SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

SUJETOS SUBALTERNOS, POLÍTICA Y MEMORIA

Mariano Salomone (CV)

La(s) memoria(s) de los sujetos en la Estación

Las cuestiones planteadas en el debate sobre la memoria y, en particular, en relación a la construcción de monumentos y memoriales, están presentes en la conflictividad abierta alrededor de la lucha por la recuperación de la Estación como espacio público. En el apartado anterior expuse la dinámica de esa temporalidad común que proporcionaba los marcos sociales de la identidad nacional. Esa memoria, acerca de la función del FC en la fundación de la nación, es la que atribuye valor e importancia a los terrenos de la Estación, identidad desde la cual emerge la necesidad de luchar por mantener su carácter público frente a los proyectos de inversión que intentan privatizarlos, en tal sentido es una memoria que viabiliza un “nosotros” como colectivo más amplio.
No obstante, debemos advertir que se trata de un nosotros fuertemente marcado por su multiplicidad interna, por la heterogeneidad de las trayectorias grupales que estará permanentemente zanjando el proceso de identificación como conjunto, un nosotros más amplio que se afirma en la experiencia de lucha y enfrentamiento a un ellos. Es decir, las tensiones entre pasado y presente, traducidas en desacuerdos y conflictos entre memorias particulares, se hallan también en el conflicto de la Estación y fueron parte importante en el trazado de la conflictividad y los procesos organizativos que demandó. Es allí donde radica la importancia de la memoria para el análisis de la experiencia política de los sujetos subalternos, es decir, en la medida en que la encontramos interviniendo en el conflicto social, permitiendo la inscripción histórica de las demandas sociales y de la configuración de los sujetos colectivos (procesos de identificación).
En tal sentido, lo crucial será comprender que la imagen de la Estación, los procesos de construcción colectiva de ese espacio como un lugar de la memoria “mendocina”, de rescate y conmemoración de su patrimonio histórico-cultural, estarán marcados por estas tensiones que atraviesan lo colectivo y lo particular y serán tanto un recurso para la organización y la lucha como un fuerte límite para la búsqueda y el diseño de una alternativa política.
La diferencia entre las posiciones de los distintos colectivos frente a la Estación como “monumento”, como lugar de la memoria, pueden advertirse en las mismas prácticas de cada uno de ellos. Por ejemplo, en la dificultad de los ferroviarios para abrirse a otros usos de la Estación que no sea el del sistema ferroviario, comprometidos con una identidad que ha sido sostenida por “herencia de sangre” tras generaciones familiares; o en la llegada de Casa Amérika que, tras “descubrir” la Estación como escenario para la actividad cultural, avanza sin titubeos sobre la okupación de la misma1 . Dos posiciones frente a la Estación como producto de trayectorias históricas particulares y disímiles que por momentos se superponen en el espacio sin lograr establecer un diálogo entre sí que permita la construcción colectiva de un lugar común. Gran parte de la actividad de Casa Amérika, al comienzo de su okupación, tuvo como objetivo la apropiación (producción) del espacio en función del evento artístico que se proponían realizar (la “Quema del tiempo”): la limpieza del edificio (cortar yuyos, correr escombros, etc.), los arreglos y la pintura de murales en todas las paredes perimetrales de la Estación y de algunas de sus habitaciones. Frente a esa impronta propia que Casa Amérika le daba a la Estación, los ferroviarios respondieron de manera ambigua, oscilando entre la aceptación simpática de quien advierte cierto interés por parte de la “juventud” en la Estación y su recuperación, la indiferencia de quien lo entiende como un derroche de recursos que no avanza sobre una auténtica “recuperación” y el disgusto de quienes lo entendieron como una falta de respeto. Posteriormente, en un acto organizado en la Estación por los ferroviarios en conmemoración de los 15 años de su cierre, los gremios ferroviarios llevan adelante una pegatina de afiches sobre los murales recién pintados de Casa Amérika; lo cual generó malestar entre los miembros de éste último colectivo. Como decía, una superposición de pinturas y afiches sobre las paredes que quedaron de la Estación, de motivaciones y expectativas, en fin, de diferentes investiduras del espacio, muchas veces en fricción, que dificultaba la construcción de la Estación como lugar común.
Esa alternancia entre roces y un hacer en común, marcó el proceso de configuración del conflicto y las condiciones de identificación de un nosotros más abarcador que lograra contener a los distintos grupos. Al comienzo de este capítulo, a propósito de la configuración del conflicto, decía que cada uno de los colectivos sociales se involucra en el mismo en distintos momentos y por diferentes motivos; siendo esas particularidades determinadas por sus temporalidades singulares. Las memorias que sedimentan el nosotros de cada colectivo (ferroviarios, artistas y militantes sociales) son parte constitutiva de las determinaciones propias de la conflictividad en torno a los terrenos de la Estación: ellas constituyen relatos colectivos sobre una experiencia pasada en común (de dónde venimos) y, a su vez, organiza similares expectativas a futuro (hacia dónde vamos); se encuentran por ello fuertemente vinculadas a la construcción identitaria (quiénes somos, qué queremos). Son, por ello, parte importante de la politicidad de cada uno de los grupos, de la significación que toma la Estación de trenes, la modalidad de su recuperación como espacio público, la manera en que conciben la política, lo que esperan (o no) del Estado, etc.
Esa particularidad de cada uno de los grupos que intervienen en la experiencia de recuperación de la Estación como espacio público, se pone de manifiesto por ejemplo en las diferentes motivaciones que los animaban a involucrarse en el conflicto; a su vez, determina la manera que tienen de intervenir en la Estación como escenario político, marcando la forma de su propia organización en torno de una práctica política concreta. En tal sentido, llama la atención que cada uno se moviliza a partir de necesidades que tienen su origen en una cuestión “vital”. No obstante, no será la misma para cada uno de ellos. Pues, como he señalado, no se trata de unas necesidades naturales, sino histórico-sociales, ligadas a deseos que se abren entre la memoria histórica y el horizonte de expectativas que tienen los sujetos, motivaciones y expectativas que corresponden a las trayectorias de cada uno de los colectivos y sus miembros y refieren a otras experiencias organizativas habidas (o no) en el pasado y a la vivencia que tuvieron, desde su lugar, respecto de la Estación y el FC. Ello determina, para cada colectivo, motivaciones particulares construidas como su “cuestión vital”. Veamos cuáles son.
En la experiencia de ferroviarios, pareciera que resulta algo más visible la manera como podría estar vinculado el conflicto por los terrenos de la Estación con una cuestión “vital”, o sea, las circunstancias que hacen que, la lucha por su recuperación, se desprenda como una necesidad. Pues, hasta hace poco más de una década, el trabajo de ferroviario acompañaba toda la vida de la persona, una trayectoria de vida que en general, estaba sostenida por una tradición familiar, ya que se es “de familia ferroviaria”.
(…) yo tengo 33 años de ferroviario y tengo 52… soy hijo de ferroviario y mis hermanos son todos ferroviarios (Entrevista a Luis, 2008).

