SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

Mariano Salomone (CV)

Sobre la categoría de experiencia

En primer lugar, quiero notar que los conceptos que intento relacionar –el de espacialización de la lucha política en el capitalismo tardío, el de memoria y el de experiencia- constituyen los núcleos problemáticos a partir de los cuales procuro interpretar la lucha por la recuperación de la Estación como espacio público. La perspectiva utilizada se liga al “giro experiencial” del que da cuenta LaCapra (2006); y el “giro subjetivo” advertido por Beatriz Sarlo (2005). Respecto del primero, el autor señala la importante revisión a la que se vio sometida la historiografía durante la década pasada, como consecuencia del impacto que produjo el haber retomado el concepto de experiencia, en particular, aquella ligada a los grupos subalternos, y la relación conflictiva que existe entre su memoria y la historia (LaCapra, 2006: 17) 1. Proceso que desembocó en una mayor atención a la microhistoria y al problema del status y naturaleza del testimonio como relato de la experiencia.
En segundo lugar, y vinculada a la anterior, se encuentra aquella tendencia advertida por Beatriz Sarlo en Tiempo pasado, la existencia de un “giro subjetivo” como base de la nueva cultura de la memoria. Hace décadas los/las historiadores/as y científicos/as sociales se desplazaron hacia los márgenes, las estrategias de lo cotidiano, el rastro de lo que se opone a la normalización y el conjunto de negociaciones, transgresiones y variantes que los sujetos oponen a los itinerarios sociales dominantes; los cuales no habrían podido ser reconocidos anteriormente por vicios de método. Este proceso ha desembocado en la transformación del testimonio en un recurso importante para la reconstrucción del pasado.
Remitirme a la noción de experiencia y en especial a la de los sectores subalternos, exige especificar la condensación de sentidos que pone en juego y las controversias que la misma noción plantea. La primera dificultad que encontramos es que, tal como advierte Grüner, el propio significante “experiencia” parece excluir toda posibilidad de acercamiento conceptual, pues en cuanto intentamos apresarla la experiencia como tal ha desaparecido. Lo que está en juego es el problema de la transmisión de la experiencia, y las posibilidades que abre el discurso, a través del testimonio, a su narración. Beatriz Sarlo se pregunta,
¿qué relato de la experiencia está en condiciones de evadir la contradicción entre la fijeza de la puesta en discurso y la movilidad de lo vivido? ¿guarda la narración de la experiencia algo de la intensidad de lo vivido, de la Erlebnis? [...] ¿el relato, en lugar de re-vivir la experiencia, es una forma de aniquilarla forzándola a responder a una convención? (Sarlo, 2005: 27).

Sin duda, se trata de una tensión que nos exige advertir el error que significaría un desplazamiento hacia cualquiera de los extremos; esto es, tanto hacia el irracionalismo como hacia el empirismo ingenuo que pone la experiencia antes y por fuera de cualquier condición simbólica. Siguiendo a Grüner, creo que es posible (aunque sea provisoriamente) reencontrar esa dialéctica negativa entre la experiencia y la palabra, donde ésta capture intermitentemente el centelleo de la experiencia haciéndola pensable sin momificarla en los nichos del concepto (Grüner, 2002: 297).
La problemática resulta relevante pues, si la existencia de las clases “solo puede entenderse en la conceptualización de su génesis, a través de la constitución histórica de su existencia establecida” (Bonefeld, 2004), el relato de la propia experiencia, la capacidad para articular pasado, presente y futuro, puede ser el recurso para comprender el proceso de constitución de una clase. En tal sentido, coincido con Sarlo en el hecho de que no existe testimonio sin experiencia ni podemos encontrar la experiencia por fuera de su narración, prescindiendo del testimonio. Se trata de reivindicar el lenguaje, de la misma manera que lo hace dicha autora, como aquello que libera lo mudo de la experiencia y la hace comunicable (Sarlo, 2005: 29). Primo Levi había advertido sobre el vano intento de querer “re vivir” un pasado que había perecido junto con quienes sucumbieron en él: los sobrevivientes del nazismo no son la verdad de lo acontecido. No obstante, si aquella verdad de la experiencia pasada resta para siempre inaccesible para el presente, tampoco ello convierte al pasado en una mera hipertextualidad. Los sucesos del pasado no existen únicamente como relato oral o en el texto; si así fuera la historia y la práctica misma de los sujetos en procura de transformar/reproducir sus condiciones de existencia carecerían de dimensión real, serían una ficción formalista y autorreferente (LaCapra, 2007) 2. Debemos advertir, que la reconstrucción histórica (y el intento de dar continuidad a la relación pasado-presente, el problema de la transmisión de la experiencia) procede introduciendo un corte en el continuo del pasado, al inscribir todo lo acontecido en las coordenadas, imaginarias y simbólicas, del presente (historización del recuerdo); una operación que implica el pasaje desde la inmediatez plena e intransferible de la mismidad de lo vivido al plano, comunicable pero discreto, del relato y la narración discursiva (De Santos, 2006: 64).

1 Este “giro”, según Lacapra, provocó un creciente interés en la historia oral y el rol que ésta desempeña en la recuperación de las voces y experiencias de los grupos subordinados u oprimidos; a la vez que condujo a tomar conciencia de la importancia de la historia traumática y de la vivencia de acontecimientos límite o extremos. en afinidad con estas transformaciones, en el campo de la sociología, se ha enfatizado, en los últimos años, la cuestión de las identidades y experiencias de los sujetos.

2 Según LaCapra, el pasado nunca es simplemente ausencia o nada, entre otras cosas porque nunca fue presente pleno o “ser”; sino que fue marcado por sus propios pasados y sus más o menos engañosas anticipaciones de futuros.