MOVIMIENTOS Y LUCHAS SOCIALES, TERRITORIO  Y DESARROLLO SUSTENTABLE

MOVIMIENTOS Y LUCHAS SOCIALES, TERRITORIO Y DESARROLLO SUSTENTABLE

Rivera Espinosa Ramón (Coordinador)
Universidad Autónoma Chapingo

Volver al índice

MOVIMIENTOS SOCIALES,
ENTRE LA EMOTIVIDAD Y LO ANTISISTÉMICO

Dr. José Alfredo Castellanos Suárez.
Departamento de Sociología Rural,
Coordinador Centro de
Investigación CIISSCINASYC
Universidad Autónoma Chapingo.


Resumen:

Revisión crítico y teórica de lo que la globalización suele llamar movimientos sociales. De manera que los movimientos de organización y de protesta son considerados expresiones emotivas. En cambio, las articulaciones complejas de redes de personas que tienden a crear y expresar identitariamente un sentido de opinión -por grupos o por concurrencia de sujetos- para la confección y desarrollo como actores de la creación y fortalecimiento cultural es lo que se connota significativamente -esto es, conceptualmente- como movimiento social, conforme a los cánones paradigmáticos funcionales y de teoría de sistemas. De esta manera se establece el sentido ideológico del manejo y control de la comprensión de la iniciativa y desarrollo social.

En contraparte se presenta la versión antisistémica neomarxista que al analizar la nueva fase neoliberal del capitalismo financiero, la cual prescinde de la acumulación en su forma clásica, que forja nuevas formas de organización del mundo laboral, primero en la flexibilidad laboral en las formas de contrata de fuerza de trabajo sin referencias especializadas, sino por grupos temporales; en segundo lugar, por los contratistas externos a las empresas encargados de tareas profesionales específicas –outsourcing- con un ejército laboral sin compromisos formales de manera permanentes sino temporales. Se esfuerza por entender los nuevos enfoques sociales para criticarlos, yendo a la zaga del movimiento e interpretación social, en busca de una interpretación teórica que nutra a la organización social. El enfoque se amplía e innova al incorporar a nuevos grupos y sectores de la sociedad que se expresan inconformes o en contra del sistema, de manera que se recuren a nuevas metodologías que articulen las preocupaciones locales con las incidencias globales que afectan a todos por igual, en búsqueda de nuevos tipos de organizaciones que permitan fomentar las identidades genéricas y particulares, preocupadas no sólo por el desarrollo humano sino también lo natural.

Resume

Critic and theorist of what globalization social movements often called revision. So that the movement of organization and protest are considered emotional expressions. Instead, the complex articulations of networks of people tend to create and express a sense of identitarian opinion -for groups of subjects-competition or for the manufacture and development as actors of cultural creation and strengthening is thereby significantly connotes - that is, conceptually as a social movement, according to the canons functional paradigm and systems theory. Thus the ideological sense of the management and control of the understanding of the initiative and social development is established.

In contrast to the neo-Marxist antisystemic version to analyze the new neoliberal phase of financial capitalism, which dispenses with the accumulation in its classic form, forging new forms of organization of working life, first in labor flexibility in the forms of contract occurs workforce without specialized references, I but temporary groups; secondly, by external companies in charge of specific tasks -outsourcing- professionals with a working army without formal commitments from permanent but temporary way contractors. It strives to understand the new social approaches to criticize, lagging behind the movement and social interpretation, looking for a theoretical interpretation that nurtures social organization. The focus expands and innovates by incorporating new groups and sectors of society that are expressed or protesters against the system, so that new methodologies recuren to articulate local concerns to global issues affecting everyone, in search of new types of organizations which will pave the generic and specific identities, concerned not only for human development but also natural.

