IDENTIDAD Y CAMBIO SOCIAL EN UNA COMARCA DE CANTABRIA: EL CASO DE CAMPOO

IDENTIDAD Y CAMBIO SOCIAL EN UNA COMARCA DE CANTABRIA: EL CASO DE CAMPOO

Alfonso Muñoz Güemes (CV)

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9.    Las apariciones marianas y la refundación del territorio como estrategia de construcción del
            espacio social.

      La vinculación histórica entre los santuarios marianos, y la consolidación del territorio comarcal, tiene una lógica dentro de la conformación del espacio social1 y la sucesiva fundación de espacios de culto bien delimitados geográficamente, que eran administrados por órdenes religiosas; en este caso las ordenes dominica y franciscana fundaron los principales santuarios que permitieron abarcar y controlar tanto la geografía física, como  la humana.
      Esta forma de organización territorial, tiene su origen histórico en los finales del antiguo régimen en 1820. Es a partir de la institución eclesial, que en ese entonces, se vehiculaba la progresiva organización administrativa de nuevos territorios. Así, el reconocimiento del patronazgo de la Virgen de Montesclaros, por los once procuradores de la Merindad de Campoo, indica el reconocimiento social a la orden dominica como administradora del culto, y por ende, se reconocía al monasterio y su culto como centro detentador del poder simbólico y social. Lo cual se explica por la fiesta de la peseta.
      Esto es importante, ya que explica cómo, la fundación de los cultos marianos, obedeció a una estrategia institucional de la monarquía y de la iglesia de crear la organización territorial que sustentara al Estado. En este sentido, el Monasterio de Montesclaros, y la institucionalización territorial de su culto, responden a esta lógica y a este proceso histórico particular.
      Ahora bien, lo que se fundó fue precisamente una comunidad de intereses sociales, contenida dentro de un área geográfica delimitada por el alcance del culto: representada por la Merindad de Campoo, que era administrada por los procuradores, y que se nucleaba como grupo social por la participación del culto mariano del centro fundacional de Montesclaros. Esta comunidad de intereses reconocida por la práctica devocional en Montesclaros, fue la base fundacional de la Gemeinschaft, sobre la cual, el grupo elaboró su particular cosmovisión o Welltanschaung.
      La Gemeinschaft o comunidad es en su acepción rigurosa, una junta o sociedad, una <<congregación de personas que viven unidas bajo ciertos estatutos, constituciones o reglas: desde monasterios y conventos, hasta núcleos de población y Estados. Es el común de los vecinos de una ciudad o pueblo que viven dirigidos y representados por su reino>>.2 La definición de comunidad política3 , nos permite definir al colectivo comarcal, en base a la detentación del poder de un grupo dirigente que controla tanto los medios sociales de producción, como las relaciones sociales al interior del grupo. Esta definición, nos acerca a la noción de comunidad de destino, que sitúa en su proceso histórico transformador, al grupo social.
      Ahora bien, volviendo a los orígenes de la Merindad y posterior Comarca de Campoo, vale recodar que tiene su arranque en la organización territorial del antiguo régimen, que la circunscribió al territorio del Reino de Castilla. Esto explica cómo en Campoo, las comunidades de pastos (Mancomunidad de Pastos entre Campoo de Suso y Cabuérniga), y las hermandades de pueblos (La Hermandad de 24 Pueblos de Campoo de Suso), de origen medieval ambas, persisten aunque sea como meros nombres de instituciones, como remanentes históricos de las Gemeinschaft tardomedievales de Castilla. Las comunidades eran agrupaciones de núcleos de población <<que se asociaban para defender sus fueros y privilegios>>, mientras que las hermandades, tenían por objeto defender y salvaguardar la seguridad individual>>.4 También existieron hermandades para defenderse y litigar entre reinos y principados.
      Otra de las instituciones medievales que hay que mencionar por su importancia, y por haber sido base de la  formación administrativa del actual Campoo, es la Behetría5 . Baste mencionar aquí, que las Behetrías fueron formas de organización social y territorial que se permitieron en pocos sitios en el norte de la Castilla medieval, en las que los señores feudales locales rendían tributo a la corona en moneda y en servicio, como se demuestra por la participación de los señores locales en la guerra de Granada, pero no recibían diezmo de los habitantes de su jurisdicción. Las Behetrías medievales de Castilla fueron: Cerrato, Valladolid, Monzón, Campos, Carrión, Villadiego, Aguilar de Campoo (Campoo en la actualidad), Liébana y Pernía, Saldaña, Asturias de Santillana (también llamada Santa Yllana del Mar), Castrojeriz, Candemuño, Burgos y Río Dovierna, Castilla la Vieja y Santo Domingo.
       Según el Becerro de las Behetrías podemos conocer el ámbito territorial de la Merindad de Campoo en el año 1352, quedando integrada según este registro, por una importante fracción de Cantabria y de la provincia de Palencia y Burgos, siendo 155 los núcleos de población del territorio actual, los que conformaban la fracción mayoritaria de dicha Merindad.
      Finalmente, se apunta que en 1475 surgió un titulo señorial en Campoo de Suso denominado Marquesado de Argüeso que fue otorgado al Duque del Infantado. Marquesado que incluía las poblaciones de Argüeso, Suano, Barrio, Mazandrero, Villar, la Hoz, La Lomba y Entrambasaguas, y parcialmente Abiada, Naveda y Espinilla, con un total de 200 vecinos, pecheros y unos cuantos hidalgos6 . Con lo cual se muestra de manera somera, la diversidad  de las distintas formas de administración territorial que han existido en el actual territorio de la Comarca de Campoo.
