PENSAMIENTO SOCIOPOLITICO Y EDUCATIVO DE SIMON RODRIGUEZ

PENSAMIENTO SOCIOPOLITICO Y EDUCATIVO DE SIMON RODRIGUEZ

Ysrael O. Márquez Ramírez (CV)
José G. Viloria Asención
(CV)
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez

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 SIMÓN RODRÍGUEZ  UN  PALADÍN DE LA DIGNIDAD HUMANA

José Pérez Veloz
Doctor en Ciencias de la Educación
 Profesor Asociado y Facilitador del Núcleo San Carlos.
Participante activo de la Línea de Investigación
Dinámicas Psicosociales y Ambientes de Aprendizaje
Núcleo Regional de Educación Avanzada Caracas
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez
perezveloz@cantv.net

INTRODUCCIÓN

Partiendo de los significados (ideas pintadas en sus palabras), contenidos en el discurso  escrito por Simón Rodríguez, cuyos principios, acciones  y posturas  creados, recreados y defendidos  por este ilustre personaje, nos exige pensar sobre  su esencia, por cuanto se mantuvo invariablemente  a lo largo de su vida como una manifestación de dignidad; es por ello que  se intenta interpretar este ideario para buscar una aproximación contextualizada,  vinculante con  la esencia existencial de cada ser humano como lo es su valoración de sí mismo, así como también, la valoración de sus semejantes en los avatares de la actualidad.

Todo ello con la intencionalidad de asomarse exploratoriamente al sub-mundo de la exclusión socio-cultural, cuyo propósito es visualizar nuevos horizontes en la búsqueda de lograr respuestas para  la convivencia social en armonía. Y la dignidad, interpretada ésta como la energía vital expresada en los sentimientos individuales y colectivos, necesaria (energía) para la satisfacción de las necesidades básicas y trascendentes  de la sociedad en su conjunto: alimentación, vivienda adecuada, salud y educación, valoración a la creatividad e inteligencia de la otredad ,  entre otras cualidades , que permitan  a todos los seres humanos que conforman una sociedad,  alcanzar la máxima felicidad posible sin subyugar la esencia de su espiritualidad y  la libertad a consecuencia de las relaciones  de poder.

Es por ello que se ha  tomado a Simón Rodríguez como un ejemplo para reconstruir un discurso educativo dignificante para la sociedad actual. Por cuanto no hemos podido trascender el umbral de las tinieblas que trastocaron las intenciones de “El INSIGNE MAESTRO”, como fue sacar a los venezolanos  (hispanoamericanos), de la pesadilla de la ignorancia y de la injusticia social.

En tal sentido, el modelaje de Simón Rodríguez, como líder humanizante en el ejercicio de la docencia, enfocado desde el encuentro humano en el territorio de la diversidad cultural y  en consecuencia  de pensamiento; orientado hacia el éxito como bien común  de toda la sociedad; puede permitirnos  aproximarnos a las luces del entendimiento para conquistar la dignidad humana como esperanza infinita en los proyectos de vida de cada venezolano e hispanoamericanos.

También  saldríamos de ese misterioso y solitario aislamiento social que nos asignaron desde la conquista hasta la actualidad con las relaciones del poder dominante, sin desconocer que han  existido ─ y  existen ─  intenciones educativas liberadoras, sin embargo, no han sido ni son lo suficientemente tolerantes para permitir el gran encuentro humano, despojados del egoísmo y, por ende, el resentimiento acompañado con el elemento más dañino para la dignidad, como lo es, el odio social que perdura desde la llegada del conquistador   español (europeos) a éste continente. Se hace énfasis en la vigencia en la actualidad por cuanto es parte fundamental de la cultura dominante América Latina y particularmente en Venezuela. Las desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales abordadas y denunciadas por Simón Rodríguez no han desaparecido del todo, solo han cambiado de fachada y los métodos discriminatorios. Contando actualmente con la innóvate fuerza de los medios de comunicación social, puestos al servicio de los sectores en pugna que recurren (todos) a la manipulación llámense de izquierda o de derecha, incluyendo las religiones, que no se han desconectado del quehacer político en Venezuela, principalmente la Iglesia católica por tener la  mayor representatividad nacional, lo cual trae como consecuencia el bloqueo de la posibilidad de un proyecto integral de país.

También la presencia española trajo consigo el “mito” judeocristiano del pecado original que salpicó a Simón Rodríguez antes de mirar la luz en este mundo, al ser abandonado sin piedad, por haber sido concebido como producto del “pecado” establecido e impuestos por la cultura que se estaba segmentado en el llamado Nuevo Mundo. Rivadeneyra (1998) sostiene:
….nuevo mundo realmente quiere decir submundo, tal como lo establecieron los más altos intelectuales europeos. Esa conceptualización, justificadora del avasallamiento del continente, ha dado lugar a que los dominados del nuevomundo, con el propósito elemental de sobrevivir, hayan adoptado las mascaras tutelares de la simulación y la malicia, latino americanizadas con el nombre de ladinismo. Así que el ladinismo es la aceptación del mestizaje, la cultura de los vencedores y sobre todo el lenitivo del cristianismo (p-74)    

Esta influencia, socio-cultural que recibió el Gran Maestro de América de negarle (por prejuicios socio- religiosos) hasta el derecho a conocer sus legítimos progenitores, no   marchitó su alma generosa, por tanto supo comprender su contexto socio-cultural, por cuanto quiso transformarla sin retaliación y sin odios vengativos, como se puede comprender en su dilatada obra pedagógico - política.