Introducción

Solía entenderse que los vínculos sociales se establecían a partir del estado social, que equivalía hacer referencia al lugar ocupado en el espacio y lugar social respecto a los bienes poseídos o la carencia de ellos. La estructura social se articulaba en el estrato (status, estrato, estado o clase, condición, situación o el lugar que se ocupaba socialmente) que se edificaba a partir de las nomenclaturas que ocurrían en el seno de dicha edificación. ¿Dejaron de existir?, para nada, tan sólo fueron ignoradas, fueron simuladas. Lo básico consistía que de ese modo se ignoraba la lucha de clases.

De manera graciosa, inventada e ingeniosa –hasta grosera, se puede decir- se ignoraban las relaciones asociativas y organizativas de los integrantes de la sociedad que ahora se juzgan arcaicas, por no contribuir a explicar el comportamiento de los actores sociales, entramados como sujetos en una nueva red de comprensión de lo social. Entonces surgió la moda de explicar a través del sentido cultural en los lenguajes comunicativos que a través del lenguaje y de los símbolos (semióticos) permitía construir y explicar la edificación cultural, eso sí era humano, eso sí era social, conforme a los planteamientos elaborados por Jürgen Habermas (1985, 119-120). El espacio-tiempo fue entendido y relacionado con la red social de la multiplicidad y multipolaridad de actores, de manera que la historicidad conseguida por los sujetos se alcanzaba por los sentidos comunicativos que direccionaban al sistema, entendido como sistema cultural.

La movilidad física de sujetos se entiende como expresión emotiva –por su sensibilidad, por su inconformidad irracional, por su lucha, por su actitud levantisca, por su rebeldía, porque su movilización es producto y expresión de pasiones subjetivas-, que en nada colabora en la orientación y en la explicación racional y cultural del sistema, de manera que el movimiento social sólo es comprensible en el sentido cultural que se aporta –poieticamente- al sistema. Fórmula ingeniosa que se elabora en los centros de educación privada de los centros globales para ignorar al marxismo y hacer creer a las personas y académicos que nada se comprende a partir de las clases sociales, de la lucha de clases y de las luchas y los movimientos que se desprenden en la pugna por el poder político. Ahora todos somos actores potenciales en un mundo de oportunidades, en el que el más audaz y competente (emprendedor, igual a: empresario) suele realizar un mundo humano al que le añade símbolo que permiten estabilizar, desarrollar y modificar a un sistema que no es visto de manera social sino de forma cultural global.

Corrientes de Significación del Movimiento Social

Los especialistas en movimientos sociales separan en etapas el desarrollo y comprensión de la significación del movimiento social. La primera, anterior a 1968, suele identificar las expresiones sociales con el movimiento obrero, los enfoques de comportamiento colectivo (de cuño parsoniano) y de privación relativa (de modo que desde esta etapa el marxismo es puesto de lado u omitido como falto de explicación, pese a la supuesta presencia de elementos proletarios). A partir de las movilizaciones de 1968 se manifiestan dos grandes bloques, por un lado los norteamericanos con la teoría de la movilización de recursos, por el otro los europeos con los denominados nuevos movimientos sociales. Con la caída del muro de Berlín en 1989 se entraman las caracterizaciones de ambos continentes dado que los movimientos sociales no sólo aumentan, también se diversifican, lo cual requiere de nuevas metodologías. El dominante contexto de la globalización planetaria ofrece el terreno (de la cuarta etapa) que en los últimos años se interpreta como institucionalización y normalización de los movimientos sociales y de la propia teoría (Santamarina, 2008, 114; Aranda, 2000, 226-228).

Se le ha imputado a la industrialización del siglo XIX la característica de marcar la dominancia del movimiento obrero como factor de análisis, pero las modificaciones acaecidas a partir de las guerras mundiales hicieron inoperante el enfoque marxista por considerarlo muy estructuralista y que obedecía a una versión academicista, estorbaba la comprensión no sólo de los nuevos escenarios sino de los nuevos agentes en escena. Se hizo uso del concepto de acción colectiva para reconceptualizar y para debatir el propio concepto de movimiento social, pues con los dispositivos anteriores la irracionalidad de los luchas no ofrecía el material de explicación adecuado (Santamarina, 2008, 15; Aranda, 2000, 226).

