APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

Alejandro Landaeta Salvatierra (CV)
PDVSA Servicios Petroleros, S. A.

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La sobrevaluación del tipo de cambio

La intervención que impone controles cambiarios contingentes, cuyo objetivo es justamente evitar un uso irracional o excesivamente consuntivo de la divisa, contribuye a la sobrevaluación y a la deformación especulativa en la esfera circulatoria cuando las variables estructurales dejan de ser compatibles con una paridad estable. El largo período de relativa estabilidad cambiaria y monetaria que se extiende entre los primeros años de la producción comercial petrolera hasta 1974 cede a las nuevas realidades que fueron madurando después de 1945 y que provocaron, precisamente, los efectos de la crisis energética. Como ya comentamos, el desplazamiento de Venezuela como el principal suplidor petrolero en el orbe occidental comenzó a incidir en su propia estabilidad interna. La creciente urgencia por conservar mercados e ingresos estimula la creación de la OPEP y la defensa de la renta fiscal, hecho relativamente exitoso hasta la crisis de los 70. Esta crisis es sólo un episodio brusco de la recesión global de finales de los 60, que abre el período de rectificación liberal-capitalista de las décadas 80-90. La crisis energética fue un espasmo que indujo de rebote el incremento de la deuda y la subsecuente baja en los ingresos petroleros de los 80-90. La sobrevaluación del bolívar en los 70, aunada a la inmensa monetización y el despliegue de la demanda inorgánica, finalmente hicieron colapsar la ya comprometida estabilidad macroeconómica en el bienio 82-83. Lo importante de observar ahora es que, a partir de 1983, antes que un derrumbe del capitalismo rentístico, sobreviene un “acoplamiento” desordenado al nuevo marco estratégico del capitalismo global, caracterizado por una reorganización geo-estructural del capital-productivo y una expansión brusca del capital-dinero.1

Cabe distinguir dos fases de acoplamiento: la primera, que comprende los estertores de la década de los 80, durante la cual se va imponiendo la dictadura financiera del FMI; y la segunda el esfuerzo de reorientación estructural en los 90. Desde entonces la norma ha sido la inestabilidad y la recurrencia de las deformaciones en los agregados monetarios, siendo por lo tanto de carácter histórico. El tipo de cambio ha cursado así una trayectoria ascendente constante, caracterizada en la primera fase por el encarecimiento de la divisa (muy probablemente con fines fiscales dado el déficit), y en la segunda por una cierta vuelta a la revaluación rentística. Debería ser obvio que este largo ciclo de inestabilidad y ascenso de la paridad responde a la baja relativa de los ingresos petroleros, pero también a la preservación del sistema rentístico de acumulación y consumo. Observaremos el comportamiento de la variable entre 1983 y 1999 para analizar sus fluctuaciones concretas en las dos fases del “acoplamiento”. Este análisis lo haremos también en función de otras variables que ayudan a tener una visión de conjunto de las circunstancias del ciclo económico. Antes, no obstante, se evaluarán las trayectorias históricas y calculadas del tipo de cambio para destacar el contraste entre las dos fases señaladas.

El tipo de cambio estructural efectivo o calculado se puede obtener de los agregados partiendo de la relación (II-2) (ver atrás), hallando el siguiente vínculo para las importaciones CIF:

IM = a p · vfm,   

siendo p el tipo de cambio, a un factor que comprende flete y transporte de las mercancías importadas, esperando que a ≥ 1, y vfm el valor FOB de las importaciones. El factor a se puede estimar a partir de

siendo`p el tipo de cambio de mercado o estadístico.

Tomando ahora la relación (II-1), se tiene

de donde se deduce algebraicamente la fórmula de cálculo del tipo de cambio efectivo:

Para una serie de tiempo comprendida entre 1983 y 1988, el cálculo de a arrojó cifras menores a la unidad, y la media simple para todo el período 1982-1999 es de 1,16. 2 Los valores mayores a la unidad se estiman razonables, con una media de 1,39. La serie más próxima a los datos del BVC se obtiene para a = 1. Sin embargo, tomando a = 1, a = 1,16 ó cada factor anual, el sesgo no sufre modificación cualitativa. Se exponen los cálculos tomando finalmente a = 1 a objeto de suavizar la brecha, como se muestra en la tabla II-1 (todos los insumos de cálculo son tomados del Banco Central de Venezuela.)

