SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

Mariano Salomone (CV)

La tercera parte de la tesis está dedicada al análisis de las experiencias de los sujetos. Para ello, en cada uno de los capítulos que siguen, expongo el proceso organizativo llevado a cabo por los tres colectivos involucrados en el conflicto: ferroviarios, OSA y Casa Amérika. El objetivo es reconocer el punto de vista que tiene cada uno de ellos del conflicto por la Estación del FC y la lucha por su recuperación como espacio público.
He incluido, a manera de introducción, algunas notas sobre el trabajo de campo a partir del cual ha sido posible llevar a cabo esta investigación en general, y particularmente, la exposición de los puntos de vista de los sujetos. Dichas notas persiguen reflexionar sobre los problemas metodológicos encontrados en el proceso de investigación.


NOTAS SOBRE EL TRABAJO DE CAMPO

Sobre la construcción del objeto

Quisiera, como introducción a la tercera parte, realizar algunas consideraciones sobre el modo de abordaje y los problemas metodológicos que planteó el trabajo de campo. En la investigación social la explicitación de los supuestos teóricos, sólo adquiere poder heurístico cuando se la acompaña de una reflexión acerca del proceso de investigación, de los obstáculos epistemológicos que emergen del uso de las técnicas y las metodologías y de las dificultades que suscita el trabajar con un “objeto” que habla (Bourdieu, 2008). El planteo apunta a precisar los procedimientos de articulación entre herramientas conceptuales, objetivos y metodología (Sautu y otros, 2005).
He planteado analizar el conflicto por los terrenos de la Estación desde el punto de vista de los sujetos subalternos, procurando una iluminación del escenario político-social que busca no solamente comprender la singularidad de los sujetos y sus experiencias políticas, sino también el carácter histórica y socialmente situado/determinado de las mismas. Dicha pretensión, como intentona siempre inacabada de la investigación, ha implicado llevar adelante una permanente reflexión sobre las articulaciones entre teorías, objetivos, hipótesis y metodología; la misma que obligó a recurrir a herramientas, conceptuales y metodológicas capaces de abordar la singularidad de los procesos experienciales de los sujetos, la permanente tensión entre lo que se fue, se es y se está haciendo. De allí que fue preciso recurrir al cruce de distintos métodos y fuentes documentales (documentos periodísticos, audiovisuales, páginas de Internet, así como también a los testimonios de los sujetos y a la observación de sus prácticas.
En tal sentido, siguiendo a Castoriadis (2007: 119), debemos entender la teoría como un hacer, como “el intento siempre incierto de realizar el proyecto de una elucidación del mundo”. Recordemos el esfuerzo de este autor, por ejemplo, por diferenciar el psicoanálisis de una técnica, entendida como código de prescripciones positivas que asegura la obtención del resultado buscado, Más bien, el analista, se enfrentaría a la exigencia de un permanente pensar y hacer, frente al despliegue de un enigma interminable (la imaginación radical propia de la pisque) que tiene que elucidar mediante construcciones teóricas sucesivas (Castoridadis, 1992). Del mismo modo, la irreductible singularidad de los procesos histórico-sociales, cuya materia se encuentra siempre en tránsito y en permanente movimiento, cruzada por conflictos y procesos inacabados y donde lo nuevo y la auto-alteración hacen siempre irrupción, impiden pensar la práctica científica, su metodología, como la aplicación de una técnica donde todo se encuentra definido de antemano. Por el contrario, el estudio de un proceso social, no puede ser el equivalente de una deducción desde la teoría hacia el hecho en cuestión, antes bien, en el conocimiento histórico-social, las imágenes teóricas tienen que ser cada vez producidas, como en el hacer, la teoría es la producción constante que debe recomenzar en cada investigación (Saltalamacchia, 1992).
Cuestiones similares asaltaron a Pierre Bourdieu en el momento de escribir El oficio del sociólogo, cuando en uno de los prefacios expresó “el temor de que este esfuerzo de esclarecimiento pedagógico pueda conducir a negar que la enseñanza de investigación es una enseñanza de invención” (2008: 14). Así, una de las ideas principales planteadas en dicho libro, es pensar que el método científico no puede estudiarse separadamente de las investigaciones que lo emplean, es decir, negarse a disociar el método de la práctica científica. Parte de la vigilancia epistemológica propuesta por el autor, es la necesaria reflexión sobre la práctica que el cientista debe realizar para restituir la fuerza heurística a los conceptos y métodos que utiliza: los “instrumentos deberían ser juzgados sólo mediante el uso” (Bourdieu, 2008: 219). En efecto, solo una ruptura con los automatismos metodológicos puede impedir a las llamadas “técnicas”, convertirse en artefactos estériles. Frente al rigor metodológico del positivismo, Bourdieu, opone una disposición mental, un oficio que, sin garantías previas, queda tensionado entre la invención y la prueba:
Si es evidente que los automatismos adquiridos posibilitan la economía de una invención permanente, hay que cuidarse de la creencia de que el sujeto de la creación científica es un automaton spirituale que obedece a los organizados mecanismos de una programación metodológica constituida de una vez y para siempre, y por lo tanto encerrar al investigador en los límites de una ciega sumisión a un programa (Bourdieu y otros, 2008: 22).

