LOS HUERTOS FAMILIARES EN UNA PROVINCIA DEL SUBTROPICO MEXICANO

José Isabel Juan Pérez

CAPÍTULO I
FUNDAMENTOS TEÓRICOS PARA EL ESTUDIO DE LOS HUERTOS

Los huertos familiares: una visión sociocultural


Los huertos son técnicas agrícolas antiguas que han coadyuvado a la subsistencia familiar en muchas poblaciones del mundo y Mesoamérica. Representan una fuente potencial de recursos naturales utilizados por las familias, esto con múltiples fines y propósitos. Existen diversos tipos de huertos y desde luego también varias definiciones, por ejemplo el Instituto Internacional de Recursos Filogenéticos (IPGRI) por encargo del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo (BMZ) y Deutsche Gesellshaft für Technische Zusammenarbeit (GTZ) en el desarrollo del proyecto People and Biodiversity in Rural Areas, señalan que los huertos familiares son ecosistemas agrícolas situados cerca del lugar de residencia permanente o temporal.

En los huertos familiares existe una combinación de árboles, arbustos, verduras, tubérculos y raíces comestibles, gramíneas y hierbas que proporcionan alimentos y condimentos, medicinas y material para construcción. A menudo también se integran animales domésticos a estos agroecosistemas. Además, los huertos familiares coadyuvan a la seguridad alimentaria, al ingreso familiar y representan una importancia, económica, social y cultural; por lo que es importante su manejo y preservación. El objetivo de sembrar frutales para el uso doméstico en la granja, o en el solar de la ciudad, es tener fruta fresca para la familia, en forma abundante. Todas las familias disfrutan de muchas frutas en la temporada, pero con frecuencia muchas de estas frutas no se pueden obtener fácilmente en el mercado. Por lo tanto, resulta conveniente un pequeño huerto frutal hogareño o una pequeña siembra de árboles en toda la granja (Denisen y Nichols, 1998).

Aunque existen variaciones en las dimensiones, tipos y usos de los huertos, lo que realmente caracteriza a estos agroecosistemas, es que están ubicados en una porción de terreno que forma parte del espacio que ocupa la vivienda (anexo),


donde las familias cultivan plantas de diversas especies que serán utilizadas para la subsistencia familiar (hay muchas variedades de huertos, cada uno con sus implicaciones ecológicas, ambientales y socioculturales). Ocasionalmente, en los espacios que ocupan los huertos hay animales domésticos que también proporcionan beneficios a las familias, además, las plantas de éstos, son hábitat de algunas especies animales silvestres, por lo que pueden ser considerados como un ecosistema domesticado, en donde ocurren procesos y relaciones entre los componentes abióticos del ambiente, las plantas, los animales, las personas y sus rasgos socioculturales.

Para analizar las dimensiones, estructuras, componentes y funcionamiento de los huertos es importante considerar a la Geografía Ambiental. Bocco (2007), señala que la Geografía Ambiental es considerada como una ciencia auxiliar de la disciplina geográfica. Su objeto está enfocado en el análisis de las manifestaciones, fenómenos y hechos que ocurren en la biosfera, o sea, analiza las condiciones en las que se encuentran los componentes del ambiente: aire, suelo, agua y biota. El soporte teórico inicial de la Geografía Ambiental hacía referencia a las relaciones entre el hombre y el ambiente, y a su aproximación por parte de las principales escuelas geográficas y, a la delimitación del conjunto de imbricaciones que ocurren entre el espacio natural y el espacio social (Bocco, 2007). Con base en este razonamiento, el análisis espacial, ecológico, económico, ambiental y sociocultural de los huertos en la Región Sur del Estado de México fue contextualizado con los fundamentos de esta disciplina.

Los agroecosistemas o huertos familiares han sido percibidos alrededor del mundo y Mesoamérica, como una alternativa al incremento y demanda de alimentos, así como una pragmática solución que las sociedades científicas podrían utilizar para diversificar con técnicas tradicionales de producción (Albuquerque et al., 2005). Actualmente en México, los huertos familiares, al igual que en la época prehispánica, son espacios bien definidos y delimitados alrededor de la vivienda de las familias rurales, campesinas o indígenas (en algunas viviendas de las zonas urbanas también existen huertos familiares).

 En los huertos familiares se ha establecido una interrelación entre las familias, el suelo, el agua, los animales, principalmente domésticos y las plantas, esencialmente árboles frutales, arbustos y herbáceas, tanto perennes como anuales, cultivadas, fomentadas, toleradas y silvestres, ya que estas últimas son frecuentemente parte integral de los agroecosistemas (Alcorn, 2001; Gaytán y Vibrans, 2001; Juan et al., 2007). Dentro de estos sistemas, las actividades humanas no únicamente influyen en las plantas cultivadas, sino también en la vegetación natural que existe en el área (Alcorn, 2001); todo esto debido a que los agroecosistemas funcionan como un ecosistema con características intermedias entre un ecosistema natural y uno donde participa la acción humana (Juan y Hernández, 2008).

