Para analizar un conflicto, el primer paso es decidir si el conflicto o la disputa son reales o no:
Casi todos los conflictos contienen elementos reales e irreales.
El análisis de los conflictos (14) requiere buscar debajo de la situación superficial para hallar las causas de fondo. El problema real suele diferir de la “presentación del problema”. Cuando una situación genera más apasionamiento del justificado y comprensible, es muy probable que haya en juego factores encubiertos.
Situaciones aparentemente triviales suelen agravarse si no se profundiza el análisis de sus causas, que pueden gestar luego conflictos graves.
Es muy común encontrar hoy deficiencias en la comunicación, pese a la existencia de gran cantidad de medios de comunicación. La comunicación equívoca causa conflictos, o los agrava, por la influencia del recuerdo de los anteriores sobre la interpretación de nuevos mensajes.
Una primera tarea del análisis de conflictos es comprobar la calidad de la comunicación existente entre las partes. En los conflictos las percepciones son tan importantes como los hechos.
Las percepciones equivocadas muchas veces son generadas por comprensiones inadecuadas, interpretaciones prejuiciosas o mala lectura de las acciones ajenas. Las percepciones, reales o equivocadas, de los demás tienen que tomarse en serio, y hacer lo que se pueda para rectificarlas si es necesario.
El antídoto para las percepciones erróneas es la explicación clara de las situaciones. Los malos entendidos en general son consecuencia de comunicaciones equívocas y percepciones erróneas, mezcladas con:
Los malos entendidos son muchas veces síntomas de debilidad en el examen de nuestros propios procesos mentales. Una de las tareas del análisis es cuestionar las propias suposiciones y ayudar a que los demás lo hagan. Los conflictos irreales pueden generar tanta violencia como los conflictos reales.
Hay otro tipo de conflicto irreal: el conflicto inventado, iniciado en forma deliberada, como factor de distracción o para generar un conflicto real.
Los motivos para generar conflictos inventados pueden variar desde una intención lúdica hasta la maldad más absoluta. Los conflictos inventados pueden servir para estimular el intercambio, para azuzar la competencia o para generar violencia que justifique una agresión: son los más difíciles de resolver.
Se los reconoce por la falta de interés de las partes, o de alguna de ellas, en:
En general, los conflictos surgen de alguna de las causas siguientes, o de una combinación de ellas:
Para analizar un conflicto en particular, es muy importante determinar qué causas están presentes en el mismo:
Los objetivos de los conflictos (21) se relacionan casi siempre con procesos de cambio: con mucha frecuencia el conflicto se refiere a quienes tienen que cambiar; que es lo que hay que cambiar; quien tiene que pagar el cambio; cual es el precio y cuándo y cómo debe pagarse.
Los conflictos en general se producen (12) porque alguien desea efectuar un cambio, al cual otro se resiste, o quiere un cambio diferente. Prácticamente todos los conflictos se basan en el esfuerzo por realizar cambios o para resistirse a ellos, respecto de los bienes, los principios, el territorio y las relaciones en juego. Por ello, hay que analizar el conflicto definiendo quien está tratando de cambiar algo, quien se opone al cambio, qué se quiere cambiar y porqué.
Hay cuatro tipos básicos de cambio:
En todos los casos hay que tener en cuenta que una cosa es el proceso del cambio en si y otra cosa son su consecuencias, con respecto a las cuales suele imperar la incertidumbre, que es el principal motivo de la resistencia al cambio.
Todo conflicto requiere la asignación de recursos, monetarios y humanos; en general, los conflictos son caros, en dinero, en tiempo y energías, en vidas, en relaciones y en salud.
Hay que hacer un presupuesto del conflicto, considerando los gastos a corto y largo plazo, las pérdidas y los posibles beneficios. En muchos casos no se hacen estos cálculos, entre otras causas porque en los conflictos son más frecuentes las conductas emocionales que las racionales, pese a su costo.
Hay que neutralizar la tendencia a considerar solamente el pensamiento del propio grupo, que en general consiste en aceptar solamente información que confirme las creencias y estrategias preexistentes. Hay que hacer un cuidadoso cálculo del riesgo, ya que todo conflicto entraña riesgos: se lo puede conocer aproximadamente mediante el cálculo comparativo de las capacidades de las partes, y se lo puede reducir elaborando una alternativa para el caso de no llegar a un acuerdo. Se debe saber, con sólido realismo, que todo conflicto entraña riesgo pero que la decisión de evitarlo también es un riesgo. Por otra parte hay que saber que pocos de los que inician un conflicto terminan consiguiendo todo lo que esperaban, y unos cuantos terminan con menos de lo esperado.