Según este autor, lo que subyace al “rigor tecnológico”, ese formalismo definido de una vez para siempre y para todas las situaciones, es una representación fijista de la verdad o, en consecuencia, del error como trasgresión a normas metodológicas incondicionales. Así, paradójicamente, exhortar a una perfección metodológica, puede conducir a una ritualización de los procedimientos utilizados, que produzca el desplazamiento de la vigilancia epistemológica antes que un auténtico rigor metodológico.
¿Por qué la elección de una estrategia cualitativa de aproximación al problema, en la que he priorizado, para la producción de datos, entrevistas etnográficas y observaciones participantes y no participantes? ¿Cuál es el vínculo con las categorías teóricas utilizadas, lucha de clases, sujetos subalternos, experiencia, memoria y tradiciones políticas?
En el capítulo anterior han quedado explicitados los supuestos teóricos desde los cuales he formulado las preguntas que abrieron esta investigación, que sostuvieron las hipótesis de trabajo y que orientaron un cierto modo de abordaje del problema. Me refiero, específicamente, las articulaciones entre las categorías de experiencia, sujetos subalternos y lucha de clases y a la atención asignada al lugar de la memoria en la constitución de los sujetos colectivos. Ahora bien, tal como decía, se trata de explicitar los obstáculos epistemológicos que estos supuestos producen. Particularmente, resulta importante considerar los que plantea la idea de experiencia, pues con respecto a ella, se articulan problemas metodológicos que han acompañado a las ciencias sociales prácticamente desde su constitución: las tensiones entre objetividad y subjetividad y aquellas que existe entre diferentes puntos de vista, el de los “sujetos de las prácticas” y el de los “sujetos de la reflexión sobre esas prácticas”, presentados a menudo como perspectivas no sólo diferentes, sino separadas e independientes.
El primero de estos obstáculos, remite al problema que plantea una de las opciones teóricas asumidas en esta tesis: el esfuerzo por atender a la experiencia de los sujetos y al relato que sobre la misma ellos proporcionan. Pero, ¿cómo es posible, desde la mirada de los sujetos implicados en una experiencia, obtener un conocimiento objetivo sobre el mundo histórico-social –en tanto conjunto de relaciones sociales que produce las determinaciones de la propia experiencia de esos sujetos?; ¿cómo producir un conocimiento sociológico desde la mirada de los sujetos si, al decir de Bourdieu, éste se constituye, únicamente, a partir de una ruptura epistemológica con el saber inmediato?
La dificultad para responder a estos interrogantes radica en la manera como están formulados, pues esconden determinadas nociones de objetividad y subjetividad, experiencia y conocimiento, individuo y sociedad, donde las relaciones entre los polos de cada una de esas tensiones, quedan planteadas en términos aporéticos.
Sin dudas, tal como advierte Pierre Bourdieu, lo que constituye el obstáculo por excelencia para la sociología es la familiaridad con el universo social que se intenta conocer. En efecto, el conocimiento científico no se reduce nunca a una simple lectura de lo real –ilusión de la transparencia-, puesto que supone siempre la ruptura con lo real y las configuraciones que propone a la percepción –el mundo de la pseudoconcreción, por decirlo a la manera de un autor al que ya me he referido en otros capítulos, Karel Kosik (1967). Contra el saber inmediato, el conocimiento científico se obtiene mediante un rodeo, por el cual rompe el sentido de las relaciones aparentes, por ser las más familiares, para hacer surgir un nuevo sistema de relaciones (conexiones) entre los elementos: lo concreto se presenta tras el proceso de investigación, como “síntesis de múltiples determinaciones” (Marx).
Ahora bien, para el autor, si la “sociología espontánea” renace de manera insistente en la producción de conocimiento, es porque los/las sociólogos/as buscan conciliar el proyecto científico con la afirmación de los derechos de las personas a defender la verdad vivida de su experiencia, sus propios puntos de vista sobre la acción y la realidad social: creerse dueño de sí mismo y de su propia verdad sin querer conocer otro determinismo que el de sus propias determinaciones (la “filosofía ingenua de la acción”, en los términos de Bourdieu). Algo que suele ponerse de manifiesto en la resistencia que provoca la puesta en duda de ese privilegio gnoseológico atribuido a la experiencia inmediata –“yo lo viví”-, que experimenta, como “reduccionismo sociológico”, todo intento de establecer que el sentido de las acciones más personales y más transparentes no pertenece al sujeto que las ejecuta sino al sistema total de relaciones en las cuales, y por las cuales, se realizan (Bourdieu, 2008: 36). De mi parte atenuaría algunas de esas afirmaciones, señalando que, si el sentido de las experiencias más bien que de las acciones no pertenece plenamente a los/as sujetos, tampoco deriva de sistema alguno, sino que en todo caso se inscribe en condiciones no elegidas que ponen límites y presiones a sus prácticas y experiencias.
Así como el conocimiento no es posible desde la experiencia inmediata -para conocer es necesaria la abstracción- tampoco puede prescindir de ella, en este punto también se hace presente el pensamiento sobre lo trágico. El mundo de la experiencia inmediata es el mundo de lo vivido pero no por ello sabido, un mundo de la pseudoconcreción, de las relaciones fetichizadas que produce confusión. La división social del trabajo (entre trabajo manual e intelectual) impide a los sujetos tomar conciencia de las determinaciones sociales de los procesos en los cuales se encuentran inmerso. En efecto, se tiende a aceptar como pura facticidad lo que es, lo dado a partir de lo que fue y siempre será así. Sin embargo, es precisamente la negativa a incorporar en las grandes narrativas del mundo la experiencia de los sectores subalternos, donde reside el valor revulsivo de la recuperación de su experiencia como herramienta de transformación-comprensión política.
Si es necesario abstraer para conocer, también es verdad que las abstracciones que las clases dominantes producen a partir de su experiencia, obturan la visibilidad de la experiencia de los sectores populares, la visibilidad de la explotación en la que se basa el sistema. De allí que, mirado el mundo desde abajo, es importante la recuperación de la significación política de las experiencias de los sectores populares.
Si solo pensamos desde la experiencia inmediata nos perdemos en el mundo de la pseudoconcreción; hace falta la abstracción. Pero, de manera inversa, si solo pensamos desde las estructuras conceptuales, lo único que tenemos delante es el horizonte cerrado de lo ya dado.
Efectivamente, la experiencia de los sujetos puede tomarse como aquel registro de lo vivido pero no sabido, según el “principio de la no-conciencia”, siguiendo los términos de Bourdieu. Una cierta tradición en el pensamiento marxista, se ha de pensar las dificultades que encuentran los sujetos sociales para acceder al conocimiento de la totalidad del lazo social que determina sus condiciones de existencia. La división social del trabajo (manual e intelectual) y la producción de mercancías (fetichismo), son algunas de las razones que imponen miradas parcializadas y destotalizadas del mundo histórico-social. En efecto, las relaciones sociales no pueden reducirse a la representación que de ellas se hacen los sujetos, animados por sus “intenciones” o “motivaciones”.
Desde la perspectiva que ha guiado la elaboración de este trabajo, los sujetos se inscriben en un proceso histórico y social marcado por un conjunto de coordenadas espacio-temporales. Bajo las actuales condiciones del capitalismo tardío, el espacio ocupa un lugar privilegiado en la configuración de las experiencias políticas de los sujetos. Las actuales condiciones, vinculadas a la lógica del capitalismo en la etapa actual, dificultan la percepción de las articulaciones entre economía, política y cultura. De allí la necesidad de recurrir a encuadres más amplios, de apelar a referencias a la historia, de ubicar el conflicto singular sobre el cual trabajo como uno entre otros muchos conflictos por la reorganización del espacio. Si retomo la idea de que la perspectiva de los sujetos respecto de sus propias experiencias presenta limitaciones, su interpretación requiere del uso de conceptos que permitan explicarlas, ubicarlas, situarlas, procurando mantener una tensión entre el punto de vista de los sujetos de la experiencia y la conciencia crítica de la violencia implicada en toda interpretación.

