SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

Mariano Salomone (CV)

Capítulo V: Experiencia, lucha de clases y sujetos subalternos

“La formación de la clase obrera es un hecho de historia política y cultural tanto como de economía. No nació por generación espontánea del sistema fabril. Tampoco debemos pensar en una fuerza externa –la “Revolución Industrial”- que opera sobre alguna materia prima de la humanidad, indeterminada y uniforme, y la transforma, finalmente, en una nueva ‘estirpe de seres’. Las relaciones de producción cambiantes y las condiciones de trabajo de la Revolución Industrial fueron impuestas, no sobre una materia prima, sino sobre el inglés libre de nacimiento; un inglés libre por nacimiento tal y como Paine lo había legado o los metodistas lo habían moldeado. Y el obrero fabril o el calcetero era también el heredero de Bunyan, de derechos locales no olvidados, de nociones de igualdad ante la ley, de tradiciones artesanas. Era el objeto de un adoctrinamiento religioso a gran escala y el creador de tradiciones políticas. La clase obrera se hizo a sí misma tanto como la hicieron otros”.
Edward P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra.

El párrafo citado a manera de epígrafe resume, en forma sintética, la perspectiva desde la cual intento pensar la experiencia de los sectores subalternos. La medida en la que los sujetos agrupados alrededor del conflicto de la Estación, fueron hechos por condiciones no elegidas y se hicieron/se hacen a sí mismos en la defensa de lo público y en la búsqueda de otros horizontes políticos. En tal sentido, como señalé en capítulos anteriores, he interpretado la experiencia de lucha por al recuperación de la Estación como espacio público, como parte del proceso de formación de una identificación grupal, de un autoreconocimiento como colectivo a partir de la experiencia de la lucha de clases. Esto es, un proceso histórico que, en cada momento, configura un específico anudamiento entre los extremos que determinan la temporalidad de una experiencia organizativa: por un lado, es el resultado del camino “recorrido”, en el que la experiencia de confrontación con autoridades municipales y nacionales, la disputa con proyectos de privatización del espacio, la intervención en el debate público y el propio proceso de organización en condiciones desiguales, constituyen sus elementos principales; y por el otro, la apertura a “lo todavía por recorrer”, ese mismo punto de llegada como punto de partida en el que precipita la posibilidad de diseñar y realizar una alternativa política. En efecto, la constitución de un nosotros/as que es tanto producto como condición de la lucha y la conflictividad en juego.
Ahora bien, las palabras de Thompson, tienen la virtud de expresar la dialéctica histórica a partir de la cual se constituye y tiene lugar todo ese proceso social, la capacidad de poner en evidencia las tensiones que lo sostienen, esto es, las condiciones de explotación y dominación (condiciones reales y desiguales que imponen “límites y presiones”) simultáneas a la capacidad creativa de los sujetos.
Esa es una de las riquezas que, entiendo, guarda la categoría de lucha de clases. La posibilidad de pensar la agencia/práctica de los sujetos, sus capacidades de creación y transformación de/su mundo, sin abstraerla de las condiciones históricas en las que encuentra sus determinaciones específicas, esos “límites y presiones” de la praxis social: la clase se hace a sí misma tanto como la hacen otros. Es esa una perspectiva que forma parte de cierta tradición dentro del pensamiento marxista. Son los hombres y mujeres quienes hacen la historia pero no la hacen en condiciones elegidas, sino sobre aquellas circunstancias que han sido heredadas del pasado, condiciones históricas, reales y desiguales. Estas tensiones, entre pasado y presente, entre relaciones de dominación y subordinación, entre heteronomía y autonomía, entre las contradicciones inherentes al orden social capitalista, marcan la dialéctica identitaria de los sujetos, ella misma, contradictoria: “la clase trabajadora es la clase que lucha contra su propia definición, contra su propia existencia como clase trabajadora” (Holloway, 2004: 13); “la clase, según Marx, no es un objeto sino el sujeto que lucha contra su reducción a objeto” (Tischler, 2004: 114).
Objetividad y subjetividad (más bien objetivación y subjetivación) constituyen, entonces, dos dimensiones de la realidad histórico-social en permanente tensión y conflicto, que tiene como dinámica el trabajo de una dialéctica negativa. Los sujetos subalternos, su identificación como colectivo, se constituyen en clase "en sí" y "para sí" simultáneamente, pues no resulta posible separar la génesis de la existencia de la clase (Bonefeld, 2004: 64). Si la producción de capital, su “acumulación por desposesión”, depende de la continua separación de los/as trabajadores/as de sus condiciones (los medios de los que depende la producción y reproducción de su vida), a su vez, esa misma separación es ya el producto de la lucha de clases, del conflicto y la correlación de fuerzas en un determinado momento; en el cual, en tanto hecho histórico-social, ha intervenido la “historia política y cultural tanto como la economía”. En efecto, la noción de clase nos interpela como hacedores, como sujetos activos (Holloway, 2004: 15). Por el contrario, las categorías basadas en la identidad (en lo que somos o lo que hacemos) corren el peligro de no lograr cuestionar a los sujetos de la misma manera; al no señalar nuestra capacidad para cambiar el mundo: la lucha por la autodeterminación social de nuestro propio hacer. El concepto de clase apunta a nuestra propia creatividad, nuestro poder para crear otro mundo.
Este capítulo funciona, al menos este es el propósito, a la manera de bisagra entre dos partes de la tesis: la segunda (La estación como escenario del conflicto) y la tercera (La experiencia de los sujetos). Propongo para ello retomar la categoría de experiencia como parte de un registro imprescindible para analizar la formación de las clases sociales y la práctica política de los sujetos subalternos. En tal sentido, retomo los capítulos anteriores buscando reconceptualizar la Estación como escenario del conflicto, su configuración; y a la vez, introducir la problemática de los capítulos siguientes, dedicados al análisis de las experiencias organizativas particulares de cada uno de los colectivos que se involucraron en el conflicto. Recurro a la experiencia como categoría mediadora entre la objetividad y el carácter subjetivo del conflicto en torno de los terrenos de la Estación, como proceso que permite registrar las formas en las que los sujetos políticos se inscriben en el territorio, las modalidades como la memoria condensa en prácticas políticas.