En el año 82 el tipo calculado, de 7,56 Bs./$ supera la paridad de 4,30 Bs./$ (recordemos que hasta ese año hubo libertad cambiaria con tipo fijo). A tenor del resultado, puede asumirse un grado de sobrevaluación de la moneda de cerca de 76 %. Esta relación se invierte entre 1983 y 1988, en la cual el tipo de cambio estructural deducido de los agregados es inferior al registrado oficialmente por el BCV. Durante estos años cabe esperar que, tras la devaluación de 1983 y la subsecuente política de cambio diferencial, el gobierno evitara la sobrevaluación para combatir el déficit público. Estos años acusan una drástica caída de los ingresos petroleros y, por ende, de la renta. El gráfico Nº II-2 ilustra las tendencias y la brecha entre los valores calculados y los registrados oficialmente para el período 82-90.

La brecha estimada cambia a partir de 1989, en que de nuevo se aprecia un retorno de la sobrevaluación. La situación de ese año no era tampoco alentadora, pero corona un trienio de recuperación, y es justo cuando da inicio trágicamente el plan de ajustes conocido como el “Gran Viraje” de Carlos Andrés Pérez. 1989 es pues, el momento de frontera entre las fases 1 y 2. Este año registra un breve hiato de la tendencia de la recuperación del PIB real, la cual prosigue en los siguientes tres años hasta el estallido de la crisis política de 1992-1993. A lo largo del período 91-99 la línea calculada se sitúa por encima de la registrada, lo que sugiere nuevamente una inercia revaluacionista a pesar de la continua depreciación nominal ocurrida (ver gráfico II-3).3 El contraste entre ambas fases puede corroborarse con las respectivas tasas incrementales de la liquidez (M2), que para el bienio 82-90 registra, según el BCV, 446,15 %, mientras para el 91-99 alcanza 1041,55, el doble. Es decir, que en 91-99 (período que no se caracteriza tampoco por mejores ingresos petroleros y en el cual se produjo una formidable crisis financiera), la monetización fue aguda, siendo una característica de la formación de demanda rentística muy inorgánica y aprovechamiento de divisas baratas, cuyos beneficiaros debieron ser, en un contexto de empobrecimiento, segmentos sociales privilegiados.

La década 1990-1999 es la del progreso del acoplamiento o enganche a las nuevas exigencias del sistema global, cuyas consideraciones ameritan un tratamiento aparte. Hubo un intento serio por modificar la caracterización socio-económica en función de la ideología en boga, cuyo objetivo fundamental consistió en derogar el alcance de la nacionalización petrolera y del dominio soberano sobre el recurso, una vuelta velada a los tiempos de las concesiones. El proyecto de desarrollo aperturista efectivamente apuntó a una modificación estructural del sistema rentístico fiscal, objetivo cuyo avance debe ser evaluado, en especial por el hecho de haber quedado trunco con la derrota electoral de sus adalides en 1998. La década no superó al capitalismo rentístico, ni las manifestaciones fenoménicas de las contradicciones inherentes a la esfera circulatoria. Pero probablemente el hecho que contribuyó más a entorpecer la marcha de la estrategia liberal fue la crisis financiera de 1994, interrumpiendo el curso de recuperación productiva que habían logrado los tecnócratas de Pérez. La desestabilización del tipo de cambio no se hizo esperar y el esquema de libre flotación fue a dar al traste obligando nuevamente al control cambiario y luego la devaluación. Ya vimos los niveles de liquidez creados en el período, haciendo llegar la inflación al récord de 3 dígitos en 1996.

