CONOCIMIENTO TRADICIONAL PARA EL DESARROLLO LOCAL: EL CASO DE LOS CIRUELEROS DE AGUACALIENTE DE GÁRATE, SINALOA, 2014

CONOCIMIENTO TRADICIONAL PARA EL DESARROLLO LOCAL: EL CASO DE LOS CIRUELEROS DE AGUACALIENTE DE GÁRATE, SINALOA, 2014

Adriana Cabanillas Lizárraga
Laura Isabel Cayeros López
Ricardo Becerra Pérez
Eduardo Meza Ramos
(CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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1.1.1. ¿Qué es el conocimiento tradicional?

Existen diferentes denominaciones para referirse a los conocimientos o saberes que se generan fuera del ámbito de las ciencias sociales modernas, entre las cuales destacan: “conocimiento indígena, conocimiento autóctono, conocimiento local, conocimiento ancestral, conocimiento campesino, conocimiento ecológico y el mismo de conocimiento tradicional” (Macías, 2005, en Pérez, et. al. 2001:393).

Pérez y Argueta (2011) hacen una recopilación detallada de las formas de llamar a dichos conocimientos desde los diferentes enfoques y corrientes teóricas tal como se ilustra en la tabla 2. Sin embargo, para efectos de esta investigación, utilizaremos el concepto de conocimiento tradicional (CT).

Pero, ¿A qué nos referimos cuando hablamos de conocimiento tradicional en sus diferentes acepciones? las aportaciones acerca de su conceptualización han sido desde diferentes perspectivas. El conocimiento tradicional está presente en el manejo de los recursos naturales, medicina tradicional, agricultura, manufactura de artesanías tradicionales y manufactura de ropa, calzado e instrumentos para el trabajo.
En un primer acercamiento, el CT ha estado estrechamente vinculado con el manejo de los recursos naturales, de ahí que autores como Berkes (et al., 2000, en Reyes- García, 2009: 39), lo denominen conocimiento ecológico tradicional y lo defina como un cuerpo acumulativo (de conocimientos, prácticas y creencias) acerca de las relaciones entre seres vivos y medio ambiente (incluyendo al ser humano).

En este sentido, el conocimiento es generado mediante la evolución de los procesos que el ser humano genera para poder adaptarse a su entorno y en la relación que éste tiene con los demás seres vivos y el medio ambiente. Reyes (2009) sostiene que el conocimiento ecológico tradicional, al igual que el conocimiento científico, es el resultado de un proceso acumulativo y dinámico de experiencias prácticas y adaptación al cambio.

En esa relación que tiene el ser humano con la naturaleza y los diferentes ecosistemas, el CT adquiere relevancia, no sólo en el manejo de la biodiversidad existente, sino también en el desarrollo de técnicas para la supervivencia por medio de las actividades primarias como lo es la agricultura, desde donde se configura un sistema de conocimientos tradicionales que comprenden una serie de técnicas, rituales y cosmovisiones que resultan estratégicas para la solución a los problemas relacionados con la producción agrícola (Gómez y Gómez, 2006: 98).

Por otro lado, en un intento por superar la recurrente discusión entre la dicotomía moderno/tradicional, ya que resulta innecesaria puesto que solamente reafirma la distinción entre el carácter verdadero y riguroso del conocimiento científico y el carácter casual y accidental del conocimiento empírico o, en este caso campesino, Díaz (et al., 2011) propone descartar dicha discusión y afirmar que, los conocimientos tradicionales, de ninguna manera son accidentales, como se cree cuando se evoca a tal distinción entre lo tradicional y lo moderno, y apuesta por la existencia de gran complejidad y alto nivel de sofisticación en el saber cotidiano o empírico.

Díaz (et al., 2011) basada en la experiencia del trabajo campesino señala que, como en cualquier proceso productivo, éste está fundamentado en “un conjunto de ideas, conocimientos, valores, definiciones y creencias que interactúan en una estructura productiva específica lo que permite, de tal forma entrelazar en un sólo proceso elementos de diversa índole”. De este modo, el trabajo de los campesinos implica los conocimientos propios de cualquier proceso tecnológico moderno, reitera Díaz (et al., 2011).

Consideramos, al igual que Díaz, que el proceso productivo de cualquier producto agrícola contiene conocimientos que buscan la mejora continua, no solamente del bien final, sino de todas las fases del proceso y que no resultan de la casualidad, sino todo lo contrario, los campesinos/productores observan, experimentan y modifican las prácticas que no les favorecen e insertan otras que pudieran resultar, ya sea, con la combinación de elementos externos o modernos o preservando las prácticas tradicionales, siempre manteniendo un equilibrio con el entorno. Así, el trabajo campesino representa mucho más que meras secuencias operativas (Díaz, et al., 2011).

