FILOSOFÍA DE LA SUSTENTABILIDAD DE LA VIVIENDA TRADICIONAL: TRANSFORMANDO COMUNIDADES HACIA EL DESARROLLO LOCAL

FILOSOFÍA DE LA SUSTENTABILIDAD DE LA VIVIENDA TRADICIONAL: TRANSFORMANDO COMUNIDADES HACIA EL DESARROLLO LOCAL

Rigoberto Larraga Lara y Ramón Rivera Espinosa. Coordinadores
Universidad Autonoma de San Luis Potosí
Universidad Autónoma Chapingo
Universidad de Antioquia

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HABITABILIDAD Y HACINAMIENTO; LA REALIDAD DE LAS FAMILIAS MEXICANAS

Ramírez Cortés Arely V.
Mejía Nieves Miriam S.
García Robles  Anilú B.
Hernández Diana A.
Vega Peña Eunice A.
Asesor.Dr. Ramón Rivera Espinosa
Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Psicología.
A Universidad Nacional Autónoma de México

 

Resumen. El presente trabajo tiene como objetivo exponer la importancia de los conceptos habitabilidad y hacinamiento en marco del creciente número de viviendas de  interés social. Así como explorar en el campo de la psicología ambiental y de la arquitectura como modelos explicativos de la influencia que tiene el diseño y construcción de las viviendas de la ciudad en el comportamiento y bienestar de las familias mexicanas. Se hace una breve revisión sobre la historia de las unidades habitacionales poniendo especial énfasis nuestro país,  se delimitan los conceptos de habitabilidad, hacinamiento y administración de recursos, este último definido como la capacidad de los sujetos para adecuarse y modificar el espacio que habitan. Así mismo se señala la falta de investigación que relacione a ambos asertos y finalmente, se hace una propuesta metodológica para la investigación en este campo.

  1. HISTORIA DE LAS UNIDADES HABITACIONALES EN MÉXICO

Los conjuntos habitacionales como vivienda surgieron después de la Segunda Guerra Mundial en países desarrollados, tiempo después, una buena parte de la oferta de vivienda empezó a estar constituida por conjuntos que permitían aumentar la densidad de ocupación del suelo urbano, concentrar y proporcionar servicios y equipamiento, así como disminuir tiempos y costos de construcción, por lo que la tendencia de construir este tipo de viviendas prolifero. En México, el incremento demográfico iniciado en la década de los cuarenta planteó una gran demanda habitacional en las zonas urbanas. En 1947 se construye en el Distrito Federal la primer Unidad Habitacional, la cual da inicio a una nueva etapa de vivienda masiva, como respuesta a la demanda que imponía el crecimiento poblacional. A principios de los años setenta, se crean fondos para la vivienda (INFONAVIT, FOVISSSTE, FOVIMI, FOVI-BANCA), generando un gran impulso a la construcción de conjuntos habitacionales los cuales se caracterizaron por contar con grandes dimensiones, un importante equipamiento y diversas áreas de uso social (Esquivel, 2007).

