PLAN DE COMUNICACIÓN COMUNITARIA PARA MINIMIZAR LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR  CONTRA LA MUJER ENTRE 2012 Y 2013 EN LA COMUNIDAD SANTA LUCÍA DEL MUNICIPIO COLOMBIA

PLAN DE COMUNICACIÓN COMUNITARIA PARA MINIMIZAR LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR CONTRA LA MUJER ENTRE 2012 Y 2013 EN LA COMUNIDAD SANTA LUCÍA DEL MUNICIPIO COLOMBIA

Antonio González Nápoles (CV)
Yuramis Nápoles Álvarez (CV)
Irraide Naranjo Gandarilla (CV)

Sede Universitaria Municipal Colombia

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1.2: Reflexiones teóricas sobre la violencia intrafamiliar contra la mujer.

El concepto de familia varía de acuerdo con el enfoque de quien lo emite. El Código de Familia cubano expresa:
“La familia constituye una entidad en que están presentes e íntimamente entrelazados el interés social y el interés personal puesto que, en tanto célula elemental de la sociedad contribuye a su desarrollo y cumple importantes funciones en la formación de las nuevas generaciones y, en cuanto centro de las relaciones de la vida en común de mujer y hombre, entre estos y sus hijos y de todos con sus parientes, satisfacen intereses humanos afectivos y sociales de la persona”. 
Cualquiera que sea su estructura, esta debe cumplir con las funciones que permitan a sus miembros satisfacer sus necesidades, desarrollarse y relacionarse con el mundo circundante.
Las funciones básicas de la familia son:

  • Función económica: se cumplió si la familia cubría las necesidades materiales básicas de alimentación, higiene, cuidado personal, calzado, vestuario, recreación y medicamentos de sus integrantes. No se cumplió si la familia no cubría las necesidades materiales básicas.
  • Función educativa: se cumplió si los miembros de la familia mantenían comportamientos aceptados socialmente. No se cumplió si alguien de la familia no mantenía comportamientos aceptados socialmente.
  • Función afectiva: se cumplió si los miembros de la familia expresaron o evidenciaron signos de satisfacción afectiva con su familia. No se cumplió en caso contrario.
  • Función reproductiva: se cumplió si las parejas planificaron su descendencia y expresaron ajuste sexual entre ellas (fertilidad, planificación de la descendencia, satisfacción sexual). No se cumplió ante situaciones contrarias.

La familia, como unidad social primaria, universal, debe ocupar una posición central para la comprensión de la salud y de la enfermedad. El primer ambiente social para todos los seres humanos es la familia, en consecuencia, es una institución sociocultural importante.
Sin embargo, actualmente la violencia ha contaminado al grupo familiar y las causas se pueden encontrar en la sociedad o en el seno de la familia misma. A la violencia intrafamiliar se ha denominado agresión silenciosa, al suceder de manera invisible (privada). No por ello debe verse de manera fugaz. Conocer su definición y forma de manifestarse ayudará a encararla y eliminarla en mayor escala.
Se entiende por violencia intrafamiliar toda acción u omisión cometida por algún miembro de la familia, que viole el pleno desarrollo y bienestar del otro. Se dirige fundamentalmente hacia las mujeres, los niños y los ancianos. Paradójicamente, el lugar donde se produce es habitualmente el hogar. La violencia dentro del marco de la familia aparece con más frecuencia de lo que uno pueda imaginar.

  • Domenech (1981) considera que la violencia es: “un fenómeno específicamente humano, porque consiste en la libertad de una persona para atentar contra la de la otra; la violencia no sólo concierne a la seguridad física de una  persona o de su propiedad, sino también en la esencia misma de su ser”. Este autor le da una gran significación al hecho de que la persona tiene entera libertad de atentar contra otra, por tanto, reconoce que es un fenómeno que se origina en las relaciones interpersonales.
  • Artiles (1995) expresa que violencia es: “una forma de ejercicio del poder para eliminar aquellos obstáculos que se interponen en nuestras decisiones, acciones y usamos la fuerza”. Continúa planteando que, “por lo general, la conducta violenta es posible dada la condición de desequilibrio de poder, este puede estar motivado culturalmente o por el contexto, o producido por maniobras en las relaciones interpersonales de control en la relación”. Este autor al conceptualizar violencia, refiere el mal uso del poder para actuar sobre el otro miembro de la relación y analiza qué puede ocasionar ese desequilibrio.
  • Ortega (2000) expresa que todo conflicto entre humanos tiene una vía dialogada y negociadora de arreglo, pero para ello hay que aprender que el otro es un semejante con el que la cooperación es más fructífera que la confrontación violenta. Para definir violencia plantea que: “tiene lugar cuando en una confrontación de intereses, uno de los protagonistas tira por la calle del medio, se coloca en un lugar de dominio y prepotencia, dejando al otro en un lugar de impotencia, obligándolo a la sumisión y procurando su indefensión”.