Mucho! Mucho, mucho cariño, o sea ser ferroviario para nosotros es algo… ¡qué se yo! ¿Cómo te puedo explicar? Es algo que se lleva adentro, en el corazón, es algo que nosotros ya lo tenemos de nuestros padres, de nuestros abuelos. Mi abuelo, mi padre, el padre de ella (la esposa), todos, ¡todos han sido ferroviarios! ¡Todos! (Entrevista a Héctor, 2008).

Significa la vida porque yo, me gustaba tanto, tanto que, cuando lo sacaron sufrí muchísimo porque ya estábamos ya nosotros compenetrados en esto y… para nosotros sacar el ferrocarril era como quitarnos parte de la vida (Entrevista a José, 2008).

Para el grupo de ferroviarios, la imagen de la Estación y del ferrocarril, la posibilidad de su regreso, se asocia a cuestiones vitales también en otros sentidos, menciono al menos dos de ellos. El primero, apela a una memoria de largo plazo y vincula la historia del ferrocarril, su funcionamiento, a la vida y el crecimiento del país como nación:
(…) el ferrocarril ha sido un sistema que ha ido integrando a todos los pueblos de tal manera que los pueblos han ido teniendo vida y han ido creciendo, se han ido formando a la vera de lo que es el ferrocarril (Entrevista a Ricardo , 2008).

El segundo, se inscribe en las circunstancias actuales para asociar el funcionamiento del ferrocarril a uno de los problemas sociales que ha hegemonizado la “agenda” de la opinión pública, la “inseguridad”: el ferrocarril como medio de transporte es más seguro, salva vidas:
(…) te imaginás que con cuatro o cinco vagones nosotros traemos… transportamos mil personas, son mil personas que sacamos de la ruta, que corren el riesgo permanente de lo que son los accidentes de tránsito y demás y descongestionamos la ruta, estamos sacándole un presupuesto importante que se podría volcar al ferrocarril en el tema de la pérdida de vida, en el tema de la contaminación y en el tema de lo que es la estructura de la ruta, que se tiene que hacer cargo el Estado (Entrevista a Ricardo , 2008).

Por su parte, para el colectivo Casa Amérika, también la posibilidad de tener un espacio para el desarrollo de la cultura y las actividades artísticas se vincula a una cuestión vital, es decir, corresponde igualmente a una necesidad:
Pero muchas veces no nos damos cuenta que lo cultural también es una emergencia y que desde ahí también se salvan algunas cosas desde lo comunitario, no? Es decir… no le das de comer con un fiesta a la gente, seguro que no… ese es otro proceso anterior, pero sí me parece el tema de… la expresión en comunidad, de poder decir cosas también alimenta de otra forma y genera otra conciencia que hace que tengas otra toma de posición ante… la vida cotidiana (Entrevista a Ciro, 2008).

