PROGRAMA DE CAPACITACIÓN PARA LA PARTICIPACIÓN ACTIVA DE LOS ACTORES LOCALES EN EL DESARROLLO DE NUEVA PAZ

PROGRAMA DE CAPACITACIÓN PARA LA PARTICIPACIÓN ACTIVA DE LOS ACTORES LOCALES EN EL DESARROLLO DE NUEVA PAZ

Elaine Artigas Pérez (CV)
Universidad Agraria de La Habana

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1.2 Bases teórico-metodológicas de los Programas para el Fortalecimiento de Capacidades: Desarrollo Humano Local.

Finalizando el pasado siglo, ante la imposibilidad de alcanzar niveles reales de calidad de vida, bajo los preceptos de las teorías economicistas del desarrollo, surgen las nociones sobre desarrollo humano entre las alternativas a la evidente carencia de elementos sociales, culturales, en las concepciones tradicionales del desarrollo, que acertadamente concibieran al hombre como centro de dichas transformaciones. La idea de que el desarrollo es un proceso de ampliación de las opciones de las personas, y no simplemente un medio para incrementar los ingresos nacionales, se convierte entonces en el marco del desarrollo humano.

En este sentido, el desarrollo humano es concebido por el PNUD (1990), como “un proceso de aumento de capacidades y oportunidades de las personas para lograr una vida digna y saludable, en un entorno de libertades”. De acuerdo con (Sánchez, 2011), “la noción de desarrollo humano es particularmente valiosa desde la perspectiva de la ciudadanía puesto que reivindica el derecho que tienen las personas, para que en un contexto de libertad les sea posible potenciar sus capacidades y oportunidades y forjar espacios para la participación en la toma de decisiones sobre su futuro individual y colectivo”.

En 1993, el tema central del Informe Anual sobre Desarrollo Humano, del PNUD, fue precisamente la participación popular, cuya “diferencia decisiva consiste en que se considera la participación como una estrategia global del desarrollo, centrándose en el papel fundamental que debe desempeñar la gente en todas las esferas de la vida”; y posteriormente se afirma que entre las “otras esferas de opciones que la gente considera en alta medida incluyen la participación, la seguridad, la sostenibilidad, las garantías de los derechos humanos, todas necesarias para ser una persona creativa y productiva y para gozar de respeto por sí misma, potenciación y una sensación de pertenecer a una comunidad” (PNUD, 2000).

Ello resalta por tanto la importancia capital de la participación en los procesos de desarrollo; teniendo en cuenta que el impacto social de muchos proyectos hasta ese momento, distanciaba considerablemente del que se aspiraba, resultando conveniente  que la sociedad tenga un mayor grado de participación en la toma de decisiones sobre los aspectos fundamentales que afectan su propio devenir, y por esta vía, asuman la responsabilidad de colaborar en la selección de opciones de desarrollo. Este criterio se apoya en la capacidad de todas las personas para trabajar en función de su propio bienestar.

Los éxitos o fracasos de las Iniciativas de Desarrollo Local (IDL) dependen sustancialmente de los factores intangibles -o invisibles-. Son precisamente las capacidades humanas e institucionales las que hacen que territorios, que poseen dotaciones de recursos bastante similares en cantidad y calidad, alcancen resultados de desarrollo diferentes (Alburquerque, 1999 citado en Morales, 2010).

Una aproximación al tema, desde la perspectiva cultural, supone al desarrollo humano local como un proceso asociado con las capacidades de desarrollo propias de la comunidad/localidad; lo que incluye tanto elementos materiales -recursos reales con que se cuenta para su desarrollo-, como superestructurales –entre ellos la cultura-, y donde el mayor peso estriba no precisamente en la disponibilidad de tales recursos, sino en su dinamismo para fortalecer la economía local, lo que depende de la movilización de los actores locales, y este a su vez tributará directamente a otro proceso, de reafirmación y defensa de su identidad (Morales, 2010).

Estos elementos y otros son reflejados en las dimensiones del desarrollo humano: equidad, seguridad, cooperación, productividad, sustentabilidad y potenciación. En este caso, potenciación significa, como concepto, que las personas estén en una situación que les permita escoger y ejercitar opciones vitales en base a su propia conciencia, y por ende constituye un pilar básico del desarrollo humano, en tanto conlleva la formación de capacidades humanas a través de mayores conocimientos y mejores estados de salud; pero no se detiene ahí, proclama que estas capacidades deben ponerse en uso. “El desarrollo humano hace hincapié en la necesidad de invertir en las capacidades humanas y después asegurar que esas capacidades se utilicen en beneficio de todos”. Esto es, desarrollo de la “gente”, para la “gente”, y -sobretodo- por la “gente”, siendo esta una de las características que diferencia al desarrollo humano, ya que asume que las personas deben participar en las actividades, procesos y eventos que afectan su vida (PNUD, 1993).

