LA TÉCNICA DIDÁCTICA DEL BUEN HUMOR Y SU INCIDENCIA EN LA CALIDAD DE LOS APRENDIZAJES DE LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD TÉCNICA DE MANABÍ. 2015

LA TÉCNICA DIDÁCTICA DEL BUEN HUMOR Y SU INCIDENCIA EN LA CALIDAD DE LOS APRENDIZAJES DE LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD TÉCNICA DE MANABÍ. 2015

Edison Ruben Zambrano Cedeño
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú

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Las principales teorías sobre el buen humor
Teoría de la superioridad: Es la más antigua de las teorías y está basada en los escritos de Platón y Aristóteles. Estos autores ya habían insistido en la necesidad de colocar unas ciertas reglas al humor, ya que este era provocado por las desventajas que se percibe en los otros causando una exteriorización de este estado mediante la risa.

Hay por tanto una visión de superioridad de unas personas frente a otras. Este hecho no era bien visto, ya que aquella persona que se reía estaría demostrando su ignorancia al creerse superior. Se observa en este planteamiento una hostilidad hacia el contrario que como afirma Carretero Dios, viene apoyado por posturas evolucionistas: Toda manifestación de risa, con la señal distintiva de abrir la boca y mostrar los dientes sería una señal de adaptación superior a contextos o situaciones determinadas, lo que en otros momentos sería una respuesta ante la amenaza.

La risa es una forma de decir que las personas son más fuertes y están mejor adaptados que las personas de las que se ríen, o son rivales. (Carretero Dios, 2005, p.34).

Bergson es un autor siempre tratado en relación con esta teoría con su obra La risa: ensayo sobre la significación de lo cómico (2008). En ella propone que el buen humor puede ser tomado como arma que ridiculiza aquellas posturas que se salen de lo establecido por la sociedad. Sería un intento de restablecer el orden social mediante la broma.

De lo leído se puede extraer claramente que aquellos individuos que se ríen más, muestran una mayor hostilidad hacia el tejido social discordante -con el que no se identifican- que aquellos que se ríen menos. En la actualidad esta teoría es vista como insuficiente, ya que solo explicaría una única manera de percibir el buen humor.

Teoría de la incongruencia: Frente a la teoría de la superioridad, que pone su foco de atención en aquello que hace reír, nos encontramos la teoría de la incongruencia, que busca explicar el fenómeno del buen humor desde lo cognitivo. Así, el buen humor se produciría por una asociación de ideas que a priori no deben haberse unido y que provocarían una incongruencia, es decir, una visión anormal de la realidad, dando paso a una realidad nueva y distinta a la anterior.

Esa dislocación del hecho real frente al irreal o al menos imposible de llevarse a cabo con patrones racionalistas es el que provoca la risa, que va asociada, a su vez, a un estado de sorpresa. Kant y Schopenhauer son considerados los dos grandes teóricos clásicos de esta teoría.

En la actualidad los estudios que se asientan en esta teoría -que son los más populares y los que dominan el campo del buen humor- debaten si la incongruencia es el elemento fundamental, imprescindible y necesario sin el cual el buen humor no se da o por el contrario hay algo más, es decir, aquello que se ha venido a denominar “resolución”. Queda, por tanto, el buen humor definido en este apartado como simple incongruencia o bien incongruencia más resolución.

Teoría de la liberación de la tensión: Será Freud el gran impulsor de esta teoría. Para él, el buen humor es tratado como una forma de liberación o alivio que viene producido por un principio de economía de gasto y equilibrio psicológico. Siguiendo a Carretero Dios: “Existe una necesidad de cierta energía física en el ser humano, energía que es usada para diferentes aspectos. Cuando ésta es necesaria para la consecución de ciertos propósitos, la energía sobrante es liberada. En el caso que nos ocupa, a través de la risa se produce el alivio o “el placer de la liberación cómica”. (Carretero Dios, 2005, p.40).

El buen humor sería el placer que se obtiene tras el alivio que viene provocado como consecuencia de un cambio de perspectiva. Sería un mecanismo de defensa que ayuda a combatir las situaciones difíciles y que provoca la ausencia de situaciones negativas.

De esta manera se observa cómo para Freud el buen humor queda reservado para aquellas emociones que se pueden calificar como negativas.

El buen humor viene provocado en esta teoría por el comportamiento de los padres hacia sus hijos mediante el intento de tranquilizar a ese yo del hijo tensionado. Este comportamiento se aprendería en la infancia. Hay por tanto una actuación del superyó parental. Esto conlleva a deducir que aquellos individuos con mayor sentido de buen humor han mantenido una relación más estrecha con sus padres que aquellos otros que no lo poseen tan desarrollado.

De igual manera se puede hacer la relación entre lo social y lo individual, entre lo que la sociedad impone y lo que el individuo necesita para su bienestar. Hoy en día esta teoría freudiana es poco seguida por los distintos investigadores que se dedican al tema del buen humor.