Estudios realizados indican que constituye uno de los rasgos más comunes de los hogares del Tercer Mundo. Para muchos, dicha realidad está justificada, pues en buena medida en las relaciones intrafamiliares se reflejan las tensiones e insatisfacciones provocadas por un macroambiente hostil e infrahumano (las conductas agresivas sustituyen a los mecanismos y habilidades sociales).
La raíz etimológica de la palabra violencia remite al concepto de fuerza; implica el uso de esta para producir un daño; la fuerza nos lleva al concepto de poder, por lo que la violencia siempre es una forma de ejercicio del poder mediante el empleo de la fuerza, ya sea física, psicológica, económica o política; implica la existencia de un “arriba” y un “abajo”, roles reales o simbólicos que adoptan habitualmente la forma de roles complementarios: padre - hijo, hombre - mujer, maestro - alumno, joven - viejo.
La violencia en su acción de poder transgrede uno o dos derechos humanos fundamentales: el derecho a determinar qué se puede hacer con el cuerpo y qué se hace con él, y el derecho a tomar las decisiones y afrontar las consecuencias de estos actos propios. 
La persistencia de la violencia es una expresión de su incubación en situaciones sociales específicas. Es la alienación que puede producir la soledad, la carencia de afectos, las crueldades o malas experiencias infantiles. La violencia es favorecida por la existencia de impunidad generalizada y patrones de relaciones sociales violentos, los cuales configuran una cultura de la violencia que se perpetúa transgeneracionalmente. Es toda forma específica de fuerza que lesiona, destruye o mata.
El término de violencia cubre tanto la agresión física como el irrespeto psicológico, la agresión entre la pareja o contra los niños, adolescentes y viejos. La violencia es ubicua y se expresa de manera multivariada en los niveles del individuo, la familia, las instituciones, la comunidad, la ciudad y el ámbito nacional e internacional. Afecta negativamente la calidad de vida de las personas en tanto genera miedo, desarticula las escrituras familiares, coarta la autonomía de los individuos, limita la libertad de acción y desalienta la solidaridad interpersonal. 
La violencia se caracteriza como una actividad esencialmente humana, protagonizada por el hombre como miembro de determinada sociedad y es todo el conjunto de condiciones que la hacen posible. Es entonces un proceso y no un hecho aislado.
Reflexionar sobre la violencia en sus múltiples manifestaciones y en los diferentes ámbitos en los que se desarrolla, sea social, político o familiar, implica adentrarse en la coexistencia impactante de que la fuente de protección esperable (familia, institución) se transforma en fuente de terror. Se agrega a ello, que esta transformación de lo protector en violento ocurre en un contexto y en un discurso que destruye o falsea los significados, ya sea justificándolos o mistificándolos. 
El impacto de la violencia familiar ha sido devastador e inmensurable desde su aparición en el mundo. Cada día cobra vidas, disloca el curso de muchas otras y en todos los casos detiene las mismas, luego de provocar afecciones que progresivamente lesionan y destruyen psicológicamente a muchas personas, haciendo alusión además a los costos directos e indirectos que trae consigo la violencia familiar, tanto para la familia que la sufre como para la sociedad, cuestión esta que involucra no sólo a las personas víctimas, sino que toca de cerca a parejas, familiares, amigos, compañeros de trabajo y estudio, en fin, a toda la comunidad.
Numerosos estudios realizados en América Latina y otras regiones del mundo han demostrado que la violencia familiar es una amenaza importante contra la salud y el bienestar de las personas, pese al reconocimiento legislativo de tal problemática, la violencia familiar es un tema delicado del que casi nadie habla, ni siquiera las víctimas. Este silencio impide su prevención y control. Al estudiar el origen del fenómeno en debate se piensa en el futuro. Es un reto para el hombre del mañana conjugar el desarrollo en todas las esferas con el esmero hacia la familia. El pasado triste de la evolución de la familia ha incidido en las lágrimas de la humanidad. Aún se ven sus secuelas. Es momento de buscar un final a tanta tribulación, por lo que es necesario capacitar a los profesionales que laboran directamente con la comunidad, para que puedan reconocer las señales más sutiles de la violencia familiar, registrar los casos en sus respectivas áreas y responder adecuadamente a las necesidades de las víctimas.
Está claro que la violencia doméstica es práctica que se aprende, es consciente y orientada. La desigualdad de género y edad son determinantes en su configuración y estructuración. Son devastadores los efectos de este fenómeno, sobre todo en las víctimas, y por ello es problema social de gran trascendencia que deberá erradicarse.
Investigaciones que se han ocupado del estudio de la familia plantean con regularidad los problemas de comunicación entre sus miembros. Sin duda, la comunicación ocupa un lugar central en la efectividad y calidad funcional del sistema familiar.
Diversos factores pudieran haber condicionado la violencia intrafamiliar:

  • Falta de percepción del riesgo.
  • Impermeabilidad del sistema familiar.
  • Resistencia al cambio por parte de las familias.
  • Negación a tratar asuntos que conciernen solo a la familia.

