APORTES DE LA CIENCIA REGIONAL AL ESTUDIO DEL CAMBIO CLIMÁTICO

APORTES DE LA CIENCIA REGIONAL AL ESTUDIO DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Andrés E. Miguel Velasco (CV)
Pedro Maldonado Cruz (CV)
Julio César Torres Váldez (CV)
Nestor Solís Jiménez(CV)

3.3. Los indicadores del desarrollo sustentable y el cambio climático

Una de las principales dificultades que enfrentan quienes intentan un análisis riguroso del concepto de ÐS es que los criterios para su valoración han sido diversos, pues la discusión sobre la medición de la sustentabilidad del desarrollo es amplia. En el Tabla No.2 se muestra un resumen de algunas propuestas creadas con esta finalidad.

Tabla No. 2. Propuestas para la evaluación de la sustentabilidad


AUTORES

CARACTERÍSTICAS

LIMITACIONES

Taylor et al 1993, Azar et al 1996, Shaw 1996, Syers et al 1994, Winograd1995, Hammond et al 1995, Bakkes et al 1994.

Se enfocan a la definición de indicadores de sustentabilidad para la evaluación de sistemas desde los puntos de vista ambiental y económico, a veces de manera muy específica.

Analiza en menor medida el factor social, con distinto grado de detalle.

Harrington et al 1992

Propone el índice denominado: Productividad Total de Factores (Total Factor Productivity), que se obtiene a través de la relación entre todas las salidas o beneficios y todas las entradas (costos económicos y ambientales a corto y largo plazo) del sistema.

No toma en consideración importantes aspectos sociales y culturales. Esta estrategia tiene el inconveniente de enfrentarse ineludiblemente a la difícil tarea de transformar las externalidades ambientales en valores monetarios, convirtiéndose así en una extensión del análisis costo-beneficio convencional.

Mass y Jaramillo 1995

Caracterizan la sustentabilidad ecológica desde una perspectiva ecosistémica, definiendo los ecosistemas naturales como el sistema de referencia hacia el cual deben tender los sistemas de manejo.

Sin embargo en la práctica estos sistemas naturales pueden de hecho no existir en la zona de estudio, y la comparación entre sistemas naturales y sistemas perturbados podría ser inadecuada dada la naturaleza social de estos últimos.

Trabajo de la Unión Mundial para la Naturaleza (IUCN 1995 y 1997), Centro Internacional de  Investigación para el Desarrollo (IDRC 1995).

Plantean el desarrollo de un marco de evaluación de sustentabilidad con una estructura analítica que rebasa la determinación de indicadores, enfatizando la aplicabilidad práctica.

Se desarrollaron y aplicaron en diferentes estudios de caso un conjunto de cuatro métodos para analizar el progreso hacia la sustentabilidad tanto de los sistemas de manejo como de las organizaciones involucradas en ellos.

Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, Camino y Muller 1995, Marco de Evaluación de Manejo Sustentable de Tierras (FAO 1994)

Proponen una metodología sistémica para la derivación de indicadores a partir de una extensiva revisión bibliográfica sobre el concepto de sustentabilidad y sus diferentes variantes, definiendo 4 categorías de análisis. a) la base de recursos del sistema, b) la operación del sistema propiamente, c) otros recursos exógenos al sistema (de entrada y salida), y d) la operación de otros sistema exógenos al sistema de entrada o salida)

Esta propuesta es consistente y ha sido de gran utilidad para la elaboración del marco MESMIS, sin embargo no sugiere ninguna estrategia para el análisis e integración de los resultados arrojados por los indicadores.

ONU (Ningu 2006)

Propone el cálculo del “índice de desarrollo humano sustentable”, para el cual se utiliza como fórmula la que calcula el promedio ponderado de los diferentes indicadores previamente relativizados según la forma  I/n = ∑Ii; en donde n: total de indicadores a incorporar, I: es un indicador en un momento determinado.

Sus indicadores han sido concebidos para su aplicación a criterio de quienes lo utilicen, lo cual dificulta su aplicación.

Fuente: Elaborado con datos de Santaella 2008.