La teoría de movilización de recursos, de raigambre norteamericana, hizo hincapié en los aspectos valorativos de los movimientos, de los años 1960 y 1970, enfrentados al Estado, máxime después de 1968. De ahí el interés por explicar su reproducción psicológica por actores colectivos, el tipo de movilización y personas movilizadas, el tipo de organización colectiva, para establecer el comportamiento colectivo en la instrumentación de la acción social, que lucha por el poder no de manera irracional sino en el seno de un contexto institucional (Aranda, 2000, 226-227).

La escuela europea mantuvo su tradición para explicar aspectos de las clases sociales pero considerando factores identitarios, producto de los procesos de comunicación que colaboraban a la formación de dichas identidades. De ahí su nominación como nuevos movimientos sociales cuyas reivindicaciones empataban con sociedades muy industrializadas con matices de posmodernización o posindustrialización. El énfasis es puesto en las manifestaciones culturales que abonan a la teoría de la construcción de la identidad colectiva, ofreciendo modelos de acción colectiva que se relacionan con las expresiones de la identidad colectiva y el cambio de las interacciones, que no son sólo de tipo político ya que lo cultural guarda igual o mayor proporción pues vienen a constituir bases de ideas y valores que nutren las expresiones culturales y simbólicas de disputa por el poder (incluyendo a lo político). El movimiento social puede llegar a entrañar la no violencia y la desobediencia civil, como manifestación de las dislocaciones socioculturales propias de la modernización y de las modificaciones burocráticas (Aranda, 2000, 226-227). Autores connotados son Habermas, Touraine y Melucci.

Lo peculiar en ambas corrientes es que se parten de planteamientos semejantes que focalizan factores explicativos diferentes. En la primera se omiten las consideraciones estructurales, en la segunda no se consideran los porqués de la movilización y le concede poca atención a la organización (Santamarina, 2008, 115-118).

Con la caída de la URSS en 1989 los teóricos tienden a integrar el enfoque de la movilización de recursos con los nuevos movimientos sociales, considerando que los enfoques basados en la acción colectiva son inoperantes, debido a que se suman nuevos actores sociales con nuevas formas de movilización y organización  que desconfían de los partidos políticos como opción (en el nuevo y en el viejo continente). Entonces surge el desarrollo metodológico de los marcos que impulsa el análisis a través de redes (network) a través de las variables de la Estructura de Oportunidad Política (EOP), que acarrea consigo el interés de explicación compleja de procesos de construcción de identidad colectiva de los factores culturales e ideológicos de los movimientos. Las variables de los nodos focalizan los significados e interpretaciones de los sistemas sociopolíticos que los grupos y los actores encarnan como sujetos de historicidad, de ahí el fuerte y pronunciado interés por la explicación hermenéutica y la reactualización de autores como Edmund Husserl (fenomenología) y Martin Heidegger (existencialismo) (Bauman, 2007). Pues se trata de “explicar” y vincular la acción social con las oportunidades políticas que son aprovechadas por los grupos políticos para detonar un movimiento (Aranda, 2000, 227). Las redes sirven para observar las integraciones interpersonales que funcionan como canales de transformación cultural y política (Santamarina, 2008, 118-120).

En fechas recientes la acción colectiva ha sufrido una reconceptualización gracias a los planteamientos de Alberto Melucci, enriquecida por los estudiosos de los movimientos sociales latinoamericanos, ya que consideran que éstos no sólo son plurales y heterogéneos (Aranda, 2000, 233), entonces no se ven como entidades uniformes, también destacan su ambigüedad, heterogeneidad, limitaciones y contradicciones, que ponen en tela de juicio la pertinencia de rasgos genéricos (base científica tradicional; de ahí su alejamiento al enfoque de estructura social o de clase social). Ahora se acentúa la importancia de los discursos locales, que no sólo ponen en cuestionamiento el concepto de acción colectiva sino el de movimiento social. Si bien se les enmarca en la globalización, el carácter solidario de sus expresiones particulares se hacen parte de lo global al compartir su acción de beneficio a otros colectivos y tienden a orientar a otras expresiones o movimientos hacia la institucionalización (parcial), como el ecologismo, el feminismo, estudiantil, antinuclear, pacifista, etc. (Aranda, 2000, 235), que van en dirección contraria a la disolución neoliberal que se orienta a la privatización y la corporativización y la sustitución de los papeles estatales. Son, curiosamente, portadores de orden (cuando en la primera mitad del siglo veinte, por mera paradoja, se les consideraba irracionales), si bien se les acota y contiene. Es preciso resaltar que son generadores de un nuevo orden interorganizacional y dinamizador social (Santamarina, 2008, 10-124).