Como la participación exige más influencia y más control, también exige un mayor protagonismo en términos económicos, sociales y políticos. En términos económicos, ello significa tener la capacidad para dedicarse libremente a cualquier actividad de ese tipo. En términos sociales, significa la capacidad de intervenir plenamente en todas las formas de la vida de la comunidad, con independencia de la religión, el color, el sexo o la raza. Y en términos políticos significa la libertad de elegir y cambiar el gobierno a todos los niveles, desde el palacio presidencial hasta el consejo de la aldea” (Ibíd.).

“Todas esas formas de participación están íntimamente vinculadas entre sí. Si no existe una de ellas, las demás serán incompletas y menos efectivas” (Ibíd.). Por ello, la constitución de actores sociales en un territorio dado implica el desencadenamiento de un proceso equitativo y pluralista de desarrollo de capacidades, pues no todos los grupos sociales están en las mismas condiciones de participar, hacer las mismas contribuciones o consolidarse como actores sociales. Reconocer esto requiere procesos de democratización de oportunidades, que tomen en cuenta de manera transversal condicionamientos de género, de edad, étnicos o económicos, entre otros, así como la (re)valoración de contribuciones que tienden a invisibilizarse por factores de desigualdad (Portilla, 2003).

De hecho, un paso importante en la conformación del actor social es que se observe a sí mismo como tal y que, al reconocer su pertenencia a una agrupación y a un territorio, desarrolle una “conciencia colectiva” sobre su papel para la transformación integral del mismo, incluyendo la superación de desequilibrios. El aprendizaje que se deriva de los procesos de cooperación para el desarrollo sostenible desde la realidad concreta, permite que las personas hagan uso de una amplia gama de sus facultades para transformar intencionadamente la realidad y encontrar un sentido de bienestar propio en el bienestar colectivo (Ibíd.).

De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) (2006), la capacidad no es más que “el conjunto de conocimientos, actitudes y habilidades que tiene una persona”, y en este sentido se hace referencia a determinadas “capacidades básicas para el ejercicio de la ciudadanía” (Ver Anexo 1), en tanto “permiten pensar y comportarse de un modo constructivo y proactivo para ocuparnos de nosotros mismos, relacionarnos con otros y generar cambios en nuestro entorno”. Una capacidad no desarrollada se convierte, tarde o temprano, en pobreza; en cambio, las competencias que se fomentan en el contexto de la cooperación local tienden a generar confianza y capital social, entendido éste como el componente de la organización social que favorece los procesos productivos y de generación de riqueza colectiva e individual. Una comunidad dotada de un capital social sólido tiene en su poder la base que garantiza la sostenibilidad de los procesos de desarrollo (Portilla, 2003).

El desarrollo, en manos de los propios actores locales a nivel comunitario, exige un esfuerzo dirigido al fortalecimiento y desarrollo de sus capacidades; donde la valoración de estas capacidades se sustenta en el reconocimiento de los saberes previos de las personas, las familias y las comunidades, como producto de sus experiencias para afrontar situaciones identificadas como insatisfactorias. Como precepto, se deben respetar los saberes de las personas, tratar de entenderlos y explicar sus comportamientos y pensamientos. No diferenciar lo que es un conocimiento, una experiencia objetiva o subjetiva, genera una actitud de preocupación que termina en una acción negativa ante la viabilidad de los procesos de desarrollo. En este sentido, fortalecer los conocimientos previos supone reconocer: primero, que el conocimiento previo tiene utilidad, y segundo que este conocimiento responde a una racionalidad de la comunidad, que puede ser diferente a la de los actores sociales externos (Nino, Lara, Vélez, De la Cruz, s.a.), como por ejemplo las agencias de cooperación u ONGs.

De otro lado, los actores que inducen el cambio y quienes van a cambiar necesitan sentirse lo suficientemente fuertes para inducir el cambio o para cambiar. Esta fortaleza les viene de contar con nuevos conocimientos o conocimientos fortalecidos -plano cognitivo-, estar sensibilizados al punto de considerar necesario el cambio -plano afectivo-, y con la convicción o voluntad de llevar adelante el cambio -plano volitivo o conductual-. Los inductores del cambio se sentirán aún más fortalecidos si cuentan, además, con un reconocimiento institucional y social que los respalde como inductores de cambio. También deben contar con metodologías y materiales que les permitan abordar el trabajo con los actores involucrados, en los tres campos: cognitivo, afectivo y volitivo; respecto de la situación que buscan cambiar (Nino et al., s.a.).

