FILOSOFÍA DE LA SUSTENTABILIDAD DE LA VIVIENDA TRADICIONAL: TRANSFORMANDO COMUNIDADES HACIA EL DESARROLLO LOCAL

FILOSOFÍA DE LA SUSTENTABILIDAD DE LA VIVIENDA TRADICIONAL: TRANSFORMANDO COMUNIDADES HACIA EL DESARROLLO LOCAL

Rigoberto Larraga Lara y Ramón Rivera Espinosa. Coordinadores
Universidad Autonoma de San Luis Potosí
Universidad Autónoma Chapingo
Universidad de Antioquia

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VIVIENDA VERNÁCULA RURAL DE LA SUBREGIÓN DE RICAURTE ALTO E IGUAQUE, COLOMBIA

Yarleys Pulgarín Osorio 1

PRESENTACIÓN
La vivienda vernácula rural es unidad habitacional, pero también es unidad productiva y unidad cultural (Fonseca y Saldarriaga, 1980), que en su complejidad reúne los principios que en los últimos años los grupos de expertos han mencionado como los pilares de la sostenibilidad: medioambientales, socioculturales y socioeconómicos (Ensag-Craterre, 2014). La configuración de la vivienda determina la manera de habitar de los grupos humanos, pero también se ve modificada por los naturales cambios que traen consigo los avances tecnológicos y los modelos de desarrollo económico contemporáneos.
En el centro de Colombia pervive un tipo de expresión arquitectónica que hace más de cuatrocientos años combinó técnicas constructivas y tipologías arquitectónicas europeas con técnicas y mano de obra indígenas. Se trata de una muestra del sincretismo cultural plasmada en los espacios de habitación de un alto porcentaje de personas en la subregión de Ricaurte Alto e Iguaque, ubicada en el departamento de Boyacá, en donde más del 70% de sus aproximadamente 60.000 habitantes vive en un contexto rural, caracterizado por la diversidad de condiciones ambientales en un área relativamente pequeña (menos de mil Km2), que por mucho tiempo ha dado lugar a soluciones arquitectónicas particulares para cada zona de vida allí presente (según la clasificación de Holdridge, Bosque Seco, Bosque Húmedo y Bosque Muy Húmedo). A ello se suma la existencia de elementos tipológicos compartidos, gracias a la existencia de un patrón sociocultural similar entre sus residentes, como consecuencia del proceso de mestizaje. Son estos dos elementos, la diversidad por un lado y los elementos compartidos por el otro, los que sustentan buena parte de los valores patrimoniales de la vivienda vernácula rural.
Con la irrupción de la economía de mercado (Ettinger, 2010), el proceso de migración y el afán del gobierno nacional por introducir “mejoras” a la calidad de vida de quienes allí residen, las viviendas, que por mucho tiempo fueron construidas por sus usuarios con materiales tradicionales y algunas veces con la ayuda de maestros de obra locales, han venido sufriendo en las últimas décadas un acelerado proceso de trasformación tipológica (función, forma, construcción, semiótica, emplazamiento. Guerrero, 1995) que en algunos casos mantiene algunos elementos de las formas tradicionales de vivir, pero que en otros amenaza con homogenizar este tipo de expresión y con dejar perder para siempre el conocimiento asociado a la edificación de entornos construidos ligados al lugar y sus componentes asociados.

