EL NACIMIETO DEL LIBERALISMO ECONÓMICO EN ANDALUCÍA

EL NACIMIETO DEL LIBERALISMO ECONÓMICO EN ANDALUCÍA

Eduardo Escartín González (CV)
Francisco Velasco Morente
Luis González Abril

Universidad de Sevilla

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EL MÉTODO DE VADILLO

El método de investigación empírico-inductivo empleado por Vadillo es básicamente científico, incluso desde un punto de vista moderno, aun teniendo una finalidad preconcebida, la de adecuar la conducta humana en asuntos económicos a una concepción moral, o sea, a unos juicios de valor apriorísticos. Esto coincide esencialmente con el método de la Escolástica. A modo de puesta en antecedentes y para captar en qué consistía dicho método, acudamos a algunas autoridades doctas en Historia del Pensamiento Económico.
En lo concerniente al método utilizado por los escolásticos, Schumpeter (obra citada, p.141) opina lo siguiente:
el motivo normativo, a menudo enemigo del paciente trabajo analítico, planteó el problema y suministró el método de análisis escolástico. Una vez planteada, la tarea era estrictamente científica y lógicamente independiente de la teología moral a cuyos fines tenía que servir. Y el método era también estrictamente científico; en particular, era sumamente realista, porque sólo incluía observación e interpretación de los hechos: era un método para explicar principios generales partiendo de "casos", de un modo bastante afín al método de la jurisprudencia inglesa. La teología moral no aparecía sino una vez hecho el trabajo analítico de cada caso, para subsumir el resultado bajo una de sus reglas.
Y según Spiegel (en The Growth of Economic Thought, pp. 77 y 78 de la versión en español):
En el método escolástico [...] se responde a una cuestión, se sigue ésta mediante una clara y detallada exposición y se cita a continuación a las diferentes autoridades en la materia, con el fin de refutar o de volver a interpretar sus opiniones, se da entonces una respuesta, al mismo tiempo que se hace una crítica minuciosa de las opiniones contrarias, una vez más con extensas referencias a los autores de las mismas.
Respecto a las continuas citas y referencias a autoridades típicas del método escolástico, Schumpeter (obra citada, p.115n) explica el motivo de ello:
Desde luego todos los escolásticos citaban abundantemente, pero también lo hacemos nosotros. Apelaban a la autoridad (cuando estaban de acuerdo con ella) más que nosotros porque valoraban la opinión común más que la individual y daban gran importancia a la continuidad de la doctrina.
Tras este preámbulo, a continuación se describe con más concreción el método escolástico de investigación. Estaba basado en el estudio, lo más exhaustivo posible, del asunto a dilucidar, analizando sus múltiples casos y circunstancias. Tenían en cuenta el tratamiento que doctos escritores precedentes habían realizado del tema y contrastaban sus opiniones con las contrarias, emitidas por otras personas no menos doctas que las primeras. Buscaban con este enfoque de estudio si el comportamiento humano ante los hechos económicos se ajustaba a la conducta deducible de la revelación divina según los principios de la teología, la justicia y el bien común. Pero tuvieron en cuenta que las actuaciones prácticas, sobre un hecho esencialmente único, podían manifestarse de diversas formas según el lugar y el tiempo. Es decir, fueron conscientes, no sólo de la evolución histórica de las instituciones sociales, sino también de las contingencias que rodean a un mismo suceso económico (por ejemplo, la variabilidad del precio, siendo en todos los casos justo, según se tratara ora de un sitio o de otro –área urbana o rural–, ora de una estación del año u otra –época de cosecha o de escasez–).
Así pues, el método escolástico constaba de:
-El planteamiento de una cuestión.
-La cita de las opiniones de autoridades doctas en esa materia, así como sus respuestas.
-El contraste de esas respuestas con los argumentos contrarios y sus circunstancias, todo ello estudiado por otros autores.
-El análisis de las consecuencias tanto en pro como en contra.
-La solución motivada en base a un profundo proceso de razonamiento.