      La creación de las Gemeinschaft castellanas es muy anterior a la fundación del Monasterio de Montesclaros; sin embargo, este dato apoya la tesis aquí mantenida, sobre el hecho de que después de la reconquista7 , se reorganiza y recompone el territorio del Estado unificado por los Reyes Católicos. Siendo la institución eclesial, la que se encarga de ir creando las ordenaciones territoriales que conforman al naciente Estado. Dentro de este proceso de legitimación histórica, el Monasterio de Montesclaros muestra a manera de exposición museográfica algunos hallazgos arqueológicos que se hicieron durante las sucesivas etapas de su construcción: en concreto nos referimos a la exposición de los féretros de dos nobles feudales cristianos de la zona, que participaron en las luchas de reconquista, como ya se ha mencionado párrafos atrás. De las andanzas bélicas trajeron desde Andalucía, una talla de madera de una Virgen con el Niño Jesús Esa talla está guardada en el monasterio y según comentara un fraile, esta es la imagen que se utilizó en la fundación de la ermita que precedió al Monasterio, ya que simbolizaba la reconstitución de los territorios conquistados a los Reinos de Taifas.
      El Monasterio de Montesclaros se fundó en el Siglo XVII, en el año de 1686. Este hecho explica que la estructura narrativa del relato legendario de la Virgen de Montesclaros, coincide con una estructura simbólica muy similar a las de otros casos de narraciones legendarias analizadas por Honorio Velasco8 . Este autor nos señala que existe una cierta continuidad en todos los relatos que ha estudiado, lo que se evidencia porque las unidades narrativas estudiadas se parecen entre sí, en todos los relatos. De donde se desprende que esta generalización en la fundación de los centros marianos obedece en todo caso, a una forma de difusión del culto desde la institución eclesial católica del vaticano.
      Una de las características de los centros de culto mariano en toda la geografía ibérica y que se encontró en Montesclaros es la que nos señala el autor:
<<...antes de la llegada de los grupos religiosos que implantan el culto, se marca y justifica la presencia de la imagen por medio de un relato legendario de hallazgo o apropiación. La imagen es previa al templo.>>9
      Las dos modalidades que se han derivado de los estudios mariológicos de fundación territorial, se resumen en los hallazgos y las apariciones. En ambos casos las imágenes de piedra o madera adquieren características humanas: hablan y se mueven. En estos relatos fundacionales no interesa la autoría de la talla, ni cómo  o por qué habla y se mueve, ya que subyace en el imaginario colectivo la noción de que esta animación es divina, por boca de la talla habla un Santo o una Virgen que existieron y que se sabe por los Evangelios, que tuvo una vida plagada de obras pías. La talla o significante es absorbido por el significado: representa a un ente divino.
      Lo que interesa es la transmisión de sentidos y símbolos que sancionan la vida colectiva. En los ritos peticionales y en las ceremonias litúrgicas observadas en la Comarca no se entabla comunicación con las tallas (las imágenes/objeto de la Virgen de Labra, de la Virgen de Montesclaros y de la Virgen de las Nieves), sino con el ente en ellas representado, la Virgen María. Se venera a ése ser personificado en las tres advocaciones, en donde la personificación misma deja de ser percibida en tanto tal, para simbolizar la inmaterialidad o fuerza divina a la que se acude para hacerle los ruegos. Este proceso se llama iconoclasia y representa una forma de metonimia en la que la persona es sustituida por su representación, ya que el objeto sagrado deviene en contenedor de la fuerza divina. Este proceso opera con todas las imágenes marianas de Campoo.
<<...cualquier icono de Cristo, de la Theotokos (representación mariana de la Virgen con el Niño Jesús en el regazo), o de un santo, contienen en sí mismos una parte de la gracia propia de ellos. El icono asegura una presencia suprarracional del personaje que muestra y con el que tiene en común una parte de su esencia sobrenatural. Reproduce alguna de las funciones atribuida a las imágenes de los emperadores romanos (la majestad). En los tribunales las sesiones estaban presididas por una imagen suya, imagen que sustituía a la presencia física. Y del mismo modo, un icono significaba la presencia de la persona sagrada en el lugar donde se encontraba>>10 .
      Apoyados en el análisis precedente, fundamentamos el proceso de transformación que fusiona en uno a la imagen/talla y al representado, (la Virgen María y sus distintas representaciones locales), en donde  al situársele en el altar se legitima su situación de prestigio y poder por su posición en el retablo o lugar sagrado, que simboliza el cielo con todos sus moradores divinos.
      Esto explica que las celebraciones y conmemoraciones religiosas de Campoo coincidan en su totalidad con el ciclo natural asociado a la ganadería. De esta forma, Santiago, San Mateo, Santa Ana y San Juan, nos indican desde la cosmovisión local, los ciclos  naturales ritualizados en los que el hombre pide a las fuerzas naturales hoy suplantadas por las tallas, buena cosecha, salud, abundancia, etc. Este proceso explicado hasta aquí, es el que ha permitido que las advocaciones marianas locales, hayan condensado el ethos religioso comarcal, y que sean percibidas como legítimas protectoras y mediadoras con lo divino.