Entre las variadas formas de violencia familiar se encuentran las físicas, psicológicas (verbal o emocional), sexuales, económicas, de género y hasta sociales, las cuales se describen a continuación.
Violencia física: se relaciona con el uso de la fuerza humana para deteriorar las condiciones de otro ser, objeto o a sí mismo. Abarca golpes, bofetadas, empujones, patadas, heridas por armas de fuego o armas blancas, quemaduras, fracturas, y todas aquellas acciones que van en detrimento de la vida.
Violencia psicológica: incluye todos los actos en los que una persona lastima psicológica o emocionalmente a otra, a través de gritos, desprecios, agresiones, insultos, mentiras, no respeto a la privacidad, a sus creencias e ideas, comentarios sarcásticos y burlas que exponen a la víctima al público.
Violencia sexual: abarca ataques sexuales directos como violaciones, hasta la incitación a realizar actos de índole sexual sin el consentimiento de la otra persona, pasando por la violencia verbal dirigida al sexo, piropos groseros, propuestas indecentes. Se define como la acción que obliga a una persona a mantener contacto sexual mecanizado, físico o verbal, a participar en otras interacciones sexuales con una persona que obligue a mantener relaciones con terceros, mediante el uso de la fuerza, la intimidación, la coerción, el chantaje, el soborno, la amenaza, la manipulación o cualquier otro mecanismo que anule o limite la voluntad personal.
Violencia de género: cualquier acto de violencia basada en género, que tenga como consecuencia, perjuicio o sufrimiento en la salud física, sexual o psicológica de la mujer, incluyendo amenazas de dichos actos, coerción o privaciones arbitrarias de su libertad, tanto si se producen en la vida pública como privada. Es un fenómeno vinculado a la falta de aceptación de filosofías simétricas en el espacio de convivencia; obedece a las dificultades crecientes que presentan ciertos modelos "de lo masculino" para aceptar el principio de igualdad en el ámbito privado. Estas situaciones hacen que se reduzcan al máximo las posibilidades de conocimiento por ajenos, inclusive a los propios componentes del núcleo familiar.
Atropellos económicos educativos y sociales: son tan comunes que muchas veces tienen apariencia inofensiva. Se manifiestan con limitaciones de todo tipo: para comunicarse con otros, tener acceso a medios de recreación, para vincularse a instituciones educativas y superarse, para interrelacionarse con familiares y amigos, para trabajar fuera del hogar, para tener acceso a la economía familiar. La negligencia y el abandono también tienen este encabezamiento, la víctima llega a convertirse en un ser opacado, aislado y menospreciado.
Violencia comunitaria: se produce entre personas sin parentesco, y ocurre generalmente fuera del hogar, por ejemplo, violencia juvenil, actos fortuitos de violencia, en establecimientos como escuelas, centros de trabajo y hogares de ancianos y barriadas.
Las caracterizaciones del maltrato en el entorno familiar se subdividen en pasivas y activas. Como su denominación lo indica, las pasivas son aquellas que significan omisiones (negligencias, abandono, silencios prolongados, falta de comunicación, negación de afecto). Las activas, por su parte, son más evidentes, porque se exteriorizan con acciones físicas, verbales, restricciones económicas, sociales, y educativas. Todas dejan secuelas irreversibles, aunque, en algunos casos, su efecto no sea inmediato.
La monotonía como compañera, el grito que invade la tranquilidad, el sexo mecanizado, la drogadicción y el alcoholismo, economías precarias, relaciones imposibles vinculadas a la obcecación de distintas escalas, las infidelidades, entre otros inimaginables pero desgraciadamente reales, son acciones y hasta omisiones que suben el telón a escenas de violencia intrafamiliar.
En ocasiones, la convivencia familiar se torna difícil, pero nunca la alternativa puede ser fomentar violencia, pues donde falta el respeto, la solidaridad, la igualdad de derechos y deberes en relación de la administración de la vida familiar, se rompe la armonía, apareciendo de forma poseedora la violencia. La estructura familiar en la actualidad no ha perdido su intimidad, pero las conquistas sociales han facilitado que se hagan públicas las vejaciones a derechos personales de cualquiera de sus miembros. "Todos merecen reconocimiento y respeto". Cada persona juega un papel importante en la estabilidad de la familia, ya sea mujer, niño, anciano, hombre, porque también en ocasiones son víctimas de este mal.
La vorágine en que está sumergido el mundo después de la globalización, con  los cambios climáticos y de toda la barbarie política, ha provocado que la violencia se haya ido incrementando en todas sus formas; una de la más extendida es la violencia sobre mujeres, por ser esta por tradición cultural uno de los más “débiles” e “indefensos”.