El Pecado Original una Controversia de la Dignidad Humana

Al  interpretar el hecho que Yavé (Dios de la Creación) creó una sola pareja de  seres humanos y a la mujer como parte del cuerpo del hombre, puede comprenderse que tenían la obligación de mantenerse en fidelidad, sin embargo, el Creador no estableció un código de normas para la procreación y para las relaciones interpersonales, sólo sentenció sobre la muerte y el sufrimiento como condena. “A la mujer le dijo: multiplicaré tu sufrimiento en los embarazos y darás a luz a tus hijos con dolor. Siempre te hará falta un hombre y él te dominará”. (En la Biblia. Génesis  Jn 16.21 Ap 12.1 Ef. 5.22. Pág. 3).

De esta afirmación bíblica, se pueden plantear algunas interrogantes  que permitan buscar aproximaciones  al pivote cultural que sostiene los valores esenciales del cristianismo como religión difundida por los conquistadores  de América Latina, y que se remonta con fuerza a través de la historia hasta nuestros días con un poder influyente en el comportamiento social. ¿Será que el dolor del parto se configura en amor – placer-felicidad ─ en las madres? ¿Será que esta sanción impuesta por haber cometido el pecado original también sea el origen de la crueldad?

Es así como  el comportamiento de los descendientes sucesivos de Adán y Eva estuvo signado por la violencia, al punto que el Creador tuvo que seleccionar a Noé y su familia para salvarla, y  luego  destruir al resto de la humanidad con un diluvio.

De allí que se interprete que El Creador no se preocupó por enseñarles a sus criaturas un aprendizaje para que  se les hiciera menos penosa la vida (como lo sostuvo Simón Rodríguez), de manera que el trabajo formase parte de su creación. El humano partió solo de sus instintos  al comer del fruto de la ciencia del bien y el mal, por lo cual recibió el trabajo como parte de  su condena.

En este sentido, en La Biblia, Génesis 3. Jer. 12.4 Os 4.3 Rom.8.20 (Pág10), señala el castigo del Creador al hombre  al indicar que:

Por haber escuchado a tu mujer y haber comido del árbol que Yo había prohibido comer, maldita sea la tierra por tu causa. Con la fatiga sacarás de ella el alimento por todos los días de tu vida. Espinas y cardos te dará, mientras le pides las  hortalizas que comes. Con el sudor de tu frente comerás tu pan hasta que vuelvas a la tierra...

 

Esta sentencia bíblica también se puede interpretar como un reto para el ser humano, al plantearle la realidad con  la obligación de  partir sin  nada para crear sus propias cosas y el aprendizaje para el trabajo es parte de su propia creación.

Igualmente,  es interpretable que la necesidad del hombre para tomar su propia iniciativa marcó las diferencias entre unos  individuos y grupos que emprendieron la búsqueda de mejorar sus condiciones de vida, y entre aquellos que se conformaron con lo que les aportó la naturaleza, algo que ellos no habían creado con su inteligencia ni con su trabajo. Estos comportamientos pueden dar cuenta de las rivalidades y los conflictos sociales; una lucha planteada entre quienes  se valoraban (valoran)  a sí mismos y al mundo que los rodeaba (rodean), y entre aquellos que no se valoraron (ni se valoran), ni a sus potencialidades ni al mundo circundante, lo que ha originado la prosperidad de unos y la resignación de otros.

Estas diferencias, tanto perceptivas como prácticas de la vida, también propiciaron la dominación de unos sobre otros de su misma especie, y en consecuencia la esclavitud como producto de la negación de la condición humana.

 Igualmente, con la presencia de Cristo, la sentencia  del Creador toma otra dimensión al exigirle al hombre y a la mujer decidir entre el bien y el mal, bajo la promesa de la salvación de sus almas, ofreciéndoles el  cielo en sustitución del paraíso terrenal: la vida eterna como premio o la muerte eterna como condena. Estos postulados bíblicos han originado diversas interpretaciones, causantes de muchos conflictos y del surgimiento de diversas ramificaciones de tipo religioso y con diferentes enfoques. Expresados como conciencia moral en la construcción simbólica de de la existencia.