Los planteamientos en turno de autores conspicuos

Dada la diversidad de definiciones que existen en torno a entender lo que es un movimiento social, vayamos connotando a través de los autores más conspicuos. Manuel Castells utiliza el concepto de acciones colectivas conscientes que se pueden caracterizar como movimientos sociales siempre que propendan a transformar –de manera racional- los valores y las instituciones de la sociedad (Castells, 2001, 25). Las acciones colectivas forjan identidad, la cual es, a su vez, construida por el proceso de construcción del sentido que atiende a atributos culturales, que son influidos por multitud de sentidos en el que alguno de ellos alcanza prioridad. La diversidad de identidades puede incidir en un individuo o en actor colectivo. El sentido es la identificación simbólica que realiza un actor social del objetivo de su acción. En la sociedad red la mayoría de los actores sociales el sentido es organizado en relación a una identidad primaria, que por su marco se sostiene por sí misma a largo del tiempo y el espacio. La identidad posee tres niveles que tienden a lograr las transformaciones de valores e instituciones sociales, si bien pueden no lograrlo. La Identidad legitimadora, propia del sistema de dominación que pretende hacer extensiva su racionalización a los actores sociales. La identidad de resistencia, que es generada por los actores ofendidos o agraviados por el sistema de dominación, al crear principios diferentes y distintos al sistema. La identidad proyecto, que implica un alto nivel de racionalización en la construcción de una nueva identidad y replantean su posición en la sociedad que conlleva a la transformación de la estructura social (Castells, 2001, 28-30).

En Melucci los conceptos básicos, en particular de la acción colectiva, se mantienen para referir al movimiento social, ya que se recurre a la solidaridad como promotor de cambios o para impedirlos en caso de que se juzguen inadecuados, la percepción de la realidad se trastoca en los referentes normativos que son alterados o modificados, tendiendo a la ruptura del sistema normativo y con ello orientándose a la producción y transformación de normas y mecanismos legitimadores de la sociedad (Santamarina, 2008, 114). Pero concede un dinamismo diferente adecuado a las nuevas característica posindustriales y posmodernas, que ofrecen un panorama distinto de articulación social. La solidaridad no es de actores unidos sino un sistema de acción multipolar, que se desenvuelven en fases de construcción y reconstrucción. El análisis de la organización no muestra un conglomerado unido sino la individualidad libre que se entrama en lo interpersonal de las redes del movimiento pues se establecen la identidad de las necesidades individuales con la identidad colectiva. Esto ofrece un nuevo cuadro de la formación de nuevas identidades en las que se centra el interés en el significado cultural, abandonando el enfoque de los vínculos estructurales, sea en su forma material marxista; o bien, en la del tipo de organización y de personas por parte de la teoría de movilización de recursos (Aranda, 2000, 233).

Con lo cual propone relacionar de manera más integrada e incluso autónoma al espacio institucional, el sistema político y el movimiento social. Ya no considerar la externalidad o espontaneidad del movimiento social, sino como integrante y cómo un entidad entramada de institucionalidad al movimiento social, pues en su base sirve para conformar no sólo a los partidos políticos sino también al sistema político mismo, ya que producen reglas y normas, valores culturales, crean organizaciones, originan sentido a través de los liderazgos, forman ideologías e incluso se burocratizan (Melucci, 1995, p. 225-226). Es la manera de establecer el espacio social de los movimientos sociales que se integran a las áreas de producción de sentido en los recursos informativos (educación y cibernética), que ahora discurren al sistema político y sustituyen espacios estatales en los aparatos de representación y de decisión (Melucci, 1995, 231).

