ESTRATEGIA DIDÁCTICA PARA LA TRANSPOSICIÓN DE LA CULTURA PSICOLÓGICA SOBRE LA SIMETRÍA FUNCIONAL COMUNICATIVA AL CONTEXTO FORMATIVO UNIVERSITARIO

Georgina amayuela Mora

CULTURA PSICOLÓGICA COMUNICATIVA REFERIDA A LA SIMETRÍA FUNCIONAL Y SU DINÁMICA.

Este subsistema implica la noción psicológica de simetría funcional de la comunicación y de su dinámica, no solo desde el conocimiento de la comunicación y su carácter simétrico, sino también desde lo reflexivo, lo actitudinal y lo axiológico, que imbrica el término de cultura.   
Contar con una cultura comunicativa, según la autora, exige de poseer conocimientos sobre los cuales se sustenta su juicio crítico acerca de la realidad (pedagógica, en este caso) y expresar pautas, reglas, actitudes, un soporte cosmovisivo y un sistema de valores que se concreten de manera permanente en el proceso interactivo, en los modos de actuación de profesores y estudiantes y en las funciones esenciales que desempeña la institución educativa.
Poseer una cultura comunicativa exige de haber compartido previamente con los estudiantes acerca de la intencionalidad formativa del proceso docente-educativo como proceso de comunicación interpersonal. Las relaciones entre estos dos subsistemas son recíprocas, de interdependencia.
Un proceso comunicativo que se caracterice por  una tendencia a la simetría funcional, es aquel en que no solo se valora en su justa medida y se cumple exitosamente la función informativa, sino también las funciones afectiva y reguladora de la comunicación. La dialéctica de sus relaciones dependerá de las exigencias de la situación comunicativa, del contexto institucional y grupal, de los objetivos planteados y las tareas docentes a realizar, entre otros factores.   
Para promover una comunicación simétrica, es preciso que el profesor asuma  un estilo comunicativo  flexible, dialógico, además, que propicie la participación  activa de los estudiantes. El estudiante se percibe como un sujeto activo, implicado en el proceso docente-educativo,  con compromiso y responsabilidad individual y social en su proceso formativo.
El docente se dirige al alumno con respeto y considerando el desarrollo alcanzado  de su personalidad y las diferencias y potencialidades individuales del discente, acentuando las reservas de desarrollo respecto a las limitaciones.  Desde esta concepción, además, se propicia un clima  afectivo positivo que condiciona la prevalencia de relaciones comunicativas empáticas, horizontales entre alumnos y docentes, lo que incide a favor  de los procesos de instrucción y educación.
Es por lo que la autora  enfatiza en que para comprender a la personalidad de los educandos y lograr un proceso comunicativo eficaz, vale en gran medida conocer y  entender  las relaciones sociales en  las que el alumno  se desarrolla. Para cumplir con este propósito se necesita de un docente, que sea ejemplo ante los estudiantes, conocedor de la ciencia que imparte, actualizado  con los adelantos tecnocientíficos más relevantes, motivado  y consciente,  cuya misión principal es formar un profesional que responda cada día más  a las exigencias contextuales y  sociales de nuestro país, pero también que sea un mejor ser humano.
El referente teórico  fundamental que ha posibilitado que se presente esta nueva concepción del proceso de comunicación educativa parte  precisamente de  la psicología de orientación marxista,  que concibe la comunicación como un fenómeno complejo y multifacético en el que se distinguen tres aspectos componentes   que a su vez, cumplen funciones diferenciadas, pero mutuamente relacionadas. Estos tres aspectos son el de proceso informativo (en el que cumple una función de intercambio de información), un proceso de comprensión mutua, de percepción interpersonal, (donde intervienen las emociones y vivencias de los comunicantes y se cumple la función afectiva de la comunicación) y un proceso de interacción, de influencia recíproca (donde cumple en este caso una función  reguladora).
La concepción teórica que se presenta se enmarca en el contexto (medio ambiente) proceso docente-educativo y el propósito de este sistema  es precisamente  incidir en el desarrollo de un proceso comunicativo eficaz, desde el subproceso de la  dinámica  de la simetría funcional de la comunicación y con enfoque personológico. Se considera  por la autora que  el movimiento de manifestación de  las relaciones  de la comunicación  se privilegie desde lo regulador, a diferencia de cómo se valora hasta el momento  por otros autores y se introduce en la práctica educativa en las instituciones universitarias; es decir, desde lo  informativo (cognoscitivo), por la incidencia que la función reguladora posee para formar y enseñar, para crecer y aprender. 
El subsistema denominado como cultura psicológica comunicativa referida a la simetría funcional y su dinámica, incluye tres componentes principales, correspondientes a las tres funciones de la comunicación. Al valorar la significación de las relaciones entre las funciones informativa, reguladora y afectiva de la comunicación, se destaca la necesidad de retomar estas relaciones en el desarrollo efectivo del proceso docente-educativo.
La función informativa  revela gran importancia en el marco del proceso didáctico-educativo porque gracias a este proceso, el alumno se apropia de la experiencia histórico-social.  Por ello el profesor al cumplir con la función informativa, debe emplear el vocabulario y los recursos paralingüísticos adecuados para ejercer el mejor efecto psicológico en los estudiantes, a la vez que debe seleccionar lo más relevante y complejo del contenido a transmitir y pertrechar al alumno de estrategias para aprender a aprender, para gestionar sus propios aprendizajes.