Metodología de la investigación
Dado el carácter transdisciplinario de esta investigación, ha sido y será necesario recurrir tanto a los métodos y a las teorías propias de la arquitectura como a los de la antropología cultural (González Pozo, 1971: 82-83).
Mientras que dentro del campo disciplinar de la arquitectura se apela al estudio comparativo de caso, realizado mediante el análisis tipológico, dentro de la antropología, la metodología adoptada por esta investigación toma elementos de la etnografía, que recurre al acercamiento al tema de investigación por medio del contacto directo con el objeto de estudio (Herskovits, 1987: 94-109; Hammersley y Atkinson, 2014: 15-17)
En tal sentido, se ha escogido un conjunto de viviendas, algunas de las cuales fueron previamente observadas y visitadas durante el proyecto de elaboración del expediente de nominación de la subregión para su inclusión en la Lista Representativa de la Unesco en el año 2012, proceso adelantado por parte del gobierno colombiano y que aún está en marcha; otra parte fue seleccionada, dentro de un amplio número de construcciones previamente observado con características similares entre sí, con la colaboración de líderes comunitarios de cada uno de los municipios visitados a la fecha. El apoyo de una persona de la comunidad es básico en el desarrollo de este tipo de investigaciones (Herskovits, 1987: 102; Hammersley y Atkinson, 2014: 80-84), pues facilita el acceso al grupo objeto de estudio gracias a relaciones sociales previamente establecidas. Para cumplir con los objetivos trazados por la investigación, se tiene previsto manejar una escala intermedia de análisis, donde se han tenido en cuenta tanto el patrón de implantación  en el territorio como la solución técnica individual.
Ha sido interés especial de la investigación analizar viviendas que estuvieran siendo utilizadas, aunque fuera de manera parcial, en las diversas zonas de vida. Sin embargo también se han encontrado casos de viviendas abandonadas que dado su valor testimonial han sido tenidas en cuenta. Otro punto de especial importancia al momento de seleccionar las viviendas ha sido su edad, buscando construcciones antiguas y contemporáneas que permitan establecer la evolución de los distintos elementos tipológicos. Para recolectar la información obtenida en cada caso, se diseñó una ficha o cédula; el análisis de los datos allí consignados ha comenzado a señalar tendencias que ya permiten caracterizar algunos elementos de la vivienda vernácula rural en algunos municipios de la subregión.
Localización y caracterización físico-espacial
La subregión de Ricaurte Alto e Iguaque está conformada por los municipios de Arcabuco, Chíquiza, Sáchica, Santa Sofía, Tinjacá, Villa de Leyva, Gachantivá, Ráquira y Sutamarchán (a la fecha se ha hecho trabajo de campo en los tres últimos), ubicados al noroccidente del departamento de Boyacá, localizado a su vez en el centro de Colombia.
Buena parte del departamento de Boyacá se localiza sobre la cordillera oriental, ramal de la cordillera de Los Andes que en Colombia se divide en tres. Hacia la  mitad del recorrido de la mencionada cordillera se encuentra una amplia meseta denominada altiplano cundiboyacense, sobre la cual tienen asiento Bogotá (capital de Colombia), Tunja (capital del departamento) y un significativo número de municipios con condiciones geográficas y culturales similares, que estuvo poblada desde el periodo prehispánico por numerosos grupos indígenas cobijados por la denominación de muiscas; sobre el borde nororiental del altiplano se encuentra la zona de estudio, haciendo frontera con territorios antiguamente dominados por agrupaciones con otras filiaciones étnicas.
Las alturas más bajas sobre el nivel del mar se encuentran a los 1800 m.s.n.m. en el cañón del rio Moniquirá (principal arteria fluvial de la región) al norte de Santa Sofía, mientras que en las mayores alturas se alcanzan en el Santuario de Fauna y Flora de Iguaque (principal elemento natural de la región y según la mitología muisca cuna de la humanidad) a los 3800 m.s.n.m, ubicado al oriente de la zona de estudio. Con excepción de los municipios de Ráquira y Villa de Leyva, donde las actividades económicas por excelencia son la minería de carbón y la alfarería en el primer caso y el turismo en el segundo, la región se caracteriza por su vocación agropecuaria.
Los principales elementos de caracterización espacial y ambiental de la zona son el valle se Saquencipá, con una altura promedio de 2200 m.s.n.m. que abarca toda la cuenca del río Sutamarchán - Moniquirá y sobre el cual se ubican las cabeceras municipales de Villa de Leyva, Sáchica, Sutamarchán, Tinjacá y Ráquira; los macizos montañosos que conforman el SFF de Iguaque y que determinan el aislamiento espacial de Chíquiza con respecto al resto de los municipios de la zona de estudio y la zona de bosque seco del suroriente de la región denominada “Desierto de La Candelaria”, ecosistema estratégico del centro del país. Zonas protegidas al norte y al occidente como la Serranía de Merchán y el páramo de Rabanal complementan el cuadro de áreas ambientales estratégicas. La suma de todos ellos da como resultado una región relativamente pequeña con gran variedad de ecosistemas, lo cual lleva a intuir que igualmente variadas son las soluciones constructivas de las viviendas de sus habitantes.
Con base en la información consignada en los Planes de Desarrollo y en los Esquemas y Planes Básicos de Ordenamiento Territorial de los municipios, se identificó la existencia de tres zonas de vida principales en la zona de estudio. La localización de las zonas de vida coincide con las áreas más bajas para el caso del Bosque Seco (desierto de La Candelaria y cuenca del río Moniquirá), con áreas con altitud intermedia en el caso del Bosque Húmedo y con áreas con las mayores alturas para el caso del Bosque Muy Húmedo (SFF Iguaque, serranía de Merchán, páramo de Rabanal).
ANTECEDENTES EN LA OCUPACIÓN DEL TERRITORIO
La presencia en el territorio de grupos humanos pertenecientes a la etnia muisca permitió con el paso del tiempo la conformación de una región con cierto grado de homogeneidad cultural, sin perjuicio de la existencia de fronteras y factores que impedían una cohesión total entre las distintas agrupaciones que la conformaron.
Las pesquisas adelantadas en la región por Langebaek a finales del siglo XX en una parte del territorio, por medio de la metodología del reconocimiento regional sistemático, permiten establecer el patrón de asentamiento de los primeros grupos que dejaron vestigios cerámicos desde el denominado periodo Herrera Temprano (¿400 A.C.?) hasta la llegada de los españoles2 , contradiciendo parcialmente afirmaciones de investigaciones anteriores en torno a la hipótesis de un patrón de asentamiento disperso. La evidencia señala la existencia de “grupos humanos muy pequeños, los cuales ocuparon sitios también pequeños y dispersos casi siempre en lugares fértiles” (Pág. 15), mientras que durante el periodo Muisca Temprano se observa un incremento en la población acompañado de un cambio en el patrón de asentamiento, ahora caracterizado por la existencia de dos grandes aldeas nucleadas ubicadas en inmediaciones del actual casco urbano de Sutamarchán (Suta) y del observatorio solar muisca denominado El Infiernito en jurisdicción de Villa de Leyva, acompañadas por unos pocos asentamientos dispersos (Ibídem: 20)3 . Al periodo Muisca Tardío corresponde la presencia de las mismas aldeas, ahora de mayor tamaño y en donde ya habitaban los caciques, con un número creciente de asentamientos dispersos a su alrededor, los cuales en atención a la presencia de este tipo de élites en el territorio y la existencia de excedentes de producción ofrecidos por un clima y suelos benignos,  tributaban a los mencionados gobernantes y los utilizaban para intercambio comercial.