En la esfera circulatoria los períodos respectivos de las fases 1 y 2 no muestran solución de continuidad, describiendo unos 3 ciclos de fluctuación de los ingresos petroleros con sus respectivos episodios monetarios y recesivos. El seno cóncavo del primer ciclo tiene su manifestación cumbre en 1983 con el Viernes Negro. El seno convexo culmina en 1990, durante el cual ocurre el ínterin recesivo de 1989. El segundo ciclo comprende en su fase baja la crisis financiera y la recesión de 1994, y en la fase alta la modificación de la política cambiaria de 1995 (devaluación y control de cambio). El tercer ciclo agrupa brevemente el trienio 97-99 y comprende la recesión de este último año. La caída de los ingresos petroleros viene además asociada a la amortización de la deuda pública externa, que contribuye a la desestabilización cambiaria al restar divisas disponibles. Las amortizaciones de la fase 1 alcanzan casi un 40 % sobre los ingresos fiscales petroleros,4 moderando a 34 % en la fase 2. A modo ilustrativo se expone la variación anual de los ingresos petroleros señalando los episodios de ajustes del tipo de cambio y años recesivos en el gráfico Nº II-4.

Es obvio que en los 80 el efecto de la baja de los ingresos petroleros, combinado con el servicio de la deuda, tenía que actuar como un coctel tóxico para la estabilidad macroeconómica, desfavoreciendo a las grandes masas de trabajadores y desposeídos al anteponer los privilegios de los capitalistas pródigos internos y foráneos. Los banqueros, Consecomercio y Fedecámaras fueron especialmente activos y claros durante la fase 2, a pesar de confrontar la confusión inicial por la recesión de 1989 y luego la crisis cívico-militar de 1992.5 El acople pleno a la estrategia liberal lograda en los 90 (que ya había comenzado con la liberación de precios en 1983), otorgó a la burguesía rentística y sus socios extranjeros, junto a los acreedores, todas las condiciones para respaldar sus intereses e imponer los objetivos trazados en el VIII Plan de la Nación. La burguesía productiva, por su parte, reaccionó como siempre en forma confusa.6 El Estado, mientras estuvo en manos de los socialdemócratas populistas, viéndose acorralado por las demandas sociales y compromisos clientelares, pataleó infructuosamente hasta 1989, pero cedió sin conflicto (que no sin contradicciones) a la instauración del capitalismo duro en unos instantes que, como dijo Margaret Thatcher, no se ofrecían alternativas.7 Algunas vacilaciones del gobierno de Rafael Caldera II desentonaron un poco de la danza liberal, sin llegar a desafinar la orquesta dirigida por el FMI. Al final, la reforma laboral, las privatizaciones y la instauración del IVA fueron sus mayores aportaciones en la ruta convenida.

Con este repaso de los agregados en el período 82-99, se colige que la conducta del tipo de cambio, siendo una variable clave de la funcionalidad del capitalismo rentístico, media una situación contradictoria entre las necesidades financieras del Estado y los intereses de las clases dominantes. El gran reflujo de 1983 que siguió al portentoso brote de 1974 ilustra en extremo la forma como la absorción de la renta petrolera se adecúa a una fluctuación drástica a través de la deformación de los agregados inherentes a la esfera circulatoria, cómo actúan con autonomía respecto del núcleo endógeno de producción y acumulación afectándolo a posteriori. La asociación entre revaluación y brote, y entre depreciación y reflujo, señala la doblez del Estado a las presiones del poder económico y de los acreedores extranjeros, un Estado pródigo con los ricos en el brote, mezquino con los pobres en el reflujo. La racha populista del Estado alterna con la austeridad impuesta por “los mercados”. Pero más allá de ser genuflexo a sus amos, el Estado rentista se ve objetivamente condicionado a la lucha por la preservación de las tasas de ganancia, en gran parte especulativas, que gozan nuestras burguesías bancarias, comerciales e industriales cartelizadas. Es algo que debe ser observado cuando aun después de la Constituyente de 1999 y bajo el despliegue de un nuevo gran brote rentístico, el Estado, ya autonomizado políticamente de la burguesía, no consigue desprenderse de dicho condicionamiento.