En sintonía con la propuesta de Díaz, Lazos (2011: 260) señala que los saberes locales (como los llama esta autora), “son el resultado de procesos colectivos, experimentales, reflexivos e ideológicos, los cuales se encuentran en el continuo diálogo entre sí y entre las prácticas y los conocimientos de los actores externos [...] son el conjunto de conocimientos y prácticas que las sociedades comparten y realizan cotidianamente sobre su territorio, su entorno natural y social con el fin de lograr su bienestar”.

De este modo, los conocimientos tradicionales se convierten en un “complejo sistema de valores, ideologías, significados, prácticas productivas y estilos de vida que se han desarrollado a lo largo de la historia en diferentes contextos geográficos y ecológicos (Leff et al., 2002 en Lazos, 2011:260).

Los fundamentos anteriores están orientados a defender el origen de los conocimientos, es decir, su generación y desarrollo, el cual no resulta de la casualidad, sino que al igual que el conocimiento científico, se recurre a métodos como la observación, la experimentación, la reflexión e influyen las diferentes ideologías propias de cada localidad y su entorno; el espacio común en la generación de los conocimientos suelen ser las comunidades rurales, donde los campesinos mantienen una convivencia constante con la naturaleza (Gómez y Gómez, 2006).

En el proceso de conocer el entorno, el ser humano desarrolla conocimientos que se vuelven fundamentales para mejorar sus condiciones de vida y del colectivo al que pertenecen; en esta lógica, se inscriben los saberes socialmente productivos, pues a decir de Puiggrós (2009), dichos saberes modifican la naturaleza y la cultura, cambiando su habitus y enriqueciendo el capital cultural de la sociedad o comunidad.

Los conocimientos son trasmitidos por medio del lenguaje oral de generación en generación, y de acuerdo con Lazos (2011) se mantienen en constante transformación, integrando una selección de usos y costumbres y adaptando nuevos conocimientos de los actores externos.

Al igual que Gutiérrez (2010), consideramos la propuesta de Hutchins (1995) del conocimiento socialmente distribuido o cognición distribuida, en la que se considera a cada miembro de la comunidad como portador de una parte del conocimiento socialmente necesario para llevar a cabo alguna actividad, asimismo, el conocimiento y el aprendizaje suponen relaciones de interacción dinámica entre sujetos y actores y artefactos (Hutchins, 1995, en Gutiérrez, 2010:48-49)

Finalmente, De la Cruz (2014:2) hace su propia enumeración de las características que distinguen al conocimiento tradicional.

  1. Se generan, conservan y transmiten en un contexto tradicional;
  2. Se asocian claramente a la cultura o a una comunidad tradicional o indígena que los conservan y los trasmiten de una generación a otra;
  3. Están vinculados a una comunidad local o indígena que se considera como custodio o depositaria de esos conocimientos y asume la responsabilidad cultural al respecto, o sea la obligación de preservar esos conocimientos, consciente de que la apropiación indebida o el uso degradante de esos conocimientos sería perjudicial u ofensivo; esta relación puede expresarse de manera formal o informal en el derecho consuetudinario o en la práctica;
  4. Tienen su origen en una actividad intelectual en distintos ámbitos: social, cultural, ambiental y tecnológico; y,
  5. Son reconocidos por la comunidad de origen como conocimientos tradicionales (De la Cruz, 2014: 2).

A partir de este recorrido por los diferentes conceptos del conocimiento tradicional, entendemos que son aquellos que se generan en el seno de comunidades indígenas y locales, como estrategias que responden a las necesidades específicas de cada lugar como el entorno físico y geográfico que les rodea y las condiciones medioambientales, además son trasmitidos de generación en generación siendo la trasmisión oral la forma más común. Los conocimientos son esenciales para mejorar el bienestar del colectivo y el desarrollo de actividades productivas específicas en donde cada miembro de la comunidad es depositario de una porción del conocimiento y lo enriquece en la interacción con los sujetos que se relaciona así como con los objetos o artefactos implicados en cada actividad. Los componentes del conocimiento tradicional descritos se ilustran en la figura 5.

1.1.2. El conocimiento tradicional y el manejo de cultivos

Como vimos en el apartado anterior, el conocimiento tradicional se genera en la interacción que los seres humanos tienen con los diferentes ecosistemas incluyendo los seres vivos que los habitan, por tal razón es importante incluir la discusión sobre los conocimientos y su relación con el medio ambiente, poniendo especial atención en el manejo de los agroecosistemas derivados de las prácticas agrícolas/campesinas.