El punto de vista de los sujetos de la experiencia como perspectiva crítica

¿Cuál es el aporte que realiza el punto de vista de los sujetos al conocimiento sobre el mundo histórico-social? ¿Qué estatuto dar a los relatos de los sujetos acerca de su propia experiencia, luego del principio de no-conciencia planteado por Bourdieu? La cuestión de la relación entre experiencia subjetiva y horizonte histórico plantea una serie de dilemas, el primero de los cuales es el de la relación entre individuo y sociedad. Desde la perspectiva teórica y metodológica del materialismo histórico, es “el ser social del hombre lo que determina su conciencia”. Ese es el movimiento que debemos seguir en nuestra investigación, un acercamiento a la realidad a través de las experiencias históricas efectivas puestas en prácticas por los sujetos. Con Homero Saltalamacchia, entiendo que la clave se encuentra en la perspectiva que planteara Marx, al definir al individuo como un ser social, esto es, como “un conjunto de relaciones sociales” (Saltalamacchia, 1992; Marx, 2008)1 .
En segundo lugar el recurso a la experiencia de los sectores subalternos se liga a las dificultades que ofrece el conocimiento de lo popular, lo subalterno, lo otro. En el capítulo anterior mencionaba la importancia que tuvo la experiencia de las mujeres dentro del campo feminista: ha sido la singularidad de la experiencia de las mujeres el punto de partida para la producción de conocimiento 2. El marxismo y el feminismo coinciden en la afirmación de que quien conoce es alguien que está en una determinada situación, posición o circunstancia. “Todas las corrientes (del feminismo) niegan que el conocimiento se produzca desde ‘ninguna parte’” (Bach, 2008: 118).
La insistencia en tomar como punto de partida la experiencia situada de los sujetos cuestiona la “falsa universalidad”, ese tipo de abstracción que se construye desatendiendo las singularidades de los sujetos, el conjunto de determinaciones que hacen a sus experiencias del mundo. Suponer un punto de vista universal y neutro implica una perspectiva del conocimiento como pura contemplación, Por el contrario, afirmar que se conoce desde un punto de vista, es reafirmar que el conocimiento es situado, que se produce desde un interés que no es sólo cognoscitivo sino emancipatorio (Haraway, 1993).
Es decir, no obstante la ambigüedad bajo la cual se vive la experiencia histórico-social cotidiana –debido al hecho de que los hombres y mujeres no conocen la totalidad de las relaciones sociales que los determinan y sustentan, aquello de lo “vivido pero no sabido”–, intentar un acercamiento a ese registro de la experiencia resulta imprescindible para el conocimiento de lo social: los sujetos subalternos viven la experiencia de la totalidad del lazo social desde un lugar determinado, lugar desde el cual es posible un cierto conocimiento de la totalidad, un punto de vista. Más aún, lo crucial, es que se trata de un punto de vista parcialmente disruptivo respecto de las visiones del mundo que son construidas desde los sectores dominantes, en tanto falsa universalidad que se sostienen sobre la hegemonía de sus intereses particulares. Un universalismo abstracto, tal como he señalado en capítulos anteriores, se fundamenta en la negación de ciertos contenidos, como es la experiencia de explotación y opresión de los sectores subalternos.
La naturalización y eternización del punto de vista de los sectores dominantes hace que, en el estudio realizado, los proyectos de modernización de la ciudad de Mendoza a través de la privatización de los espacios públicos para realizar emprendimientos inmobiliarios privados, sean presentados como la vía más adecuada para su crecimiento y desarrollo. Por el contrario, la importancia de atender a la experiencia de los sujetos subalternos es que sus prácticas de resistencia, históricamente situadas, permiten cuestionar el orden social hegemónico al advertir la violencia sobre la que se sostiene; ese es el valor heurístico de su experiencia. El conocimiento que producen los sujetos, en forma colectiva, deriva de la posibilidad de poner en cuestión el orden establecido como inmodificable, la naturalización de la separación, en el capitalismo, entre el sujeto y sus productos, entre el sujeto y la posibilidad de reproducción de sus condiciones de vida. La aproximación a la experiencia de los sujetos permite reconocer la dimensión creativa de sus prácticas.
En ese sentido, el análisis de una experiencia (como es la lucha por la recuperación de los terrenos de la Estación) no debe ser entendido como la referencia al “caso” de una realidad social general, sino en términos de singularidad, esto es, como aquel lugar específico desde el cual los sujetos concretos ingresan en la totalidad del entramado social, singularidad que a su vez pone en juego saberes situados que posibilitan cierto conocimiento sobre la totalidad, ya no en términos abstractos sino de determinación, de especificación histórico-social.

Interpretación y violencia simbólica

“El sociólogo no puede ignorar que lo propio de su punto de vista es ser un punto de vista sobre un punto de vista”
Pierre Bourdieu

