CONOCIMIENTO TRADICIONAL PARA EL DESARROLLO LOCAL: EL CASO DE LOS CIRUELEROS DE AGUACALIENTE DE GÁRATE, SINALOA, 2014

CONOCIMIENTO TRADICIONAL PARA EL DESARROLLO LOCAL: EL CASO DE LOS CIRUELEROS DE AGUACALIENTE DE GÁRATE, SINALOA, 2014

Adriana Cabanillas Lizárraga
Laura Isabel Cayeros López
Ricardo Becerra Pérez
Eduardo Meza Ramos
(CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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Capitulo 1. El papel del conocimiento tradicional en el proceso de desarrollo

Este capítulo se conforma de las posturas teóricas en torno al conocimiento tradicional. En un primer apartado abordamos la discusión teórica de las ciencias sociales modernas y el lugar que ha ocupado el conocimiento tradicional dentro de sus estatutos donde existe una crítica orientada a la búsqueda de la legitimación del conocimiento tradicional; a partir de estas discusiones surgen propuestas como el diálogo de saberes que resulta como una alternativa al tiempo que se busca una inclusión de los conocimientos tradicionales en la ciencia moderna.

El segundo apartado hacemos un breve recorrido por los conceptos de conocimiento tradicional y sus componentes, formas de transmisión y generación; por otro lado, vemos que existe una estrecha relación con el tema medio ambiental y las actividades primarias poniendo puntual atención en la agricultura, por lo cual incluimos un apartado del conocimiento tradicional y el manejo de cultivos.

Los conceptos de cultura e identidad son componentes de los conocimientos y fue conveniente agregar un espacio para definirlos. Finalmente, se agregan a este marco teórico las nociones del desarrollo local y su relación con el conocimiento tradicional.

De la hegemonía del conocimiento científico al diálogo de saberes

La discusión de los conocimientos tradicionales ha estado latente en los últimos años, estos han sido estudiados desde diferentes perspectivas como la cognitiva, epistemológica, etnobiológica y antropológica, siendo esta mirada la más recurrida de los estudios culturales (Escobar, 2000). Estas nuevas miradas dan lugar a un resurgimiento o valoración de los conocimientos de los “otros” que se desarrollan fuera del conjunto de las ciencias sociales modernas.

Sin embargo, algunas de las contribuciones más importantes aparecen a mediados del siglo XX con H. Conklin (1954) y C. Lévi-Strauss (1972), quienes alertaban al círculo de las ciencias sociales que fuera de éstas se estaban gestando una serie de conocimientos abarcadores y totalizantes, a los cuales el último autor llamó “ciencias de lo concreto”, aunque dichas aportaciones no habían sido las únicas hasta ese momento, la relevancia de éstas radicaba en el hecho de que se trataba de científicos consagrados en el ámbito de las ciencias humanas (Pérez y Argueta, 2011:32).

A los hallazgos de Conklin y Lévi-Strauss que evidenciaban la existencia de los sistemas de conocimientos tradicionales se sumó información de finales del siglo XIX y posteriormente de los XVI, XVII y XVIII recuperada por exploradores, frailes y cronistas europeos durante los procesos de conquista y colonización en todos los continentes (Pérez y Argueta, 2011).

Dichas evidencias dieron lugar a una serie de cuestionamientos y argumentaciones teóricas del porqué de la supuesta negación por parte de las ciencias formales hacia estos saberes. Desde este posicionamiento, las ciencias sociales modernas han recibido críticas en torno a su perspectiva con respecto al conocimiento tradicional y a los diversos modos de vida alternativos a la sociedad neoliberal.

Así, los más radicales como Lander (2000) proponen una deconstrucción del carácter universal y natural de la sociedad capitalista- liberal, en donde se cuestionaban “las pretensiones de objetividad y neutralidad de los principales instrumentos de naturalización y legitimación de este orden social: el conjunto de saberes que conocemos globalmente como ciencias sociales” (Lander, 2000:13); por su parte, autores como Pérez y Argueta (2011) plantean algunas interrogantes que se suman a las líneas de investigaciones sobre el conocimiento tradicional versus el conocimiento científico, como el hecho de que si la legitimación de los conocimientos es una tarea de la ciencia formal, si estos sistemas de saberes tradicionales debieran demandar a la ciencia occidental el estatuto epistemológico que les corresponde, o si son paradigmas alternativos o rivales, así como también la conceptualización de los saberes frente a la ciencia actual.

Pese a que Pérez y Argueta (2011) acotan sus cuestionamientos a la legitimación de los conocimientos, dejando atrás las críticas más radicales al eurocentrismo, se considera pertinente como antecedentes a dichas propuestas, desarrollar la crítica a la imposición de los saberes sociales modernos que hace E. Lander (2000) para comprender mejor a los cirueleros de Aguacaliente de Gárate.