Con el transcurrir del tiempo el INFONAVIT se convirtió en la constructora con mayor cobertura a nivel nacional en cuanto a población atendida y cantidad de viviendas producidas. A finales de los ochenta, en el contexto de la ideología neoliberal las constructoras privadas se extienden y el Estado mexicano disminuye su intervención en la creación de viviendas. Se le da mayor preferencia a la dimensión económica y disminuye la calidad y tipo de vivienda que se ofrece. En entonces que a partir de 1987 el presupuesto otorgado a los institutos de vivienda se reduce considerablemente lo que provoca la construcción de enormes conjuntos habitacionales con gran número de viviendas que concentran a una cantidad importante de familias. Con la característica particular de que se trata de viviendas que van de 45 a 75 metros cuadrados, con un diseño que oculta sus dimensiones reales dando una falsa apariencia de amplitud y habitaciones que no responden a las necesidades reales de la población  (Esquivel, Maya, Cervantes, 2005).
Como menciona Urbina (1993) en la construcción de unidades habitacionales se ha dejado de lado el reconocimiento de los usos reales proponiendo y creando diseños estándar que resultan inadecuados en distribución y utilidad. Se construye en serie edificios homogeneizados que carecen de áreas verdes, áreas de juegos y convivencia entre habitantes lo que provoca un deterioro gradual en la calidad de vida y las relaciones amistosas. Es así como el crecimiento de la ciudad se  presenta como un cambio arquitectónico permanente, nunca termina de construirse y destruirse. Las características urbanas se modifican transformando los estilos de vida, imponiendo nuevas formas de comportamiento y escases de espacio. La sobrepoblación y el hacinamiento generan problemas de comportamiento e insuficiencia de vivienda, en 1982 México estimó que el déficit de vivienda era de 10.6 millones de unidades, esto acarrea conflictos en el número de habitantes por vivienda o por habitación. En 1984 el estudio realizado por el Departamento del Distrito Federal identificó las zonas con mayor déficit tomando como referencia el parámetro de 3 habitantes por casa, no obstante ninguna delegación lo alcanzó. La delegación con menor déficit de vivienda fue Azcapotzalco con 3.13 personas por casa mientras que la delegación Cuajimalpa obtuvo el parámetro de 17.4 personas por hogar. De acuerdo al censo de la INEGI en el 2010, al menos 2, 121,671 familias viven en un edifico de departamentos en el Distrito Federal, mientras que en el estado de México así lo hacen 766,248 familias. En este panorama donde la demanda de vivienda sólo ha sabido cubrirse con la construcción y venta de los grandes conjuntos habitacionales, es ineludible plantear la incógnita de cómo las familias logran adaptarse a estos espacios.

  1. HACINAMIENTO; UNA CONCEPCIÓN CONTEXTUAL

La sobrepoblación y el hacinamiento son parte obligatoria del urbanismo, diversos autores coinciden en que la ciudad trae consigo un carácter patológico generado por su carga de tensión perceptual, sus condiciones estresantes y antisociales derivadas en gran parte por un sistema económico-político. La vida en la ciudad exige irremediablemente adaptación al ruido, a los malos diseños arquitectónicos, al caos y al hacinamiento  (Urbina, 1993).

Estudios sobre este tópico en épocas anteriores utilizaban los términos hacinamiento y densidad de población indistintamente, empero a partir de 1972 tras el trabajo de Stokols “Sobre la distinción entre densidad y hacinamiento” se toman como diferentes. La densidad de población está constituida por aspectos físicos y espaciales, es decir, número de personas por unidad de espacio o número de viviendas por barrio. Mientras que el hacinamiento se refiere a un estado subjetivo de la experiencia psicológica originado por la demanda de espacio por parte del sujeto. Esta diferencia surge a raíz de los cuestionamientos de que las personas sometidas a una alta densidad de población pueden o no experimentar hacinamiento, es decir, que la densidad no es un determinante directo del hacinamiento, este puede darse por muchas otras cuestiones  (Hombrados, 1997). Por su parte Chopin (1963), Iglesias y Ussel (1993 en Lentini y Palero 1997) retoman que si bien trata de una experiencia subjetiva, conlleva también aspectos  como; número de personas por cama, por habitación, número de familias por vivienda y otros puntos como el usar una habitación para una actividad distinta para la que fue diseñada o cuando el tránsito de un cuarto a otro requiere pasar por un tercero. En este sentido el hacinamiento como experiencia subjetiva puede ser expresado en diferentes niveles y características, por lo que se destaca que no existen términos universales para determinar en qué momento se experimenta o no una condición hacinada ya que esta experiencia depende del contexto histórico, socio-económico y cultural de cada sociedad.

El hacinamiento es señalado por Bustamante (2004) como un concepto de dos términos; físico y emocional. Ya que atenta contra la privacidad del sujeto y la forma en la que se mueve en presencia de otros. Cada sujeto define sus limitantes, tipos de interacción, modifica sus respuestas y genera habilidades para el control de tales interacciones. En el hacinamiento existe una restricción de espacio y un excedente de ocupantes de dicho espacio, esto puede generar el bloqueo de objetivos ya que la persona percibe el escenario reducido. Es entonces el hacinamiento el resultado de la estimulación excesiva percibida y desarrollada por el individuo.