En resumidas cuentas, el método escolástico era esencialmente un método dialéctico, donde predominaba el aspecto empírico-inductivo, pero no estaba exento de deducción. Este método inductivo, avanzando el tiempo, llegó a ser típico del Siglo de las Luces (como se dijo anteriormente en la cita de Palomeque al principio del parágrafo 1).
Quizás pueda parecer que el método empírico-inductivo empleado preferentemente por los ilustrados sea opuesto al método racional-deductivo, al que deberían haber tendido estos autores cuando ponían tanto énfasis en la razón. En realidad, utilizaron ambos métodos; y una combinación de ambos fue el que usaron los escolásticos y Vadillo.
Según San Isidoro de Sevilla (Etimologías, vol. I, p. 455):
el hombre, empujado por su afán investigador y por el movimiento del cielo manifestado en los cambios temporales, en el curso inalterable y definido de los astros y en la duración fija de sus intervalos, comenzó a establecer ciertas medidas y números, y al ordenarlas mediante análisis y distinciones descubrió la astrología.
El método que se infiere de lo dicho por el Hispalense es empírico-inductivo-deductivo. Téngase presente que la inducción ha sido denominada deducción inversa; por consiguiente, los dos métodos no son tan contrarios; únicamente enfatizan en un aspecto de la investigación.
Schumpeter (obra citada, p. 163) ya repara en esta aparente paradoja al decir:
El hecho más importante por lo que hace al pensamiento filosófico es el progreso triunfal del empirismo sensitivo inglés procedente de las enseñanzas de Hobbes y de Locke, cosa sobre todo notable porque ese empirismo no concuerda metodológicamente tan bien como el racionalismo filosófico con todas las proclamaciones de la época, en teología y en los demás campos, a favor de la raison.
Y algo más adelante Schumpeter (ibídem, p. 165) desvela la paradoja: «Además los métodos realmente usados por los hombres del siglo XVIII eran exactamente los mismos que los de sus predecesores y, desde luego, no más “experimentales” que los de éstos».
Conviene tener en cuenta que antes Schumpeter (ibídem, p. 121 y 122) ya había explicado, en lo concerniente a las investigaciones de los escolásticos seguidores del Doctor Angélico, lo siguiente:
Santo Tomás dividió el campo del conocimiento instrumentado en ciencias que actúan por la luz de la razón exclusivamente (disciplinae philosophicae), entre las cales se encuentra la teología natural (illa teología quae pars philosophiae ponitur), y la teología sobrenatural (sacra doctrina). Esta última, pues, era una ciencia sui generis porque, a diferencia de todas las demás, no utiliza sólo la razón humana, sino también la revelación (S. Th. I, quaest. I).
Esta opinión sobre la razón para filosofar se venía arrastrando desde Aristóteles, ya que san Isidoro de Sevilla, transmisor del conocimiento de su época, nos informa lo siguiente (Etimologías, vol. I, p. 393) acerca de la dialéctica, nombre debido al Estagirita:
Es una parte de la filosofía a la que se da el nombre de lógica, esto es, la capacidad racional de definir, investigar y exponer. Enseña de qué manera, en muchos tipos de cuestiones, puede, por medio de la discusión dialéctica, delimitarse lo verdadero de lo falso.
Aquí vemos la descripción de un método eminentemente deductivo.
De hecho, algunos economistas habían utilizado predominantemente el método deductivo, como fue el caso del galo Juan Bautista Say. El propio Vadillo, percatándose de ello, manifestó (p. 11n) que su método era distinto del de Say, «autor sabio que aunque tocó muchas de las razones de que yo me valí, no las explanó ni comprobó tanto con hechos y autoridades por la diferencia de métodos con que hemos tratado la materia».
Vadillo, bajo su método empírico-inductivo, estudió diversos fenómenos económicos citando las autoridades pertinentes, rastreándolos a lo largo de la historia y razonando sobre ellos. Así, analiza las siguientes materias: la riqueza (p. 14 y ss.); la adulteración de las monedas (p. 18 y ss.); la usura o préstamo con interés (p. 23 y ss.); la justificación del interés, que no atenta contra la moral ni el derecho divino y natural (p. 26 y ss.); la fijación legal del tipo de interés y su futilidad debido a su sistemática elusión (p. 32 y ss.); y la abolición de las deudas y sus consecuencias (p. 43 y ss.).