En otro enfoque, Ricoeur (2006) afirma que:

Tabúes y  síntomas de la neurosis obsesiva tienen en común la misma ausencia de motivación, las mismas leyes de fijación, de desplazamiento y de contagiosidad, el mismo ceremonial derivado de las prohibiciones… En ambos casos, el olvido de lo reprimido confiere a la prohibición el mismo carácter de extrañeza y de ininteligibilidad, suscita los mismos deseos de trasgresión, provoca las mismas satisfacciones simbólicas, los mismos fenómenos de sustitución y de compromiso, las mismas renuncias expiatorias y, finalmente, alimenta las mismas actitudes ambivalentes con respecto a la prohibición (Pág. 127).

En consecuencia, se interpreta del autor que las religiones en esa conjunción de tatúes y la neurosis, prohíben y castigan muchas de las manifestaciones de felicidad humana, es por ello que  desdibujan la realidad para transformar a los seres humanos en trasgresores de unas normas impuestas por la fuerza de las costumbre, surgidas por mitos y creencias.

  En tal sentido,  al hombre y a la mujer, al incurrir en  el  pecado original (comer de la fruta prohibida), desafiando las órdenes del Creador, entraron en la amenaza existencial, con la cual  se han argumentado los mecanismos de salvación. Creando para ello diversas interpretaciones a lo largo de las historia de la humanidad, cuya construcción simbólica ha permitido cometer las más aberrantes barbaridades en nombre de la salvación de los pecados, así como también se han creado principios y normas religiosas que han permitido la preservación de la especie humana y la convivencia social.

En este contexto, el trabajo nace como un castigo para el hombre, no como la expresión creativa para la producción de los bienes materiales para satisfacer sus necesidades. Por otra parte, la mujer no procrea como algo placentero sino para pagar el precio de haber cometido el pecado de seducir al hombre a cometer la falta ante las órdenes del Creador, por tanto está condenada al dolor.

Como respuesta interpretativa a esta simbología fenomenológica se plantea que: Si cada hombre tiene una costilla ambulante por el mundo, ¿cómo saber cuál es la que le pertenece a cada hombre?, ¿quién lo determina? ¿Dónde queda la libertad de cada sujeto? ¿Sería que Simón Rodríguez  fue concebido con una costilla extraña y por eso lo abandonaron?, ¿de cuál paraíso fue despojado Simón Rodríguez?

Estas interrogantes encierran la compleja máscara socio-cultural en la cual se agazapa la opresión, más con fines políticos y económicos que espirituales, por tanto, detrás de la cortina de la religión se ocultan inconfesables intereses que han servido y sirven para infravalorar a los seres humanos que no pertenecen a una etnia, grupo o clase social(dominante) determinada. En este sentido, Pinto (2008), al referirse al caso de una mulata (Maria Teresa Churión) que exigía ser reivindicada ante la iglesia ( Juez: el Vicario General) y la sociedad (14-06-1792) por haber perdido su virginidad con otro mulato (Matías Bolcán) sostiene:

María Teresa quiere disfrutar de los fueros que la sociedad concede a las vírgenes, desde luego. Quiere ser una de esas criaturas que refiere, vives y admira la cristiandad, copia de la madre de Dios, calcos  de la mujer concebida por intervención del paracleto, digna…. De dormir lícitamente con su marido…. Sabe que de su calificación de virgen depende la entrada al cielo (p-49)

En el  proceso del relato de esta enojosa demanda, se pone en evidencia que la joven mulata, no quería marchitar su existencia, en tal sentido, buscaba el reconocimiento social y la salvación de su alma. Si la joven mulata hubiese estado embarazada,  caía en el abismo  y la desgracia de tener que suicidarse o abandonar la inocente criatura, de lo contrario tenia que sumergirse en el abandono con su hijo.

 

Por ello  es posible que Simón Rodríguez haya sido abandonado, no solo por haber sido concebido como producto de una atracción instintiva, sino que también pudo haber sido que su presencia significaba socavar algún privilegio y tal vez podría acarrear el reparto de algunos bienes materiales con fines hereditarios familiares (haciendas, prebendas sociales e influencia política del poder español). Por tanto, quienes lo abandonaron se refugiaron en el pecado por la sola trasgresión religiosa, cuya sanción quedaba saldada al arrodillarse y darse unos cuantos golpes en el pecho, algunos domingos en la iglesia, mientras se extinguía  del  recuerdo  la imagen de aquel niño que pedía clemencia en el fondo de su inocencia.

Con la creencia argumental de que el arrepentimiento subsana los pecados, los que abandonaron a Simón Rodríguez podían reinsertarse en el reino de los cielos tranquilamente sin haber dejado vestigios de lo que habían hecho, porque la sociedad de castas de aquel tiempo  los recibía con admiración por cuanto no manchaban sus prestigios sociales.

Sin embargo, el arrepentimiento no es lo mismo que el perdón, según  Savater (1998): “El arrepentimiento no es una virtud, es decir, no nace de la razón; quien se arrepiente de lo que ha hecho es dos veces desdichado e impotente. Pero recomendar y premiar la traición es sencillamente miserable” (Pág.45). 
 