Lander (2000) se sustenta en dos dimensiones de los saberes modernos con las cuales explica el carácter de la naturalización de las ciencias sociales; la primera de ellas se refiere a las sucesivas separaciones que a lo largo de la historia se han producido, siendo éstas de orden religioso, separando al mundo de lo sagrado y elevando al hombre sobre todas las criaturas de la tierra; ontológico, es decir, una separación entre la razón y la mente; culturales, haciendo una división entre los expertos en la ciencia y el arte y el resto de la población. La segunda dimensión tiene que ver con la forma en cómo influye la organización del poder en la configuración de las ciencias sociales. Dichas separaciones no están presentes en otras culturas (C.Taylor, en Lander, 2000:17).

A partir de dichas separaciones, de este conocimiento descorporeizado y descontextualizado se concibe un conocimiento que tiene que ser des-subjetivado, es decir, objetivo y universal (C.Taylor, en Lander, 2000). El conocimiento objetivo que impone la ciencia formal es la verdad absoluta y ante esta verdad no hay ni puede haber conocimientos alternativos.

Lander (2000) sostiene la idea de que en el contexto histórico-cultural en el que se desarrolla el imaginario que envuelve el ambiente intelectual de la constitución de las ciencias sociales tiene cuatro presupuestos fundantes:

Tabla 1. Lander, 2000: cosmovisión de la constitución de las ciencias sociales.

La visión universal de la historia asociada a la idea del progreso (a partir de la cual se construye la clasificación y jerarquización de todos los pueblos y continentes, y experiencias históricas.

La naturalización tanto de las relaciones sociales como de la naturaleza humana de la sociedad liberal-capitalista.

La naturalización u ontologización de las múltiples separaciones propias de esa sociedad.

La necesaria superioridad de los saberes que produce esa sociedad (ciencia) sobre todo otro saber.

Fuente: elaboración propia con información de Lander (2000:29).

A partir de estos presupuestos, se coincide con Walsh (2005) acerca de que “estamos frente a una concepción única, globalizada y universal del mundo, gobernada por la primacía total del mercado y de la cosmovisión neoliberal y como parte de ella, por un orden político, económico y social, y un orden también del conocimiento” (Walsh, 2005:41).

Asimismo, Walsh (2005) hace énfasis en que el conocimiento es el elemento central de la organización del sistema mundo moderno, que continúa siendo colonial. Desde esta perspectiva el poder significa un componente relevante en la conformación de los saberes modernos, pues el conocimiento se organiza, al igual que la economía, mediante centros de poder, siendo los centros de capital económico también los centros de capital intelectual (Walsh, 2005: 42).

Hemos tocado hasta este momento algunos puntos relevantes dentro de las discusiones sobre los saberes sociales modernos, por lo que es importante señalar algunas propuestas acerca de las alternativas para contrarrestar los efectos negativos de la ciencia hegemónica frente a los conocimientos tradicionales.

Una de estas propuestas es la que sostiene León Olivé sobre la pluralidad epistémica en donde señala que:

“un sólido fundamento en una epistemología pluralista, que explique la posibilidad y justifique la existencia de diferentes conjuntos de criterios de validez del conocimiento y que sostenga por tanto que la legitimidad de los conocimientos tradicionales no debería estar basada en los mismos criterios que se utilizan para juzgar la validez de los conocimientos científicos o tecnológicos” (Olivé, 2011:25).

Olivé propone la diversidad en los criterios de validez del conocimiento y que esta tarea no sea llevada a cabo por los centros científicos y tecnológicos que tienen la hegemonía en las áreas de la generación del conocimiento sino que se ocupen también los encargados de generar los conocimientos tradicionales que se desarrollan en las diferentes grupos y culturas del mundo.

Otra de las perspectivas desarrolladas en los últimos años en la literatura latinoamericana y que apunta hacia el reconocimiento y legitimación de los conocimientos tradicionales es el diálogo de saberes el cual busca superar dos condiciones:

  1. El papel hegemónico que la cultura occidental ha mantenido sobre otros saberes y culturas; superar la hegemonía cultural y cognitiva requiere el diálogo entre los diferentes grupos y sus saberes lo que implica no sólo aprender del otro sino reconocer que tiene algo que enseñarnos.
  2. Trascender los saberes disciplinarios para configurar un saber transdisciplinario, mismo que ayudará a tender puentes conceptuales y metodológicos entre los saberes dialogantes (Sotolongo y Delgado, 2006, en Jiménez, 2013:197).
Asimismo, la propuesta de diálogo de saberes supone la interacción comunicativa de los sujetos sociales y a su vez la disposición para escuchar y actualizarse, se trata por tanto de un intercambio de conocimientos, apreciaciones y valores, en donde operan fuerzas racionales para la interacción comunicativa (Pérez y Argueta, 2011: 44).