LA DESFOCALIZACIÓN DEL CENTRO DEÍCTICO A TRAVÉS DE LA SEGUNDA PERSONA DEL SINGULAR

LA DESFOCALIZACIÓN DEL CENTRO DEÍCTICO A TRAVÉS DE LA SEGUNDA PERSONA DEL SINGULAR

Hyagna Cabello Peña (CV)
Hermes Infante Miguel
(CV)
Universidad de Oriente

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1.1.3 Teoría de la enunciación.

De acuerdo con el epígrafe anterior, es lícito afirmar que los actos de habla tienen lugar a través del enunciado, elemento que no podemos soslayar por su relevancia para la pragmática. Esta disciplina, como ya hemos mencionado (Vid supra acápite 1.1), se encarga de estudiar la vinculación del enunciado con el contexto, y de su comprensión.
En primer lugar consideramos necesario hacer una distinción entre enunciación y enunciado. La primera posee como rasgo definitorio su condición de irrepetible, ya que está construida sobre el tiempo, que es irreversible, lo cual determina su carencia o casi carencia de materialidad: sólo la tiene en un momento en el tiempo (Loreto, 2001:8). El enunciado, por su parte, es una unidad comunicativa que equivale a la intervención o contribución de un hablante a una conversación; es la unidad lingüística (hablada o escrita) que está inherentemente  contextualizada (La pragmática. Nuevas tendencias en los estudios lingüísticos actuales, 2000: 6).
El estudio de la enunciación consiste en examinar el funcionamiento de las formas de la lengua cuando son puestas en uso en una situación de interlocución determinada; el mismo permite mostrar que todo un conjunto de formas lingüísticas no pueden ser interpretadas sino en relación con una enunciación determinada. Es el caso de los elementos llamados deícticos1 que constituyen el aspecto indicial del lenguaje: son fundamentalmente los deícticos de persona (YO- TÚ), de lugar (AQUÍ – ALLÁ) y de tiempo (HOY – AHORA) (“El texto y su enunciación”, s. f: 7-8). Esto sustenta teóricamente el hecho de que el valor indefinido de la segunda persona del singular no pueda ser interpretado sino dentro de una enunciación concreta.
Considerar todo acto de lenguaje dentro de un marco enunciativo implica distinguir el sujeto del enunciado del sujeto de la enunciación. El primero designa al agente de la noción expresada en el enunciado; el segundo, al individuo que lo emite. Por ejemplo, si el enunciado es Pedro compró el diario, el sujeto del enunciado es Pedro (de quien se predica que compró el diario), pero el sujeto de la enunciación – quien emite esta aserción – no es seguramente él (Ibid: 9-10).
Existen tres modos enunciativos que ofrece el aparato formal de la enunciación y que el sujeto productor del discurso elige por razones de su propia estrategia comunicativa: dos modos personalizados, elocutivo (yo) y alocutivo (tú); y un modo impersonalizado, delocutivo (él, ello o un sintagma nominal) (Idem). Elegir el modo alocutivo significa centrar el discurso en , hasta eventualmente hacer desaparecer el sujeto enunciador (Ejemplo: Tome Coca-Cola) (Ibid: 11). De los tres, éste es el que se adecua a nuestra línea de investigación, pues es a partir de él que se produce el uso fundamentalmente estudiado.
Cuando el individuo decide interactuar con otro por medio del lenguaje y construye el texto de su intervención, está obligado a seleccionar, además de los modos enunciativos recién mencionados, algunas de las modalidades de  enunciación o tipos de oraciones .Éstas son fundamentalmente tres: la aserción, la interrogación y la intimación (u orden), a los cuales algunos agregan la exclamación. Dichas modalidades no señalan relaciones formales entre los elementos de la oración, sino relaciones pragmáticas entre el texto y los sujetos discursivos 2, por lo cual tienen relación también con los actos de habla (Ibid: 13).
De las tres modalidades de enunciación referidas nos interesa la aserción (Vid infra subacápite 1.2.1), en la cual se insertan los usos que estudiamos. Ésta adopta la forma de una oración declarativa (afirmativa o negativa) y se presenta como una certidumbre. Según el autor, la impresión de “verdad” se acentúa si el enunciador adopta el modo delocutivo y “se borra” de su enunciado, planteamiento que no consideramos del todo acertado o completo si valoramos la intención comunicativa que persigue el emisor al emplear la segunda persona del singular desfocalizadora, con lo cual también imprime verosimilitud a su enunciado3 .
Es importante destacar, además, que el proceso discursivo de la enunciación se desarrolla poniendo en juego una serie de recursos verbales llamados “términos enunciadores”, los cuales son marcas que nos proporcionan informaciones acerca del proceso mismo de la enunciación. Se ocupan, por ejemplo, de la inserción del mensaje en la situación, cuyo referente sólo puede establecerse a través de los interlocutores. Estos términos son los deícticos, el modo verbal y todo lo que se relaciona con la persona gramatical, los pronombres personales, los demostrativos, los adverbios de lugar y de tiempo. El uso de los pronombre personales es determinante en la enunciación, porque a través de ellos el hablante se apropia del lenguaje, se introduce en su propio discurso, constituyéndose en un centro de referencia interna (Barros, s.f.: 3-4).
Todo enunciado procede de un locutor social y se dirige al horizonte social responsivo de un auditor, por lo que estará  siempre inscrito en una dimensión dialógica aún en el caso de no reciprocidad cara a cara o del diálogo interior (Ibid: 5).
De acuerdo con el hecho de que la función fundamental de la lengua es la comunicación, los pragmatistas consideran al destinatario como un sujeto esencial del acto de habla puesto que comunicar implica en toda circunstancia la presencia de un receptor (Ibid:1).
Las relaciones sociales entre los enunciadores (enunciador - enunciatario 4) y lo referido se manifiestan en el enunciado desde tres orientaciones que comprenden el acto evaluativo de la enunciación:
1-Desde la postura activa del locutor / autor en relación con el interlocutor / lector (destinatario). A la  tensión que rige entre los dos interlocutores se le denomina tonalidad predicativa5 .
2- Desde la postura activa del locutor con respecto a lo dicho, lo referido o con respecto al enunciado ajeno / referido en el enunciado. A la tensión que rige entre el enunciador y lo dicho / lo referido se denomina tonalidad apreciativa 6.
3-Desde la postura activa del mismo locutor / autor con respecto a él mismo y a sus intenciones en relación tanto con el interlocutor/ lector como con lo dicho/lo referido (o enunciado ajeno). A la tensión que se instaura en el enunciador con respecto a sí mismo y a los otros dos se denomina tonalidad intencional 7.
                                                                                                                 (Ibid: 7)
De estas tres relaciones nos interesan la primera y la tercera. En el uso de la segunda persona del singular con valor genérico observamos la Tonalidad Predicativa en la medida en que el emisor (enunciador) instaura una imagen en términos de enunciatario al interlocutor, pues al incluirlo en el enunciado 8 busca una especie de complicidad. Por consiguiente, estimamos que dicha relación se encuentra vinculada  a la Tonalidad Intencional, que en el uso estudiado aparece en calidad de propósito o intencionalidad.
Como ya apuntamos anteriormente, en esta investigación utilizamos una metodología pragmalingüística – además de la sociolingüística (Vid infra acápite 1.3) – por ser la que posibilita la explicación del uso de la segunda persona del singular como desfocalizadora del centro deíctico personal. Para lograr una mayor profundidad y cientificidad al abordar este asunto, canalizamos nuestro estudio por una línea que suele incluirse en la dimensión pragmática: la cortesía verbal.

