La vida individual y social de los hombres en la Tierra (13) se ha caracterizado desde siempre por la apropiación de la Tierra misma y de sus recursos para satisfacer sus necesidades vitales, y por la acumulación de los residuos de su actividad.
La conducta humana, en esa interacción social, está siempre regida por principios o normas de origen cultural. A ese hecho se lo denomina capacidad de trascendencia, que por una parte revela un alto nivel de libertad racional en el hombre, pero por otro muestra la limitación de una visión de corto plazo en cuanto a las consecuencias de sus acciones, especialmente cuando una atención adecuada a los requerimientos del largo plazo exigen sacrificios y postergaciones en el corto plazo.
Desde la Revolución Industrial del siglo XVIII, y especialmente desde la Revolución Tecnológica del siglo XX, la actividad humana, inspirada en el beneficio inmediato, ha sobrepasado la capacidad de auto-regeneración de la biosfera y también amenaza la disponibilidad de muchos recursos naturales, especialmente de los no renovables, como los combustibles fósiles, los minerales, etc. Además la especie humana se ha venido reproduciendo y aumentando su número en forma desmedida y la apropiación de los recursos se ha hecho sin consideración alguna al necesario equilibrio de su distribución.
Se han originado así cinco macro-problemas que más pronto que tarde habrá que enfrentar y resolver, y que son hoy la causa de fondo de muchos de los conflictos que conmocionan a la especie humana:
La preservación de la biosfera requiere drásticas medidas de reducción de elementos contaminantes en las aguas y en la atmósfera. Motivaciones de corto plazo conducen hoy a la postergación indefinida de tales medidas, con grave riesgo de que sea demasiado tarde cuando se las quiera adoptar.
Lo que está en juego no es solo la creciente dificultad para alimentar a una población en continua expansión, sino sobre todo la inviabilidad de la actual civilización industrial ante un significativo aumento demográfico combinado con la tendencia a la generalización de las pautas de consumo propias de esa civilización.
En términos generales son conocidas las medidas que habría que tomar para reducir a términos más razonables el abismo que separa a los pocos super-ricos de la masa de los miserables del mundo, pero su alto costo plantea serias dificultades políticas a los dirigentes, especialmente los de los países subdesarrollados, aunque ahora ya la crisis llegó también a los países desarrollados, por la vía del capitalismo financiero.
La democracia representativa (3) se ha difundido como nunca antes en el mundo, pero solo como apariencia, que oculta las relaciones fácticas de poder, en las que las presiones de grupos minoritarios pero poderosos y organizados gobiernan entre bambalinas pero “en nombre de la democracia”, salvo contadas excepciones en algunos países emergentes.
El logro de una racionalidad internacional es aún más difícil y compleja, por la despiadada lucha por la posesión de recursos naturales escasos y la disputa por los mercados, libradas siempre “en nombre de principios superiores de paz y convivencia” y de la “lucha contra el terrorismo”.
Tanto la hegemonía monopolar (por ejemplo la de Estados Unidos como potencia militar nuclear) como la emergencia de otras potencias nucleares que la contrapesen, entrañan graves riesgos para la Humanidad en su conjunto. La situación actual plantea enormes dificultades para un acuerdo internacional equitativo.
Es evidente que los macro problemas mencionados son causas de fondo de muchos de los conflictos que actualmente se plantean en el mundo, aunque con frecuencia se invoquen otras causas, que presentan un mayor “lustre ético” o que configuran verdaderas “racionalizaciones” para justificar acciones que no soportan un análisis de fondo.