  • Como puede observarse, las definiciones anteriormente tratadas acerca de violencia abarcan este fenómeno de forma general, englobando en las mismas a los diferentes tipos de violencia, sin especificar estas. Por ello, los autores, a los efectos del tema analizado en este trabajo investigativo, proponen  asumir como definición de violencia intrafamiliar contra la mujer, aquella manifestación de fuerza ejercida contra la mujer por parte de algún miembro del núcleo familiar, ya sea por el esposo o pareja, padres o hijos, en detrimento del ejercicio de sus legítimos derechos y del cumplimiento de sus funciones normales y elementales relacionadas con su persona y la familia.

La violencia contra las mujeres es reconocida, por muchos autores, como una de las más generalizadas violaciones de los derechos humanos y un problema de salud pública mundial, y sin embargo con demasiada frecuencia, ésta se silencia, minimiza, racionaliza, se niega y/o es aceptada por los individuos y la sociedad.
Este fenómeno está presente desde las épocas más remotas de la cultura humana, es universal e histórico pues mujeres de todos los tiempos y del mundo entero con independencia del grado cultural, nivel económico, posición social o ideológica, lo han padecido y aún lo padecen.
La violencia contra la mujer es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres, que ha conducido a la dominación de la mujer por el hombre, a la discriminación contra la mujer y a la interposición de obstáculos contra su pleno desarrollo […]. Las raíces de la violencia están en la desigualdad histórica de las relaciones de poder entre hombres y mujeres y en la discriminación que se dirige a las mujeres tanto en el ámbito público (social) como en el privado, en el interior del hogar.
La violencia contra la mujer ha sido durante años un problema invisible, tan considerado del ámbito de lo privado que ni las propias mujeres víctimas de ella se atrevían a nombrarla.
En cuanto a la violencia sobre la mujer es el hombre el principal victimario ejerciendo una conducta abusiva crónica en lo emocional, físico y sexual respecto a sus parejas. Este comportamiento puede ser una acumulación de factores psicológicos desde la infancia en que él mismo fue a su vez un “niño maltratado”; la mayoría de ellos no admiten que esto sea violencia sino lo incorporan a la masculinidad, inclusive para la sociedad son agradables y seductores.
El aumento de violencia contra la pareja se observa en todo el mundo; en el año 2000 el alza en África y América Latina fue enorme. Entre 10 y 69 % de las mujeres de esta zona señalan haber sido agredidas alguna vez en su vida.
Entre los maltratos contra la mujer no solo se pueden contar los físicos o sexuales, también los insultos, humillaciones, prohibiciones, limitación con el dinero, los alimentos, etc., son manifestaciones de violencia que muchas mujeres no saben ni siquiera que la padecen.  Por su parte, la violencia sexual comprende una gran diversidad de actos como violaciones,  abusos a menores, mutilaciones genitales e inspecciones de virginidad.
Como se define en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en septiembre de 1995: ”La violencia contra la mujer, es una violación contra los derechos humanos y las libertades fundamentales de esta, es uno de los obstáculos para poder lograr los objetivos de la plataforma… la violencia que ocurre en privado dentro de la familia incluye golpes, abuso sexual de niños en el hogar, abuso relacionado con la dote, por parte del marido, las mutilaciones genitales femeninas, la escisión (ablación del clítoris) y otras prácticas tradicionales que atentan contra la mujer, el abuso ejercido por otra persona ajenas al marido y el abuso relacionado con la explotación".
La violencia afecta a las mujeres independientemente de la cultura, clase social, etnia, educación y orientación sexual, a pesar de que en el medio educacional se crea una estructura de formación de valores como la construcción social de género.
Como bien señala Whiting las deficiencias educativas, privan a las personas de la información y habilidades cognitivas necesarias para la búsqueda de soluciones ante los conflictos que necesitan un dinamismo y gran estabilidad emocional para su solución.
Algunos estudios, como el de Vives-Cases y colaboradores afirman que la violencia es más frecuente cuando los miembros de la pareja, especialmente el agresor, son jóvenes. Se puede apreciar que los actos violentos más referidos por las mujeres jóvenes fueron los celos, las exigencias de la obediencia absoluta, las acusaciones de infidelidad sin motivos y los empujones o golpes. Pero ellas no son las únicas. Los resultados coinciden con los del estudio realizado por Venegas y su grupo, donde el criterio manejado subraya que la violencia afecta a las mujeres de todas las edades.
Cuando existe desconsideración hacia la mujer en la familia, incomprensión, se le cataloga como inferior y recae en ella todo el peso de las tareas domésticas y responsabilidades familiares, surge la doble jornada cuando se trata de una madre trabajadora y se expresa al mismo tiempo en un acto de discriminación, una manifestación de incultura y de injusticia social.
Con relación a la violencia física y psicológica referida por las mujeres amas de casa es en esta área donde persiste todavía la posición subalterna al hombre de la mujer, tanto en lo político-social como en la propia vida doméstica; frecuentemente la dependencia económica femenina, los hijos, los años de relación de pareja entre otros factores culturales, económicos, y sociales, así como la vergüenza y el temor a represalias contribuyen a impedir que las mujeres denuncien estos hechos y abandonen una relación de abuso.