Reconocer el espacio que se abre en el campo social entre los diferentes puntos de vista es uno de los objetivos principales que anima esta tercera parte de la tesis. No basta con explicar los puntos de vista por separado, hay también que confrontarlos (Bourdieu, 2002: 8). Resulta importante, entonces, considerar la violencia simbólica que puede provocar la imposición del punto de vista del analista.
En primer lugar, siguiendo a Bourdieu, la tarea del sociólogo/a a menudo lleva a experimentar esa inquietud que surge al hacer públicas ciertas palabras privadas –recogidas en un ámbito de confidencia- y exponerlas a posibles tergiversaciones de sentido. Este trabajo ha sido realizado no sólo sobre la base de documentos públicos, sino a partir de observaciones y testimonios. De allí la preocupación por la posibilidad de ejercicio de violencia simbólica, toda vez que, en la trascripción, quedan borradas partes de las condiciones de enunciación (la pronunciación y entonación, los gestos corporales, las señas y silencios, etc.).
Los planteos metodológicos y epistemológicos de Pierre Bourdieu permiten comprender que esa tensión atraviesa la totalidad del proceso de investigación. En el trabajo de campo, por ejemplo, a través de las entrevistas. Si bien la situación de entrevista está organizada, en términos ideales, por fines de puro conocimiento, sigue siendo una relación social que genera efectos sobre los resultados obtenidos. Es imposible recoger la experiencia de un sujeto desde un punto de vista neutral, no hay modo de registrar su palabra sino a través de una multiplicidad de mediaciones que actúan hasta en el momento mismo de la entrevista. Así, el analista, para reducir al mínimo la violencia simbólica, se esfuerza por mantener una “postura contradictoria”, pues intenta establecer una relación de escucha activa y metódica tan alejada del mero laissez-faire de la entrevista no directiva, como del dirigismo propio del cuestionario cerrado (Bourdieu, 2002: 529).
El considerar la experiencia y los puntos de vista de los sujetos, tiene prescripciones metodológicas para la producción del conocimiento: se debe comenzar por la vida de los sujetos. Es allí donde podemos identificar qué situaciones, dentro de las relaciones sociales en las que se ubican, necesitan ser investigadas y qué es lo que resulta “útil” para ellos/as que se interrogue acerca de esas/sus realidades (Bach, 2008: 135). Es decir, el trabajo de campo ha tenido como finalidad la incorporación, al campo de la producción de conocimientos, de un sujeto históricamente situado en la perspectiva y la producción del conocimiento, es decir, sus propios deseos y necesidades, sus interrogantes particulares3 . Lo anterior no implica únicamente la actitud benevolente con el/la entrevistado/a, sino que se pone en juego en la práctica científica misma, esto quiere decir que se ejerce en la manera de presentar la entrevista y de dirigirla, de hacer que tenga (o no) sentido para el/la entrevistado/a y, fundamentalmente, en la problemática propuesta, por ello, la necesidad de incorporar las demandas de los sujetos a la investigación. Cuestión que abre, a su vez, la posibilidad de orientarnos hacia uno de los objetivos que persigue la entrevista etnográfica, el constituirse en una instancia de reflexión para los sujetos, volver la mirada sobre sus propias trayectorias de vida, sus prácticas y sus pensamientos (Saltalamacchia, 1992); un “autoanálisis provocado y acompañado”, en el que la persona entrevistada aprovecha la oportunidad para interrogarse a sí misma (Bourdieu, 2008: 536).
La experiencia personal de trabajo de campo que he llevado a cabo en esta investigación ha comprendido dos terrenos diferentes, a través de los cuales he buscado obtener esa lectura densa del conflicto social. Por una parte, implicó un trabajo con los propios sujetos de la experiencia, a partir de la realización de entrevistas etnográficas y observaciones participantes y no-participantes; por la otra, un trabajo de archivo para el seguimiento, en diarios locales y otros documentos públicos, de ciertos hitos y acontecimientos importantes para comprender la conflictividad en juego, sus inflexiones y reconfiguraciones.
El primer contacto personal con la experiencia de lucha por la recuperación de la Estación, lo tengo hacia finales de mayo de 2006, a través de uno de los grupos involucrados, el colectivo Casa Amérika. Hacía cerca de dos meses que dicho colectivo había comenzado la okupación del edificio central de la Estación y convocaron a otras personas y organizaciones a participar de lo que llamaron “domingos comunitarios” (jornadas de trabajo para limpiar y acondicionar el lugar, para realizar sus actividades artísticas). Así, retrospectivamente, el ingreso al campo coincide con la visita al terreno de la Estación4 . Participé de esas instancias organizativas hasta julio de ese año. Además, por entonces, tuve la oportunidad de participar del primer evento cultural que realiza el grupo, la fiesta de la “Quema del Tiempo” (ver capítulo VIII).