Los documentos refieren que los cacicazgos o grupos independientes que existían en la zona poco antes de la llegada de los españoles, estaban envueltos en pugnas que originaron desplazamientos de grupos e invasión de territorios. Con la llegada de los europeos, la cada vez más densa población aborigen se ve forzada a colonizar las zonas menos fértiles bajo un patrón de asentamiento disperso, tendencia que la política colonial intentó revertir sin éxito:
 “La política de poblamiento español tuvo dos directrices principales: la concentración de indígenas ‘vivir en policía’ y la fundación de villas y ciudades para habitación de blancos (…). Los objetivos eran por un lado, tener acceso a la mano de obra indígena y ‘doctrinarlos’ y por otro, llevar una vida urbana arreglada y ordenada, respondiendo a lo que los españoles llamaban el ‘bien común’, ‘vivir en policía’ para lograr un ‘buen gobierno’. Sin embargo, este patrón de poblamiento español tuvo que ser continuamente reordenado y exigido y sus estrategias de ejecución replanteadas según las respuestas de los indígenas” 
(Ramírez y Sotomayor: 176-177)
De los aproximadamente 15 asentamientos indígenas que existían a la llegada de los españoles, los procesos de anexión y desaparición de resguardos creados en función del crecimiento o disminución del número de habitantes de cada uno llevaron a la extinción de seis de ellos, hasta quedar como huella física los centros poblados de los municipios que se pueden apreciar hoy en día con excepción de Arcabuco y Villa de Leyva, el primero como población fundada a mediados del siglo XIX y la segunda como pueblo de blancos creado en 1572.
El paso de la Comisión Corográfica4 a mediado del siglo XIX por el noroccidente de la región revela el panorama de las condiciones en las que vivían los pobladores. Además de la aridez de los suelos a causa de la sobreexplotación agrícola del periodo colonial y la pobreza de sus moradores, Manuel Ancízar se refiere a algunas características de la vivienda:
“A las dos leguas, atravesando para el sur, se encuentra el pueblo de Guatoque, el cual demuestra en su mezquino aspecto y ranchería pajiza la humilde condición de sus moradores, casi todos indios y mestizos consagrados a labrar los vecinos campos.”
(Pág. 315)
Cuando la expedición pasa por Ráquira y ya se dirige hacia Samacá, en el límite suroccidental de la Subregión, se hace una descripción más detallada de las viviendas que los viajeros encuentran a su paso:
“Como de costumbre en los pueblos de la cordillera, su aspecto y disposición material de ninguna manera corresponden a la rara hermosura de los campos inmediatos; el genio indígena, tal como lo abatió y amilanó la tiranía de las encomiendas, no procura ni concibe la comodidad en las habitaciones, ciñéndose a edificar ranchos o casas desabrigadas y mal compartidas, que apenas sirven para guarecer de la intemperie a sus moradores; tienen sobrantes el espacio y la luz, y uno y otra faltan siempre de puertas adentro, dividiendo el estrecho recinto con los animales domésticos que todo lo invaden, asientos, mesa y cama, si merecen tales nombres los toscos muebles y los cañizos que constituyen el ruin menaje; pero en compensación de este desaliño halla el viajero hospitalidad franca y bondadosa en los habitantes, honradez a toda prueba y servicios desinteresados, que prestan sencillamente, pidiendo perdón por no haberlos podido proporcionar mejores.”
(Pág. 321)
La evidencia arqueológica e histórica muestra entonces la predominancia del patrón de asentamiento disperso solo después de la conquista, que a partir de entonces ya no fue posible revertir como lo indican los índices y porcentajes de población que habitan actualmente en las zonas rurales de los nueve municipios. Sin duda, el incremento de la población incidió en tal fenómeno, que empujó desde entonces y hasta el día de hoy a los indígenas y mestizos5 a habitar en zonas poco fértiles, pero también puede estar velada (lo cual está por demostrar) una forma de resistencia pasiva ante imposiciones foráneas.
Lo que se sabe de la configuración de la vivienda indígena a la llegada de los españoles al altiplano cundiboyacense está referido por distintos cronistas6 , quienes hablan de edificaciones construidas en bajareque que tenían planta circular y techo cónico (de las cuales no quedaron vestigios); en contraste, las viviendas reportadas a mediados del siglo XIX conservaban la técnica constructiva del bajareque y ya habían incorporado la del adobe, pero los demás elementos tipológicos ya se habían transformado; aparentemente no hubo grandes variaciones desde entonces hasta finales del siglo XX, cuando son introducidos los materiales industriales en la construcción de la vivienda vernácula rural. Igualmente, se pasó de una visión prehispánica comunitaria en el manejo de la tierra al concepto de propiedad privada.
LOS HABITANTES DE LA VIVIENDA VERNÁCULA RURAL
Algo que llama la atención al analizar las proyecciones de población del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) no sólo a nivel regional sino ya a nivel nacional, es que con el proceso de urbanización del país tiende a disminuir el número de habitantes de las zonas rurales7 ; sin embargo, en la zona de investigación sigue siendo muy alta la proporción de personas que residen en el campo comparadas con las que residen en las cabeceras municipales. En los nueve municipios que conforman la subregión de Ricaurte Alto e Iguaque, más del 70% de la población habita en el campo, destacándose Villa de Leyva como el centro poblado más grande, concentrando más de un tercio del total de quienes habitan en áreas urbanas de la zona de estudio.
De acuerdo a las proyecciones del DANE, los municipios que muestran tendencia a la disminución en el número de sus habitantes son Chíquiza, Gachantivá y Santa Sofía, que tienen como elemento en común el estar relativamente aisladas de las vías principales de comunicación interdepartamental. Se destacan Ráquira y Villa de Leyva por tener los cascos urbanos más grandes y mostrarse como las principales receptoras de migrantes.
En el cuadro se observa que con excepción de Villa de Leyva, la densidad más alta de población en zonas rurales es reportada por Sutamarchán seguida de Chíquiza y Tinjacá. Llama la atención el caso de Villa de Leyva, tercer municipio en tamaño que no obstante contar con menos de la mitad de sus habitantes residiendo en la zona rural, muestra la mayor densidad de habitantes por Kilómetro cuadrado en este ámbito debido al número total de personas reportadas en las proyecciones de población que equivalen a poco menos de un tercio del cálculo general para la subregión.