La apreciación mercantil de la moneda es una forma contingente de apropiación de renta petrolera sostenible por los brotes rentísticos, pero en nuestro país ha tenido un carácter cuasi-funcional. Como toda ganancia extraordinaria obtenida en la órbita de la circulación, ocurre gracias a las condiciones artificiales, en este caso, de un “mercado” donde el mayor oferente es el Estado. Refiere Baptista: “La entrega de dólares a cambio de bolívares, sea cual fuere el procedimiento institucional que sirva de puente para tal fin, no es otra cosa que la dación recíproca de capacidades de compra externa e interna. Es así como el Estado-terrateniente cumple la voluntad de poner en manos privadas la renta de su propiedad, mediante la entrega de más poder de compra del que recibe a cambio. Por ese intercambio desigual en el mercado de divisas, entre otros mecanismos, el Estado-propietario transfiere provento rentístico.” 8 Este mecanismo  fundamental lo ratifican Reinier Schliesser y José Ignacio Silva: “De acuerdo a Baptista (1997 a/), en Venezuela el tipo de cambio real ha constituido el instrumento fundamental para la distribución de la renta internacional de propiedad estatal. El bolívar se ha mantenido sobrevaluado sostenidamente a lo largo del presente siglo de acuerdo a la medida de la Paridad del Poder de Compra. (…) El mecanismo de distribución vía tasa de cambio opera de la siguiente manera: el Estado, propietario de la renta, recibe las divisas del resto del mundo que no atienden a un esfuerzo productivo interno, razón por la cual es de su potestad decidir su distribución. De esta manera, si la tasa de cambio real está sobrevaluada, al vender las divisas el Estado entrega una mayor capacidad de compra que la que recibe a cambio por los bolívares recibidos, transfiriendo dicha renta. Llevando más en detalle el análisis, el Estado distribuye la renta al subvencionar la adquisición de divisas que a su vez sirven para la adquisición de todo tipo de importaciones, tanto de bienes como de inversión, con sus implicaciones sobre la dinámica de acumulación de capital y en el crecimiento económico del país.”9 Eufemísticamente denominan distribución a un mecanismo de apropiación.

El “mercado de divisas” adquiere un peso respetable junto a las demás operaciones especulativas del mercado de dinero, combinando utilidades cambiarias, intereses y rendimientos en un abanico de opciones de cartera que los capitalistas aprovechan formidablemente bien en Venezuela, actuando en un círculo vicioso derivado de las deformaciones circulatorias. La secuencia puede describirse en estos pasos: a) sobrevaluación; b) monetización (creación de liquidez -demanda solvente inorgánica, pública y privada); c) incremento del diferencial entre tasas activas y pasivas; d) colocaciones en activos financieros emitidos por la política astringente del Estado; e) devaluación; f) inflación; g) sobrevaluación. Los capitalistas complementan los rendimientos con ganancias cambiarias explícitas o implícitas, pero igualmente contribuyen con la creación de liquidez, estimulando la inflación.

Este círculo abarca el capital comercial, que en Venezuela es notablemente especulativo y no resulta afectado por aumentos en las tasas de interés, cuyos costos, cuando los hay, trasladan al consumidor sin mayores inconvenientes. Los empujes inflacionarios no inciden necesariamente en el volumen de demanda, lo que hacen es trasladar poder adquisitivo de los segmentos asalariados a los segmentos rentísticos, mientras el Estado se hace impotente al actuar él mismo como un agente de demanda. Las deformaciones circulatorias, que ciertamente estorban el funcionamiento de una economía capitalista, en Venezuela (desde 1983) ofrecen oportunidades de enriquecimiento a través de altas tasas de plusvalía que, llegadas las circunstancias propicias, complementan con apropiación de renta petrolera. Las clases capitalistas-rentistas han logrado adaptarse a estas deformaciones hallando en ellas buenas oportunidades.

