Desde los ochenta la agricultura chilena se encuentra sometida a grandes tensiones, que se derivan de los cambios experimentados en los escenarios de la economía mundial, la globalización creciente de los mercados y a la incorporación de Chile a tratados internacionales de libre comercio (Sandoval y Gómez, 1999).
Por ello, la agricultura chilena en general, y la agricultura familiar en particular, se enfrentan hoy a la necesidad inevitable de desarrollar ventajas competitivas, mediante un gran esfuerzo de investigación e innovación para alcanzar los aumentos de productividad que permitan a los productores ser competitivos en el futuro e incorporarse más plenamente a los mercados nacionales e internacionales (Sandoval y Gómez, 1999).
Con respecto a las exportaciones, el potencial agrícola de exportación de Chile no radica en los volúmenes de productos básicos, sino en su diversidad y alto valor relativo. La diversificación productiva en la agricultura chilena es otro elemento clave para su desarrollo futuro (Domínguez, 2000).
Según (Domínguez, 2000), uno de los productos que emerge con mayor fuerza es la importancia de las economías de tamaño o de escala. Ello no sólo por la mayor incidencia de los costos fijos en el resultado de empresas de menor tamaño, sino, además, por la incapacidad de las empresas de menor tamaño económico para enfrentar el cambio requerido, debido a las limitaciones patrimoniales, o en la capacidad gerencial y de acceso a las nuevas tecnologías. Por otra parte, pese a la menor rentabilidad, la agricultura sigue creciendo y, además, los precios de alimentos al consumidor no reflejan la caída en los precios de los productos.