Charles Tilly a través de los estudios históricos ha podido establecer situaciones del comportamiento de la acción colectiva, concluyendo que no se trata de grupos integrados, sino de confluencia de formas complejas de acción de diversos grupos e individuos, cuya espontaneidad corresponde con la acción política de la actuación compleja producto de campañas electorales y de grupos políticos con intereses específicos, que si bien no pertenece a estructuras definidas parten de grupos creados, que desarrollan interacciones intermitentes entre los desafiante del poder, la respuesta de este poder y una variedad de actores que, a nombre de una población desfavorecida, retan a los que detentan el poder, lo que implica que los acontecimientos no sean fenómenos sociales coherentes (Tilly, 1995, p. 16-18).
Tilly ha gravitado del enfoque de movilización de los recursos a formas más novedosas y complejas de explicación del enfoque de oportunidades políticas. De ahí que no se consideren a los movimientos sociales como expresión racional, aunque poseen formas innovadoras de participación política, al articular los recursos políticos disponibles para crear otros nuevos como grupos de presión emergentes o partidos políticos embrionarios, al sugir de manera oportunista en las sociedades democráticas, entonces se han convertido en grupos de negociación política ante el espectro de las formas complejas de acción de los participantes en las situaciones políticas (Aranda, 2000, 226). Tilly considera que lejos del fomento a la democratización (que a lo sumo lo sería en forma limitada), los movimientos populares promueven potencialmente el autoritarismo de los liderazgos (Tilly, 1995, 29, 31).

El concepto de acción colectiva, como manifestación de la “conducta” o acción (behavior=conducta) social, no alcanza su nivel explicativo en su nivel masivo, pues ya de por sí era difícil alacanzar comprensión en los niveles de los valores a partir de la comporta o ethos o de la actitud psicológica (derivados de la explicación conductual coductista, como refuerzos del objetivismo positivista), no era tan fácil hacerlo y lograr una explicación teórica en las expresiones de la inconformidad y la lucha social. Como se ha visto, se ha intentado hacerlo a través del concepto de acción colectiva.

Raúl Rodríguez Guillén para otorgar un sentido de racionalidad expone que las prácticas incorrectas de los representantes de las instituciones públicas o privadas, al violar la ética de sus funciones, entonces reactiva la memoria popular. En lugar de lucha de clases, por estar en juego el código moral institucional, se propone el sucedáneo explicativo del agravio que implica la ruptura de la normativa y del orden político y social, en el que la acción colectiva se expresa en diferentes niveles e intensidades de inconformidad y expresión violenta (motín, revuelta, rebelión o revolución) para restituir o cambiar el orden. Los diversos niveles de manejo y de respuesta de las autoridades para resarcir la indignación moral, como la misma indignación, expresan la subjetividad de la “renovación de la identidad, o bien, la recuperación de la identidad perdida que orienta la acción y da sentido a la violencia, al vincularla con el agravio sufrido que adquiere el carácter de violencia justa” (Rodríguez, 1995, p. 180).

Es la forma que halla en el autor para otorgarle cierto sentido de racionalidad a los movimientos sociales y no ser mera expresión de la emotividad colectiva (fruto de la subjetividad masiva).