La información se transmite al alumno, pero  siempre se debe de destacar para qué le va a servir, con cuáles otros contenidos está relacionada  y a qué necesidad social responde. De esta manera se va propiciando que se fomenten intereses cognoscitivos y procesos motivacionales  en los educandos hacia la actividad de estudio  y hacia la carrera, mucho más conscientes. Y que se fomentan además, procesos de creatividad, autoaprendizaje y autoeducación.
La función afectiva presupone las relaciones afectivas y un clima  positivo emocional, que propician que se enriquezcan ambos polos de la comunicación, en calidad de sujetos.  Pone de relieve el papel de la comunicación en la expresión de vivencias de los participantes. Cada comunicante espera ser escuchado, atendido, tomado en consideración, aceptado y comprendido en el acto comunicativo. Para ello, su interlocutor debe mostrar hacia él interés, aceptación, empatía, tolerancia.
En el proceso docente-educativo, los profesores generalmente subvaloran esta función, pero la práctica ha demostrado que una relación emocional satisfactoria influye en la asimilación del conocimiento de forma positiva, o sea, en que el aprendizaje sea realmente significativo para los estudiantes, propiciándose el desarrollo de habilidades y la consolidación de  valores social y personalmente significativos.
Para comunicarse hay que profundizar y entender más allá del significado de las palabras, y para conseguirlo tiene que establecerse una comunicación profunda en el ámbito de las emociones. No es suficiente entender el significado de lo que se trasmite, sino que ese significado tiene que estar matizado de afectividad y colocado en función de la personalidad del perceptor.
En este sentido, el cumplimiento de esta función  presupone un conocimiento de los alumnos   con respecto a  los temas de preferencia comunicativa, intereses cognoscitivos, estilos de aprendizaje, expectativas principales con respecto a la asignatura  y desde el punto de vista formativo. Y un conocimiento del profesor por parte de los alumnos en el mismo sentido.
La función reguladora está relacionada con el control de la conducta de la acción de los sujetos involucrados en la comunicación. Se refiere al elemento regulador que se expresa en la influencia mutua, o sea, en el aspecto interactivo y el componente perceptivo de la comunicación. Por lo tanto, se impone que el profesor debe aprovechar al máximo la mayor cantidad de vías posibles para ejercer una función reguladora,  y de esta forma favorecer los propósitos formativos. El profesor debe de  tener siempre  en cuenta que  el hecho de transmitir una información no garantiza que la misma sea comprendida por el interlocutor,  ni aceptada por él.
Ciertamente, la comunicación es un proceso en esencia complejo, en el que intervienen múltiples factores para su efectividad y todos coinciden en que es muy difícil comunicarse perfectamente. Sin embargo,  a consideración de la  autora  sí es posible incidir en la comunicación y obtener resultados positivos en función de la dinámica de la  simetría  funcional de la comunicación, a partir, en primer lugar, de la concientización  de ese grado de complejidad  del proceso de comunicación y de la disposición psicológica de los sujetos que participan en el proceso para perfeccionar dicho proceso.
El proceso docente educativo que se caracteriza por el predominio de las relaciones simétricas entre profesor y alumnos propiciará la adquisición de conocimientos, el desarrollo de hábitos y habilidades y la educación en valores, lográndose de esta forma el objetivo de nuestra educación universitaria, de forma  general.
La tendencia a la simetría desde la comprensión de las relaciones dialécticas entre las funciones de la comunicación, exige de una similitud de responsabilidad  del emisor y los perceptores, dada en un mínimo de diferencia debido  a los años de experiencia  y a la formación académica de los profesores, que evidentemente siempre matiza el acto comunicativo. Debe existir una motivación e intencionalidad por educar y enseñar por parte del profesor y en correspondencia, una motivación e intencionalidad por aprender y formarse por parte del alumno.
Si la comunicación implica intercambio de informaciones,  los participantes esperan también que este intercambio se efectúe en un clima afectivo positivo y en un proceso de influencias recíprocas, donde las interactuantes sientan confianza y estén desinhibidos  para intervenir en el  diálogo con el profesor. Si se tiene la impresión de que da más de lo que recibe,  se puede llegar a tener una vivencia de insatisfacción, que puede resultar desfavorable para lograr interacciones comunicativas óptimas entre el profesor y los alumnos.
Cuando la interacción entre profesores y alumnos se manifiesta a partir de una cierta armonía entre las tres funciones comunicativas y de la acentuación de la función reguladora, se devela el camino para estimular lo formativo, la autogestión del aprendizaje (de carácter desarrollador, por excelencia) y la autoeducación. La intención consiste en potenciar lo informativo y lo afectivo, desde el rol regulador de la comunicación educativa. 
Este subsistema, otorga un lugar esencial a los componentes personales del proceso docente-educativo (docentes y alumnos, desde sus interacciones sujeto individual- sujeto individual y sujeto individual-sujeto conjunto) y a los contenidos como categoría didáctica relacionada con la construcción denominada como cultura comunicativa.
Aunque se destaca el papel de los componentes personales en la noción de “dinámica de la simetría funcional”, no se desdeña en absoluto el papel de los componentes no personales y mucho menos de los métodos, que constituyen una categoría explicativa esencial para estimular esta dinámica. Esta idea se explicita en el tercer subsistema de la concepción didáctica, que se esboza a continuación.

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