En la tabla anterior se puede apreciar que a pesar del auge en la discusión sobre ÐS, los esfuerzos para hacer operativa la sustentabilidad no han logrado concretarse en un indicador estandarizado, sino en diversos indicadores utilizados con fines particulares, dificultad aun presente en el análisis regional, debido a que no existe un consenso general sobre que indicadores podrían ser representativos de la problemática de las regiones. En la presente investigación se retoma la propuesta de la ONU, proponiéndose el desarrollo humano y el abasto de agua como indicadores del desarrollo regional sustentable.

Uno de los temas más importantes en la lucha por la sobrevivencia del hombre es el agua. Los primeros asentamientos humanos se registraron a la orilla de los ríos, lagos y lagunas, fuentes naturales del líquido vital. Beber, cocinar, limpiar, toda actividad elemental o compleja conlleva su uso y sin él no hay vida y, desde luego, no hay progreso (CMIC 2005:49).

Con respecto a la sustentabilidad de las regiones y ciudades, se espera que en los comienzos del próximo siglo, más de la mitad de la población viva en zonas urbanas. Para el año 2025 esa proporción se habrá elevado a un 60%, es decir, alrededor de 5,000 millones de personas. La rapidez del crecimiento de la población urbana y de la industrialización está sometiendo a una gran presión a los recursos hídricos y a la protección medioambiental en muchas ciudades. La escasez de nuevos recursos de agua dulce y los costos cada vez más elevados de su aprovechamiento tienen importantes consecuencias para el desarrollo de la industria, la agricultura, los asentamientos humanos y el crecimiento económico (CEPAL 2008: 67). La presencia del recurso hídrico en todas sus modalidades se ha convertido en un indicador relevante de la sustentabilidad y el desarrollo de las regiones.

El tema de los recursos hídricos es crucial, tanto desde el punto de vista de funcionalismo ambiental como en el conjunto de todas las actividades humanas. Las investigaciones realizadas concluyen que ni la cultura de los ciudadanos ni las estructuras de gestión han evolucionado con la rapidez necesaria como para hacer frente de manera eficiente y eficaz a los problemas actuales, mucho más complejos que los que tuvo que resolver la sociedad de hace sólo unas décadas. Ese notable desfase entre la evolución de los problemas y las soluciones que se proponen es el gran desafío y el objetivo principal de la política del agua y que no es otro que su gestión sostenible (Rubio 2009). La sociedad de hoy vive en un escenario bien distinto al de hace sólo dos generaciones. Y aunque muchos sectores se han adecuado (transporte, telecomunicaciones, etc.) no es este el caso del mundo del agua cuya complejidad e historia hace extremadamente difícil adecuar la política a las actuales necesidades y a unos problemas de complejidad creciente. Y aunque la tecnología actual ayuda a resolverlos, ni la cultura de la ciudadanía, ni las estructuras encargadas de gestionar el agua, ni en fin, los privilegios ancestrales (vigentes están derechos históricos con siglos de antigüedad) se han adecuado al nuevo contexto. De ahí la extrema dificultad de introducir cambios estructurales (Cabrera 2009).

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) reportó en 2001 que la población mundial se triplicó en los últimos setenta años, mientras que el consumo de agua se sextuplicó.  Dentro de los próximos  25 años, un tercio de la población mundial va  a experimentar una severa  escasez de agua.  En el 2004 más de mil millones  de personas carecen de acceso al agua potable de buena calidad; tres mil millones de personas  carecen de sistemas de alcantarillado básico.  Más de 90% de todas las aguas servidas en los países en desarrollo retornan sin tratamiento alguno a la tierra y a las corrientes de agua.

La escasez se está extendiendo. Habitualmente se define un país con escasez de agua aquel que cuenta con menos de 1,000  metros cúbicos disponibles por habitante por año, lo que no es suficiente para proporcional adecuada alimentación o para respaldar el progreso económico, y es además una causa potencial de severos daños ambientales.  Los países con 1,000  a 1,700 metros cúbicos de agua por persona por año se dice que tienen dificultades hídricas.  UNFPA calcula que durante el año 2000, 508 millones de personas vivían en 31 países con dificultades hídricas o en países con escasez de agua; para el año 2025, es factible que esas cifras aumenten a 3,000 millones de personas en 48 países.  El número de personas que sufren escasez de agua se va a duplicar en 25 años, y el total de personas que van a vivir con dificultades hídricas será  para entonces seis veces mayor. 