Villa de Leyva es la población que ha recibido el mayor número de migrantes desde mediados del siglo XX, dando origen a un proceso de gentrificación urbana que en los últimos cinco años a comenzado a expandirse a la zona rural de éste municipio y de los municipios vecinos. Al mismo tiempo, es evidente un proceso de migración de los habitantes de la vivienda vernácula rural de la subregión de Ricaurte Alto e Iguaque y un cambio en las actividades económicas tradicionales. Ello ha traído consecuencias que se traducen en primer lugar en el abandono del campo por parte de la población laboralmente activa, quedando los niños y los ancianos en las construcciones la mayor parte del tiempo, y en segundo lugar en la pérdida de espacios asociados a la producción agrícola como la huerta casera, que mientras existió aseguró la independencia y seguridad alimentaria de las familias.
Cuando los propietarios u ocupantes fallecen, usualmente la edificación queda en estado de abandono porque resulta obsoleta ante las nuevas formas de habitar (que conllevan nuevas tecnologías y necesidades de los espacios), siendo esta ya una imagen frecuente. Entre más alejada esté la casa de las vías principales, es menos probable que sea reemplazada por otra edificación erigida con materiales industriales y más probable que quede abandonada.
En más de la mitad de los casos los propietarios son de sexo femenino, adultos mayores con frecuentes problemas de salud que conviven en la vivienda con hijos en edad laboral e incluso nietos. Casi todos han dedicado su vida a las labores agrícolas y un porcentaje representativo ocupa la que fue la vivienda paterna, que a su vez se ha ampliado con el paso de los años a medida que ha dado cabida a los nuevos miembros de la familia que van llegando. Cuando los integrantes comienzan a abandonar el hogar, lo que usualmente ocurre es el cambio de uso de los espacios, quedando disponibles como depósito, cuarto de huéspedes  o albergando la cocina. Ello habla del carácter dinámico y siempre cambiante de la vivienda vernácula rural en cuanto es receptora de ocupantes y de su capacidad de adaptación a distintas necesidades.
EL OFICIO CONSTRUCTOR
Actualmente es bajo el número de personas que se dedican a la construcción de viviendas en bajareque o adobe, pues de manera acelerada han entrado materiales industriales como el ladrillo hueco, el ladrillo tolete (macizo) o incluso el bloque de tierra compacto (BTC), que en razón de la velocidad con la que se puede construir una vivienda actualmente, ha llevado al abandono de los materiales y técnicas tradicionales 8. La especialización del oficio que ha exigido la llegada de las nuevas maneras de construir, ha desplazado a estos personajes destacados en su momento dentro de su comunidad por participar en la erección de numerosas moradas. De esta manera, está en riesgo de desaparecer todo un conjunto de saberes que se traducían no solo en un conocimiento de las técnicas constructivas sino también de las materias primas y las condiciones del entorno físico, entre otros.
Durante el trabajo de campo ha sido posible encontrar en numerosos casos personas que participaron de distintas maneras en el proceso de construcción de sus propias viviendas, sin ser este su oficio principal aunque haya sido aprendido desde la niñez. Muchas de ellas son mujeres, lo cual habla de la importante participación femenina en la construcción de la vivienda vernácula rural de los municipios hasta ahora estudiados.
Los constructores tradicionales que han sido identificados durante el trabajo de campo son aun personas ampliamente reconocidas, que en razón de su edad ya no desarrollan su oficio. Aunque participaron en la erección de un amplio número de viviendas, es importante resaltar que estas personas también se desempeñaron en otro tipo de actividades tales como la elaboración de tejidos y la agricultura, lo cual habla del habitante rural como una persona independiente, recursiva y dispuesta a involucrarse en los distintos oficios que implica la vida en el campo.
CULTURA CONSTRUCTIVA REGIONAL
Si bien la sociedad campesina de la subregión de Ricaurte Alto e Iguaque no se puede equiparar a las culturas primitivas en términos de acceso y manejo de la escritura, comparten la carencia de sistemas de representación gráficos tales como los planos, lo cual explica la transmisión (hasta hace algunos años) del manejo de las técnicas constructivas tradicionales de generación en generación, y que ha incluido también el desarrollo de técnicas particulares cuyo manejo no recaía necesariamente en personal especializado en ello sino que eran de dominio colectivo, resultado de la colaboración de muchas personas a lo largo del tiempo (Rapoport, 1972: 16)
“Esta posibilidad de anticipar las formas y las dificultades de su ejecución es una de las armas más poderosas con las que cuenta el hombre para optimizar su acción en el dominio del entorno, y nuevamente, se da inscrita de muy distinta manera en cada cultura. En términos generales, en muchas de las culturas ágrafas, en las que la ausencia de un lenguaje gráfico impide la elaboración de cálculos o diagramas, y el trazo y la lectura de planos, los procesos de anticipación se dan íntimamente ligados a experiencias conocidas y asimiladas en pautas de conducta o costumbres. La costumbre sanciona todo lo que se refiere a formas, dimensiones, técnicas constructivas y aun colores y sistemas de organización espacial (…)”.
(González Pozo, 1971: 118-119)
Según estudio de documentos emanados por parte de las entidades de orden municipal, Sutamarchán es el municipio de la subregión de Ricaurte Alto e Iguaque con mayor proporción de edificaciones construidas con técnicas propias de la arquitectura en tierra, especialmente bajareque y adobe, muchas de ellas construidas por sus propietarios o parientes cercanos.
El material con el cual está construida una vivienda en la zona rural de cualquier municipio indica desde el comienzo la capacidad adquisitiva de su propietario 9 Es así como el bajareque es utilizado por las personas con menores recursos económicos (y posiblemente no es coincidencia la identificación de viviendas construidas con ésta técnica en las zonas más pobres de los municipios), mientras que el adobe es propio de las familias acomodadas y la tapia es el material predominante en las casas de hacienda y edificaciones de los terratenientes de la zona (construcciones de este tipo no son objeto de análisis en esta investigación). El material predominante en la construcción de estructuras murarias de las viviendas visitadas es el adobe, si bien es evidente se cuenta que desde hace aproximadamente doce años 10 existe un alto grado de penetración del ladrillo tanto macizo como hueco.
El bajareque, el adobe, la piedra, la madera, la paja, el cascajo y la teja de barro son los materiales que definen los volúmenes más antiguos de las viviendas vernáculas visitadas. El ladrillo, el concreto y los tejados de zinc aparecen únicamente en edificaciones de menor edad, y son pocos los casos en los que existe mezcla de materiales tradicionales con industriales en un mismo volumen construido.
Desde hace algunos años el gobierno colombiano, a través del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, viene implementando un programa de mejoramiento de la vivienda rural. Dicho mejoramiento consiste básicamente en la dotación de unidades sanitarias, de las cuales carece un alto porcentaje de las construcciones, y en el reemplazo de estructuras deterioradas por otras con materiales foráneos, lo cual ha acelerado la desaparición de las técnicas constructivas tradicionales. Para implementarlo, es obligación de los municipios hacer periódicamente un censo del número de edificaciones así como de los materiales que las conforman. Aunque algunos de ellos no reportan datos, la información disponible da luces acerca del alto número de viviendas existentes (casi 4800 en cinco municipios) y del alto grado de penetración de nuevos materiales como el bloque o el ladrillo tanto macizo como hueco (especialmente en Ráquira, Chíquiza y Arcabuco), en contraste con técnicas y materiales como el adobe, la tapia pisada o el bahareque que aun son predominantes en algunas zonas (Sutamarchán y Gachantivá).