Fortalecer las capacidades de los actores sociales del ámbito local, ha representado un tema prioritario en la agenda de diversas instituciones1 y/u organizaciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) 2, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) 3, el PNUD, entre otras. En el Plan Estratégico 2008–2011 de esta última, se considera al desarrollo de capacidades como el servicio central de la organización para los países del programa, teniendo en cuenta que el éxito del desarrollo de un país, depende de la existencia de capacidades suficientes para lograr sus objetivos de desarrollo. Según su definición, el desarrollo de capacidades “es el proceso mediante el cual las personas, organizaciones y sociedades obtienen, fortalecen y mantienen las competencias necesarias para establecer y alcanzar sus propios objetivos de desarrollo a lo largo del tiempo”.

De acuerdo con Mirabal (2006), “el tema de la capacitación en Cuba ha sido elemento al cual se le ha prestado atención y dedicado esfuerzos como escalón de ascenso en la formación de individuos y grupos como elemento importante e indispensable para insertarse en el mundo tal cual se nos presenta”4 ; apunta además que “la capacitación de los actores locales tiene una gran importancia pues, como parte del aprovechamiento y potenciación de las estructuras del Poder Popular tan sólidamente constituidas en el país, contribuye al fortalecimiento de las relaciones horizontales en esta escala, a la construcción de estilos y métodos de trabajos adecuados y pertinentes para cada lugar. Entendamos esta capacitación desde nuevos estilos, con maneras dialogadas y temas que los propios involucrados definan”.

En consecuencia, la formación y desarrollo de capacidades se dirige a potenciar  la habilidad o competencia de los diversos actores locales, para manejar de forma exitosa sus asuntos, a partir de los cambios sostenidos en sus niveles de conocimientos, actitudes y prácticas, para adaptar sus capacidades al contexto de desarrollo. Implica por tanto, un ¿qué?, asociado a la situación actual o de partida que debemos cambiar a raíz de determinados datos que lo corroboran; un ¿por qué?, que constituye el análisis causal de la información que dichos datos reportan; un ¿para qué?, que se corresponde con la situación deseada que se pretende alcanzar; y un ¿cómo?, que explicita los métodos y técnicas a través de los cuales se puede transitar hacia esa visión de futuro, e importantes resultan para ello la Investigación Acción Participativa y la Educación Popular5 .

El proceso de desarrollo de capacidades según el PNUD (2008), metodológicamente consta de cinco pasos, los cuales se aplican a un proceso de programación; estos pasos son:

  1. Incluir a los actores involucrados en el proceso de desarrollo de capacidades.
  2. Evaluar las fortalezas y necesidades en materia de capacidades.
  3. Formular una respuesta para el desarrollo de capacidades.
  4. Implementación de la respuesta para el desarrollo de capacidades.
  5. Evaluar el desarrollo de capacidades.

El proceso capacitante se fundamenta entonces en una pedagogía que se pretende constructivista y participativa según De Souza (2007)6 . De esta actividad derivan tareas de planificación, elaboración de materiales y logística de actividades de capacitación; y la puesta en marcha de un proceso combinado de capacitación e insumos para la aplicación de lo aprendido, con el fin de garantizar la praxis inmediata de acciones para la transformación.

De acuerdo con Couto (2005), la capacitación es crucial para la formación del capital humano y social. En procesos de desarrollo, debe ser continua, flexible, dinámica y cíclica, y se da siempre que la comunidad sea convocada para discutir y reflexionar sobre su realidad. La capacitación es un proceso de educación informal para la ciudadanía y, por tanto, se trata de un principio enriquecedor porque cada actor local se convierte en multiplicador y reproductor de lo aprendido, junto a sus grupos y organizaciones sociales, y se fortalece su capacidad para garantizar el desarrollo de su localidad. El proceso de capacitación continua genera un aprendizaje colectivo a partir de un diálogo entre los actores y los facilitadores del desarrollo. Por esto, la capacitación es un proceso de comunicación, de intercambio de conocimiento, de sentimientos y de percepciones culturales.