Algunas de las consecuencias que versen sobre el individuo y toda la familia en este caso son; la falta de privacidad, interferencia en la realización de tareas y bloqueos en la libre circulación de los miembros. En cuanto a las alteraciones físicas y psicológicas encontramos el estrés, la ansiedad, falta de vínculo con el medio, restricción del espacio vital, que el territorio se convierta en una amenaza potencial para la propagación de enfermedades infecciosas y que se incrementen los accidentes dentro del hogar por la falta de espacio (Lentini y Palero, 1997). Por su parte autores como Cox, Paulus, Mc Cain (1984 en Santoyo y Anguera, 2014) señalan que la estimulación producida por situaciones hacinadas provoca en los individuos; sobrecarga en la capacidad de respuesta, limitación o interferencia en la realización de tareas y amenaza en la habilidad de control de las interacciones sociales.

  1. ECOLOGÍA Y PSICOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA COMO MODELOS EXPLICATIVOS

Desde la perspectiva ecológica se entiende al hacinamiento como una experiencia negativa que se produce por la incapacidad del sujeto para controlar la información exterior y las condiciones socio-espaciales que restringen su libertad de acción. Los efectos de sentirse hacinado se producen por una combinación de sobre-estimulación, restricción y carencia de control. En este sentido Baum y Paulus (1987) proponen un modelo explicativo del hacinamiento a través de la influencia de variables psicosociales-ambientales, en donde la incertidumbre, la falta de predicción y el escaso control sobre las interacciones son clave para la aparición del hacinamiento. La exposición a estas disonancias influyen en el nivel de estimulación, restringen el movimiento e interfieren en objetivos tanto colectivos como individuales (Hombrados, 1997).

La psicología ambiental por su parte ha dedicado mucho de su campo al estudio del hacinamiento, autores como Anguera (1927), Mercado, S; Urbina, J. y Ortega, P. (2007) mencionan algunas características de la disciplina que resultan útiles en el estudio de esta problemática, sobre todo por la preocupación de estudiar al hacinamiento como contexto y no como problema aislado, en este sentido la psicología ambiental se caracteriza por; 1. Estudio de las relaciones hombre-ambiente en sentido dinámico. El hombre se adapta activa y constantemente al ambiente donde vive, como modificante-modificado. 2. Retoma la importancia del ambiente físico o entorno construido (iluminación, saturación de la atmosfera, interferencia acústica, etc.) como factor configurante del entorno que, facilita o inhibe la percepción de hacinamiento (Santoyo y Anguera, 2014).
Podemos resumir que el estudio focal de la psicología ambiental es la interacción entre persona y entorno, interacción que se da dentro de un contexto socio-ambiental. Por ende el producto derivado de esa interacción debe ser considerado como producto psico-socio-ambiental. Esta especialización de la psicología nace con el objetivo de responder a diversas demandas sociales como el diseño y la planificación de los espacios públicos. Sin embargo no tardó en interesarse por conceptos, procesos psicológicos y teorías explicativas más completas para poder avanzar en el terreno. Los psicólogos ambientales proponen como modelo principal de su quehacer científico el paradigma de investigación-acción de Kurt Lewin. No obstante, existen ya variadas perspectivas dentro de la psicología ambiental que buscan explicar la relación hombre-ambiente. La perspectiva interaccionista, por ejemplo, parte de la consideración persona-entorno como unidades separadas que interactúan, siendo su objetivo la búsqueda de relaciones causa-efecto entre variables. Generalmente los objetivos de estas investigaciones tratan de analizar el efecto de los factores ambientales sobre la conducta y los procesos psicológicos reflejando una visión causal. Los fenómenos de estudio más comunes de esta perspectiva son sobre hacinamiento, ruido y temperatura, en percepción y cognición ambiental. Por otro lado la perspectiva organísmica es más holística, se centra en que la persona y el ambiente son elementos dentro de un sistema interactuante. Asimismo intenta la comprensión del funcionamiento del sistema como unidad global y no a través de un proceso aditivo de análisis de interacciones aisladas. Analiza el funcionamiento del conjunto y es el conjunto el que da sentido a las partes. Por otro lado, el modelo transaccionalista, con el cual coincidimos, enfatiza que el todo no se compone de elementos separados, ni de un conjunto global sino de una confluencia de factores inseparables que dependen unos de otros para su definición y significado. Adopta una orientación pragmática, ecléctica y relativista para el estudio de los fenómenos psicológicos. Se acepta la posibilidad de diferentes configuraciones para comprender los eventos. Los fenómenos no son necesariamente predecibles y repetibles, cada evento debe ser analizado desde diferentes perspectivas apreciando la variedad de factores que contribuyen al mismo. Además retoma un papel activo del investigador, ya que lo considera elemento dinámico e inseparable del fenómeno que estudia  (Valera, Pol y Vidal, s/f).
Otra de las disciplinas que se deben poner sobre la mesa es la arquitectura, pues como menciona Muntañola (1986) esta disciplina siempre ha estado relacionada con el saber psicológico, más aún con el desarrollo de la psicología ambiental. Los arquitectos han sabido utilizar a su favor los adelantos de las ciencias sociales, en particular de la psicología. Así encontramos al psicoanálisis en los movimientos expresionistas o a la psicología Gestalt en los movimientos más racionalistas. Los proyectos arquitectónicos, la forma de las ciudades y los edificios, han constituido un objeto de estudio difícil para el psicólogo que, demuestra que estas construcciones representan una cultura, una manera de ser y de vivir, abriendo nuevos caminos al conocimiento psicológico tradicional. Dentro de la aportación que puede hacer la psicología a la arquitectura se encuentra la evaluación y diagnóstico de ciudades ya construidas y la evaluación y comprensión del impacto psico-socio-ambiental que tienen tales edificaciones en las personas, así como utilizar los aportes de la psicología para generar arquitecturas acorde a las necesidades de las sociedades que impacten positivamente en su vivir cotidiano. Los espacios pueden fomentar el amor, la agresividad, generar ansiedad o reducir el estrés, pues es bien sabido que las formas y los colores influyen en el desarrollo de nuestra vida diaria. Pereira (2015) señala bajo esa misma línea que la utilización de los colores genera efectos en el ser humano, se pueden provocar sensaciones de temor, sorpresa, alegría, tristeza o tranquilidad. El color va más allá de la estética, siendo junto con la forma herramientas fundamentales en la arquitectura.