La subregión cuenta con vías de comunicación de carácter regional que la comunican con la capital del departamento, con el centro y el oriente del país. Es así como los cascos urbanos de los municipios de Sáchica, Sutamarchán, Tinjacá y Arcabuco  se ubican sobre este tipo de corredores. Villa de Leyva y Ráquira no se ubican gozan de esta condición, pero su condición de municipios con vocación turística ha impulsado la construcción de una infraestructura vial que les permite conectarse con las arterias más importantes. En contraste, Gachantivá, Santa Sofía y Chíquiza se encuentran precariamente comunicados por medio de carreteables en regular estado.
Como consecuencia de las dinámicas comerciales y del reconocimiento de la subregión logrado con el trabajo de campo, se deduce de manera preliminar que aquellas zonas que cuentan con mejores vías de comunicación y más altos flujos de visitantes son las que evidencian en primera instancia la llegada de nuevos materiales de construcción, que se identifican a lo largo de los corredores viales y en los cascos urbanos. Así mismo, es el buen estado de las vías que comunican a la cabecera con las zonas rurales el que determina la velocidad con la que irrumpen las nuevas tectónicas en el paisaje, que se evidencian en primer lugar en las cubiertas de las viviendas y después en los muros y pisos.
LOS RASGOS TIPOLÓGICOS DE LA VIVIENDA VERNÁCULA RURAL
-División predial e implantación
“La discusión que trata de la separación de dominios y de la comunicación social sugiere que no se puede ver la vivienda aislada de su asentamiento, sino que ha de ser considerada como una parte de todo el sistema social y espacial que relaciona la casa, el modo de vida, el asentamiento y hasta el paisaje.”
(Rapoport, 1972: 93)
El análisis de la división predial arroja como conclusión la existencia de lotes más grandes en el área de Bosque Seco que en las áreas en Bosque Húmedo y Bosque Muy Húmedo, en relación directa con la fertilidad y capacidad de producción agrícola del terreno. Ello repercute en la baja densidad de construcciones y en la forma como la vivienda se implanta por ejemplo en las zonas de Bosque Seco, en bloques separados que se camuflan con su entorno, buscan la presencia de fuentes de agua cercanas y permiten la visualización de visitantes con suficiente anticipación, en contraste con lo que ocurre en zonas de Bosque Húmedo y Muy Húmedo, con mayor densidad de edificaciones compactas que se ubican de manera preferente cerca de las vías de comunicación. En promedio, la vivienda vernácula rural está conformada por 2.3 volúmenes cada una.
Por lo general, muy cerca de las edificaciones se encuentran la huerta casera y los corrales de animales domésticos (gallinas, conejos), cuya existencia y variedad depende del tiempo que le pueda dedicar la dueña de la casa. La presencia de estos espacios se ha visto amenazada por la presencia creciente de monocultivos en los predios, que en ocasiones reportan grandes beneficios económicos pero también pérdidas, ante lo cual la huerta tiene la capacidad de proveer alimento a los habitantes aún en tiempos difíciles.
La carencia de agua en algunos municipios ha estimulado la aparición y generalización en los últimos años, de manera sobresaliente en las zonas de vida de Bosque Húmedo y Bosque Muy Húmedo, de reservorios o estanques que permitan el desarrollo de actividades agrícolas la mayor parte del año. El movimiento de tierra que conlleva la construcción de una estructura de este tipo ha devenido en una alteración del paisaje de la vivienda vernácula rural. Impacto similar ha tenido el auge de monocultivos bajo la modalidad de invernadero, volúmenes hechos con plástico y madera que modifican las visuales desde y hacia las edificaciones.
Características generales relevantes de las viviendas visitadas en el municipio de Sutamarchán
-Geometría de las plantas
Para el caso del municipio de Sutamarchán, la planta de las viviendas tradicionales generalmente tiene forma de rectángulo, y al interior de él se disponen la galería de circulación flanqueada por la estructura que soporta la cubierta, habitaciones y cocina alineadas; esta configuración en planta también ha sido adoptada en las edificaciones nuevas (construcciones financiadas por el Estado o por los propietarios), buscando a menudo una articulación  armónica con el volumen antiguo. Menos frecuente es la planta en forma de “ele”. Cuando existe necesidad de generar espacio para albergar nuevas actividades o ampliar el área disponible para las existentes, se suele recurrir a la construcción de edificaciones, y en algunos ejemplos se acude a la subdivisión interior de los espacios.
-Geometría de la cubierta
La forma de la cubierta siempre es inclinada pero varía entre una, dos y cuatro aguas. Cuando la geometría es de dos o cuatro aguas, generalmente se utiliza el espacio resultante entre los muros y la cubierta, el cual se conoce con el nombre de zarzo, como depósito. Para ello se instala un cielorraso bien sea en esterilla de guadua (guadua angustifolia) o en cañabrava (Arundo donax), el cual se ha conservado en la mayoría de los casos en las habitaciones y en algunas ocasiones en las áreas de circulación. En todas las edificaciones antiguas, la cubierta descansa sobre una estructura de madera rolliza para la cumbrera y aserrada para los tirantes, bajo el modelo estructural de par y nudillo.
-Geometría de las fachadas
Las fachadas de los volúmenes antiguos usualmente tienen perforaciones pequeñas sobre las que se disponen elementos de carpintería en madera, en contraste con las mayores dimensiones de los vanos propios de edificaciones más recientes y el uso de cristales y carpintería metálica. Para el municipio de Sutamarchán, en la mayoría de los casos, las viviendas del Bosque Húmedo y del Bosque Muy Húmedo cuentan con aplanados de cal, mientras que ninguna de las edificaciones antiguas propias del Bosque Seco dispone de este tipo de acabado, quedando a la vista el material que conforma la estructura de los muros. La proporción entre el volumen que alberga los espacios habitados  y la cubierta suele ser de 2 a 1 o de  2 a 1.5.
LOS USOS DEL ESPACIO
Fonseca y Saldarriaga (1980) enumeran cierto tipo de espacios que son comunes en las viviendas rurales colombianas, muchos de los cuales se identificaron en el trabajo de campo adelantado a la fecha, teniendo en cuenta que “El espacio rural es un contenedor de actividades, pero no necesariamente su reflejo directo”:
“a. El espacio destinado a dormitorios (habitación); b. El espacio destinado a cocina; c. El espacio destinado a depósito de la producción del predio; d. El espacio destinado a depósito del hogar; e. Espacio cubierto de relación y de trabajo; f. Espacio complementario para albergue de animales; g. Espacio exterior de relación de toda la vivienda. Este espacio es el ‘límite virtual’ de la vivienda.”
(Pág. 29)