1 Volvemos a seguir de cerca los planteamientos de Tomás Mantecón acerca del papel de las órdenes y las cofradías en la concreción del espacio social y administrativo de la España de la Contrarreforma. Tomás A. Mantecón Movellán: Contrarreforma y religiosidad popular en Cantabria. Universidad de Cantabria. Asamblea Regional de Cantabria. Santander, 1990.

2 Comunidad,  en Enciclopedia Universal Ilustrada. pág. 869.

3 Bobbio, Norberto & Matteucci, Nicola: Diccionario de política. Siglo XXI de  España Eds., Madrid, 1982. pp. 330-332.

4 Ibid. Op. Cit. Así pues, entendemos que las comunidades castellanas tardomedievales que dieron origen a las comunidades y hermandades en Campoo, tienen varios niveles de acción, ya sea en lo referente a la vinculación política de los pueblos agrupados, ya sea en la construcción de los derechos del individuo de esa comunidad.

5 Sánchez Albornoz, Claudio: Estudios sobre las instituciones medievales españolas. UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, México, 1965.
Fernández, F.: El Becerro de las Behetrías de Castilla. Edit. Fabián Hernández, Santander, 1866.
De Los Ríos y Ríos, Ángel: Noticia histórica de las behetrías, primitivas libertades castellanas. Madrid, 1876.
Pérez Bustamante, Rogelio & Ortíz Real, Javier: Los orígenes del territorio de Campoo y la historia de Reinosa. Ayuntamiento de Reinosa, 1987.

6 Op. Cit. Pérez Bustamante, Rogelio & Ortíz Real, Javier, pág. 29 y 37.

7 Al respecto del denominado proceso de reconquista, que significó el repoblamiento por grupos de cristianos de áreas que habían sido ocupadas por los habitantes de los Reinos de Taifas, cabe mencionar que en la Merindad de Campoo hubieron grupos de personas que se alistaron para combatir en el proceso de expulsión de judíos y musulmanes. Prueba de ello, es no sólo el par de sarcófagos de piedra tallada que se encuentra en los bajos de la iglesia del Monasterio de Montesclaros, sino todos los dichos locales en los que se alude a la expulsión de los árabes de la región. Citamos el texto siguiente, con el fin de contextualizar estas aseveraciones: <<...es importante significar la colaboración de la Merindad de Campoo a los gastos de guerra y concretamente a la guerra de Granada,  a cuyo objetivo aluden dos documentos de la época de los RR.CC., la carta de 1475 en la que se ordenaba que varios lugares de la Merindad de Campoo tal como Celada, Aguayo, Fresno (Del Río), etc., contribuyeran a los gastos de la guerra, y la carta de tres de febrero de 1489 en la que se reparten 300 maravedís para la guerra de Granada especificándose varias Merindades, entre ellas la de Campoo.>> A raíz de la participación de los nobles e hidalgos de Campoo en esta guerra, se le concedió a Reinosa, el título de Noble y Real Villa. Op. Cit. Pérez Bustamante, Rogelio & Ortíz Real, Javier, pág. 37.

8 Velasco, M., Honorio: “La apropiación de los símbolos sagrados. Historias y leyendas de imágenes y Santuarios (Siglos XV-XVIII)”, en Revista de Antropología Social. No. 5, Servicio de Publicaciones Universidad Complutense de Madrid, 1996. pp. 83-114.

9 Op. Cit. pág. 85.

10 Ibid. pág. 89.