Posteriormente, uno de los talleres que organizaron para “darle vida” al lugar, como parte del proceso de okupación, fue el taller de Historia Local, con el que buscaban recuperar también la historia de la Estación. Si bien Casa Amérika estaba conformado en su mayoría por artistas, quienes llevaban la iniciativa del taller de historia eran personas vinculadas a las ciencias sociales, muchas de las cuales conocía. Hacia principios de 2007 comienzo a participar de ese taller, que por entonces tenía como tarea buscar información sobre la historia de la Estación (el período de las privatizaciones, los convenios con Puerto Madero, el ONABE, etc.) y contactar algunos ferroviarios.
En efecto, en julio de 2007, me encontraba participando del taller de historia cuando OSA realiza la convocatoria para comenzar a debatir, con las organizaciones interesadas, la situación de los terrenos de la Estación. Tengo entonces la oportunidad, a través de Casa Amérika, de comenzar a participar de las primeras reuniones entre los colectivos analizados.
Es a partir de ese período de reuniones, de confluencia y coordinación de la lucha, que comienzo a interesarme por la posibilidad de traducir la participación que había tenido en “observación”, es decir, reflexionar sobre las diferentes instancias organizativas descriptas anteriormente. Principalmente, movilizado por las dificultades encontradas en el intento de articulación de la lucha: si los colectivos involucrados en el conflicto por los terrenos de la Estación expresaban un acuerdo en torno al “no al uso privado de tierra pública”, ¿qué es lo que impedía que decantara, en prácticas y actividades comunes, aquel proceso de identificación que ponía en juego la consigna política?
Hacia finales de 2007 realizo las primeras entrevistas a los/las integrantes de Casa Amérika y las completo durante los primeros meses de 2008. El haber participado en el proceso organizativo y actividades de ese grupo me obligó a reflexionar sobre algunas cuestiones metodológicas, ya que la familiaridad que esa participación había construido, si bien aseguraba una menor imposición simbólica, limitaba al mismo tiempo las posibilidades de ruptura con el “saber inmediato” (Bourdieu, 2002). He optado, en tal sentido, por no entrevistar a quienes participaron conmigo en el taller de historia. En primer lugar, porque es con ellos/as con quienes guardo una mayor cercanía en los puntos de vista, pues todos/as provenían de las ciencias sociales (sociología, comunicación social). En segundo lugar, porque dicho taller, con el tiempo tendió a conformar su trabajo en “paralelo” a las preocupaciones principales de la mayoría de los/las integrantes de Casa Amérika, vinculadas a la realización de actividades artísticas. En tercer lugar, porque he creído más fructífero, para la producción de conocimiento, contar con la vigilancia epistemológica que puede proporcionar la crítica colectiva de mis “colegas”.
Durante el 2008 continué con las observaciones no-participantes de las actividades artísticas realizadas por Casa Amérika, por los ferroviarios y también de aquellas que involucró la acción conjunta de los tres colectivos, por ejemplo, el corte de calle el día 12 de abril. Desde Julio y hasta finales de 2008, realizo las entrevistas en profundidad a los integrantes de los otros dos colectivos, los ferroviarios y OSA. El primer vínculo con el colectivo Casa Amérika me había proporcionado un conocimiento previo, que resultó significativo para el desarrollo posterior de la investigación, a la vez que garantizó una entrada al campo sin mayores dificultades.
 Los capítulos que siguen están dedicados a reconocer las problemáticas particulares que organizan la experiencia política de cada uno de los colectivos involucrados en el conflicto por los terrenos de la Estación. Tienen por objetivo, entonces, ubicar el punto de vista de los sujetos en el entramado social, los posicionamientos desde los cuales realizan sus lecturas de la conflictividad y llevan a cabo sus prácticas y proyectos políticos. En efecto, el punto de partida en cada capítulo, será la reconstrucción de la historia del grupo, atendiendo al vínculo entre lo personal y lo colectivo, a las relaciones entre el pasado y el presente. Para ello he requerido a los/las entrevistados/as que proporcionen un relato acerca del recorrido colectivo y de la trayectoria personal dentro del mismo. En el caso de los ferroviarios, teniendo en cuenta la amplitud de su vida como sujeto colectivo, he procurado que dicha reconstrucción histórica esté más vinculada al conflicto reciente por los terrenos de la Estación.
Ahora bien, interrogarnos por el origen de la experiencia colectiva siempre resulta una cuestión tentadora y a la vez riesgosa; ambas al mismo tiempo. Parto de la idea de que la significación de los procesos históricos y culturales se revela en su génesis y en el movimiento de su devenir. Es decir, la significación de los “hechos” sociales es en sí misma histórica y por ello, indagar “qué es”, supone examinar “cómo se ha formado”. Sin embargo, preguntarnos por el “origen” de una experiencia social nos enfrenta al peligro de exponer su historia como sucesión interminable de “antecedentes” que, a partir de un supuesto “estado originario” (causa primera, razón de ser, etc.), se desencadenan indefinidamente hasta el presente; mirada retrospectiva que termina ocultando los momentos propiamente creativos en la historia del sujeto, e instalan como respuesta algunos mitos: surgió tal día, la idea fue de fulanita/o, fue consecuencia de tal acontecimiento, etc. Es por ello que la reconstrucción de la experiencia impone un esfuerzo por mantener la mirada siempre atenta a esa dialéctica que trabaja entre las condiciones históricas y sociales que hereda el sujeto -en las cuales se apoya para hacer la historia- y las respuestas en las que éste último se define, siempre tensionado entre la continuidad y la ruptura, la reproducción y la transformación del mundo social-histórico: en definitiva, los sujetos como producto y productores de lo social.
