SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

Mariano Salomone (CV)

Territorio y política

El conflicto se instala alrededor de la disputa por el destino de unos terrenos, las 36 hectáreas donde funcionaba la Estación Central del FCGSM. En efecto, se trata de un conflicto en torno al territorio y sus usos: tenemos derecho al uso de ese espacio, a participar en la decisión sobre el futuro de esos terrenos. En los últimos años, se ha debatido mucho sobre la “territorialización de la política”. En verdad, resulta difícil imaginar una política que no contenga (construya) algún tipo de territorialización, es decir, algún modo histórico de su inscripción en el espacio. Ahora bien, esa inscripción de la política en el espacio es también, simultáneamente, la de su alteración en el tiempo, la historia de las marcas territoriales que deja la conflictividad entre diferentes fuerzas sociales.
Aquí entiendo al territorio como lo ha conceptualizado Ana Esther Ceceña (2000a; 2001), como uno de los pilares fundamentales, junto a la tecnología, de la competencia internacional y la construcción de hegemonía, convertido por ello en uno de los campos privilegiados de disputa. La autora define al territorio de una manera compleja. Sus límites no coinciden con los bordes de su aspecto físico, sino que su extensión comprende el espacio material y simbólico en el que se asienta la creación de la historia y la cultura, que se originan en él y permanecen profundamente imbricados; lugar sobre el que se construyen utopías colectivas y alternativas societales y, por lo tanto, punto de partida de la construcción de las identidades.
El diseño de una nueva geografía y la construcción/modificación de los modos de uso del territorio implican entonces una transformación profunda de las relaciones sociales, de las relaciones entre naciones, de las historias y culturas regionales y del imaginario colectivo como expresión del juego de fuerzas entre las distintas visiones del mundo. La concepción y uso del territorio es un ámbito de lucha civilizatoria, cuyo significado e implicaciones son muy profundos. […] No se trata, como en otros casos, de una simple privatización de algún espacio estatizado (por complicada que ésta sea), sino de la expropiación de territorios y riquezas naturales junto con el sentido de la vida que han construido históricamente. Modifica conceptos como nación y soberanía, poniendo en primer plano de discusión la capacidad de autonomía o autodeterminación de la sociedad. ¿Quién, cómo y por qué se deciden los destinos de la humanidad? ¿Cuáles son los límites y los contenidos específicos de estos poderes abstractos que se ciernen sobre la humanidad? ¿Cuáles son sus vehículos o correas de transmisión? ¿Cómo puede la sociedad retomar las riendas de su historia y construir sus utopías? (Ceceña, 2001).

En efecto, el territorio es espacio de síntesis de la disputa por la cultura y los derechos humanos, sociales y políticos de todos los miembros de la sociedad; en él se pone en juego una confrontación civilizatoria entre la mercantilización de la vida (bajo todas sus formas) que impulsa el neoliberalismo, y la sociedad del respeto a la diferencia, con democracia, libertad y justicia (Ceceña, 2000). En la experiencia de lucha alrededor de los terrenos de la Estación, el conflicto se configura sobre la disputa entre lo público y lo privado, es decir, por la recuperación de la “tierra pública” frente a “proyectos que privilegian el negocio privado”, y encuentra su fundamento en la defensa de un “asunto de interés público” contra la “satisfacción de los intereses foráneos de unos pocos”. Tal como aparece expresado explícitamente en el documento, es una lucha social que se organiza sobre una disputa específica, el derecho al uso (“valor incalculable”) frente al valor de cambio (“negocio privado”) impulsado por emprendimientos inmobiliarios.