Tal afirmación es recogida previamente por Rapoport (1972: 21), quien afirma que la vivienda de las sociedades primitivas y aún campesinas se caracteriza, entre otras cosas, por la “ausencia de diferenciación en el uso del espacio y en el trabajo, que también está difundida en otras zonas de la vida y del pensamiento” y responde a necesidades básicas como ventilación y circulación del aire, iluminación, cocción de alimentos, alimentación y descanso (Ibídem: 84-86).
Para el caso de Sutamarchán, los espacios de descanso están separados entre padres e hijos, y entre éstos últimos, cuando inicia la adolescencia, usualmente se separa a los varones de las mujeres; es poco frecuente el caso en el que se disponen zonas para alojar huéspedes. Es común encontrar nichos en las paredes que sirven para la ubicación de objetos de uso cotidiano e imágenes religiosas, así como perforaciones entre la cocina y algunas habitaciones que sirven para el suministro de alimentos a personas que por motivos de salud no puedan recibir los alimentos fuera de la habitación. También se vieron en algunos casos vanos o perforaciones que antiguamente permitían la comunicación directa e interna entre habitaciones, pero que con el tiempo han sido clausurados.
En casi todos los casos, la vivienda carece en sus inicios de un espacio dedicado a uso de la cocina y en lugar de ello se dispuso de un fogón de leña en la zona de circulación de la vivienda, de manera tal que se garantizara la ventilación pero al mismo tiempo se protegiera el fuego de la lluvia. En la medida en que los recursos económicos de los propietarios lo permitieron, se construyó el espacio para la cocina o se adaptó una de las habitaciones como tal y se ha venido reemplazando el fogón por una estufa de leña y en algunos casos por una estufa de gas, cuando las condiciones lo permiten. Cuando no se hace en la galería de circulación, usualmente los alimentos se toman dentro de éste espacio.
La vivienda vernácula rural tradicional tampoco dispone de cuarto de baño y viene siendo incorporado en los últimos años como resultado de programas gubernamentales de saneamiento de este tipo de construcciones. Por tal razón, se construyen enteramente con materiales ajenos a los que se pueden apreciar en el resto de la edificación y usualmente se ubica separado de ella.
Dentro de la dinámica de la vida rural, una de las necesidades básicas es la de almacenar (Rapoport, 1972: 51). Es por ello que está destinado inicialmente a los excedentes de la producción agrícola para la venta y actualmente a los objetos que ya no se usan.
Como articuladora de los espacios aparece la galería o corredor, que según Fonseca y Saldarriaga es traída desde España y cumple múltiples funciones, pues además de servir como elemento conector y de circulación, sirve a menudo como lugar de reunión y de consumo de alimentos. La vivienda vernácula rural también incorpora a su configuración la huerta casera; la enfermedad y muerte de sus propietarios o el abandono de las actividades agrícolas tradicionales han llevado a la desaparición de estos elementos clave en  la seguridad alimentaria local en buena parte de las casas que dejan a las personas a merced de la economía de mercado para la provisión de alimentos.
Finalmente, llama la atención la creciente tendencia a ocupar la vivienda como segundo hogar por periodos cortos, bien sea con fines de descanso o para actividades relacionadas con la producción agrícola del predio.
LA CULTURA MATERIAL TRADICIONAL ASOCIADA
 “Los nombres (sic) extraen de su hábitat, por medio de su tecnología, los alimentos, el abrigo, los vestidos y las herramientas que deben tener para sobrevivir. Los objetos que hacen y usan para estos propósitos se clasifican en general bajo la rúbrica de cultura material.”
(Herskovits, 1987:268)
Durante las visitas se indagó por el uso o desuso de algunos elementos tradicionales antiguamente ligados a la cotidianidad de los habitantes. Como resultado, se encontró que si bien aún se les puede ver en algunas viviendas, con excepción del llamado “garabato”11 y de algunas herramientas propias de trabajo agrícola, ya no se les utiliza más que como objeto decorativo en el mejor de los casos. Uno de los objetos más importantes dentro del día a día es el radio, antiguamente difusor de los programas estatales de educación a distancia con los cuales se formaron miles de habitantes de las zonas rurales y actualmente proveedor de entretenimiento para el trabajo en el campo. Igualmente es recurrente la presencia de imágenes de culto religioso como el pesebre o nacimiento, el árbol de navidad y la cruz de mayo así como las láminas y de manera especial la bandera de la Virgen durante diciembre.
La incorporación desde el periodo prehispánico del consumo de maíz a la dieta de los habitantes, ha hecho que la máquina de moler granos siga siendo utilizada en algunas de las viviendas visitadas, dispuesta en un mueble construido especialmente para ella. También es recurrente la presencia del arado, herramienta originaria de Europa y Asia (Herskovits, 1987: 277), sobre todo en aquellos predios en los que aún se desarrolla la actividad agrícola.
La necesidad de mantener alejadas de vándalos y ladrones las pertenencias de los habitantes y las zonas de cultivo ha generado el uso frecuente de la cerca eléctrica y de los dispositivos requeridos para su encendido y apagado, que se disponen a menudo en la galería de circulación. Por su parte, el almanaque o calendario se utiliza no sólo como elemento informativo sino también como parte de la escasa decoración exhibida en la vivienda.
En algunas de las viviendas visitadas fue encontrado el telar, dispositivo que funciona con pedales y que permite la fabricación de tejidos de lana. De ellos, sólo uno está en producción mientras que los demás están abandonados por enfermedad o muerte de sus operarios o porque ya no es una actividad rentable. Los objetos de cestería y de cerámica tradicionalmente utilizados para la recolección o almacenamiento han sido reemplazados por objetos industriales, y lo común es que sean relegados a los depósitos de la vivienda. Finalmente, es común que los objetos de uso cotidiano se dejen a la vista, tales como los de aseo personal o de la vivienda.
Existe un gran apego entre los habitantes y sus viviendas, sobre todo cuando han sido levantadas por sus manos o por las de sus seres queridos, por ser el objeto que condensa y sobre el cual se deposita la memoria; cada espacio o edificación guarda el recuerdo de eventos y personas que se quiere conservar, además del esfuerzo físico y económico que implicó su construcción. A partir de este sentido de pertenencia, lo común es que se manifieste la intención de mantener o mejorar la infraestructura existente y el sufrimiento por ver cómo este objeto construido con esfuerzo se deteriora inevitablemente y con ello estén en riesgo de desaparecer el lugar en donde tuvieron lugar las historias que permiten la identificación de una persona con su grupo familiar. Cuando no existe nexo alguno con la casa, lo que se observa es la intención de demolerla para dar paso a una nueva estructura, debido a la creencia errónea de que la vieja construcción no responde a las nuevas formas de habitar.
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1 Maestra en Arquitectura Yarleys Pulgarín Osorio, Estudiante de Doctorado en Arquitectura. Semestre III, Línea de Investigación Arquitectura, medioambiente y sustentabilidad, Universidad Nacional Autónoma de México, Correo electrónico yarleys@yahoo.com