2.1.8 El buen humor y la educación
Barrio y Fernández Solís (2010) señalan que la importancia de la introducción del buen humor en la educación estriba en una serie de factores como son:
 
“En relación con el profesorado. Se encuentran tres niveles importantes que tienen en cuenta el buen humor en este punto: el autoconcepto, la autoestima y el autocomportamiento”. Se analizará uno a uno:

El autoconcepto. Al encontrarse en un nivel cognitivo. Provoca un conocimiento más aproximativo del mismo ser. Saber lo que se es, conocerse hasta el punto de saber dónde se encuentran sus fortalezas pero también sus debilidades. Francia y Fernández afirman que “Mientras un educador no haya descubierto su potencial humorístico no conoce la mitad de sus recursos” (2009, p.105). Yo soy la piel que habito, nadie mejor que yo me conoce. Intentemos por tanto dar ese paso hacia delante descubriendo nuestros claros y sombras.

El autoestima. Este nivel se desarrolla en un nivel afectivo. Indica la percepción de sí mismo. Influirá en la manera de ser y actuar en el mundo así como en la relación que se mantiene con los demás. Ayudará a estar contento con lo que es favoreciendo, estados de placer y bienestar, erradicando con ello posturas negativas.

El autocomportamiento. Este nivel es actitudinal. Se debe conocer de dónde se parte para llegar a las metas marcadas. Una actitud positiva ayudará a superar temores infundados consiguiendo ajustar la realidad real a la realidad imaginada.

Para Fernández Solís y García Cerrada: El buen humor ofrece pistas al educador sobre el modelo de profesional que debe ser; le ayuda a soportar los contratiempos; le abre y despeja la mente ante pensamientos absolutistas o derrotistas; le ayuda a estar más despierto, a ser una persona lúcida. El sentido del humor le estimula hacia una formación y reciclaje permanentes. (Fernández Solís y García Cerrada, 2010, p.44).

En esta misma línea se encuentra la opinión de Francia y Fernández (2009) cuando observan que cada vez son más los autores que incluyen en sus trabajos el buen humor como actitud fundamental de todo buen educador.

En relación con el alumnado. Son múltiples las ocasiones en las que el humor puede ser introducido en el grupo. Algunas ventajas de lo que se viene afirmando son: favorece la unión grupal, lo que provoca que la comunicación sea más continua, ocasionando una aproximación entre los miembros del grupo. Esto posibilita que las situaciones humorísticas favorezcan un clima cálido, reduciendo los efectos de las posibles situaciones estresantes que se puedan dar. También favorece la apertura de los miembros del grupo a la hora de ayudar a los demás, produciéndose un ambiente donde la solidaridad sea una bandera que se tiene izada continuamente. De igual manera, los aprendizajes son considerados más significativos ayudando a que sean recordados de manera más efectiva a largo plazo. En todo este clima, se ha de señalar la motivación intrínseca como componente esencial que se debe tener en cuenta ya que provoca que las tareas se resuelvan de forma más consciente ocasionando con ello que los resultados de las mismas mejoren (Burguess, 2003).

En relación con el proceso de enseñanza y aprendizaje. Mediante el buen humor se generan un mayor número de procesos de enseñanza y aprendizaje provocando una mayor significación de los mismos. Se subraya con esto el buen humor como componente imprescindible que origina que la producción y recepción de saberes sea significativa, duradera y propagadora de nuevas maneras de fomentar la creatividad, la espontaneidad y la productividad. Burguess nos recuerda que la introducción del buen humor en el aula no debe significar “crear una rutina diaria o incluir sistemáticamente chistes en todas las lecciones” (2003, p.45). El buen humor tiene su momento por lo que no se tiene que obsesionar con la idea de que todo debe estar vestido de él. La utilización abusiva puede que lo haga apartar del objetivo principal consiguiendo un efecto contrario al deseado.

Dentro de ese plano y siguiendo a Barrio y Fernández Solís (2010) se puede encontrar con cuatro dimensiones fundamentales y muy generales a la hora de tratar el tema del buen humor. De manera escueta se las puede analizar.

Dimensión de crear humor y dimensión de apreciar humor. El humor es un acto creativo que se puede aprender siguiendo unas pautas que cualquier persona puede adquirir. No queda por tanto centrado en los profesionales del ramo, sino que, por el contrario, al no hablar de un “don” de algo con lo que se nace sino de un acto de aprendizaje concreto está al alcance de cualquiera, tanto en su vertiente creativa como receptiva.

Dimensión social. Es una dimensión muy importante en la relación que se establece con los demás. Si el ambiente es positivo se produce un acercamiento entre los integrantes del grupo produciendo esto una mayor cohesión grupal y disfrute del tiempo que se pasa juntos. Esta dimensión se la tiene que tener muy en cuenta cuando se esté tratando con grupos.

Dimensión revolucionaria. El buen humor es un observador crítico de la realidad que lo rodea. Ese inconformismo provoca la búsqueda de un cambio, de una vuelta de tuerca que provoque la risa. Es el dedo que señala los defectos sociales. El altavoz que reclama la máxima “otro mundo es posible”. “No”, es su palabra favorita.

Dimensión constructiva y destructiva. Al trabajar la dimensión constructiva desde lo positivo, se la concibe como elemento que ayuda a mejorar día a día desde una visión optimista y divertida. Si se centra en la realidad educativa ayudará a trabajar en un ambiente más ameno y relajado. Por el contrario, hay que cuidar las formas sarcásticas o irónicas en las clases, ya que pueden ocasionar un efecto negativo al introducir una tensión o malestar innecesarios.