VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

Alberto Díaz Mata (CV)
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

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2.4 La espacialidad de la vida social

Si  reconocemos que el cuerpo es el primer referente espacial y existencial del sujeto y que las coordenadas de la vida social se inician desde el cuerpo y del mundo afectivo, entonces será posible reconocer el sentido y significado de los espacios a los que ingresa, habita y en los que interactúa, transita y comparte el sujeto–agente en su proceso de construcción social. El proceso  se inicia con la separación de los cuerpos madre-hijo y la ocupación de cada uno por separado de un lugar en los espacios físico-social y  antropológico.
            El sujeto que recibe y construye significados desde su cuerpo también lo hace en y desde los espacios sociales. En ellos descubre entrelazados dos ámbitos de lo social, las prácticas cotidianas, ritos y costumbres de carácter inmaterial con la distribución, forma y tamaño de la edificación y de los objetos materiales.  En los espacios sociales de interacción las dimensiones, colores, texturas, aperturas, clausuras, cristales, puertas e iluminación son en su aparente simplicidad potentes constructores de significados. El sujeto-agente hace una interpretación y reconstrucción socio-espacial buscando su posición, su lugar, a partir primero de los territorios que le son concedidos-convenidos para su acceso o tránsito, los de estancias fugaces y aquellos más permanentes, aunque luego explorará, ocupará y colonizará nuevos territorios. En esa construcción social del espacio- hábitat  el sujeto participa unificado sin desdoblamientos, recurre a sus procesos cognitivos, y desde su cuerpo y habitus intuye lo que es posible hacer. Desde que el cuerpo se aproxima e ingresa al ámbito universitario anticipando o imitando  comportamientos. Sus disposiciones entran en operación, descubre luces y sombras, temperaturas y olores, distribuciones y formas, rutas dispuestas y rutas posibles. El espacio produce y reproduce sensaciones, percepciones previas evocan seguridad y temores, la presencia y comportamiento de los otros dan pistas sobre las actuaciones y los desplazamientos posibles porque es en los espacios concretos, en donde se construyen los límites de la actuación, en donde se construye y se reproducen o desafían las costumbres y los ritos. Los significados tienen siempre un  espacio, un ámbito espacial, un ámbito socio-espacial de manifestación y de incorporación para los pobladores de CU los significados parecen estar siempre mudando.
            La construcción de significados a partir del ámbito socio-espacial, espacio antropológico o espacio socio-antropológico sin importar el campo disciplinar de estudio, siempre implica construir y reconstruir sentidos e interacciones posibles y deseables para cada espacio, reproducir, adaptar o transgredir los comportamientos culturalmente vigentes en espacios privados y públicos, en las distancias y recorridos corporales.
            Los actos sociales son también de naturaleza espacial, los comportamientos e interacciones tienen ámbitos sociales y escalas espaciales. En cada ámbito y nivel escalar entran en juego simultáneamente diferentes dimensiones, configuraciones y objetos y con ellos normas, posibilidades, riesgos, rituales y exclusiones a partir de las cuales el sujeto debe establecer de manera casi mecánica o intuitiva los comportamientos esperados y legítimos.
            En las Ciencias Sociales  se ha abierto de manera clara y declarada el diálogo entre las diversas disciplinas y teorías que reconocen que contexto y espacialidad son componentes centrales de la vida humana (Muñoz, 2011). En este encuentro de las Ciencias Sociales mucho hay que reconocer a las aportaciones de la corriente fenomenológica (Husserl, Heidegger, Merleau-Ponty) cuyas visiones y postulados están siendo acogidos en disciplinas y campos del conocimiento como la Antropología Urbana, Sociología Urbana; Geografía (Santos); etología o Proxemia (Hall), la Psicología social, la Psicología ambiental y ecológica (Altman en Holahan, 1999), visiones que alcanzan también a las ciencias y disciplinas de la educación desde la Gestión institucional,  la Didáctica y la Filosofía educativa, llegando a campos presuntamente técnicos como el Urbanismo en los campi académicos y en las Ciudades universitarias; la Arquitectura en los espacios educativos para materializarse en ámbito de lo que Campos (2009) denomina el “Campus didáctico”.
            Todas estas disciplinas, enfoques y teorías en el marco de sus tradiciones van desvelando la relevancia e interdependencia del aspecto material y espacial en y con el comportamiento, la interacción humana y la construcción y reproducción social. Poco a poco este diálogo va encontrando que el actor-sujeto-agente es un ser y un cuerpo territorializado (Gumuchian, 2003 en Lindon, 2009), un ser socio-espacial-temporal, al que el contexto material acompaña en la producción- reproducción histórica de la cultura y de los comportamientos.
            Lo subjetivo es trans-subjetivo y la espacialidad constituida por edificación, distribución, circulación espacial y objetos, posibilita y constriñe a la vez  la acción humana y los comportamientos individuales, grupales y aun aquellos coreográficos (Pred, 1977 en Lindon, 2009), en los que individuos, grupos, colectivos, conglomerados y multitudes entran, forman líneas, salen, avanzan, paran, retroceden, aplauden, votan y compran, se saludan o evitan. Comportamientos ritualizados, socio-espaciales que cuentan con un ritmo y secuencia socialmente construidos.
             Espacios y territorio como categorías sociales
            Nuestro objeto de estudio lo integra la vida cotidiana de los estudiantes que pueblan Ciudad Universitaria, los modos de vida se construyen como resultado de su ocupación de estudiantes, de las peculiaridades de equipamiento y lejanía del campus universitario y de sus propios y singulares capitales (Bourdieu y Passeron, 2004). La cotidianidad a la que se alude es la de la vida ordinaria, la de las rutinas, aquella en la que acontecen las acciones e interacciones que concitan las emociones y los desplazamientos corporales de los estudiantes en los espacios y territorios de la institución  universitaria y en los  trayectos que los conectan con entorno urbano, constituidos ambos en dos nichos ecológicosfragmentados y distantes entre sí, pero que constituye en conjunto suhábitat .
El estudio de los comportamientos de los estudiantes tiene como marco las prácticas, ritos y tradiciones de las culturas escolar, académica, crítica en las que participan los estudiantes universitarios fuera de las aulas y de las que forman parte los usos y el poblamiento de los espacios universitarios. A estos ritos e intercambios concurren los estudiantes con su cultura experiencial (personal y familiar) y con distintos grados de apropiación de  la cultura social hegemónica. Pero también están presentes como contexto característico del nicho ecológico: rasgos históricos, culturales, económicos, geopolíticos, climáticos y de seguridad pública que marcan la traza urbana, vías abiertas, los trayectos vedados y medios de transporte,  las actividades, la distribución de la población y las condiciones de vida de los pobladores de la ciudad-región donde se encuentra la universidad.
            La casa familiar, el alojamiento temporal con parientes, con amigos o coterráneos; los equipamientos urbanos de transporte, culturales, de ocio y deportivo, junto a las aulas, auditorios, oficinas, bibliotecas, salas electrónicas, laboratorios, talleres, patios, explanadas, corredores, intersticios, cafeterías, terracerías, canchas y estacionamientos constituyen elhábitatde los estudiantes universitarios. En ese hábitat integrado por nichos ecológicos discontinuos y dispersos geográficamente, viven y conviven los estudiantes; interactúan y construyen vínculos, afectos y complicidades, en esos nichos establecen sus territorios, desde los más duraderos hasta los efímeros. El espacio socio-antropológico que constituye suhábitat totalse integra con un amplio espectro de espacios y territorios (privados, semipúblicos, públicos; urbano, habitacional, institucional y laboral), lugares, ambientes y escenarios con rituales y prácticas muy estructuradas, menos estructuradas o estructurándose, áreas restringidas o de acceso más libre; territorios patrimoniales, provisionales y transitorios.
Todos los espacios sociales y antropológicos, además de habitantes o transeúntes, cuentan con una configuración, con significados y sentidos que integran el discurso y la sintaxis del espacio, un discurso que solía ser regional con una sintaxis local, pero que en aras de la racionalidad económica y funcional se diluye creando ámbitos, escenarios y prácticas isomorfas.