Esas mismas tensiones están presentes en la idea de trayectoria e historia de vida, utilizadas en este trabajo de tesis. No podemos olvidar la advertencia de Pierre Bourdieu acerca de la “ilusión biográfica”, ese sentido común que, en general, supone la noción de “historia de vida” y que la describe como un camino o una carretera, “es decir un trayecto, un recorrido, un cursus, un paso, un viaje, un itinerario orientado, un desplazamiento lineal, unidireccional, etapas y un fin, en su doble sentido, de término y de meta” (Bourdieu, 2002b: 74). Es aceptar una noción de historia como “sucesión de acontecimientos”, algo radicalmente opuesto al concepto de historia propio de la perspectiva benjaminiana, que encuentra su “fundamento” en la discontinuidad, la interrupción, y a la que he procurado apegarme.
Las indicaciones de Bourdieu son extremadamente oportunas para no caer en una noción ingenua de trayectoria o historia de vida, esa “filosofía de la acción” que tanto criticaba el autor. En el mismo sentido, a lo largo de la tesis, he atendido a la no linealidad entre pasado y presente, a los “límites y presiones” que determinan la praxis de los sujetos, al hecho de que éstos llevan a cabo su práctica en condiciones no elegidas, reales y desiguales y heredadas. En efecto, otorgar importancia al registro de la experiencia y al relato de la misma hecha por parte de aquellos/as sujetos que la vivenciaron, tal como señalaba en el capítulo anterior, no significa presentarla como evidencia de un único sentido, sino que busca poner de manifiesto la densidad que conlleva al rastrear las contradicciones que, desde su interior, permiten una re-escritura de la historia, una mirada crítica sobre el pasado y un pensamiento creativo en el presente (Stone-Mediatore, 1999). Esta perspectiva orientó la reconstrucción de las experiencias organizativas de cada colectivo, la comprensión de sus “recorridos” grupales y “trayectorias” individuales. De esta manera es posible advertir las inflexiones en las tradiciones ferroviarias –las continuidades y rupturas en las trayectorias familiares, entre padre e hijo, por ejemplo-, las condiciones que hicieron posible su recuperación como sujeto colectivo, sus nuevas expectativas, etc. (ver capítulo VI). Del mismo modo, es preciso tenerlas en cuenta para reconocer el proceso de “creación colectiva” que puso en juego la experiencia de okupación por parte de Casa Amérika, pues lo que había comenzado como búsqueda de un escenario para realizar actividades artísticas fue, “sin darse cuenta”, resignificado como práctica de recuperación del espacio público (ver capítulo VIII). Esta perspectiva no lineal es particularmente iluminadora en el caso de la lectura de la experiencia de OSA, de su organización particular y de las tensiones entre las trayectorias y tradiciones política de los sujetos que la integran.
Esta tercera parte de la tesis, dedicada a la experiencia de los sujetos, tiene por finalidad lograr ponernos mentalmente en su lugar, reconocer sus puntos de vista (Bourdieu, 2002: 532). Aunque en la “lógica de la exposición”, éste aparezca en la última parte de la tesis; ha estado presente en toda la “lógica de la investigación”. Más aún, la segunda parte de la tesis, dedicada a la descripción y análisis del conflicto y a la presentación de la Estación como escenario político, puede ser entendida como una síntesis del trabajo de campo realizado, un punto de vista sobre los puntos de vista.
El encuentro entre los puntos de vista de los sujetos y el punto de vista del analista, implica esa mezcla de saberes a los cuales es posible acceder en esa experiencia de compartir el terreno de sus prácticas, que es el trabajo de campo, labor que se encuentra presente desde un comienzo, condición de la construcción del propio “objeto”: el recorte no está dado sino que es construido activamente en la relación que se entabla entre el/la analista y los/las “informantes” (Guber, 2005). Es también en la experiencia del trabajo de campo donde es posible reconocer la producción de conocimiento como un hecho etnográfico, construido desde la reflexividad tanto del/la analista como la propia de los sujetos de las prácticas. Para Rosana Guber, en la producción de conocimiento se trata de tener en cuenta ambas reflexividades y el diálogo que se generan entre ellas (Guber, 2005). Es decir, no se trata de un sujeto privilegiado del conocimiento que se dirige al objeto desde fuera e ilumina el campo de lo social, sino que los sujetos en sus mismas prácticas van iluminando zonas oscuras de sus experiencias sociales. La medida del éxito en dicho propósito, lo sugiere cuando arribamos a cuestiones insospechadas antes de la entrada al campo, que manifiestan el proceso de investigación como un espacio de creación colectiva, esto es, un conocimiento como producto del intercambio y el diálogo entre los diferentes puntos de vista: el proceso de interacción, diferenciación, reciprocidad entre la reflexividad de cada uno de ellos.

