EL DESARROLLO LOCAL COMPLEMENTARIO

Mario Blacutt Mendoza

El modelo del crecimiento con oferta ilimitada de mano de obra

En la década del ‘50, los teóricos empezaron a preguntarse sobre las razones para que en los países subdesarrollados hubiera tantos recursos naturales y humanos ociosos y por qué el Estado no tomaba cartas en el asunto, al estilo keynesiano. Sin embargo, la pregunta originó otra propuesta; esta vez, de Arthur Lewis, otro “Lord” inglés, quien dijo que bien podría aprovecharse la mano de obra excedentaria para trasladarla de la agricultura a la industria y lograr así un proceso franco de desarrollo. Su modelo se llamó “Desarrollo con Oferta Ilimitada de Mano de Obra”.

Según la teoría, en los países subdesarrollados había un sector rural en el que existía mano de obra excedentaria. Lo único que debía hacerse era convocar a los capitalistas para que invirtieran en las industrias atrayendo la mano de obra redundante. Esta forma de reclutar trabajadores sería muy sencilla: se les pagaría algo más que el salario de subsistencia y, como antes de ir a la ciudad los trabajadores excedentarios prácti-camente no ganaban salario, el costo de oportunidad de trasladarse a los centros urbanos tendía a cero. “Go to the city” gritaron los planificadores. Sabemos que los chinos son hartos, lo que no sabemos es si veinte años después escucharon los gritos de Lewis, pero el asunto es que  ahora los chinitos dejaron de dedicarse a la producción de proverbios y decidieron que las revoluciones culturales no daban para comer. Los trabajadores acudieron a las ciudades y ahora China amenaza al Japón con quitarle el título de ser la segunda potencia económica  mundial, algo que llega al corazón mismo de los japoneses, después de haberlo sentido en los bolsillos y en la competencia por sus exportaciones. El desarrollo con oferta ilimitada de mano de obra podría adecuarse a nuestros países, pero el asunto es que son los capitalistas, no los trabajadores, los que no acuden ni al campo ni a la ciudad. Esperemos que algún día, ante las pocas opciones para asignar los excedentes acumulados, se decidan a invertirlos en las industrias de los países subdesarrollados.

La CEPAL postulaba que la estrechez de mercado se debía a que los recursos naturales y humanos de nuestros países no eran aprovechados debidamente por la falta de capital, lo que ocasionaba gran desempleo y una férrea estrechez de mercado. En este punto es necesario preguntarse ¿por qué no se utiliza “ni adecuada ni plenamente los recursos disponibles de una economía subdesarrollada? En el caso de Bolivia, hay dos palabras que sintetizan la causa principal: los pueblos originarios fueron esclavizados por 500 años en un grado tal que nunca pudieron desarrollar sus culturas en igualdad de condiciones que las demás. Los pequeños excedente que por propia iniciativa querían lograr, les era arrebatado sistemáticamente por la Colonia, primero, y por la República, después. Así, los pueblos originarios tuvieron que refugiarse en su pasado para encontrar las fuerzas que le per-mitieran sobrevivir, reduciendo su consumo al mínimo; en realidad a una hojita de coca. Por eso es que no conforma, hasta ahora, una fuerza de demanda efectiva; por eso es que los empresarios no invierten, pues se quejan de la estrechez de mercado, causada, precisamente, por la falta de inversiones. Pero los inversionistas nacionales descubrieron que sí podían invertir para el mercado internacional, lo que los liberaba de la reducida demanda interna. Así lo entendieron los llamados “barones del estaño”, que se dedicaron a expoliar los recursos mineros del país sin dejar nada a cambio; a esto se denominó “El Modelo Dual”. Aplicaron una tecnología de punta sólo en la extracción de minerales, la que no tuvo ninguna repercusión en el resto del país; por otra parte, ni siquiera invirtieron en una fundidora de estaño o de plata. La exclusión que se hizo de los pueblos origi-narios fue la causa primera para que no pudiéramos emplear “todos los recursos existentes” al proceso productivo y, por ende, al de desarrollo.

Desde que el capital extranjero se dio cuenta de que los países subdesarrollados tenían abundantes recursos naturales y humanos, decidieron expoliarlos aplicándolos a la producción de exportación. Decidieron, en extraña muestra de filantropía considerarnos como reservas activas de insumos y de mano de obra para producir lo que creían que debía producir para el mercado internacional. Ningún modelo que permitiera a los países subdesarrollados salir de su estanca-miento podía ser aplicado por los inversionistas: expoliar rendía beneficios mucho más altos que explotar. Pero, tal como veremos después, el planteamiento keynesiano y el de la CEPAL, sobre la necesidad de que el Estado participara activamente en el proceso de desarrollo fueron aportes de gran valía.

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