SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

Mariano Salomone (CV)

La irrupción de la Estación

Yo había visto la Estación de trenes de lejos, desde la calle Las Heras (…) Y entonces un día nos fuimos con el Eduardo, nos fuimos en la camioneta y entramos a la Estación (…) Y ya ahí… se me voló la cabeza (…) Porque ¿qué pasaba? Cuando vos cruzabas las vías no veías para el andén, porque estaban todos los matorrales gigantescos, entonces no se veía casi nada. Entonces la película fue que cuando entramos al andén y vimos las habitaciones y vimos todo como estaba… surgió la Estación (Entrevista a Ciro, 2008).

(…) apareció la Estación y como que la Estación nos involucró en toda la realidad argentina… donde los ferrocarriles… que era lo que unía a la Argentina, sobre todo esos pueblos chiquitos… empezó a caer toda esa realidad y nos cayó la realidad de que no teníamos trenes, de que había sido incendiada por egoísmos, que los que estaban ahí adentro sabían donde estaba, quien lo habían robado pero no podían hacer nada, que… era tierra de nadie” (Entrevista a Eduardo, 2007).

En los apartados anteriores expuse el conjunto de significaciones que han sido atribuidas al FC en los relatos acerca de la historia nacional, transmitidos a través de algunos soportes discursivos que, de esa manera, han contribuido a conformar sobre ellos una memoria nacional. Aparecen en esa memoria las funciones de integración (unidad) y desarrollo económico y social como parte de un movimiento histórico de modernización y progreso de la nación. Los sectores dominantes suelen operar una identificación entre la historia de la nación y su historia, entre sus proyectos como clase y los proyectos que han realizado con/sobre ella. En efecto, así como a principios de la década del 90 se presentaron las privatizaciones de los Ferrocarriles Argentinos y de otros servicios y bienes públicos como una necesaria modernización, así también se procura, en la actualidad, implementar proyectos como el que encabeza la Corporación Puerto Madero.
En este apartado, quiero retomar la cuestión de la irrupción de la Estación en el espacio público. El efecto de sentido que produce la aparición de su imagen en ruinas en el centro de la ciudad de Mendoza, ciudad que se jacta de ser una de las más “limpias y bellas” del país. Esa irrupción de las ruinas de la Estación, en el “corazón” de la ciudad, genera una disrupción respecto de la historia oficial y, por ello, resulta también perturbadora a los proyectos de privatización actuales. Si desde la experiencia y la práctica política de los sujetos colectivos que luchan por su recuperación, la visibilidad de las ruinas de la Estación abre procesos de rememoración en el que la imagen de su pasado se constituye en un recurso crítico para la problematización de lo establecido. Por el contrario, desde los sectores dominantes (grupos económicos y sectores del gobierno en ámbitos estatales), la visibilidad de las ruinas resulta incómodo a la continuidad de los proyectos de modernización capitalista, en tanto pone a la vista los restos que los mismos generan. De ahí que, en gran medida, la política del Estado (a través del Municipio, por ejemplo) intervenga a partir de un discurso y una práctica encaminadas a barrer las miserias que el mismo proceso produce. En este sentido, el acentuado énfasis que el gobierno de la ciudad ha puesto, históricamente, en la limpieza y el embellecimiento de la ciudad adquiere otra significación: presentar un proceso de modernización sin costos sociales.
Los alrededores de la Estación, céntricos y cotidianamente frecuentados, han sido una zona de promoción turística a partir de la crisis de 2001, como efecto de la desaparición del “plan de convertibilidad” durante el 20021 . A la par, en los últimos años, la ciudad de Mendoza ha sido también una zona privilegiada para realizar grandes inversiones inmobiliarias, tal como lo demuestra la construcción de edificios de altura, algo totalmente nuevo para el diseño urbanístico de la ciudad.
Estos dos aspectos, relacionados con la última coyuntura político-económica, han contribuido a poner el acento en construir (mantener) una imagen de la provincia de Mendoza en torno de ciertos atributos, en los que sobresalen los valores de la “belleza” y “limpieza” de la ciudad. Ahora bien, a su vez, ello se amalgama a una trayectoria de mayor alcance, a gestiones municipales que han hecho del cuidado estético de plazas y de paseos públicos su “caballito de batalla”. La Capital de Mendoza, es un municipio cuya intendencia ha estado, desde el retorno a la democracia, gestionada por el partido de la Unión Cívica Radical2 . En el sitio oficial que tiene el municipio en Internet, el actual intendente dice:
Como intendente de la Ciudad de Mendoza, les doy la bienvenida al portal de Internet de la Ciudad más importante del Oeste Argentino. Nuestra Ciudad es admirada por diversas razones: la calidez de su gente, una belleza única, su profundo valor histórico, su limpieza y su importancia turística y comercial (sitio oficial)3 .