La cartelización, los monopolios de importación, la facilidad de cambiar de rubro sin grandes riesgos debido a las gráciles infraestructuras de distribución y servicios, el aprovechamiento de fuerza de trabajo sin calificación y sin protección sindical, el trato privilegiado del Estado, entre otras condiciones, hacen del capital comercial-especulativo un negocio redondo. Este capital goza normalmente de demandas inelásticas mientras la inflación reduce el costo de la fuerza de trabajo. Las ganancias normales del capital comercial obedecen al efecto de la distribución de renta por apropiación de plusvalía en el circuito normal de valorización, potenciado por la elevada capacidad de importación. La ganancia extraordinaria circunstancial (o cuasi-normal) responde a la captación de RPI, que es apropiación adicional de plusvalía por mecanismos excéntricos, no inherentes a la formación de los precios de producción. Esta ganancia extraordinaria que se puede obtener en eventos de alta demanda inorgánica es sostenible si se generaliza a la formación de todos los precios de mercado. Encuentra además sus límites en la propia capacidad de absorción de la RPI en las vertientes consuntiva y productiva. Por ello es necesario que se dé: a) el suministro de divisas por parte del Estado; b) presión revaluacionista; c) la cartelización y círculos de control de la oferta de mercancías, tanto nacionales como importadas; y d) una demanda consecuente con la valorización especulativa.

Para tratar de explicar mejor el mecanismo, resta decir que el capital comercial, en condiciones reproductivas estrictamente de mercado y sin las distorsiones de la cartelización, logra sus ganancias mediante la absorción de la plusvalía que deviene del capital productivo a través de la formación de los precios de producción, es decir, mediante la nivelación de la tasa general de ganancia. Esto lo trataremos de ver en detalle más adelante. El límite de la ganancia es impuesto por la capacidad productiva de la economía, por la extensión del tiempo de plustrabajo, y por la demanda solvente. Luego, la ganancia extraordinaria rentista se hace posible gracias a la “brecha positiva” en la estructura de costos que supone el diferencial cambiario, cuyo efecto es propiamente un subsidio indirecto. Pero eso no es suficiente, es necesario, además de la transferencia cuasi-directa desde el Estado, que exista una composición de la demanda capaz de aguantar los precios especulativos, y dicha demanda deviene de los propios segmentos mercantiles y no mercantiles que perciben ingresos soportados en la renta, pues en caso contrario, la demanda solvente obligaría a someter el precio de mercado al tipo de cambio que expresa paridad o equilibrio de poder de compra. Los segmentos asalariados (no rentísticos), no contribuyen a la realización de la ganancia extraordinaria, pues un encarecimiento especulativo de las mercancías tendría por efecto un incremento de la plusvalía, no una transferencia de renta.

La sobrevaluación del tipo de cambio como forma de apropiación extraordinaria por parte del capital requiere, por lo tanto, que la monetización de la renta confiera provisionalmente a una fracción de los agentes consumidores la potencia adquisitiva que es transferida al capitalista comerciante, y este es un límite que se impone en la esfera de la circulación. Si el [los] agente[s] consumidor [es] no es [son] capaz [ces] de transferir esta porción monetizada, la demanda solvente baja y no resulta posible para el comerciante vender al precio especulativo “inflado” a lo interno respecto del poder de compra efectivo del [los] agente[s] que devenga[n] la renta convertida en ingreso monetario.10 Hay además otro límite, impuesto por los precios internos. Para que la burguesía comercial importadora pueda “competir” bajo este esquema, la transferencia rentística debe generalizarse a todos los precios mediante la cartelización comercial y el estrechamiento de la producción.