A lo largo de la tesis he sostenido que la memoria y la experiencia de los sujetos (sus relatos acerca de la misma) pueden ser recurso para el florecimiento de la crítica del capitalismo o pueden operar como un límite para la mirada sobre lo social, como una ceguera relativa frente a los conflictos sociales que el capitalismo plantea. A pesar de ello, las condiciones materiales de existencia determinan las formas de conciencia porque los sujetos terminan advirtiendo que uno de los rasgos principales de capitalismo es la privatización de los espacios públicos, y por eso encuentran en la lucha por la recuperación de los espacios y bienes públicos una consigna capaz de agruparlos a todos, cuestión que no ha sucedido únicamente respecto de los terrenos del FC, sino también en torno a otros conflictos sociales alrededor de los repetidos intentos de las clases dominantes de privatización del espacio (ver capítulo III).
Esa es una de las formas fundamentales en las que se configura la lucha de clases bajo el capitalismo tardío. Mientras que el capitalismo aumenta o intensifica su tendencia a la privatización de los espacios públicos y hace del uso público del espacio algo imposible bajo estas condiciones de existencia, los sujetos oponen a esa tendencia diferentes formas de resistencias, que se vinculan a sus experiencias previas, sus trayectorias diferenciales, las memorias nacionales, que se articulan y se juegan, de alguna manera, en la constitución de estos sujetos como sujetos colectivos. Por ello los elementos teóricos a los que he recurrido son, por una parte, una mirada sobre las condiciones históricas del capitalismo tardío; y por otra parte, la cuestión de la memoria, la experiencia y la forma de configuración de la lucha de clases en un escenario en que estas se presentan de una manera dispersa, más como experiencias y prácticas propias de lo que Thompson llamara la economía moral de la multitud que bajo la forma canónica del tiempo de la edad de oro del capitalismo.