1 La deíxis es una mostración: señala o indica el quién, el dónde y el cuándo (personal, espacial y temporal) (Ignatreva, 1987: 18). Las marcas de deíxis personal –que es la que nos interesa- son expresadas fundamentalmente por los pronombres personales, los cuales representan a los principales componentes del proceso de comunicación: emisor y destinatario (Apud. Bidot, 2007: 12). Este tipo de deíxis no sólo relaciona el mensaje con las personas que intervienen en el proceso, sino que además las relaciona entre sí a través del mensaje-lenguaje y con el resto de los elementos que intervienen en su comunicación (Vigara, 2003: 7). Para más información vea Stewart (2003) y Bermello (2005).

2 Entiéndase como sujetos discursivos a los interlocutores (“El texto y su enunciación”, s.f.: 11).

3 Existen además las modalidades de enunciado, que no son obligatorias e indican la manera en que el enunciador se plantea frente a los hechos denotados en su enunciado: posibilidad, probabilidad, obligación, deseo, apreciación favorable o desfavorable. Generalmente se distinguen cuatro modalidades : alética (lo probable, el “poder ser”); deóntica (el “deber ser”, lo obligatorio, indispensable) ; epistémica; volitiva (el “querer ser”), apreciativa o axiológica (expresa lo bueno, lo malo, lo triste, lo agradable desde el punto de vista del enunciador, de su juicio valorativo) (“El texto y su enunciación”, s.f.: 18) De ellas nos interesan la epistémica , que tiene que ver con el “saber” o el “creer”, es decir , con operaciones mentales (esto la acerca a la aserción); algunos autores distinguen epistémica (verbos de saber) y doxática (verbos de opinión) y la apreciativa, puesto que en la aserción el enunciador puede trasmitir su valoración favorable o desfavorable  del estado de las cosas (Ibid:19).

4 Por enunciador y enunciatario entendemos al emisor y al receptor del mensaje, respectivamente. Éstos, como referimos en el subacápite 1.1.1, son dos de los elementos básicos de la Pragmática. Para más información sobre enunciado vea Lopreto (2001) y Yánez (2004).

5 La relación valorativa del locutor con respecto al destinatario hará, por una parte, que el enunciado se impregne de una entonación que evidenciará la manera como el locutor se asume en términos de enunciador, lo cual se manifiesta a través de una voz de autoridad, pedagoga o científica; y por otra, que el enunciado instaure una imagen que el locutor asigna en término de enunciatario al interlocutor, en virtud de la actitud responsiva anticipada del primero, lo cual evidenciará la búsqueda de un aliado, testigo o por el contrario, un oponente (Barros, s.f.: 7).

6 La relación valorativa que resulta de la posición del locutor con respecto a lo dicho o al enunciado ajeno (lo referido) se manifestará a través de una mirada de respeto, de sumisión, de odio, de crítica, de engrandecimiento, de acuerdo, de ironía, de burla o apropiación. Dicha evaluación se evidenciará en una asimilación o distinción entre los enunciados (Barros, s.f.: 7).

7 Esta relación valorativa se manifiesta a través de un propósito o voz preferencial: convencer, informar o proponer, seducir, instruir, hacer actuar o persuadir (Barros, s.f.: 7). 

8 En este uso el sujeto de la enunciación puede ser cualquiera.