Por último, OSA, delimita su interés en poner de manifiesto los determinantes comunes a las problemáticas anteriores, esto es, las condiciones que impone el sistema social vigente, de esta manera, vincula la lucha por la recuperación de los espacios públicos (entre los que incluye a la Estación) a la necesidad de transformar las condiciones sociales de existencia que impiden la reproducción de la vida: el modelo de desarrollo que tiene como su condición los procesos de privatización.
(…) lejos de plantearnos la necesidad de que algún proyecto ande bien, lo que tenemos que decir es que debe haber una sociedad que ande bien, que de respuestas, que de trabajo para todos, que la gente pueda vivir de su trabajo, que se pueda desarrollar lo que se llama “la reproducción, digamos, de la vida” (…) entonces recuperar la vida comunitaria, recuperar una sociedad distinta y todo eso (Entrevista a Néstor, 2008).

Bueno, que la comunidad se apropie como propia, valga la redundancia, de sus lugares comunes. Desde lo que eran antiguamente los cines barriales o los centros culturales o las plazas, los paseo públicos, el club del barrio… volverlos a hacer parte de lo que es la vida comunitaria para que de esa forma bueno, volverse a integrar la comunidad que nos han ido fragmentando hace décadas (…) (Entrevista a Rodolfo, 2008).

He dicho entonces que el proceso de configuración del conflicto, la dinámica de la conflictividad sobre los terrenos de la Estación, está marcado por las tensiones que se originan entre aquella memoria nacional que evoca una imagen del pasado y las memorias particulares que, desde las prácticas, constituyen las identidades específicas de cada uno de los colectivos involucrados en el conflicto: los ferroviarios poseen una memoria organizada a partir del mundo del trabajo y la experiencia sindical, los miembros de OSA con una larga trayectoria de militancia social y partidaria, la experiencia de Casa Amérika más ligada al contexto particular del regreso de la democracia, la desconfianza en “la política” y el énfasis en lo cultural como terreno de conflicto.
Las tensiones entre las trayectorias particulares de cada grupo no solo aparecen en las motivaciones que los impulsan o las expectativas que tienen sobre el destino de los terrenos, sino que también se encuentran en la revisión de sentido con el que reconstruyen el pasado de la Estación, los puntos de tensión desde los cuales se relacionan con aquella memoria de la Estación como temporalidad común. Se trata de recuerdos que funcionan como recurso crítico de aquel pasado y de las circunstancias presentes, recuerdos que introducen fracturas y puntos de ruptura en la identidad colectiva; disputas entre significaciones difusas y poco sistematizadas, presentes en la experiencia de los sujetos, de diálogos, discusiones, gestos y actitudes que tienen lugar en encuentros muchas veces casuales o informales, de manera implícita e indirecta. Como veremos en la tercera parte de la tesis, un punto de tensión entre los diferentes colectivos refiere a la noción de lo público que tiene cada uno, a su vinculación con el Estado y a la modalidad bajo la cual piensa cada grupo e incluso cada sujeto la recuperación y gestión del espacio público 2.
La conformación de un nosotros amplio a favor de la recuperación de la Estación como espacio público -“no al uso privado de tierra pública”-, era la consigna en torno a la cual los tres colectivos se identificaron. Ahora bien, sus diferentes trayectorias configuran de una manera particular la perspectiva sobre el conflicto alrededor de los terrenos de la Estación, determinando las motivaciones por las que cada uno se involucra y se compromete (esas cuestiones vitales que establecen las necesidades históricas), las expectativas que genera sobre sus destinos posibles y las prácticas políticas que efectúa.
Si los sujetos protagonistas de la experiencia política se planteaban como problema la recuperación de la Estación como espacio público, configurando el conflicto en torno de la disputa público/privado; el problema es que aún teniendo un mismo objetivo, un acuerdo en torno al “no al uso privado de tierras públicas”, surgen serias dificultades para organizar acciones en común. Las discusiones reiteradas acerca de qué hacer con la Estación, la aparición semanal de las mismas dificultades y los mismos arribos, fueron orientando la exploración hacia el análisis de la experiencia singular de cada colectivo, esto es, hacia la manera particular como cada sujeto construye el conflicto, sus preocupaciones específicas, la significación que otorga a lo público y la manera como imagina su recuperación; cuestiones que serán el eje de indagación en la tercera parte de la tesis.

1 El “descubrimiento” de la Estación por parte del colectivo Casa Amérika, puede decirse, tiene dos momentos. El primero, es cuando surge la idea de okupar la Estación como escenario para la realización de un evento artístico (llamado “La quema del tiempo”); luego, como producto de la misma experiencia de okupación, el grupo comienza a “descubrir” la historia de la Estación. El tránsito entre uno y otro coincide con el proceso de transformación del espacio físico en “lugar de la memoria”. Es en ese proceso que fue posible diálogo con ferroviarios y OSA. Ver el Capítulo VIII de esta tesis dedicado al análisis de la experiencia de okupación de Casa Amérika.

2 En la tercera parte de la tesis, dedicada al análisis de cada una de la experiencia organizativa de estos colectivos, retomaré las significaciones que adquiere las nociones de “espacio público” y las prácticas políticas que emprenden. Como veremos entonces, aún dentro de la misma organización, por ejemplo en OSA, la concepción de lo público y su vinculación con el Estado, está lejos de ser unívoca y configura tensiones al interior del grupo.