2 Langebaek también hace una recopilación de investigaciones adelantadas por diversos autores en la que presenta la siguiente datación de ocupación de grupos humanos en una de las zonas más estudiadas por la antropología colombiana: a. Herrera Temprano (¿400 a.C.-700 d.C); b. Herrera Tardío (700-1000 d.C.); c. Muisca Temprano (1000-1200 d.C); d. Muisca Tardío (1200-1600 d.C); e. Colonial-Moderno (1600-).

3 Según el autor, el análisis detallado de documentos permite deducir la utilización por parte de cada unidad doméstica de varias residencias, algunas dentro de las aldeas nucleadas y otras dispersas por la zona que eran explotadas de manera periódica y permitían la obtención de diferentes productos, incluso de diversos pisos térmicos (Pág. 20-24) en un patrón de rotación de cultivos (Pág. 35).

4 La Comisión Corográfica nace del interés del gobierno del presidente José Hilario López (1849-1853) a través de Agustín Codazzi, ingeniero militar italiano encargado de la elaboración de la cartografía oficial de la naciente República de la Nueva Granada, por conocer los territorios que la conformaban en ese entonces.

5 El proceso de conquista y colonización española adelantado en la región llevó a que no obstante se conserven muchos elementos propios de la cultura indígena muisca reflejados principalmente en la gastronomía y los oficios artesanales, los habitantes ya no se reconozcan como indígenas o mestizos, sino solamente como campesinos. Así lo demuestran entre otros los resultados del Censo Nacional Agropecuario del año 2014.