Tal  vez ese hecho  de abandonar a un niño no era tan pecaminoso como perder los privilegios sociales, porque  la unión matrimonial de la Colonia respondía más a los intereses económicos y títulos de nobleza hereditarios que a la conformación familiar por principios morales  y religiosos. Por tanto, la traición para quienes abandonaron a Simón Rodríguez era haber albergado en el seno de sus familias a un ser concebido producto del pecado; no obstante, en el fondo del alma de esos seres quedaba la cicatriz del remordimiento, cuyas secuelas se expanden a lo largo de la historia como un veneno oculto que mata lentamente la felicidad de muchas personas que deambulan por diversos espacios y escenarios como escombras sin alma.

La Concepción Filosófica de Simón Rodríguez
Interpretada desde la Dignidad

El primer gesto dignificante manifestado por Simón Rodríguez fue el reconocimiento de la mujer, al asumir el apellido de quien lo reconoció por madre, como suyo, con esta decisión desafió la cultura de la dominación judeocristiana de la sumisión esclavista de la mujer al hombre. Así se salía de ese entrampado  para apegarse a valores espirituales, esenciales para impulsar a los seres humanos hacia la búsqueda de metas trascendentes, individuales y colectivamente, con una visión de conjunto.

De tal manera que Simón Rodríguez, reivindica a la mujer en la dimensión de madre; es posible que el hecho de haber sido albergado en el seno de familias religiosas en su infancia, y haber tenido contacto con el pensamiento de la ilustración europea, le haya permitido combinar los valores espirituales-religiosos con la lógica de la razón y configurar de esta manera  su personalidad, sensible y consistentemente equilibrada.

Una evidencia de ello es la afirmación de Pérez (2000), que sostiene:

El apellido Carreño, con el que  también se conoció familiarmente a Simón Rodríguez, viene de un sacerdote, Alejandro Carreño, en cuya casa vivieron ambos hermanos, no sabemos desde cuándo. Este hecho nos explicaría el que, por vivir en la casa de un sacerdote, tuvieron la oportunidad de recibir una buena educación. (Pág.7)

Este hecho, además de permitirle a Simón Rodríguez adquirir una amplia educación en valores religiosos, también le permitió reflexionar sobre  la realidad social y compararla con los contenidos escritos en la Biblia y en otros textos.

  La emersión de la madre de Jesús como figura  femenina importante entre el judaísmo, que por su condición de ser la progenitora del Hijo de DIOS subió al trono del Creador, es posible que haya influido en Simón Rodríguez.
En este sentido, Savater (2000) afirma que:

La Virgen se incorpora literalmente al cielo, aunque no del mismo modo que su divino hijo, pues mientras Cristo ascendió por su fuerza propia, triunfante sobre la muerte y las leyes terrenales de lo necesario, María fue subida a las gozosas alturas por voluntad de DIOS. …María, la madre de Dios, fue llevada al cielo, al que no pertenecía por naturaleza propia; se dulcificaba así la exclusión del principio femenino que fue sello característico del judaísmo. (Pág. 138).

Así como  Jesús reivindicó a su madre llevándola consigo al cielo, marcando distancia con las raíces culturales de su origen que excluía a la mujer de manera absoluta, Simón Rodríguez también reivindicó a su madre en medio de una sociedad de castas y  de discriminaciones sociales.

En donde “… se consideraba una grave afrenta y deshonra familiar el que una muchacha  o mujer de buena familia tuviera un hijo sin casarse, o fuera del matrimonio” (Pérez: Ob. cit. P-6).Esa fue la trampa armada por las conquistadores para mantener la hegemonía en el poder ¿Qué diferencia podría haber ante Dios, el hecho de poseer poder político y dinero, con quienes carecían de estos medios? Igualmente. De la Plaza (1964) refiere:

….la tradición española trasplantada a América, sobre esa división de clases se sustentaría una estructura social de orden jerárquico, cuyo rango superior lo detentarían los representantes del rey y los grandes propietarios de tierra y de esclavos – la “nobleza criolla”- e integrados los rangos inferiores, a diferentes niveles, por toda una gama de “hombres libres” que iban desde los europeos –españoles y extranjeros sin tierra, comerciantes, artesanos, etc. -, los indios en general(“adoctrinados o no”), las mezclas de pardos, mestizos, zambos, mulatos hasta los negros libertos (p-17-18)

Esta nomenclatura socio-racial se fue constituyendo durante el proceso de la conquista  desde 1492 hasta la ruptura independentista surgida en 1810. En la dominación española sólo se consideraban buenas familias a los blancos, tanto peninsulares como los llamados criollos, que poseían el poder político emanado del Rey de España (los primeros) y la explotación de la tierra con los esclavos (los segundos); el resto del mestizaje y los indígenas (nativos) eran excluidos tanto del poder político, como del económico y social, por cuanto a que no tenían derecho al pleno disfrute de la libertad ciudadana, lo cual trajo consigo la fragmentación interna frente a la dominación española, es decir no existía cohesión en la estructura social venezolana, para la consolidación con un mínimo de conflictos internos, pues las castas dominantes se identificaban con el poder español para mantener sus privilegios. Al respecto Quintero (2008) Al referirse a Maria Antonia Bolívar afirma:

Se mantuvo impertérrita y firme como leal vasalla del Rey de España, fiel a sus convicciones y apegada a las enseñanzas de sus mayores. No había nada que le inspirase confianza en el discurso disolvente de la igualdad, no podía sentir atracción por la promoción del desorden, veía con absoluto disgusto el desacato de las jerarquías y la llenaba de espanto la figuración prominente del populacho entre los insurgentes (p-21)

Esta referencia, deja como  evidencia que la hermana mayor de Simón Bolívar no compartía sus ideales, lo que también  hace comprender la influencia de Simón Rodríguez en su discípulo predilecto, y de donde igualmente se interpreta, los conflictos sociales existentes en Venezuela en el contexto del avenimiento de la ilustración (europea) que estaba penetrando en el ideario de los venezolanos. No obstante, uno de los obstáculos para producir los cambios, y abrirle paso a las ideas igualitaristas (que llegaban desde Europa) eran los conflictos sociales internos en el país 
 
En este sentido, Pérez (2.000) afirma que:

Este cuadro social hecho de prejuicios y diferencias, que se mantenía férreamente a base de costumbre, leyes y normas, resultaba a la vez ridículo y doloroso. Cada grupo luchaba por conquistar los privilegios de los de arriba, sin permitir el ascenso de los de abajo: Los criollos aspiraban el poder político, pero no le permitían a los pardos el gozo de sus privilegios. Los pardos querían conquistar los derechos de los criollos, entre ellos el acceso a la educación y al sacerdocio, pero se negaban a conceder libertad a los esclavos. Los esclavos, a su vez, soñaban con sacudir el largo yugo de sus cadenas y conquistar su libertad. (Ob. ct. p-9-10).

Ante este entramado de tensión  social de la Colonia abrió los ojos al mundo Simón Rodríguez el 28 de octubre de 1771, en las peores condiciones y adversidades en que puede nacer un ser humano abandonado a la suerte de un destino incierto, en medio de un intrincado tejido social al que tenía que descoser para abrirse paso en procura de sobrevivir y a la vez consolidar su personalidad.

De allí, la virtud de Simón Rodríguez, porque no solo consolidó su personalidad como individuo, sino que también, siendo muy joven (a los 20 años), creó  un modelo educativo como el arca de Noé para salvar a los venezolanos de la destrucción a consecuencia de la ignorancia, presentando un novedoso proyecto al Cabildo de Caracas en 1794, titulado “Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras en Caracas y medios para lograr su reforma, para un nuevo establecimiento”.  Este proyecto era realmente un nuevo establecimiento educativo, no solo por su diseño organizacional  y contenidos curriculares, sino también por su concepción filosófica.

Es, por ello que Simón Rodríguez planteó la posibilidad  de acceder a la educación a todos los venezolanos, sin distingos de razas y de clases o estamentos sociales, en igualdad de condiciones, sin conflictos ni rivalidades  entre sectores o grupos. Al respecto, Altuve (1983) hace referencia  al ilustrado maestro  al citarlo en cuanto a que:

Yo no creo que sean menos acreedores que los niños blancos; pues no están excluidos de la sociedad y, además, porque no habiendo en la iglesia distinción de calidades para la observancia de la religión tampoco debe haberla en enseñanza (Pág.189).

 

A esta afirmación se le puede agregar que el novedoso proyecto de Reforma Educativa, presentado por Simón Rodríguez con fines liberadores,  es el de ubicar a todos los seres humanos en igualdad de condiciones, interpretado desde la obligatoriedad religiosa; así como los derechos también de las mujeres al estudio sin discriminación por razones de sexo, que para ese momento (año 1794) no tenían derecho al estudios (avanzado aunque fuesen de piel blanca y de alta alcurnia. Esta posición de Simón Rodríguez fue invariable a lo largo de su vida, siempre creyó en la educación como el único medio eficaz para dignificar al ser humano para la convivencia social: el bien común

En este sentido, Rodríguez, citado por González (1980), manifiesta que:
 
No puede negarse que es inhumanidad el privar a un hombre de los conocimientos que necesita para entenderse con sus semejantes, puesto que sin ellos su existencia es precaria y su vida miserable. La instrucción es para el espíritu lo que para el cuerpo el pan (no solo de pan vive el hombre); y así como no se tiene a un hombre muerto de hambre porque es de poco comer, no se le ha de condenar a la ignorancia porque es de poco alcance (Pág. 97).

 

Es evidente  que  la concepción filosófica de la educación propuesta por Simón Rodríguez siempre tenía implícita la valoración de sus semejantes, en concordancia  con sus potencialidades individuales, sin discriminación por ninguna causa. No obstante, esta visión de sociedad fundamentada en el conocimiento y el trabajo creador chocó en su tiempo, y sigue chocando, con la muralla socio-cultural de la infravaloración por el desconocimiento existencial del otro, en condiciones de semejantes.