El tiempo de relación de pareja influye en la aparición de la violencia, casi todos los inicios de relación de pareja son muy lindos y amorosos, como se dijera en argot popular ‘'escobita nueva barre bien'' y al de cursar de los años comienzan los conflictos relacionados con los celos, las incomprensiones, los hijos, etc. todos ellos aparejados al maltrato. Estudios sobre mujeres maltratadas confirman que los malos tratos suelen darse al comienzo de la vida en común, incluso en la fase de noviazgo.
Los resultados de los estudios realizados coinciden con estos planteamientos, mostrando que la violencia psicológica fue reportada por casi la totalidad de las mujeres encuestadas, predominando como los actos violentos mayormente señalados los celos, miradas agresivas y humillación.
Si bien los celos son una de las emociones humanas más comunes, se sobrentiende que se refiere al celo normal, el que se manifiesta con escozor interno ante la posibilidad de perder a la pareja. Ese temor, esa duda, ¿quién no la ha sentido? Este no hace daño a la relación, porque a todas y a todos les gusta sentir que aún son capaces de despertar celos. Pero hasta ahí. El celo enfermizo, maniático, ya es otra cosa, y realmente muy peligroso. Se sustenta en un derecho de «propiedad». El hombre le impone a la mujer restricciones a su libertad, incluida la física, es decir, de encierro (incluso dejarla encerrada con candado). Este tipo de celos puede llegar a ser muy cruel, golpear violentamente a su mujer e, incluso, matarla. Tales hechos han ocurrido y hay quien, erróneamente, atestigua: «La mató por celos», o «Ella se lo buscó porque lo provocaba». Tan simplista deducción pasa de boca en boca. En verdad, no hay justificación alguna para una golpeadura o un acto homicida.
Según diferentes autores las mujeres maltratadas soportan las situaciones de violencia continuadas por parte de sus esposos por disímiles causas, una de ellas es que la mitad de estas féminas percibe la estabilidad y conservación de la unidad familiar. La mujer maltratada por su compañero no disfruta de la agresión, sino que se somete para no volver a ser maltratada y por que no cuenta con los recursos personológicos para afrontar la situación en la que se encuentran.
La mayoría de las mujeres poseían un inadecuado control para negociar soluciones a los conflictos en la pareja. Esto quiere decir que mientras la habilidad alta constituía un posible factor inhibidor de conductas violentas, aquellas mujeres en mediana y baja habilidad frente a estímulos estresantes o percibidos como potencialmente agresivos no serían capaces de negociar, tolerar, manejar o aliviar lo adverso.
Un dato que revela la punta del iceberg al referir las dificultades que se enfrentan en este mundo privado, son los altos índices de divorcialidad a nivel mundial y en Cuba. Según el Anuario Demográfico, en 2006 se reportaron en el país 35 837 divorcios, que se ubican entre los más altos de América Latina. Las estadísticas más elevadas se concentran en las provincias de Ciudad de La Habana, La Habana, Villa Clara, Matanzas y Camagüey, señalándose 5 333 casos que se separaron al año, o antes, de su unión en matrimonio.
Tales cifras no indican que los humanos han renunciado a vivir en pareja, pues de igual manera van en ascenso los indicadores de segundas y terceras nupcias y la adopción de nuevas modalidades de unión. Sin embargo, reafirman los conflictos que se generan dentro de la familia, los cuales pueden desencadenar daños considerables en quienes los viven si no se cuenta con recursos personológicos para afrontarlos.
La violencia psicológica es una consecuencia más de este proceso, aunque también, como pauta de relación, pudiera ser la causa de un inefectivo manejo de conflictos. Visiblemente este tipo de violencia no está tan extendida en Cuba, pero es frecuente en el discurso que se gesta en la intimidad sin ser detectada por la naturalización y legitimación que recibe. Esta violencia lacera la autoestima, la autodeterminación y la estabilidad emocional, y algunos estudios la ubican como uno de los principales problemas de la familia contemporánea.
Comprender la violencia psicológica implica trascender el plano individual y penetrar en sus condicionantes sociales, especialmente en la conformación de la identidad de género como construcción sociohistórica. Este concepto, según las ideas de Proveyer (2002), resulta clave para entender cómo, desde la cultura patriarcal, se naturaliza el desequilibrio de poder, diseñándose conductas femeninas y masculinas para la obediencia y el mando respectivamente. La violencia psicológica en la pareja es una de las múltiples formas de manifestación de la violencia de género. Y precisamente este condicionamiento, acríticamente transmitido de una generación a otra a través de los diferentes canales de socialización, es uno de los responsables de la producción y reproducción de la misma dentro de la pareja.
Pretender modificar estereotipos de género y mitos construidos al respecto en aras de minimizar la expresión de la violencia, escapa al alcance de cualquier intervención psicológica. Sin embargo, similar efecto pudiera alcanzarse si, al seguir esta perspectiva y centrarse en la personalidad, se potencian competencias que permitan establecer interacciones más simétricas en las que se negocien los desacuerdos y se arriben a decisiones compartidas en la pareja.