Desde un enfoque ecológico, los huertos familiares son componentes importantes de la superficie terrestre. Son espacios geográficos en los que se conserva germoplasma in situ (Jimenez et al.,1999; Rebollar et al., 2008), debido a que se han convertido en refugio para muchas especies vegetales silvestres que han desaparecido de su hábitat natural, convirtiéndose en espacios importantes para conservar la agrobiodiversidad de la región; o sea, no únicamente conservan los recursos fitogéneticos utilizados para la alimentación y la agricultura, sino también se incluyen en esta definición las especies silvestres que viven y florecen en condiciones naturales en éstos; así como las plantas medicinales, los animales, árboles y arbustos cultivados que conforman un ecosistema y las dimensiones económicas, culturales y sociales que determinan las actividades, como el conocimiento tradicional, los factores socioculturales y los procesos participativos (Villa y Caballero, 1998; González, 2002; Juan et al., 2007;).

Los huertos familiares son terrenos donde se realiza una adaptación de especies arbóreas y arbustivas, al igual que de variedades, razas e individuos, por lo que se tiene una gran variabilidad genética (Pérez y Cruz, 1994; Jiménez et al., 1999). En los huertos familiares se tienen diversos doseles de plantas; árboles que proporcionan sombra, generando microclimas y produciendo hojarasca que contribuye al reciclaje de nutrimentos y mantenimiento de la fertilidad del suelo; así como arbustos y herbáceas con diferentes requisitos de luz, que evita la pérdida de suelo por erosión y se incrementa la captación de agua por infiltración (Jiménez et al., 1999; Gutiérrez, 2003; Martínez y Juan, 2005).

El término huerto es utilizado para referirse a un espacio geográfico que forma parte de la vivienda, y donde las familias cultivan plantas para satisfacer sus necesidades. En ambientes limítrofes con la Provincia de la Sierra Madre del Sur, a estos espacios geográficos de la vivienda, también se les denomina cantilas, patios, traspatios, solares, huertos caseros, huertos familiares, huerta, canteros, fincas, ranchos y jardines. Independientemente del término utilizado, lo más importante de estos agroecosistemas familiares es su amplia diversidad vegetal, así como sus funciones y usos.

Independientemente de la diversidad de conceptos sobre huertos funcionales, lo más importante, es que se trata de espacios en donde las familias cultivan plantas, crían animales y obtienen productos para complementar la alimentación y la economía familiar. Al respecto, Mariaca et al., (2007) definen al huerto familiar de la siguiente manera:

“…es un agroecosistema con raíces tradicionales, en el que habita la unidad familiar y donde los procesos de selección, domesticación, diversificación y conservación están orientados a la producción de flora y fauna y, eventualmente de hongos. Está en estrecha relación con la preservación, las condiciones sociales, económicas y culturales de la familia y el enriquecimiento, generación y apropiación de tecnología…”. El objeto de considerar a la familia que lo habita, es porque ella delimita la forma, estructura, diversidad y riqueza de especies, así como la historia y futuro de esta forma de producción de satisfactores.

La extensión de los huertos familiares o agroecosistemas varía considerablemente; diversos estudios han demostrado que fluctúa desde los 26 m2 en huertos de Veracruz (Pérez y Cruz, 1994), hasta agroecosistemas en Yucatán con una superficie superior a 5 000 m2 (Rico et al., 1990).

Independientemente del número de plantas existentes en los huertos familiares y de sus características y dimensiones, la familia al establecer un manejo integral y completo de todos los componentes de los agroecosistemas, permite que se conviertan en sistemas multifuncionales ecológicamente y económicamente sustentables.

La diversidad  de agroecosistemas o huertos familiares, y por consiguiente, el manejo y uso de sus componentes están asociados con las condiciones socioculturales de las familias rurales, campesinas e indígenas, que en interacción, influyen en el conocimiento tradicional y cultura de las sociedades mexicanas que habitan ambientes rurales. Esta diversidad de conocimientos tradicionales se encuentran depositados en aproximadamente 8 millones de hablantes de algunas de las 62 lenguas indígenas de México (Villavicencio, 2009), esta riqueza cultural se ha conjugado con la diversidad florística (Villaseñor, 2003), climática (Rzedowski, 1998) y geológica (Villafranca, 1998) haciendo de este país un centro pluricultural, en el que conviven diferentes grupos humanos, los cuales han conservado a través de los años sus tradiciones, pero a la vez, han aceptado algunas ajenas, las que han amalgamado a sus costumbres (Amo y Anaya, 1982).

El descubrir que muchos de los grupos originarios de México tienen una tradición ancestral y por lo tanto, una amplia sabiduría con relación al manejo, denominación y uso de los recursos naturales, ha sido un factor fundamental en el desarrollo y estudio de las plantas, sin embargo,  y con frecuencia, estas sociedades étnicas son grupos marginados, y es en ellos, donde generalmente se concentra el mayor conocimiento tradicional sobre la naturaleza y las actividades agrícolas tradicionales (Gómez, 1993; González, 2007).

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