Al promover estos aprendizajes, la capacitación comunitaria continua impulsa la construcción de conocimientos, comportamientos, formas de percibir la realidad y de actuar sobre ella; es decir, es un proceso que posibilita el cambio de actitudes frente a la vida social y política. Los cambios ocurren a partir de transformaciones interiores en los individuos, tratándolos en su carácter de ciudadanos; esto supone establecer y asumir funciones similares a las de los educadores, pero también de los educandos, pues se está hablando de aprendizajes recíprocos, tanto para el asesor o acompañante, como para el resto de los actores locales. Todos son participantes: unas veces educan–aprenden y otras veces aprenden-educan (Ibíd.). Por ser un proceso educativo organizado, la capacitación presupone según este autor, entre otros factores, la existencia de:

  1. Intencionalidad -objetivos de cambio-.
  2. Gestión y organización para lograr los objetivos.
  3. Relaciones sociales entre los participantes: los cuales en determinado momento o situación, desempeñan el papel de educador/animador, mientas que en otros pueden ser educandos/etc., es decir, se intercambian las funciones del emisor/receptor.

Según la Norma Cubana para el Sistema de Gestión Integrada de Capital Humano-Vocabulario (NC 3000:07), de la Oficina Nacional de Normalización, la capacitación es concebida como el “conjunto de acciones de preparación, continuas y planificadas, concebido como una inversión, que desarrollan las organizaciones dirigidas a mejorar las competencias y calificaciones de los trabajadores, para cumplir con calidad las funciones del cargo, asegurar su desempeño exitoso y alcanzar los máximos resultados productivos o de servicios”, de lo cual se percibe que no se contempla la capacitación de los diversos actores locales no trabajadores a nivel comunitario, como talentos humanos capaces de garantizar la sostenibilidad del desarrollo.

En este sentido, como requisitos vinculados a la capacitación y desarrollo (NC 3001:07), se establecen:

  1. Determinar las necesidades de capacitación y desarrollo.
  2. Identificar las brechas que se presentan entre las competencias que se poseen, y las que se requieren para un desempeño óptimo de las funciones.
  3. Contar con un procedimiento documentado para la planificación, ejecución y control de la capacitación y desarrollo del capital humano.
  4. Tener elaborados los planes de capacitación y desarrollo, a partir de la determinación de las necesidades y las brechas identificadas, los cuales deberán ser analizados, discutidos y aprobados.
  5.  Garantizar la ejecución de todas las acciones de capacitación y desarrollo incluidas en el plan, asegurando el capital humano y los recursos materiales y financieros necesarios.
  6. Identificar los indicadores que permitan evaluar el impacto y la eficacia de las diferentes acciones de capacitación y desarrollo ejecutadas, y realizar evaluaciones sistemáticas de dicho impacto.
  7. Analizar periódicamente el cumplimiento del plan de capacitación y desarrollo, y realizar las acciones preventivas o correctivas necesarias, para resolver las dificultades que se presenten.
  8. Lograr que sea otorgada la categoría de “Aspirante a Entidad en Aprendizaje Permanente”, a partir del cumplimiento de los requisitos y regulaciones establecidos por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

Igualmente, todo ello es concebido sin reconocer la importancia de la capacitación dirigida a los diversos actores locales a nivel comunitario, a partir de la necesidad de contextualización de dicha regulación, donde se puede imaginar a los CUM7 , como actores locales capaces de identificar las necesidades de capacitación y desarrollo de cada uno de los territorios a los cuales pertenecen y por tanto representan; identificar las brechas que se presentan entre las competencias que poseen los diversos actores locales a nivel comunitario, y las que se requieren para enfrentar los procesos de desarrollo local; contar con sus propios procedimientos para la planificación, ejecución y control de ese capital humano, así como sus planes de capacitación y desarrollo –no solo a lo interno de sus trabajadores sino de acuerdo a las necesidades del entorno-; garantizar la ejecución de todas las acciones, en interacción con el capital humano con que cuenta la localidad, así como los recursos materiales y financieros disponibles para ello; evaluar sistemáticamente el impacto de dichas acciones a partir de los indicadores construidos colectivamente; analizar periódicamente el cumplimiento del plan de capacitación y desarrollo, y realizar las acciones preventivas o correctivas necesarias, para resolver las dificultades que se presenten; y por tanto, lograr que les sea otorgada la categoría de “Aspirante a Entidad en Aprendizaje Permanente”, a partir del cumplimiento de los requisitos y regulaciones establecidos para ello, por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, ya que para lograr todo esto deben igualmente fortalecer sus capacidades, cuyo aporte en general sería determinante para la materialización objetiva y subjetiva del Municipio Inteligente, cuyos actores locales sean los protagonistas en la (auto)gestión del desarrollo.

