INFLUENCIA DEL CAPITAL HUMANO  PARA LA COMPETITIVIDAD DE LAS PYMES EN EL SECTOR MANUFACTURERO DE CELAYA, GUANAJUATO

INFLUENCIA DEL CAPITAL HUMANO PARA LA COMPETITIVIDAD DE LAS PYMES EN EL SECTOR MANUFACTURERO DE CELAYA, GUANAJUATO

José Enrique Luna Correa (CV)

1.2.6.   El pensamiento.

El pensamiento es la habilidad para utilizar el potencial que se posee. Esto quiere decir que es parte de la inteligencia y existe en todo ser humano normal; pero no se utiliza ni funciona si no se estimula y desarrolla convencionalmente (De Bono, 2006).

        Normalmente, no se reconoce la necesidad de concebir o aplicar nuevas ideas: sin embargo, cuando aparecen, por la razón que sea, se las acepta de buen agrado. No se dirige ningún esfuerzo deliberado a su creación porque se presupone que sólo pueden surgir espontáneamente.

        Sin embargo, aun cuando las nuevas ideas son siempre útiles, hay ocasiones en que son especialmente necesarias. Además, existen situaciones en que se requiere un flujo constante de nuevas ideas: la investigación científica, el diseño, la arquitectura, la ingeniería, la publicidad, etcétera.

A menudo el concepto de nuevas ideas se asocia a las invenciones tecnológicas, ya que sin duda se trata de la forma más evidente de creatividad. Sin embargo, las ideas nuevas son propias de otros campos, desde la publicidad a la arquitectura, desde el arte a la matemática, desde las prácticas culinarias al deporte. Las nuevas ideas no se limitan a la concepción de nuevos ingenios tecnológicos; comprenden también nuevas formas de hacer algo, nuevas formas de organización, de presentación, etc. La demanda de nuevas ideas no es sólo una tendencia general, es también un imperativo específico (De Bono,  2006).

1.2.7.   El pensamiento creativo

        De Bono (2000) distingue entre pensamiento creativo y pensamiento reactivo. El pensamiento reactivo, tradicionalmente utilizado en el pensamiento occidental, consiste en el diálogo y en la argumentación dialéctica; su utilidad se basa en saber reaccionar ante un interlocutor, aunque no genera propuestas. Por el contrario, el pensamiento creativo se centra en cambio en producir propuestas, establecer objetivos, evaluar prioridades y generar alternativas.

De estas definiciones se extrae que se puede aprender a aplicar el pensamiento creativo al igual que se aprende cualquier habilidad. Para conseguirlo hay que racionalizar la confusión que caracteriza al pensamiento, en que la creatividad, la lógica, la información o la esperanza se solapan y nos abruman. De acuerdo con De Bono (2000) con la intención y los movimientos para llegar a algo, lo que convierte una idea en realidad. La intención de pensar nos convierte a cada uno de nosotros en pensadores, de lo que se trata es de racionalizar el proceso para conseguir alcanzar el objetivo.