VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

Alberto Díaz Mata (CV)
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

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6.2 El campus universitario

Al inicio de actividades y servicios educativos el campus universitario de CU estaba lejos de cumplir las condiciones mínimas de habitabilidad, seguridad y soporte de la actividad académica que corresponden a un campus universitario. Además de las evidentes condiciones de aislamiento y la lejanía, las edificaciones estaban inconclusas y los servicios hasta los más elementales, eran precarios e insuficientes para dar soporte a una vida académica digna. Parecía tratarse de infraestructuras desterradas, arrojadas fuera del medio urbano como sucedía con el Centro Federal de Reinserción Social (CEFERESO) ubicado en sus proximidades. Las vialidades estaban por hacerse y seguían la traza de algún plan urbano que claramente beneficiaba a los terratenientes y a las empresas constructoras de vivienda. La carencia de equipamientos urbanos era evidente. El primer acceso al incipiente campus universitario consistía en una brecha de terracería de seis kilómetros. Luego se vería que ese agreste recorrido resultaba más corto y directo que la vialidad asfaltada puesta en operación en enero del 2011.
            Los servicios públicos de electricidad fallaban con frecuencia y las necesidades de agua para el único edificio universitario en operación se atendían con un gran tanque de almacenamiento que proveía apoyada por un sistema de bombas del vital líquido a la sección norte del edificio “A”, ya ocupado por los primeros estudiantes. Ese mismo depósito abastecía de agua (aún lo hace) a la empresa constructora que estaba por concluir los trabajos en ese primer edificio, al tiempo que avanzaba en la construcción de la segunda edificación denominada edificio C.  
            Al arranque de actividades una planta de electricidad a gasolina generaba la energía eléctrica para las aulas y dependencias universitarias; y con ello posibilitaba la operación de las bombas hidráulicas que llevaban agua hasta los baños del edificio “A”. Su funcionamiento intermitente obligó a los primeros universitarios a echar mano de  cubetazos de agua para asear las tazas sanitarias entre uno y otro usuario. Se carecía entonces de sistema de clima interior y unos abanicos de pie en verano y calentadores en cada aula durante el invierno intentaban hacer tolerables las temperaturas extremas. La anómala conectividad digital y telefónica, propiciaron largos periodos de incomunicación que hacían más sobrecogedor el aislamiento. Al soleamiento, los vientos, el trayecto de terracería y la falta de cafetería, se sumaban a las condiciones inhóspitas: lejanía, aislamiento, desnudez del paisaje y las terribles heladas que en febrero de 2011 bajaron los termómetros hasta 15ºC bajo cero. No es extraño -contextualizando esa etapa- que aquella comunidad pionera de universitarios, sintiera que había sido desterrada.
            El predio de 300 hectáreas sobre el que se ha ido edificando la ciudad Universitaria, presenta entre las rugosidades naturales de su superficie, algunas elevaciones que apenas alcanzan el calificativo de montículos, sin embargo, crean diferentes planos y un sistema de pendientes. La parte más elevada del predio, está destinada –por su posición topográfica superior- para acoger en el futuro los edificios de gobierno universitario, pero mientras llega ese momento, el desarrollo del área académica avanza con edificaciones e infraestructuras en una  pendiente que desciende en dirección nororiente, primero en forma abrupta y luego el declive se va suavizando. Sobre esa pendiente, y en las márgenes de una vialidad se han erigido tres edificios y está por concluirse un complejo académico de cuatro áreas.
            Como lo establece el Plan Maestro para el desarrollo del Campus Ciudad Universitaria en su apartado ecológico y de sustentabilidad, se procuró al fijar las áreas de edificación, alterar lo menos posible  los nichos y condiciones ecológicas preexistentes, por ello los edificios A,C y B siguen el declive natural con trabajos de nivelación mínimos, quedando ubicando el primer edificio en la posición más alta de la ladera y el último en una posición claramente más baja y contiguo a una depresión plana que acoge al estacionamiento general.