En este sentido, de acuerdo con la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (2008), en México, un programa de capacitación no es más que la “descripción detallada de un conjunto de actividades de instrucción-aprendizaje estructuradas de tal forma que conduzcan a alcanzar una serie de objetivos previamente determinados”, y sus elementos son: objetivos, contenidos, actividades de instrucción, recursos, evaluación y bibliografía.

Según Fletcher (2000 citado en Aguilar, 2010) “el programa de capacitación es el instrumento que sirve para explicitar los propósitos formales e informales de la capacitación y las condiciones administrativas en las que se desarrollará”. El mismo implica definir sus objetivos, los contenidos seleccionados para el logro de estos objetivos, la organización y secuencia con que deben ser abordados, su importancia relativa y el tiempo previsto para su aprendizaje, formas organizativas, y el sistema de evaluación; lo cual se puede visualizar en un ¿qué?, representando sus contenidos; un ¿por qué?, referido a su justificación, necesidad e importancia; un ¿para qué?, es decir, sus objetivos; un ¿cómo?, asociado a los métodos, técnicas o herramientas para llevar a cabo dichos objetivos; un ¿cuándo?, que implica la planificación de fechas y horarios; ¿a quién?, es decir, a quiénes va dirigido; ¿quién?, quién o quiénes lo impartirán; y un ¿cuánto?, referido a los recursos materiales y financieros que se necesitan (Ander-Egg, 2003).

Finalmente, los programas de capacitación contribuyen con el aumento de las posibilidades reales de los actores locales para participar activamente en los procesos de desarrollo, cuyo sustento fundamental lo constituye el propio desarrollo humano local, relativo a la necesidad de elevar las posibilidades humanas de participación en el desarrollo a partir de la potenciación de sus capacidades. La participación en las decisiones comunitarias es una de las oportunidades que debe tener todo ser humano, y por ello constituye un indicador de desarrollo local. La formación y desarrollo de capacidades contribuye significativamente con el cambio de actitudes no favorables y en correspondencia, garantiza la sostenibilidad de las prácticas participativas.

1 Ver Capacitación a funcionarios y formación de ciudadanos de Bogotá como mediadores comunitarios para el Distrito Capital “Cultura urbana y mediación comunitaria”, de la Universidad Externado de Colombia y la Alcaldía Mayor de Bogotá D.C., 2002.

2 Ejemplo de ello lo constituye el “Plan de acción sobre participación popular en el desarrollo rural”, 1991; el Manual “Diseño participativo para una estrategia de comunicación”, 2008; el Manual “Diagnóstico participativo de comunicación rural”, 2008; y el Manual de Capacitación “Mejorando la participación de las partes interesadas en los programas forestales nacionales”, 2010.

3 Véase Manual de Capacitación “Gobernabilidad democrática e igualdad de género en América Latina y el Caribe”, 2007.

4 Ejemplo de ello lo constituyen los esfuerzos realizados por instituciones como el CIPS, el Centro de Estudios del Desarrollo Local (CEDEL), y el Centro de Intercambio y Referencia-Iniciativa Comunitaria (CIERIC). Ver Mirabal (2006), La capacitación de los actores locales y el desarrollo local; CIERIC (2008), Formación de actores en el desarrollo local; y González y Juliá (2009), Estrategia “La formación de actores para el desarrollo local y comunitario”.

5 Esta visión es fundamentalmente compartida por Ramos (2013), (comunicación personal).

6 En este sentido, resulta imprescindible referirse a su genial “visión contextual de mundo donde el contexto es la referencia, la interacción la estrategia y la ética el garante de la sostenibilidad de todas las formas y modos de vida en el planeta” (De Souza et al., 2005 citado en De Souza, 2007), contribuciones que en su opinión consolidan el paradigma constructivista y cuya consecuencia “es la creación de otra “praxis” en la “innovación para el desarrollo”, una teoría de acción contextual que responde a la metáfora del mundo-trama de relaciones y significados entre diferentes formas y modos de vida” (De Souza, 2007).

7 A tono con las nuevas transformaciones que experimenta la sociedad cubana, y las diversas concepciones respecto a la Universidad como actor social, los CUM constituyen la extensión/expresión de la Universidad en las localidades, y por tanto deben considerarse como actores relevantes en cada uno de los territorios a los cuales representan. Ver Coraggio (2002), “Universidad y desarrollo local”; Núñez, Félix, Pérez (2006), “Universidad, conocimiento y desarrollo local (basado en el conocimiento)”; Solís (2007), “La universidad, la cultura y su papel transformador en la sociedad”; Hernández (2008), “La universidad como actor del desarrollo local”; y Herrera (2011), “Desafíos en la formación universitaria vinculada al desarrollo local”.