En la misma dirección apunta la política de la Secretaría de Turismo de la Provincia:
Las metrópolis mendocinas han crecido a la sombra de singulares arboledas que las convierten en ciudades-bosques, donde el cuidado de la foresta, las acequias y la limpieza de plazas, veredas y calles, son parte de una tradición cultural única en el país (sitio web oficial)4 .

Es decir, el cuidado de la imagen de la ciudad, particularmente la cuestión de su limpieza y su belleza como signo de una comunidad en armonía, ha ocupado un lugar central en el imaginario político-cultural mendocino. Ahora bien, todo ese “cuidado de la imagen” respecto de una ciudad bella, pulcra y exitosa económicamente, contrasta irremediablemente con el escenario catastrófico que impone el cuadro actual de la Estación en su estado de deterioro y abandono.
Algo que resulta crucial para comprender lo señalado, y que es advertido por muchos de los/as entrevistados/as, es que esos recuerdos y sentimientos de nostalgia despiertan cuando uno/a vuelve a entrar a la Estación: “la gente flasheaba de ver como había quedado ese lugar”. Hacía años que no volvían a entrar a la Estación, la mayoría desde su cierre. Los recuerdos están dormidos pero cuando salen a la luz, cuando uno/a “saca el tema”, despiertan.
Sucede que es un espacio físico que, desde su abandono, había permanecido en cierta medida oculto. Sus coordenadas geográficas lo ubican en el “centro” de la escena comercial y administrativa mendocina. Es entonces un lugar “familiar” en la vida cotidiana de muchos/as ciudadanos/as, de intenso tránsito de personas y circulación de vehículos, zona de actividades que llevan a frecuentar sus alrededores. Sin embargo, su visión estaba impedida, obstaculizada, por el paredón que cierra su perímetro (ver Apéndice Imágenes, fotografía 4).
Una circunstancia que da cuenta de esa dificultad para ver la Estación, impedida por la interposición del paredón, es la que se produjo en torno del desalojo del asentamiento habitacional que habían ocupado familias de sectores populares dentro de los terrenos del ferrocarril, la “villa” Costa Esperanza. En septiembre de 2007, en plena campaña preelectoral, el ONABE lleva adelante la “erradicación” de Costa Esperanza (más de 40 familias según los diarios locales)5 . En aquel momento, el ONABE aprovechó la ocasión para derribar el paredón que cerraba todo el perímetro del predio en cuestión. En continuidad con las políticas de “limpieza” que llevaba adelante el intendente (así también lo sugiere un titular periodístico: “Comenzaron a limpiar el predio Costa Esperanza”, Mdz, 22/09/07), esta vez, el ONABE vincula la cuestión de la “visibilidad” al problema de la “inseguridad” de la zona, supuestamente respondiendo a la demanda de los/las vecinos/as aledaños a la Estación.
Sólo íbamos a derribar las casas, pero los vecinos de la zona nos advirtieron que sería mejor derribar las paredes, para que estos terrenos dejen de servir para escondite de malvivientes”, explicó el representante del Onabe (Organismo Nacional de Bienes del Estado), Raúl Morcos. El funcionario agregó que de esta manera se pretende mejorar la visibilidad en la zona y “seguramente será tarea del municipio capitalino forestar algunas partes e iluminar ciertos sectores, como el que está sobre Suipacha (Los Andes, 21/09/07).