En este sentido, toda la cultura civilizatoria transferida por los Europeos en Venezuela (y en América Latina) ha girado en torno de la mentira y la manipulación de los grupos dominantes, para ejercer control sobre los dominados a través de la oferta de la salvación por parte de la Iglesia, mediante  un evangelio distorsionado; el ejercicio de la política fundamentado en la promesa de la justicia social, y el militarismo con el argumento del heroísmo por la patria, entre otras representaciones meramente simbólicas que distan mucho de la realidad concreta.

Todo ello se apoya en la afirmación de Todorov (2005), al referirse al documento de Bartolomé de la Casas: Historia III-145, donde expresa:

 … “mentiroso” y “cristiano” se han convertido en sinónimos: preguntando españoles a indios (y no una vez acaeció, sino más, si eran cristianos, respondió el indio: “Sí, señor, yo ya soy poquito cristiano, dijo él, porque ya saber yo un poquito mentir; otro día saber yo mucho mentir y seré yo mucho cristiano”. (Pág. 98).

 

El autor deja entrever que el indígena estaba consciente de la internalización de la mentira como valor contrario a su cultura originaria, tenía que entrar en una fase de re-negociación existencial, por lo que se considera que el indio podía pensar: “¡Yo aprendo y repito tus mentiras y me dejas tranquilo para sobrevivir!”. Queda clara la mutación socio-cultural y la resignación infravalorativa, que ha persistido a través de la historia latinoamericana.  

El conquistador español también  desconoció la condición humana del indígena, según lo expresado por Parra (2007):

La herencia colonial, en términos educativos, corresponde a una visión culturalista basada en el “no-ser”. Parte del principio según el cual el aborigen americano no es persona. De acuerdo a ello, la educación tradicional jugaría un doble papel. De una parte, se produce el intento, nada re-negociado, de convertir al indígena en persona mediante el proceso simbólico de la catequización, con la enseñanza de los preceptos religiosos y el concebido acto de adhesión a la fe cristiana; pronunciar el nombre de Dios lo transfigura desde su animalidad hasta convertirlo en un individuo. (Pág. 8).

 

 Desde este punto de vista, el indígena fue condicionado para ganarse el derecho a ser persona. A lo que puede  interpretarse: Si todos los seres del universo son producto del creador, ¿por qué los españoles, que vinieron como enviados del cristianismo, no reconocieron  a estas criaturas como hijos de Dios?, ¿sería que los prejuicios sociales no les permitían verse entre iguales?, ¿sería que vieron la oportunidad de someter a los indígenas como animales para su intereses económico-mercantilistas? Tal vez se hayan conjugado los contenidos de estas interrogantes para montar toda una estructura socio-política que les permitiera la explotación de la naturaleza en combinación con la fuerza laboral.

 Por otra parte, al negro  traído de África fue considerado como bestia, igualmente los blancos no escapaban a la infravaloración por cuanto pugnaban entre peninsulares y criollos rechazándose mutuamente, los primeros porque ambicionaban  el poder económico representado en las grandes haciendas, y los segundos porque aspiraban el poder político. Los pardos estaban atrapados en  medio de la dominación absoluta y la esclavitud; estaban reducidos a  la servidumbre.

Asimismo, con una libertad aparente, pues no poseían bienes, ni tenían ningún oficio estable, vivían aquéllos en condiciones de indigentes (los que actualmente piden en los sitios públicos, limpian vidrios y “cuidan” vehículos  a los “dueños” de las calles, entre otras actividades ambulantes). De allí, el intento utópico de Simón Rodríguez: construir el arca de la salvación fundada en las bases de la Educación para integrarlos a todos en un solo propósito: el bien común.
Esta aspiración de Simón Rodríguez no tuvo asidero en el hecho concreto, porque los militares y sus cómplices políticos truncaron el sueño de la independencia, a lo que Parra (2007) señala:

Lo que estaba en juego entonces era la preservación  del “buen orden”, según la óptica de la vieja clase dirigente –los mantuanos criollos y peninsulares de a pie– y el “desorden” promovido desde arriba por la nueva dirigencia militar y política que exigía prebendas territoriales y activos nacionales como recompensa por su participación en la guerra independentista. Eso, al parecer, estaba muy claro para Rodríguez. De modo que su relación personal con Sucre estaba matizada (¿prejuiciada?) por el rol que pasaron a desempeñar los hombres de charretera en función de gobierno. (Pág. 259).

 

Está claro que  después de la guerra de independencia en América Latina, se mantuvieron las viejas estructuras coloniales, y no podía ser de otra manera, porque jamás hubo cambios en las estructuras cognitivas para la reflexión consciente, sobre la cosmovisión esencialmente humana. Siempre se mantuvo el referente cultural impuesto por el conquistador español, el cual se fue internalizando como un modo de vida, según el cual se constituyeron conglomerados de individualidades, sin tener ninguna conexión empática entre los grupos que fueron conformando la sociedad en su conjunto.