Pese al cuidado inicial, al construirse las vialidades y banquetas se alteraron y encajonaron inadvertidamente los cauces naturales por donde fluyen los escurrimientos de aguas durante los periodos de lluvia. La conjunción de condiciones naturales e de la intrusión humana, propician que durante el periodo de lluvias, las vialidades y el corredor exterior -construidos ambos siguiendo la pendiente topográfica- se convierten en arroyos pavimentados por donde corre el agua hacia las partes bajas ocasionando encharcamientos en la partes sur del corredor exterior y en una hondonada localizada entre los edificios A y C, así como anegamiento notable del estacionamiento general y, cuando las lluvias son intensas los flujos de agua y lodo llegan hasta el vestíbulo sur del edificio C e inundan la planta baja del edificio B.
            …no sé a quién se le ocurrió poner pinos afganos, por lo menos la tercera parte ya están secos. Si tenemos el palo verde y el árbol de mezquite que son árboles que    crece donde lo pongan. Van a pasar años antes de que esos pinitos formen alguna    cortina rompe-vientos, porque para sombra definitivamente no son. Con los años de        riego y el cuidado que van a necesitar, -plantar árboles tan pequeños- a mí no me         parece una elección muy inteligente, creo que les faltó asesoría. Si lo querían era sombras, les habría salido más barato comprar árboles de sombra de mayor tamaño,            de los que pudieran disfrutar más pronto. Pero tampoco es una buena opción estar          introduciendo especies exógenas que alteran el equilibrio ecológico, y eso no   es        sustentable, ni educativo…DR. AD.A.   
            La simple presencia del hombre con sus desmontes, edificaciones y vialidades, potencian la intensidad de las frecuentes tolvaneras. El escalpado del suelo para instalar edificaciones, servicios y equipamientos dejan tierra suelta y desnuda que es fácilmente desplazada por los vientos, ocasionando incomodidad entre los pobladores y mayor esfuerzo de quienes deben mantener limpias las edificaciones expuestas continuamente al viento y al polvo. La formación de barreras de vegetación y áreas arboladas previstas en el Plan maestro para atemperar la exposición al sol y al viento, solamente cuenta con dos franjas de pinos afganos de pequeña talla, incapaces de proveer protección o sombra alguna. El sistema de iluminación es el signo nocturno de la ocupación humana y elemento indispensable en la salvaguarda de la seguridad y de los bienes universitarios. Pero esa luz artificial signo de modernidad es un elemento que altera el comportamiento de las especies nativas, particularmente de grandes poblaciones de insectos como saltamontes, escarabajos y arañas que son atraídos durante la noche y en ciertos periodos del año hasta convertirse en verdaderas plagas.
            Esas adversas condiciones del nuevo hábitat universitario tuvieron efectos diversos en los pobladores, el más positivo  precipitó al interior de esa primera y pequeña la comunidad los afectos, la solidaridad y en los reiterados encuentros e interacciones se fue construyendo una cohesión y un fuerte sentido de pertenencia, que  parece diluirse, con la llegada de nuevos pobladores y de la mejora en las condiciones de habitabilidad del campus. Otro efecto, menos grato propició  una autopercepción de minusvalía, de ser los estudiantes sobrantes, de ser los rechazados de los campus citadinos (IADA, ICB, ICSA, IIT), de ser aquellos a quienes se les ofrecía una última y distante oportunidad de ingresar a la universidad.
            Desde los criterios del “Campus didáctico” establecidos por Campos Calvo-Sotelo la llamada Ciudad Universitaria era solo un par de infraestructuras universitarias ultraperiféricas en proceso de construcción. Sin articulación vial,  carente del vital  soporte social y cultural que brinda el tejido urbano. Se trataba de una unidad precaria y mínima, incapaz de brindar una formación profesional de calidad. Carente de infraestructuras y de la masa crítica de académicos necesaria para realizar las tareas de investigación y vinculación a los sistemas productivos, sociales y de servicio de la ciudad. Incluso los servicios para la actividad docente eran insuficientes, faltaban: profesores, bibliografía, equipos didácticos, talleres, laboratorios y espacios deportivos.
            Pareció una decisión precipitada iniciar el  poblamiento de CU, un acto imprudente y temerario considerando la falta de infraestructuras y servicios, particularmente si se tenía en consideración el clima de inseguridad y violencia imperante en una  ciudad declarada en ese momento la más violenta del mundo. Pero esa misma violencia se convirtió en el acicate para ofrecer educación universitaria a una mayor y más diversa población de estudiantes Y así contra viento y violencia  inicio la vida universitaria en medio de la nada.