Por el contrario, por parte de los/las miembros de las organizaciones que luchan por su recuperación como espacio público, la medida fue interpretada como un avance en las negociaciones con Puerto Madero, ahora, comenzando a preparar el terreno para su inminente arribo.
Se percibe, entonces, el efecto que produce la visibilidad de la Estación como problematización de la realidad presente. La irrupción de la Estación viene a romper con esa imagen de limpieza, belleza y totalidad armónica a la que se intenta, especialmente desde algunos sectores, asociar “Mendoza”, y por ello, las ruinas de la Estación, en tanto resto de la ciudad (recordemos uno de los testimonios: “era una mugre eso”), deben desconocerse para que “Mendoza” pueda conservar su belleza (identidad).
Volver a ver la Estación, pisar esos terrenos y recorrer sus habitaciones, es lo que moviliza los sentimientos a los que me refería más arriba; aquello que despierta los recuerdos acerca del pasado de la Estación, las anécdotas durante su época de funcionamiento. Aunque dicha vivencia, en la que se mezclan sentimientos de sorpresa, melancolía y fascinación, es compartida por la mayoría de las personas que visitan la Estación (los relatos citados dan cuenta de ello), es entre los miembros de Casa Amérika que podemos encontrar una mayor sensibilidad a dicha experiencia. Quizás ello se relacione con su composición grupal: primero, su condición etaria, la mayoría tiene menos de 30 años y solo algunos/as superan los 35; segundo, varios/as de sus miembros provienen de otras provincias. Esto hace que, prácticamente, no conserven recuerdos propios del pasado de la Estación, de la época de funcionamiento, lo que favorece en alguna medida, cierta naturalización de su estado de abandono y cierre, pues, fácilmente, la mitad o más de la mitad de su vida han vivido y transitado por esa zona con la Estación clausurada, sin poder entrar ni verla6 .
Lo que me interesa resaltar, es el punto de invisibilidad en el que se ubica la Estación en relación a esa imagen bella y limpia alrededor de la “ciudad de Mendoza”; y el efecto que produce cuando aparece, como resto-residuo, su imagen en estado de abandono, destruida, en ruinas: “me voló la cabeza”. El problema no es la política de limpieza y embellecimiento de la ciudad, sino la medida en que se sostiene negando las miserias que produjo la política neoliberal, por ejemplo, las privatizaciones, cuestión que la imagen de la Estación, abandonada y ruinosa, pone en evidencia. Aquí la imagen de la Estación pone en juego una relación con el pasado que sirve como recurso crítico para la problematización de la realidad presente, a la desnaturalización de su identidad: transforma radicalmente el horizonte simbólico que determina a los sujetos; luego de recordar, “ya no soy el mismo de antes” (Zizek, 2004: 49). Lo que está en juego en la rememoración del pasado es la manera como se relaciona el recuerdo con el presente.

1 Con la desaparición del “1 a 1” (un peso argentino = un dólar), las “(des)ventajas comparativas” respecto de los precios del turismo internacional, contribuyeron a aumentar tanto el turismo interno (provenientes de otras provincias del país) como la afluencia turística chilena, la cual se vio favorecida por el nuevo cambio de moneda. Desde entonces, en pocos años, no sólo la ciudad, sino también varias localidades del sur y de la montaña, se volcaron a la promoción turística, lo cual ha producido una notable transformación del espacio (hostels, hoteles de lujo, restaurantes, casinos y otros negocios en torno al rubro) y un mayor énfasis en el cuidado de la “imagen” que se muestra de la provincia.

2 En las últimas elecciones provinciales, año 2007, el entonces candidato a intendente que finalmente resultará electo, Victor Fayad, centraba su campaña político-electoral en un slogan que buscaba establecer esa tradición: “Vuelve Fayad, vuelve la limpieza” (Fayad había ocupado el cargo por el período 1987-1991, centrando su gestión en la reconstrucción de las plazas públicas y avenidas del centro). Con el problema de la “inseguridad” liderando el ranking de la agenda mediática, los dobles sentidos van perdiendo profundidad y una “segunda lectura” resulta poco menos que manifiesta: se tratará de limpiar la ciudad de la circulación de personas consideradas “indeseables”. A pocos meses de iniciada su gestión, Fayad, pondrá en marcha esa preocupación por la “higiene” como política de criminalización de la pobreza. En el mes de mayo arremeterá contra los vendedores ambulantes (“Hay que reconocer que era una zona roja en materia de seguridad”, Mdz 9/5/08); posteriormente, en el mes de julio del mismo año, sacará por decreto aquella ordenanza municipal (mencionada en el capítulo anterior) que prohibía la protesta en la vía pública. Estas medidas, por citar algunas, tienen al espacio público como foco de la intervención política, y lo hacen en el sentido anteriormente señalado, cuidando una imagen de la ciudad que requiere el ocultamiento de las miserias (“residuos”) que produce.

3 Disponible en http://www.ciudaddemendoza.gov.ar/municipio/intendente#titulo, último acceso 15/10/09.

4 Disponible en http://www.turismo.mendoza.gov.ar/index.php/menacerca, último acceso 15/10/09.

5 Luego se sabrá que gran parte de las familias se trasladaron a otra zona cercana dentro del mismo predio del ferrocarril, a unos 100 metros hacia el norte, cruzando calle Suipacha

6 Esta condición generacional, tal vez ha determinado otras particularidades de la experiencia y subjetivación de Casa Amérika. Especialmente, su inclinación, en determinado momento del proceso de okupación, a contactarse con los ferroviarios (en su mayoría jubilados), a querer saber sobre el pasado de la Estación, a convocarlos con la voluntad de recuperar su historia y experiencia.