Es por ello que los grupos dominantes no cambiaban (ni cambian) sus actitudes de negación de los derechos ciudadanos a quienes ellos consideran inferiores y, por tanto, sin méritos para establecer unas relaciones de convivencia auténticamente social. Simón Rodríguez comprendía esta realidad negadora de la dignidad. Es por ello que propone que la educación sea el  andamiaje para el ascenso social.

La Obra de Simón Rodríguez y su Trascendencia Dignificante

Las condiciones adversas al desarrollo social que perturbaron los proyectos educativos de Simón Rodríguez no han cambiado mucho en su esencia, de allí la vigencia de su visión humanizante que aún perdura. Muchos han sido los pedagogos, de pensamiento y praxis  humanistas, que han intentado irrumpir las viejas estructuras sociales con las herramientas dejadas por Rodríguez: Luis Beltrán Prieto Figueroa, Paulo Freire, entre muchos otros latinoamericanos, que también han chocado con los mismos y nuevos intereses.

Solo la Iglesia ha dado muestras de  algunos cambios, y realmente está dando muestras de atender a los más necesitados, económica, cultural y socialmente. El caso de Fe y Alegría, en Venezuela, y la  corriente fundamentada en la Teología de la Liberación, la cual ha contribuido al afloramiento de movimientos políticos con arraigo en los sectores más empobrecidos de Latinoamérica. Por su parte, los militares no han dado muestras de cambios cognitivos que giren hacia el respeto a los derechos humanos de sus semejantes: siguen creyendo en el poder de las armas como consagración de la superioridad jerárquica, según la cual todos deben obedecer por mandato supremo. 

Después de la independencia de Latinoamérica, en los países en donde los militares  han asumido el poder apelan y desempolvan los viejos manuales de la represión de las libertades ciudadanas, y se refugian en los mismos vicios para perpetuarse en el poder en contra de la voluntad de las mayorías.

Los empresarios capitalistas jamás han aflojado el recetario para apropiarse de la fuerza del trabajo y del conocimiento ajeno, reducen la condición humana a una mera mercancía. Los latifundistas asfixian a los campesinos. Por su parte, los banqueros y los comerciantes se enriquecen con los onerosos márgenes de ganancias. Aunque Simón Rodríguez no manifestó ser un pregonero de la ética y la moral, siempre las tuvo presente en su pensamiento y acción como fuente dignificante de la condición humana, apoyado en la afirmación de Rodríguez, Citado por González  (1980):

…¿Cómo no le hará falta a los tres respetos que debe a sus semejantes?: respeto a la vida, respeto a la propiedad, respeto a la reputación, y de la reputación pende el crédito. Todos necesitan alimentarse vestirse, alojarse y distraerse; y en lugar de contar con las facilidades que promete la sociedad, cada uno teme por su vida: porque posee lo que otros buscan, o le sirve de estorbo para adquirirlo, teme el engaño, la usurpación, el robo, la rapiña; teme la envidia que mueve la lengua a la detracción y a la impostura; perdió el buen concepto que necesita para tener confianza, se abandona, desprecia a todos porque todos lo desprecian, y acaba haciéndose despreciable (Sociedades Americanas : 1828.. P-296).
 
 
Esta  descomposición social representaba el derrumbe del proyecto republicano, pregonado por Rodríguez  e  impulsado por Bolívar; la inexistencia de un piso ético y moral  de la vieja y nueva dirigencia fracturaba la dignidad de los pueblos, que eran (y  aún son) sometidos por el engaño y el desprecio en combinación infravalorativa de las potencialidades individuales y colectivas a quienes recibieron la condena perpetua por haber tenido un origen distinto a aquellos que  les impusieron las reglas del juego a su existencia.

Actualmente, la concepción de convivencia social planteada por Rodríguez, está tomando fuerza, producto de las marcadas diferencias de América Latina con el resto del mundo globalizado. Se están originado debates en diferentes foros y escenarios internacionales, con el propósito de buscarle salida al desarrollo de esta parte del globo.

Para ello se están buscando algunas concepciones, filosóficas y económicas, que sirvan de plataforma para transformar las viejas estructuras socio-políticas e irrumpir por otros senderos trazados por los entes financieros internacionales, cuyas reacciones no se han dejado esperar para generar nuevos conflictos sociales. Mientras  que la vieja dirigencia permanece intacta por siglos, sin alterar las raíces de la herencia cultural.

En este contexto, los estudiosos de las ciencias humanas interesados, en buscar salidas a este entrampamiento histórico, que tiene como sustentación política decisiva a la corrupción, pretenden  introducir la ética como valor  esencial para establecer las reglas del juego para la convivencia social. Ello responde a que el conocimiento de los antecedentes históricos es clave para interpretar la realidad y buscar alternativas para abordar el futuro; por tanto, los pensadores de las ciencias humanas y políticas del presente tienen como herramienta la visión filosófica de Simón Rodríguez.