Los planteamientos contestarios

Desde los años 1970 se acuña el término de movimiento social antisistémico para identificar otra manera de interpretar la realidad, se nota el carácter contestatario ante las propuestas explicativas por parte de los seguidores de la teoría de los nuevos movimientos sociales y la teoría de movilización de recursos. De manera que el enfoque marxista pierde vanguardia y adopta una postura crítica ante los planteamientos, en lugar de ser novedosa y propositiva, entonces comienza a notarse la necesidad de replanteos, actualización y reconceptualización a partir de sí. Lo primero que se visuliza es la necesidad del neomarxismo de abrir el abanico de posibilidades ante la presencia de movilizaciones no convencionales –léase como convencional el movimiento obrero, sindicatos y partidos de izquierda o comunistas-, de ahí la propuesta de llamarle al movimiento antisistémico como movimiento de movimientos, aceptando -implícita y explícitamente- las críticas de otros enfoques conservadores, para no ceñirse tan sólo a los estudios de los partidos políticos de izquierda y a los sindicales (Wallerstein, 2008, 139). En un principio se consideraron los movimientos populares, distinguiendo los movimientos “sociales” que adquirían nuevos perfiles y actorías y los movimientos nacionalistas, que se proponía tomar el control del estado y los que se proponían también transformarlo. Todos ellos se consideraron revolucionarios, si bien han mostrado la mayor parte de ellos que al asumir el poder poco les importaba el cambio sistémico, entonces adoptaron la actitud reformista.

Carlos Aguirre Rojas, siguiendo los planteamientos antisistémicos, establece que una movilización social es espontánea y ocurrente, pero no marca un devenir; en cambio el movimiento social tiene tareas permanentes, es dinámico y forma parte o se integra en procesos sociales históricos, ambos expresan las distintas inconformidades de las clases y sectores subalternos de la sociedad.El movimiento social puede surgir de una movilización social, la improvisación se queda atrá y su característica es que se trabaja de manera constante, en forma planificada, se plantean objetivos a mediano y largo plazo, entrando a un ordenamiento político no sólo alternativo sino de transformación. Se diferencia del movimiento social los movimientos sociales populares, en vista del actor, grupo o clase que exprese al movimiento mismo, en particular los sectores y clases populares (Aguirre, 2008, 11-12). Ejemplo de movimiento antisistémico son: el movimiento neozapatista en Chiapas, México; el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil; los Piquetero en Argentina; el movimiento indígena boliviano y los indígenas de la CONAIE en Ecuador, quienes se plantean de manera consciente y explícita la eliminación del sistema capitalista, para sustituirlo por otro radicalmente distinto (Aguirre, 2008, 34).

La modernidad en resistencia se inicia en 1968, la segunda fase de dicha modernidad que comienza en 1994, según Wallerstein se caracteriza por el colapso de las formas organizativas tradicionales de los partidos y sindicatos de izquierda, significándose por la emergencia de nuevos movimientos antisistémicos que configuran las nuevas izquierdas (Aguirre, 2008, 49).

Estos movimientos sociales, según Gilberto Valdés Gutiérrez, se expresan ante las formas de opresión política que practica el Sistema de Dominación Múltiple. Responden de manera plural y heterogénea al desarrollo de la dominación política neoliberal y su forma de Estado. Para analizarlo se debe de tener en cuenta las dimensiones económica, política, educativa, cultural y simbólica. El capital económico se completa con su conversión en capital simbólico dice el autor cubano (Valdéz, 2009, 11-12). La complejidad disciplinaria utilizada para analizar, se complementa con la comprensión subjetiva-estética (la significación simbólica) implícita en el dominio cultural, implícita en la teoría de sistemas que imbrica las redes que articula los nodos.

Los diversos foros de los movimienos sociales  consideran que la supuesta igualdad que impulsa el modelo neoliberal debe de hacer la diferencia, cuidando que la diversidad no implique atomización funcional en favor del sistema, concediendo importancia a la generación de procesos socioculturales y políticos a partir de la diferencia, propiciando el mestizaje a partir de la identidad particular (Valdez, 2009, 5), forjando procesos de articulación e integración de manera que la  identidad fortalezca la unidad de acción, a partir de la unidad de acción desde lo local que conduzca a la unidad política consensuada, “necesitamos una ética de articulación, no declarativamente, sino como aprendizaje y desarrollo de la capacidad dialógica, profundo respeto por lo(s) otro(s), disposición a construir juntos, desde saberes, cosmologías y experiencias de acumulación y confrontación distintas, potenciar identidades y subjetividades” (Valdez, 2009, 37-39).