Cuando se trata de violencia física, cuyas huellas son más que evidentes, las mujeres tratan de explicar sus hematomas por caídas, resbalones y otros accidentes hogareños. A pesar de las manifestaciones de dolor físico y psíquico que este problema produce, muchos y muchas consideran el asunto como personal y privado.
Las cifras, la gravedad, la persistencia y los costos de la violencia para la vida de las mujeres permiten cuestionar y colocar el tema en la palestra de discusión. También, la perspectiva de género y su aplicación como herramienta de análisis han posibilitado develar que la violencia no es un asunto ni privado ni natural, sino que toma cuerpo en una organización social y familiar particular en la que las mujeres tienen una posición de desventaja con respecto a los varones, limitadas oportunidades para el ejercicio del poder y un lugar subordinado en los diferentes ámbitos de relación; sin embargo, no pertenece sólo al espacio del hogar ni es un asunto privado, sino que trasciende los muros domésticos para encontrar sus raíces en las representaciones con las que cada sociedad, cada comunidad, cada familia y cada pareja entretejen las relaciones hombre-mujer.
La familia, y en particular las mujeres por el lugar que ocupan en la actuación de los roles reproductivos y en la educación de los miembros más jóvenes del grupo familiar, juegan un papel protagónico en la socialización de la violencia y la no violencia; por tanto, constituyen una población clave en cualquier estrategia encaminada a la prevención del fenómeno en sus diversas manifestaciones, en la identificación, la detección y, en especial, en la prevención del daño o secuelas que pudieran derivarse de la convivencia en entornos violentos y de ser sujeto de malos tratos en el espacio público y privado.
La jerarquización de lo masculino sobre lo femenino, la mediación de las mujeres en los conflictos familiares, la asunción de la vida afectiva en el espacio familiar y la responsabilidad por la satisfacción de «los otros», son algunos de los factores que contribuyen a la descalificación del trabajo de éstas en la gerencia doméstica y en la producción del bienestar familiar. Esta desjerarquización del trabajo de las mujeres las sitúa en desventaja en la calificación social y en posiciones diana para recibir diferentes tipos de violencias en los diferentes ámbitos de la vida social.
La socialización de lo femenino se centra en valores asignados tradicionalmente como pasividad, tolerancia, comprensión, recato, ciertos grados de dependencia, silencios, cuidado de la privacidad y de la familia como institución, esto último por extensión de los roles de maternidad, aunque los discursos y las políticas sociales consignan otros valores como igualdad y equidad entre mujeres y hombres. Las cualidades internalizadas, sin lugar a dudas, las atan a las situaciones de violencia que viven.
No obstante la existencia de mandatos culturales a la sujeción y el silencio, las últimas décadas del siglo pasado han sido cruciales en cuanto a colocar la violencia en la agenda política de diferentes foros internacionales y en escuchar las voces de muchas mujeres que denunciaban los horrores que vivían las que son víctimas de violencia en el mundo.
El primer artículo de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de la Asamblea General de las Naciones Unidas (diciembre, 1993) define como violencia de género «[...] todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como privada».
Más adelante, la citada Declaración establece que la definición de la violencia contra la mujer abarca los siguientes actos, aunque sin limitarse a ellos: violencia física, sexual y psicológica perpetrada en la familia, dentro de la comunidad o perpetrada y/o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra. Integra, además, los malos tratos por el esposo; el abuso sexual; la violencia relacionada con la dote; la violación tanto por extraños como por el marido; la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales nocivas para la mujer; los actos de violencia perpetrados por otros miembros de la familia; la violencia relacionada con la explotación; el acoso y la intimidación sexual en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares; la trata de mujeres y la prostitución forzada.
El problema se convierte en algo cotidiano, común, sistemático y, por tanto, «natural», tanto en el entorno familiar como en la relación de pareja.
Algunas de las situaciones que se exponen a continuación, forman parte de la cotidianidad de la vida hogareña sin que se identifiquen  que se está en presencia  o que se ejercita violencia:
• insultar a alguien,
• tratar sin respeto o avergonzar,
• culpar a otros sin razón,
• amenazar,
• forzar a relaciones sexuales sin que sea deseado por la pareja,
• limitar a una mujer a salir o a visitar a su familia y amistades,
• cuestionar los lugares que visita,
• limitar el trabajo fuera de la casa,
• celar en nombre del amor,
• manipular con el retiro del apoyo emocional y/o financiero.
En muchas relaciones que se vuelven violentas es frecuente que el primer ataque aparezca como un hecho aislado y se piensa que no va a volver a ocurrir, pero la situación se repite y se va aceptando como normal y común, aunque se espera que mañana pueda existir un cambio. Se trata de lo que se conoce como el ciclo de la violencia.
Leonore Walker (1979) describió este ciclo en tres partes:

  • Acumulación de tensión: enojo, discusiones, acusaciones, maldiciones.
  • Explosión de la violencia: golpes, quemaduras, heridas, abuso sexual y abuso verbal.
  • Período de calma, conocido también de luna de miel o de reconciliación: el hombre niega la violencia, pone pretextos, se disculpa o promete que no va a volver a suceder.

La herencia social y los patrones culturales, también están presentes a la hora de explicar por qué las mujeres no rompen fácilmente el vínculo de pareja con el hombre que las maltrata, por qué no pueden salir del ciclo de la violencia. Ante estas preguntas ellas plantean:
• Si lo dejo, ¿quién me mantiene?
• Por mantenerme con el padre de mis hijos.
• Por no ponerle un padrastro a mis hijos.
• No tengo para donde irme con los niños.
• Si lo dejo y termino la relación, ¿qué pasa conmigo?
• Toda mi familia dice que es muy buen padre.
• Él me trae de todo para la casa; no nos falta nada. Después, ¿cómo hago?
• Si rompo con él, ¿para dónde voy?, ¿quién me protege?
• Muchas personas no me entienden; piensan que eso se forma porque yo lo provoco o yo busco la discusión.
La influencia de patrones socioculturales demanda de las mujeres una renuncia de su bienestar personal y la postergación de sus necesidades a favor de la unidad familiar. La mujer es considerada el eje de unión y el sostén afectivo.
El sistema sexo – género, legitimado en la cultura patriarcal, establece relaciones hombre – mujer basadas en el poder, el dominio y el control, difíciles de romper por las propias mujeres ya que está implicada la familia, la comunidad y la sociedad en su conjunto.
Por otro lado, las estructuras y redes de apoyo existentes necesitan de capacitación para, primero, poder desmitificar la violencia y después detectar, diagnosticar, derivar o atender a las personas que soliciten servicios, así como realizar acciones de prevención para evitar las conductas violentas.
En la actualidad, la vida del cubano promedio esta marcada por numerosos problemas económicos. Áreas básicas como la alimentación, el transporte y los servicios en general exhiben limitaciones. Todo ello provoca insatisfacciones y estados de ánimo desfavorables para la convivencia sana.
A diferencia de otros momentos los rasgos emblemáticos del cubano: afabilidad, hospitalidad y solidaridad, se ven desplazados por la irritabilidad y/o agresividad. Estas características concebidas como circunstanciales se expresan en distintos escenarios, siendo la familia uno de los contextos más afectados.
Aún cuando en Cuba existe un proyecto social que da voz a las mujeres e igualdad de oportunidades para el ejercicio del poder y la participación ciudadana, todavía persisten mitos que circulan en el imaginario de las comunidades y las familias que avalan modelos de socialización de género en las cuales se anclan las conductas discriminatorias y violentas.
En Cuba se está trabajando desde el triunfo de la Revolución en cuanto al manejo y prevención de cualquier tipo de violencia, mediante equipos multidisciplinarios, y específicamente contra la mujer. Por ello desde 1997 la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) coordina el Grupo Nacional de Trabajo para la Prevención y Atención a la Violencia Intrafamiliar, integrado permanentemente por los Ministerios de Educación (MINED), Salud (MINSAP), Interior (MININT) y Justicia (MINJUS), Unión Nacional de Juristas de Cuba, Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), Universidad de La Habana, Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), Tribunal Supremo Popular (TSP) y Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Este trabajo se multiplica en cada provincia y municipio del país.
Esta estrategia utilizada por los gestores en la materia ha posibilitado la incorporación en personas y familias víctimas de violencia intrafamiliar, estilos de vida y afrontamientos adecuados, que permitan asumir roles sociales, disminuyendo secuelas desfavorables que dañan a las víctimas.