6 En su “Noticia Historial de las conquistas del Nuevo Reino de Granada”, Lucas Fernández de Piedrahita hace una breve descripción de los palacios señoriales indígenas que los españoles encuentran en el altiplano

7 Según datos del censo de población del año 2005 con proyección al año 2010, el 75.6% de los colombianos residía en áreas urbanas y el 24.4% en áreas rurales.

8 Curiosamente, en los últimos años la elaboración de adobes ha caído en manos de la empresa privada (existen varias fábricas en la subregión), lo cual ha redundado en una aparente mayor calidad del mampuesto, desplazando su uso hacia sectores poblacionales con acceso a mayores recursos económicos. Es así como en la actualidad viviendas de alto estatus se construyen con este material, especialmente en el municipio de Villa de Leyva

9 Conversación con el constructor Pedro León Coy, diciembre de 2014. Referencia similar es presentada por Fonseca y Saldarriaga, cuando mencionan que “Es evidente que tanto el problema de la tecnología regional de la construcción rural como el de la arquitectura de la vivienda son problemas relacionados con la economía y la cultura regionales, es decir, no son independientes.” (Pág. 11)

10 Conversación con el constructor Ramón García, diciembre de 2014

11 Objeto utilizado para colgar utensilios, bolsas, herramientas, etc.