Los movimientos sociales-populares latinoamericanos han gestado prácticas y movimientos que dan lugar a múltiples redes que se caraterizan en dos grandes bloques, las de equidad social con enfoques reivindicativos y redistributivos, de los campesinos indígenas que luchan contra las transnacionales de agronegocios y pugnan por la reforma agraria y la soberanía alimentaria; las barriales sindicales de tipo local y sectorial; el nuevo sindicalismo que el concepto de trabajador lo amplía a los ocupados, no ocupados, jubilados, desempleados, empujando hacia la subversión de las relaciones del capital, de experiencias autogestionarias y en pos de una economía solidaria. El otro bloque es de naturaleza identitaria por constituirse de movimientos en pro del reconocimiento, como de los indígena que van por la autonomía cultural, reconocimiento de derechos, saberes y tradiciones; aquí se ubican los movientos de género, como los feministas y de mujeres; finalmente, los de defensa de la diversidad sexual. Todos ellos luchando unívocamente -sin a veces tocarse- en contra de un Estado patriarcal, racista y homofóbico (sello del Sistema de Dominación Múltiple), que también congrega a movimientos contraculturales y juveniles, eclesiales y teológicos, movimientos ambientalistas, conservacionistas y en defensa de la biodiversidad, movimientos en defensa de la cultura y la comunicación alternativa, aundado a los movimientos antisistema como son los Movimientos de los Sin Tierra en Brasil, el neozapatista en México, etc. (Valdés, 2009, 48-50).

La nueva situación da ocasión a nuevas estrategias liberdoras que gesten un “proceso educativo-formativo de construcción de sujetos, , de conciencias, de contrahegemonías y de poder” (Isabel Rauber en Valdez, 2009, 57). Que contrae la obligación de actualizar la teoría transformadora a los nuevos requerimientos. De manera que el marxismo de mestice, se renove y considere los aportes de distintas corrientes de pensamiento.

Conclusiones

El acto (facto-hecho) positivista transitó hacia la conducta o comportamiento (behavior) social de corte funcional, que se estableció en el concepto acción social, que permitía, por un lado, sustentar en la comporta o ethos, pretendiendo, por otra parte, superar el esquema explicativo de las relación social basado en estrato (clase) social y la parte dinámica del movimiento social, no sólo en el encuadre de la protesta, sino en la organización y direccionalidad (control) social.

En los años cuarenta del siglo veinte el enfoque parsoniano de comportamiento colectivo y el de privación relativa, que buscan una explicación más profunda de los valores de los sujetos y la falta de identidad con el sistema por parte de los sujetos sociales (acción colectiva), se oponen al enfoque marxista de clase social y a la explicación a base de la lucha de clases. Dicha postura es acendrada después de 1968 con la teoría nortemericana de la movilización de recursos y con el enfoque europeo de los nuevos movimientos sociales, en las que los procesos de comunicación colaboran en el desarrollo identitario, enfatizando las manifestaciones culturales que ofrece nuevos modelos de acción colectiva, que explora interacciones culturales y simbólicas a la par de las de tipo político.
Las modificaciones estructurales de orden sistémico del capitalismo monopólico requieren una nueva explicación y reconducción de la comporta del sujeto social (aprovechando la situación creada despúes de 1989, con motivo de la caída del muro de Berlín). Las diferencias continentales se desvanecen y convergen con el empleo del concepto de acción comunicativa en los procesos de explicación de la institucionalización y normalización de los movimientos sociales, de manera que éstos se han convertido en parte del orden y de la institucionalidad (Klaus Eder, citado en: Santamarina, 2008, 123), incluso de las propias elaboraciones teóricas que se formulan en las universidades.