Es, finalmente, muy importante advertir que la consecución de ganancias extraordinarias a través de la revaluación del tipo de cambio o mediante cualquier otro mecanismo circulatorio, por muy conspicuas que puedan resultar, es un epifenómeno incluso en el capitalismo rentístico, cuya funcionalidad no depende de ellas. El hecho de volcar renta petrolera internacional a la economía, aun en circunstancias desfavorables, lleva aparejada este tipo de deformaciones distributivas que no necesariamente suceden todo el tiempo, ni por el hecho de que no alcancen a suceder significa que el capital deje de ganar. El capital, en la economía rentística, logra sus ganancias del mismo modo que en cualquier lugar, apropiándose la mayor parte posible de la plusvalía social. Que el capital en la economía rentística, gracias a la masa de plusvalía internacional que se pone en circulación desde el Estado (RPI), aunado a las transferencias directas al consumo, se torne particularmente especulativo, dedicado preferentemente a las actividades financieras, comerciales y de servicios, presto a cualquier oportunidad lícita o ilícita, responde a una jerarquización de los nichos de rentabilidad que no deja lugar a ningún vacío.

1 Se puede mostrar que el cambio estratégico obedece a una rectificación en la tendencia a la baja en el margen bruto de beneficios que operó desde los años 50 hasta entrados los 60, combinando un conjunto de prácticas espontáneas y medidas estructurales, entre las cuales tenemos: 1. énfasis en la revolución tecno-científica basada en el control informático; 2. contención de las demandas laborales y flexibilización laboral; 3. deslocalización industrial; 4. reducción del Estado de bienestar en los países metropolitanos; 5. brote del capital ficticio (especulativo); 6. emisión quirografaria regulada por la FED; 7. contención de los ingresos fiscales, rentísticos y no rentísticos; 8. apertura comercial y libre movilidad de capitales.

2 Los datos se obtuvieron de http://inmueblescaracas.com.ve/tips/bolivardolar.htm.

3 Para Baptista el período de subvaluación de la moneda se prolongó hasta finales de los 90.

4 Incluye la amortización por reestructuración de la deuda de 1990.

5 Por ejemplo: dice Ramiro Molina, economista del Banco Mercantil y del Consejo Bancario Nacional en 1990: “El plan de Pérez responde a una necesidad de cambio estructural que no es de rápida maduración” (El Nacional, 22/01/1990). Juan Tomás Santana, del Banco Hipotecario Consolidado dice en 1989, apenas unos tres meses después del Caracazo: “…surge la necesidad de orientar la economía hacia la libre oferta y la demanda, aumentar la productividad, ser más competitivos y acabar con los subsidios indiscriminados.” (El Nacional, 08/05/1989). Fedecámaras y Consecomercio tempranamente apuntaron a la liquidación de la retroactividad laboral: “Fedecámaras no aceptará la tesis de la retroactividad” (Eddo Plesel, presidente de Fedecámaras, El Nacional, 07/12/1989)

6 Como muestra, dice Philippe Erard, presidente del Grupo Corimón en 1989: “…si uno ve este programa [de ajustes] creo que verdaderamente sí hay oportunidad de proyectos para la industria.” Luego comenta: “La mayor parte de las reuniones de concertación en Miraflores, se han hecho a nivel de los conocidos ‘capitanes de empresa’ en lugar de con los gremios cúpulas del empresariado.” (El Nacional, 24/04/1989).

7 “…el conocido acrónimo thatcheriano « There is no alternative », será repetido una y otra vez y respetado por todos los medios masivos de comunicación, hasta que sea entendido como una verdad revelada. No hay alternativa al capitalismo, al mercado, a la globalización, a la desregulación financiera, a los salarios en niveles controlados, a la deslocalización industrial, a la disminución de las protecciones sociales, etc. Esta ideología va infestar a las sociedades occidentales, provocando perjuicios a muchos así como ingresos gigantescos a unos pocos.” (Ver: There is no alternative (eslogan), Wikipedia. http)

8 Baptista, op. cit. p. 167. Destacado propio.

9 Schliesser, Reinier. Silva, José Ignacio. La renta petrolera y el crecimiento económico de Venezuela. Análisis del período 1913-1995. Serie Documentos de Trabajo, Gerencia de Investigaciones Económicas del Banco Central de Venezuela, Caracas, Abril 2000.

10 Estos agentes son tanto el Estado como quienes reciben remuneración respaldada en renta internacional.