1 En la Introducción, Marx, como punto de partida para la crítica de la economía política, se refiere a la producción material, que antes que nada es “una producción de individuos socialmente determinada (el hombre) es un animal que solo puede aislarse en sociedad (Marx, 2008: 55-56). Es importante advertir que ideas similares han aparecido en disciplinas dedicadas, incluso, al análisis de los procesos anímicos –afectos y sentimientos- de los sujetos. De hecho, Freud, se propuso en varias oportunidades (Tótem y Tabú; Psicología de las masas y análisis del yo) “despertar el interés” en las “ciencias del espíritu” por el psicoanálisis, y pensaba que la llamada “psicología profunda” no es en modo alguno una disciplina del sujeto aislado, del individuo, sino que concierne directamente a lo social: “En la vida anímica individual aparece integrado siempre, efectivamente, ‘el otro’, como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio psicología social, en un sentido amplio pero plenamente justificado” (Freud, 1921: 2563). Así, aún el psicoanálisis, apuntando a lo que hay de menos social (e incluso asocial) en el sujeto, él mismo no puede ser sino social (Castoriadis, 1992). Toda tentativa de eliminar alguno de los dos términos que constituyen esa unión-tensión, lo psíquico o lo social, apunta a hacer imposible e impensable tanto la individualidad como la colectividad y socialidad concretas, esto es, históricamente efectivas.

2 Al reivindicar su propia experiencia, se ha devuelto la visibilidad a las mujeres silenciadas a través de la historia. En efecto, la crítica feminista ha contribuido a mostrar, a través de estudios etnográficos, la inadecuación de las tesis que sostienen el carácter sexualmente neutro de la experiencia, o mejor aún, a advertir sobre el carácter sexista y androcéntrico que ésta “esconde”.

3 Esa redefinición de las problemáticas que supone la incorporación de otro punto de vista sobre los asuntos sociales, es lo que ha impactado fuertemente en las ciencias sociales, lo que constituye un desafío a las grandes teorías y supuestos fundamentales de la investigación social hasta el momento vigente. La investigación en ciencias sociales debe partir explícitamente de la ubicación social de la experiencia vivida por quienes han sido tradicionalmente acallados/as y no tenidos/as en cuenta (Bach, 2008: 138).

4 No tengo recuerdos de haber entrado con anterioridad a la Estación, en efecto, no conocía el interior de su predio.