Este tema empieza a tomar fuerza en los años 70 entre los intelectuales de las ciencias sociales y su fundamento principal parte de las limitaciones, tanto sociales como ecológicas de la agricultura industrial o de monocultivo, que se deriva del modelo de crecimiento económico imperante llevado a cabo por las naciones industrializadas (Urteaga, 1985).

Además, había evidencia de que la agricultura tradicional, intensiva en trabajo humano y con mínimo de insumos externos, presentaba mayor eficiencia energética que la agricultura moderna (Urteaga, 1985). Asimismo, otros estudios daban cuenta de la existencia de cierta racionalidad ecológica en el conocimiento campesino (Toledo citado en Sevilla y López, 2013); a partir de estos presupuestos, la inclusión de los temas ecológicos en los estudios sociales adquiere relevancia y el conocimiento tradicional de los campesinos es cada vez más valorado desde las ciencias sociales.

Uno de los paradigmas donde el conocimiento ecológico tradicional juega un papel relevante en el manejo de los sistemas agricolas tradicionales es la agroecología; ya que parte del estudio de los agroecosistemas que poseen un potencial endógeno específico con respecto a la producción de materiales e información (conocimiento y códigos genéticos) procedente del entramado histórico entre naturaleza y sociedad, es decir, su coevolución (Sevilla, 2006).

Martínez (2008) señala que la agroecología se sustenta en el conocimiento y experiencias campesinas sobre el manejo ecológico, pues analiza “la apropiación del agroecosistema por parte de las unidades familiares campesinos y sus formas de manejo, sabiduría, racionalidad y sus significados prácticos” (Martínez, 2008:5).

Los sistemas de conocimiento local, campesino o indígenas tienen, a diferencia del conocimiento científico, en su naturaleza estrictamente empírica y en su pertenencia a una matriz sociocultural o cosmovisión contraria a la teorización y abstracción la especificidad ecosistema de cada lugar (Toledo 1992, Altieri, 1990 citados en Sevilla, 2006).

Altieri (citado en Sevilla y López, 2013:90-91) hace una tipología de los conocimientos tradicionales alrededor de los sistemas tradicionales agrícolas y las separa en cuatro dimensiones:

  1. Conocimiento sobre taxonomías biológicas locales: complejos sistemas de clasificación de plantas y animales, en donde el nombre tradicional de una planta o animal revela el estatus taxonómico de cada uno de los seres vivos y no vivos.
  2. Conocimiento sobre el medio ambiente: la fenología de la vegetación local es utilizada como indicador climático y la cubierta vegetal permite clasificar los suelos con taxonomías análogas a las científicas, completándose con las variables sobre color, textura y gusto, lo que a su vez permite detectar el suelo más útil para cada cultivo, además de su potencial agrícola.
  3. Conocimiento sobre las prácticas agrícolas de producción: dichas prácticas poseen características que ayudan en la resolución de problemas tales como pendientes en declive, inundación, sequia, plagas y enfermedades y baja fertilidad de los suelos: a) mantenimiento de la biodiversidad y la continuidad temporal y espacial; b) utilización óptima de recursos y espacio; c) reciclaje de nutrientes; d) conservación y manejo de agua; e) control de la protección del cultivo.
  4. Conocimiento campesino experimental: La naturaleza del conocimiento campesino tiene un fuerte componente experimental que no sólo deriva de la observación de los recursos naturales, sino también del aprendizaje empírico de la experimentación.

Toledo (citado en Sevilla y López, 2013) señala que en la gestión del ecosistema agrícola, los agricultores poseen conocimientos en cuatro escalas, en relación con el aspecto ecológico: geográfica, física, vegetacional y biológica. En este sentido, Díaz (et al., 2011), sostiene que son especiales condiciones ecológicas las que imponen al productor el necesario desarrollo de técnicas de manejo sofisticado de conocimiento de los diferentes ecosistemas que opera (tipos de suelo, exposición de vientos, niveles de humedad, especies silvestres, dañinas y aprovechables, exposición a la erosión por lluvias, calendario de heladas). Además, amplios conocimientos y estrategias de almacenamiento y conservación de los productos obtenidos.

Es asi, como los pequeños agricultores o productores, al apropiarse de los agroecosistemas desarrollan formas específicas de manejo con los diferentes tipos de conocimientos que se producen en el ámbito agrícola lo que permite la apropiación de los agroecosistemas y el desarrollo de nuevas formas de manejo que corresponden a cada cultivo y que poseen racionalidad y significados prácticos (Martínez, 2008).