Las disparidades en la disponibilidad crean desigualdades dramáticas.  China por ejemplo, tiene 7% del total del agua dulce renovable existente en el mundo, pero tiene 22% de la población mundial.  Canadá, con  cerca de 0.5% de la población mundial, cuenta con 9% del agua dulce renovable del mundo. Más de la mitad  del agua dulce disponible en el planeta está contenida en sólo diez países.

En México el crecimiento económico ha ocurrido sin tomar en cuenta plenamente las señales de escasez del agua. Junto con el crecimiento poblacional, ha ejercido mayor presión sobre las reservas de agua, al punto que el volumen demandado de agua potable siempre es mayor que el volumen suministrado, lo que obliga al gobierno a decidir a quién dejar sin este recurso, generando problemas distributivos. La competencia por el recurso es ya causa de conflictos a diferentes escalas y a diferente intensidad, presentándose tanto entre una misma comunidad, entre diferentes comunidades, municipios e incluso estados. De acuerdo a las tendencias actuales de crecimiento poblacional, se estima que en el año 2030 la situación del agua en México se tornará más crítica (Sainz 2008), afectando esto el futuro desarrollo regional.

Para evitar esto se han efectuado diversos eventos, entre los cuales sobresale la reunión “Primer Diálogo del Agua de Berlín” se llevó a cabo los días 4 y 5 de mayo del 2011. Expertos del sector agua así como de sectores asociados fueron invitados a discutir soluciones actuales y futuras de los problemas relacionados con la gestión del agua desde sus propias perspectivas. La reunión representó un foro para el intercambio de conocimientos y experiencias, así como una oportunidad para desarrollar redes y promover el intercambio de experiencias. Las principales preguntas a partir de las cuales se promovieron los diálogos fueron: 1)         ¿qué pueden hacer las empresas e industrias para contribuir a una gestión sostenida y orientada hacia futuro, de los recursos hídricos en un mundo globalizado?; 2) ¿cuáles son las expectativas de la industria hacia los actores políticos y estatales y cómo puede optimizarse la cooperación con los investigadores y los proveedores de tecnología del agua? (Blue Planet 2011).
Con respecto al ÐЯ existen diversos indicadores propuestos para medirlo, y uno de ellos es el “índice de desarrollo humano”, conceptualizado como la libertad de que gozan los individuos para elegir entre distintas opciones y formas de vida, a través de factores que permiten a la personas ser libres, como son la posibilidad de alcanzar una vida larga y saludable, el poder adquirir conocimientos individual y socialmente valiosos, y el tener la oportunidad de obtener los recursos necesarios para disfrutar de un nivel de vida decoroso (PNUD 2004). Este índice posee la cualidad de su aceptación y estandarización a nivel nacional e internacional, lo cual permite efectuar comparaciones a través del tiempo y del espacio, pero el mismo únicamente combina los aspectos de bienestar y económicos, más no los ambientales.
A partir de estas consideraciones, puede proponerse el “índice de desarrollo sustentable del agua” (ISA) como el resultado del equilibrio entre el bienestar social, el nivel de vida económico alcanzado, y la dotación de recursos básicos proporcionados por el medio ambiente. En este caso específico, la medida de la sustentabilidad propuesta es el consumo de agua al cual tienen acceso las personas, regiones y ciudades. Este índice puede considerarse una medida de potenciación que indica que los individuos, cuando disponen de una serie de capacidades y oportunidades básicas, como son la de gozar de una vida larga y saludable; adquirir conocimientos, comunicarse y participar en la vida de la comunidad; disponer de los ingresos suficientes; y contar con los recursos proporcionados por un ambiente que les garantice disfrutar de un nivel de vida digno, están en condiciones de aprovechar otras muchas opciones.

Finalmente cabe señalar que a nivel regional el ÐS y sus desequilibrios están hermanados con las desigualdades regionales.