En cuanto a las mujeres todavía queda camino por transitar, en la sociedad cubana aún se observa machismo y violencia entre las parejas y aquello de ‘'aquí mando yo porque para eso soy el hombre''.  La violencia contra la mujer ha sido encubierta, poco investigada y estudiada, solo en las últimas décadas ha comenzado a ser estudiada científicamente con fuerza, en ello incide su difícil detección y aunque existe en menor cantidad y gravedad en relación con otros países del área, no deja de ser un problema, a pesar de la voluntad política de las autoridades cubanas. Aún se está llegando tarde por parte de los investigadores y otros especialistas al problema de la violencia y mientras tanto ella ha penetrado todos los escenarios de la vida individual y social, todas las fibras del tejido colectivo y cada uno de los territorios de la geopolítica mundial.
Las mujeres víctimas de violencia acuden a los servicios de salud, consultas de psicología, psiquiatría, e incluso a las Casas de Orientación para la Mujer y la Familia en busca de ayuda, ya sea por cualquier daño ejercido a la salud, que puede ir desde efectos mortales (suicidio y homicidio) hasta daños en la salud mental (estrés postraumático, depresión, ansiedad, angustia, fobia, estados de pánico, trastornos ginecológicos, disminución de la autoestima, trastornos en la alimentación, entre otros) e incluso se habla de una "epidemia invisible”. Estas son las consecuencias de vivir en un clima de violencia de género. Precisamente por el significado que dentro de la familia como núcleo básico de la sociedad ocupa la mujer en la multiplicidad y complejidad del rol que desempeña como madre, esposa e hija y en otros niveles sociales.
El municipio Colombia no está exento del problema y se ha constatado que el fenómeno existe incluso con mayor frecuencia que lo que se quisiera. En la comunidad estudiada, la mayor parte de su población ha nacido y se ha criado en ella, que decidieron unir sus vidas a otra persona residente en la zona y no han legalizado su matrimonio, independientemente de que en la actualidad el tema del casamiento legal es poco abordado y se ha dejado de practicar en la actualidad, además las relaciones prematrimoniales a pruebas, es una realidad que se pone en práctica cada día en las nuevas generaciones y que de una forma u otra ha sido aceptada por muchas familias cubanas y este período se convierte en muchas ocasiones, el de nunca acabar y esas relaciones terminan por ser las llamadas unión consensual, en la literatura revisada varios autores plantean que la violencia afecta a mujeres casadas o no, mujeres de todos los tiempos y del mundo entero con independencia del grado cultural, nivel económico, posición social o ideológica.
En el país la violencia psicológica es un fenómeno que está presente en la gran mayoría de las parejas cubanas, quizás sea más frecuente que la física como revelan los resultados. Trabajos realizados indican que suelen coexistir la violencia física, la psíquica y la sexual, en una misma relación de pareja aunque apenas hay trabajos sobre estas dos últimas, los estudios cuantitativos se han centrado sobre todo en la violencia física, que es más fácil de medir y conceptualizar. Sin embargo, los escasos estudios cualitativos realizados muestran que para muchas mujeres el maltrato psíquico y la degradación son tantos o más intolerables y con consecuencias en la salud y el bienestar similares a las de la violencia física.
Por último, es necesario señalar que la violencia ha alcanzado una magnitud muy preocupante en todo el mundo, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando su frecuencia comenzó a aumentar de forma notable y dejó de ser un asunto de dimensión política y sociológica para convertirse en un reto para la salud pública, por lo que la Organización Mundial de la Salud ha estimado que los actos de violencia contribuyen al 15 % de la carga mundial de enfermedad, por ello se ha declarado el 25 de noviembre Día de la No Violencia contra la Mujer.
El 25 de noviembre de 1981 se celebró el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Bogotá, Colombia. La delegación de República Dominicana propuso la fecha para honrar la memoria de las hermanas Mirabal, quienes luchaban contra la dictadura de Trujillo y fueron apresadas por los colaboradores del gobierno militarista, golpeadas, maltratadas, torturadas, violadas y asesinadas, siendo abandonados sus cadáveres en las calles de Santo Domingo.
Por ello, el 25 de noviembre es un día dedicado a las mujeres víctimas de la violencia, por el sólo hecho de ser mujeres. La conmemoración de este día permitirá propagar la idea y el propósito de la prevención y la sanción de la violencia de género.