La conducta es interiorizada en los valores, por ello los anteriores movimientos sociales que encarnaba la clase obrera, ya no son movimientos sociales, a lo sumo alcanza el nivel de emotividad social, ya no tiene un sentido social sino pasional (el encono por el encono mismo). Este sentido ahora es adjudicado a la creación de sentido comunicativo en los sujetos sociales, que son capaces de forjar sentido y crear identidad a través de los actores hacia los sujetos del sistema. De modo que la acción comunicativa es de índole racional y educativa. Sólo éste es caracterizado como movimiento social. A eso “llaman” movimiento social. Lo demás es mera protesta pasional.

La contraparte conoció un proceso de estancamiento y el rezago le valió perder vanguardia y se dedicó a criticar lo formulado por los rivales, tanto de la propia línea como de enfoques contrastantes. El neomarxismo perdió de vista la entrada en escena de nuevos actores y los cambios en el propio sistema, entonces añadió al esquema a los movimientos populares.

De ahí la caracterización de movimiento de movimientos a la caracterización antisistémica, por la presencia y participación de movimientos no convencionales, como los nacionalistas, populares, indígenas, de género, ecologistas, entre otros, Entonces se distingue la movilización social por ser espontánea y ocurrente de corta duración, del movimiento social organizado con una vocación de vinculación con los porcesos sociales históricos, pues su historicidad va en contra del sistema capitalista.

Ha virado de tal manera que sin dejar de reconocer la prioridad que tiene el proletariado en la confrontación con el sistema de dominación múltiple, las alternativas son concedidas a la variante social incluyente, plural y heterogénea, que reflexiona ante el contrapunto que muestra lo local y lo global. De manera que propone el mestizaje marxista y de cualquier enfoque antisistémico, contrahegemónico y de poder. La disyuntiva es ofrecer un enfoque teórico que contemple la participación y los enfoques plurales, para contrarrestar el adjetivo –descalificativo- de emotividad implícito en la argumentación de la cotraparte. Actuando de manera muy empírica al convertirse en formas de gobierno.

Fuentes citadas:

Aguirre Rojas, Carlos. 2008. Planeta tierra: Los movimientos antisistémicos hoy. En: Historia y dilemas de los movimientos antisistémicos. México, Ed. Contrahistorias

Aranda Sánchez, José. 2000. El Movimiento Estudiantil y la Teoría de los Movimientos Sociales. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, vol. 7, núm. 21, enero-abril. Universidad Autónoma del Estado de México.

Bauman, Zygmunt. 2007. La Hermenéutica y Ciencias Sociales. Buenos Aires, Ed. Nueva Visión.

Castells, Manuel. 2001. La Era de la Información. Economía, Sociedad y Cultura. Vol. 2. México, Editorial Siglo XXI.

Habermas, Jürgen. 1981. La reconstrucción del materialismo histórico. Madrid, Taurus Ediciones.

Meluci, Alberto. 1995. El conflicto y la regla: movimientos sociales y sistemas políticos. Sociológica. Año 10, N° 28. Mayo-agosto. México, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapoltzalco.

Rodríguez Guillén, Raúl. 1995. Subjetividad y acción colectiva: motín, revuelta y rebelión.Sociológica. Año 10, N° 27. Enero-abril. México, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapoltzalco.

Santamarina Campos, Beatriz. 2008. Movimientos sociales: una revisión teórica y nuevas aproximaciones. Boletín de Antropología, Vol. 22, Núm. 39.Universidad de Antioquia, Colombia.

Tilly, Charles. 1995. Los movimientos sociales como agrupaciones históricamente específicas de actuaciones políticas.Sociológica. Año 10, N° 28. Mayo-agosto. México, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapoltzalco.

Valdés Gutiérrez, Gilberto. 2009. Posneoliberalismo y movimientos antisistémicos. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales.

Wallerstein, Immanuel. 2008.Las nuevas rebeliones antisistémicas;¿un movimiento de movimientos? En: Historia y dilemas de los movimientos antisistémicos. México, Ed. Contrahistorias.

http://www.slideshare.net/deus33/castells-manuel-la-era-de-la-informacion-tomo-2#