sociedades. De este modo,  se dejaba de lado a las capas sociales empobrecidas excluidas de los medios y posibilidades de satisfacer sus necesidades básicas, en parte por la negación de quienes han logrado elevar sus conocimientos  mediante la educación y  por ende le han sacado mejor provecho a los recursos que la naturaleza  le proporciona a la humanidad.

En el caso especifico de América Latina, que se ha sustentado socialmente en la barbarie o en la ley del más fuerte: el cacique, el amo, el general, el comandante, el caudillo y otras etiquetas para aplicar la dominación,  como referente cultural constituida desde antes y después de la llegada del conquistador europeo, cuyos efectos psicológicos aún están presentes en el comportamiento de los latinoamericanos.
 
Es por ello que importantes sectores de la población delegan su destino a otras personas para que tomen decisiones por ellas. Es así como se manifiesta el miedo a la libertad, y por tanto se asume la conducta de infravaloración como sustancia que sostiene la exclusión socio-cultural.

En este contexto, los nativos (indígenas), fueron percibidos por el conquistador europeo como  objetos: mercancías que se podían comprar y vender; Por tanto, no fueron incluidos como seres humanos en un proceso de integración intercultural.  “El abordaje desde lo educativo se torna una necesidad ineludible porque históricamente la confianza en la educación y la educabilidad de las personas han garantizado la construcción de estado nación” (Márquez; 2004, p.55). Es así como la nación debe estar   sustentada en la educación abierta al libre pensamiento, respetando la esencia cultural; asunto que no ocurrió en el proceso de la conquista  en América Latina y en Venezuela en particular.
 
Por el contrario a los sectores considerados  inferiores por las castas dominantes les fueron negadas  nuevas opciones, para la producción de bienes y servicios existentes en Europa y así elevar el nivel de vida de la sociedad en su conjunto. Parra (2007) señala que:

… La relación superioridad- inferioridad se convirtió en el apriorismo que desempeñó un papel psicológico decisivo a lo largo de toda la conquista. Incluso se podría decir que ese complejo de inferioridad se ha extendido hasta el latinoamericano de hoy en día. Este modelo de aprendizaje social como es de esperarse, no guarda relación con el trabajo. El aborigen no se somete a este tipo de educación porque aspira  “formarse “para el desarrollo de actividades productivas”; se somete a ella en términos de dominación y control político (p.4).

Queda claro, que  el conquistador europeo  fundamentó su principal interés  en la  obtención  de riqueza fácil;  fueron asaltantes tanto de los bienes materiales como de cierta ingenuidad de los aborígenes, sólo importaba la dominación política para crear las condiciones de psico- dependencia.

Todos estos rasgos que constituyen la cultura latinoamericana, se convierten en muros de contención para las personas socialmente sensibles ante la injusticia social: intelectuales y  gobernantes humanistas preocupados por mejorar las condiciones de vida de  los pobladores en esta región del planeta.

 En este sentido Rivadeneyra (1998)  sostiene lo siguiente:

Los fervientes amantes del progreso se encontraron con la resistencia de una población humillada y explotada durante siglos y por lo mismo carente de experiencia, de entusiasmo para esa empresa, y lo más grave, con un sedicente comportamiento que consiste en dejar que otros resuelvan los problemas entendiendo por otros a Dios, a los terratenientes, a los caciques políticos e incluso a las potencias extranjeras. Hasta es posible haya habido muchos que creían que la independencia sólo era otro ardid que consolidaría su miseria (p.129)

Ese comportamiento tiene aún plena vigencia porque el conquistador logró su propósito: infravalorar y fracturar la dignidad de los latinoamericanos, para imponer su relaciones de poder, mediante la humillación y por tanto establecer la dominación, entendida ésta como conductas psico-dependientes, lo que puede traducirse en una amargura que silenciosamente corroe el alma y la felicidad de muchas personas, aunque en la actualidad nadie es culpable de ese pasado,  artífice de la crueldad,  que aún persiste como engendro de la violencia, traducido en el irrespeto a la dignidad humana en todas sus manifestaciones.

Melgar  (2005)  al refiere a una entrevista realizada por Castro (1997.pp. 54-55) cita la opinión de una joven, quien afirma:

“Lo primero es que no me gustan los pobres. Ni la pobreza. Me parece patética. Pobres, es pobres, ahí es cierto. Pero ¿Qué culpa tengo yo de que anden por ahí pidiendo en los semáforos? (…) Lo que se debe hacer es recogerlos y mandarlos a tumbar selva y trabajar ¿y a los desechables? Deberían meterlos a todos en una cámara de gas. Fusil sanitario dice mi papá. ¿Para qué sirve a la sociedad un desechable? Dígame.: ¿para qué? ¿Para que coma entre las basuras y por la noche atraque y viole? A mi me da vergüenza con la gente que viene del exterior y los ve tirados en las calles a mediodía. Sale uno de  la U (sic) y se los encuentra masturbándose. Por lo menos deberían esconderlos si no quieren darles gas, que es más fácil. Les das gas ¿y quién reclama a un desechable? Nadie reclama “(p.40)

La joven entrevistada manifiesta un profundo  desprecio por la condición humana, así como también la herencia cultural de su padre. Deja claro que el pobre es culpable de su propia tragedia. Cierto que  ella no es culpable que muchas personas anden deambulando por las calles, pero sus antepasados si de alguna manera lo son. Otra interpretación, la joven no está dispuesta a cooperar para las personas en condiciones de pobreza  consiga salidas a la misma. Esta persona al juzgar a los pobres está infravalorándolos e infravalorándose, por negar de manera absoluta su  propia condición humana, porque lo que plantea es el exterminio de una clase social, y el establecimiento de una hegemonía por otra. También queda cuestionada la educación que ha recibido la joven, porque no le ha contribuido en su humanización.

En esta interpretación el lenguaje es el que pone a flote mediante el discurso el odio social, que está incrustado en el alma de la joven entrevistada, seguramente que los excluidos (desechables perciben en ella la imagen que tiene de ellos, generándose un desprecio recíproco (infravaloración), tal vez por mirarse el rostro feo. Habermas (1990) refiere:

…la crítica burguesa de la cultura ha tratado de hacer derivar las patologías de la modernidad solamente de una de dos causas: o de que las imágenes  del mundo secularizadas pierden su fuerza integradora o de que el elevado nivel de complejidad de la sociedad desborda la capacidad de integración de los individuos (p.468).

La estructura  planteada  por la burguesía es que la desintegración social es necesaria para la libertad, porque mientras más desintegrada esté la sociedad más sólidas están las élites dominantes. De allí la construcción simbólica, de la superioridad de razas y de castas sociales; que a través del uso distorsionado del lenguaje  concretan en realidad esperada, convenciendo a las capas sociales que se han quedado al margen del conocimiento tecno-científico que por esa condición son inferiores.
 Por tanto, no puede haber democracia sino integra a la sociedad en su conjunto. “En un contexto múltiples y diversos escenarios, la democracia se perfila como uno de los valores universales”. (Márquez.ob.cit., p.69). Por tanto para establecer  un proyecto de vida con  equidad; asentando un puente entre ricos y pobres mediante una educación sustentada en la ética, orientadora hacia principios universales compartidos y respetados como expresión de la dignidad humana, así es posible la consolidación de escenarios para el fortalecimiento de la  democracia.