El poder es la posibilidad de imponer la propia voluntad a otras personas; es la capacidad de conseguir, total o parcialmente, que otros hagan lo que uno quiere que hagan. El poder es un objetivo, un instrumento o ambas cosas a la vez (12). El poder es éticamente muy ambiguo: seduce, fascina, corrompe, inspira y puede también hacer posibles efectos muy positivos.
Las fuentes psicológicas y sociales del poder son muy variadas: la posición social personal y familiar, los recursos económicos y la habilidad para utilizarlos, la experiencia de vida, la intuición y la percepción de los requerimientos sociales, el carisma, etc.
Se suele considerar que hay cinco tipos básicos de poder:
El poder de la información es considerado hoy uno de los más relevantes (20), aunque siempre el uso astuto de la información ha sido piedra angular de la riqueza y del poder. La propaganda hoy es llamada preferentemente “relaciones públicas” pero su objetivo es el mismo: persuadir mediante la información y así construir poder.
El poder de la educación es la capacidad de realizar cambios ayudando a la gente a obtener conocimiento, madurez, responsabilidad. Este poder solo puede ejercerse con pleno consentimiento de las personas a las que va dirigido. No puede atesorarse: tiene que trasmitirse para que funcione.
El poder carismático procede tanto de la atracción emocional como de las aptitudes reales del líder que lo ejerce, y muchas veces de su condición de prototipo de un grupo o sector social, en un momento dado de la historia, ya que el poder siempre es relativo y específico de cada situación.
Los efectos típicos del ejercicio de poder son:
La persuasión suele ser el efecto más utilizado ya que amplía el alcance de los efectos de su ejercicio.
La capacidad del poder suele verse limitada por:
La agresividad es siempre un factor presente en los conflictos y en muchos casos es su fuerza motivadora. La agresividad es un fenómeno humano natural, que tiene aspectos positivos y aspectos negativos.
Podemos reconocer, pues, la existencia de una agresividad constructiva, controlada, disciplinada, encauzada, que se manifiesta en la energía necesaria para realizar proyectos, vencer dificultades, defender principios, valores y derechos y difundir ideas positivas.
La agresividad destructiva puede ser consecuencia de frustraciones, o respuesta a situaciones de inseguridad personal o social. Puede ser vista también como un vestigio de las etapas primitivas de la evolución humana.
Hay una diferencia abismal entre ambos tipos de agresividad:
Hay mucha diferencia entre una conducta agresiva destructiva y una conducta agresiva constructiva, o decidida. Es muy importante aprender a tener conductas decididas, comprendiendo la diferencia entre decisión y agresividad, ayudando a las personas a afirmarse pero respetando los derechos de los demás.
En situaciones conflictivas, hay que considerar la existencia de reacciones originadas en tensiones. Las personas inmersas en un conflicto siempre tienen algún grado de ansiedad o tensión, por inseguridad, incomodidad, incapacidad, confusión o frustración, o porque están con su atención centrada exclusivamente en sus adversarios.
Suele producirse en esas situaciones un fenómeno psicológico conocido como proyección. Los individuos suelen proyectar en los demás su propia personalidad, y acusan a otros de comportarse como ellos lo están haciendo. La proyección es una manera, generalmente inconsciente, de negarse a asumir la propia responsabilidad de una situación, o los componentes injustos de la propia posición.
Las proyecciones, los estereotipos y los “chivos expiatorios” suelen ir juntos. Con frecuencia llamamos a las personas “extremistas”, “fanáticas” o “comprometidas” según la simpatía o no simpatía que nos inspiran sus ideas y sus objetivos.
Es cierto que la actuación en situaciones conflictivas tiende a estimular el extremismo, que puede tener varios orígenes:
La dinámica grupal requiere un cuidadoso equilibrio: la exageración del espíritu de equipo puede inspirar un gran compromiso con el éxito a cualquier costo, pero también puede llevar a una valoración excesiva de la solidaridad grupal por encima de la realidad de la situación y de la actuación más conveniente. En estos casos no es raro que la conclusión “exitosa” de un conflicto signifique plantar la semilla del próximo conflicto…
Estas observaciones sugieren la conveniencia de generar una buena dinámica grupal pero con relaciones fluidas, una sensación general de interdependencia, pero también cierto grado de individualismo.
Un caso extremo, pero desgraciadamente no demasiado raro, es el de la actuación de psicópatas en los conflictos. Los psicópatas no son fáciles de distinguir del resto de las personas hasta que cometen delitos, con frecuencia aberrantes, que los delatan.
Ellos son atraídos por los conflictos, porque les dan la oportunidad de comportarse de maneras que resultarían inaceptables en otras circunstancias.
Para quienes quieren intervenir profesionalmente en la gestión de conflictos, es muy importante desarrollar una visión realista de la capacidad para el mal en el ser humano: saber reconocer lo bueno de las personas y también su lado oscuro; y también importa mucho desarrollar la capacidad de afrontar nuestro propio potencial para el mal.