Pero no somos entes pasivos, influidos por el ambiente, las formas y los colores, sino que somos entes creadores-receptores de toda esta realidad. A la par que construimos, diseñamos y decoramos un entorno estamos percibiendo y generando respuestas de lo que el espacio y sus matices nos provoca a través de los sentidos. Los seres humanos además, contamos con recursos extra que nos permiten adaptarnos adecuadamente a los ambientes aunque estos no respondan a las necesidades demandadas, tenemos capacidad y creatividad para hacer modificaciones que alteran nuestra percepción del lugar que habitamos y generar sensaciones de plenitud, tranquilidad y satisfacción que a su vez producen un adecuado desplazamiento, actitudes positivas y consecución de logros y metas dentro del entorno familiar (Ramírez, García, Mejía, Hernández y Vega, 2015).

La distribución de recursos es uno de estos elementos propios del ser humano que ayudan a transformar el entorno. Bustamante (2004) señala que la distribución de recursos ayuda a mantener una homeostasis perceptual. Desde la visión económica la distribución de recursos se define como la asignación de bienes, el estudio de dicha asignación y de sus probables causas y efectos. Sin embargo en psicología Rivera y Andrade (2006) mencionan que el término recurso se refiere a elementos tangibles o intangibles que ayudan a manejar las diferentes situaciones de la vida. Se utilizan especialmente para enfrentar situaciones percibidas como problemáticas y generadoras de estrés. Un recurso constituye un elemento de poder que puede darse y recibirse. Los recursos psicológicos se asocian a los conceptos de capacidades y de fortalezas; estos pueden ser individuales, familiares y sociales.

La administración de recursos se define entonces como la forma o capacidad de un individuo para modificar elementos materiales y espaciales de un entorno determinado con el fin de mejorar la habitabilidad del mismo (Ramírez, García, Mejía, Hernández y Vega, 2015).
El termino habitabilidad es definido por Landázuri y Mercado (2004, en Navarro 2011) como un concepto que se refiere a la satisfacción que se obtiene en escenario o grupo de escenarios específicos; es el atributo de los espacios construidos para satisfacer las necesidades objetivas y subjetivas de los individuos y grupos que las ocupan. Villagrán (2001, en Molar y Aguirre 2013) plantea que lo habitable implica la presencia de una relación espacio–ser humano, donde los espacios deben satisfacer y cumplir las necesidades de sus habitantes. Los entornos se encuentran condicionados por diversos factores que influyen en la cobertura de estas necesidades, para Landázuri y Mercado (2004, en Molar y Aguirre 2013) existen ocho factores dependientes y siete independientes del diseño arquitectónico, dentro de los dependientes encontramos las dimensiones físicas, la conectividad que se refiere a la facilidad de transitar en los espacios, la profundidad en referencia al número de puertas o ventanas, la seguridad en el sentido de los materiales de construcción o el grado de satisfacción que tiene el espacio para realizar las actividades a las que está destinado, entre otros. Sin embargo, para el presente estudio, se destacan los factores independientes del diseño, ya que constituyen aspectos subjetivos, simbólicos y significantes que los habitantes perciben en sus hogares. Por lo que se considera que estos indicadores deben ser contemplados en los estudios de este campo. Estos son:

    1. Placer. Satisfacción y libertad que se percibe al interior de la vivienda.
    2. Significatividad. Nivel de personalización del espacio (símbolos, expresiones de los habitantes que reflejan valores, creencias, etc.)
    3. Funcionalidad. Cada espacio cumple con el propósito para el que fue diseñado.
    4. Activación. Niveles de tensión emocional que genera la casa (en cuanto a orden, tranquilidad, ruido).
    5. Privacidad. Control de la interacción deseada.
    6. Progresividad. Ampliación de superficie habitable.
    7. Flexibilidad. Ampliación o sustitución de funciones al interior de la vivienda.

Con lo anterior, partimos del supuesto de que estos factores dependientes e independientes de diseño arquitectónico se encuentran en una permanente relación, ya que quienes viven en un espacio, emplean la administración de recursos como herramienta para mejorar su habitabilidad.  Nos encontramos ante una constante fluctuación entre factores independientes del diseño, los aspectos dependientes al diseño y como los habitantes administran estos recursos para mejorar su espacio (Ramírez, García, Mejía, Hernández y Vega, 2015).

  1. PANORAMA DE INVESTIGACIÓN ACTUAL Y UNA PROPUESTA METODOLOGICA

 

El paisaje actual en investigación sobre hacinamiento, habitabilidad y viviendas de interés social es un campo con muchos espacios de incertidumbre. Sobre todo en la línea de las ciencias sociales como la psicología. Según la revisión bibliográfica que hemos realizado, se encuentra que existen trabajos cuyo objetivo es definir, medir o delimitar los conceptos de hacinamiento y habitabilidad, incluso se encontraron diversos estudios sobre las consecuencias de las experiencias de hacinamiento a nivel individual y colectivo. Y algunas investigaciones que buscan relaciones entre habitabilidad y salud física. No obstante no se encontraron estudios en el campo fenomenológico, que permitan entender el vivir diario de quienes viven en hacinamiento, o busquen una perspectiva subjetiva de habitabilidad desde los ojos de la sociedad  (Ramírez, García, Mejía, Hernández y Vega, 2015).

Para justificar la escasa investigación en este campo, se ordenaron cronológicamente en el siguiente estado del arte, algunos trabajos. Cabe mencionar que algunos de los estudios expuestos en el cuadro no se encontraron en su formato original, es decir, fueron hallados a través de fuentes secundarias. Lo que refuerza la urgencia de ahondar en esta temática, sobre todo desde nuestra disciplina; la psicología.

El presente trabajo busca, además de detallar la tendencia de investigación sobre el hacinamiento y la habitabilidad, el plantear una propuesta metodológica para una investigación aplicada, ésta como seguimiento del presente trabajo. Cuya principal arista sea describir la influencia que tiene la construcción de conjuntos habitacionales en el comportamiento y la interacción de las familias mexicanas, así como conocer si el concepto administración de recursos propuesto en este trabajo realmente es aplicado como herramienta de mejora de espacio en la vida de las familias mexicanas.

A partir de la revisión bibliográfica, concluimos que un estudio cualitativo es la manera más adecuada de adentrarse en este tópico. Este tipo de investigación permite comprender el fenómeno de manera profunda, por su introducción a la subjetividad de los participantes. Resalta la participación activa del investigador (Álvarez-Gayou, 2003). Por otro lado, se sugiere, al no tener investigaciones en México que nos brinden una introducción al problema, una investigación de corte fenomenológico. Ya que nos permite dar cuenta de la realidad a partir del análisis de lo  observable.

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