En América Latina, la preocupación por  la ética en el desarrollo social está tomando fuerza como  búsqueda de la justicia social con equidad, sustentada en valores que permitan armonizar la convivencia social. En tal sentido  Kliksberg (2005), señala que:

La opinión pública reclama unánimemente terminar con todas las formas de corrupción y avanzar hacia la plena transparencia, pero su agenda ética va cada vez más lejos (….) En el imaginario colectivo crece la visión de que una sociedad que sea capaz de poner en primer lugar las prioridades éticas, fortificará sus posibilidades de construir una economía pujante, estable, dinámica y sostenible. Se percibe que valores como la equidad y el desarrollo de capital humano y el capital social son bases firmes para que esta economía sea factible. (Pág.29).

 

En este contexto sigue teniendo vigencia Simón Rodríguez. Porque para lograr una formación ciudadana alejada de los vicios de la corrupción es indispensable la educación  en valores esenciales para la vida en sociedad. En este sentido Filmus (2005) expresa:

Una de las características de las transformaciones ocurridas en los últimos años ha sido haber colocado a la educación y al conocimiento como uno de los factores principales de la productividad y de la competitividad de las naciones. El proceso de la globalización de los mercados implica el riesgo de marginación a perpetuidad para quienes queden fuera de este proceso. (Pág. 161).

 

El problema de América Latina es cada vez más complejo, porque el desarrollo tecnológico mundial hace que esta región del globo sea cada vez más dependiente de los centros del poder capitalista industrializado; por lo tanto, el solo discurso antiimperialista no resuelve los álgidos y arraigados  problemas socio-económicos de esta parte del mundo. Así como  la sumisión frente a los centros de poder capitalista, también es perjudicial para el desarrollo autónomo de América Latina

En este  contexto, una interpretación  aproximativa de la realidad puede permitir comprender los errores y virtudes socio-culturales para salir del llamado realismo mágico, que contribuya a la incorporación de Latinoamérica  al mundo tecno-científico -avanzado y dejar de lado  algunos escombros socio-culturales que bloquean el desarrollo socio-político, y en paralelo, reconfigurar las virtudes manifiestas y potenciales de todos los latinoamericanos, sustentados en el conocimiento, sin distinción de ninguna índole.

Partiendo de un fructífero  encuentro humano, orientado por la comprensión y valoración entre semejantes, sólo así la dignificación es recíproca entre las minorías que han dominado y aquellos amplios sectores que han sido  históricamente excluidos  de las posibilidades de acceso a los bienes naturales explotados socialmente: obreros, profesionales, dueños del capital tecnológico-financiero, y políticos en funciones de gobiernos eficientes-honestos. Todos ellos generando riqueza para su distribución equitativa. Apoyado en la afirmación de Montes (2005), quien  opina que:

Somos cada vez más conscientes de que la economía se entiende dentro de una cultura y que ella influye a su vez en la cultura. El verdadero desarrollo está ligado a un desarrollo cultural. Una invasión cultural puede paralogizar y dejar a las víctimas en un estado de anomia, de autismo cultural. Parte de eso le pasó a nuestros grupos étnicos a la hora de la invasión hispánica. Un cambio de cultura rompió el alma de muchos pueblos. (Pág. 62)

 

Esa ruptura del alma aún no se ha cicatrizado, son el referente cultural para la resignación, el resentimiento, el odio y la violencia; con todo ello se constituye la sociedad intolerante y sin un mínimo de respeto recíproco entre los diversos actores  sociales. Di allí los grupos armados en  conflictos sociales

Es por ello que se requiere un modelo de desarrollo, configurativo sin destruir los valores culturales esenciales, el cual debe partir de una educación ciudadana deslastrada de prejuicios: religiosos, políticos, económicos, raciales, sexuales y sociales; por tanto, se superaría la lucha( violenta) de clases por un modelo humanista, fundamentado en que  la especie humana es una sola. En este sentido, Savater (2004) opina que:

Educar es seleccionar de todo lo que  conocemos aquello que nos parece más relevante e importante para transmitirlo. Por lo tanto, es lógico para la persona religiosa que sus creencias deban ser transferidas a sus hijos. Pero, por otra parte, se debe respetar la posibilidad de que el hijo escuche otras voces, otros puntos de vista y conocimientos. (Pág. 35)

 

Como se puede comprender,  según este autor,  los cambios deben iniciarse en el seno de la familia, sin embargo, la Iglesia en sus enseñanzas debe abrir espacios para la reflexión crítica orientada a fortalecer la autonomía de la persona despojada de prejuicios, tabúes, mitos y psicosis amenazantes a través del miedo y las prohibiciones absurdas.

En consecuencia, los líderes de la sociedad deben ser personas con amplios conocimientos de la vida humana en sociedad: “Así como un pastor de ganado es de una naturaleza superior a los de su rebaño, así también los pastores de hombres, que son sus jefes, son de una naturaleza superior a las de sus pueblos”. (Rousseau: 1996, p-7). Se interpreta que los líderes en  la diversidad de orientaciones que marcan el rumbo del comportamiento humano, deben ser personas tolerantes, comprensivas y respetuosas de sus semejantes para que sus acciones sean reconocidas por los méritos ejemplarizantes.

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