 2.4.1Teorías del espacio
La noción y teorías del espacio constituyen un eje teórico que sustenta el estudio. Se trata de poner el pie en la tierra, así iniciamos con la corriente Por una geografía nueva desarrollada por Santos (2000c). Se trata de una propuesta ontológica tendiente a redefinir el objeto de estudio de la geografía, a partir del concepto de espacio geográfico, el esfuerzo del autor se muestra en los tres momentos y construcción de categorías para el estudio del espacio geográfico cimentadas en cada uno de ellos. A partir de 1978 (primer momento) aparecen las categorías de fijos y flujos como componentes del espacio geográfico, los fijos (naturales) y fijados (construidos) por el hombre.  Los fijos son todos los componentes de la naturaleza y aquellos superpuestos a ella que permanecen inmóviles, trátese de montañas, llanuras, edificios, carreteras y campos de cultivo; en contraparte los flujos están compuestos por todos los movimientos, desplazamientos o acciones. De tal forma que los fijos “permiten la acción  y los flujos que modifican el propio lugar y los flujos nuevos o renovados recrean las condiciones ambientales y las condiciones sociales y redefinen el lugar” (Santos, 2000c, p. 53).
            El segundo momento, intento o aproximación a la definición del espacio geográfico la realiza Santos en 1988 cuando propone como categorías: la configuración  territorial -que suple a los fijos y fijados- y las relaciones sociales que reemplazan a los flujos. La categoría de configuración territorial está formada por el conjunto de sistemas naturales y los agregados por el hombre a los sistemas naturales; Santos reconoce que la actual configuración territorial es resultante histórica de un proceso de usurpación y sometimiento de los sistemas naturales al dominio del hombre -que detalla con amplitud Duque (2008)-.  Destaca que la configuración territorial es cada vez más un artificio, constituida en prótesis al servicio del hombre. La segunda categoría las relaciones sociales las define como la condición necesaria para la existencia social real del espacio. Es decir para Santos la configuración territorial sólo tiene sentido en las relaciones sociales, y las relaciones sociales siempre tienen como lugar una configuración territorial.
            En un tercer intento 1997 y claramente influido por la teoría de sistemas y por la manifiesta intención de superar el dualismo y las dicotomías, Santos nos propone como objeto de estudio el espacio geográfico “... formado por un conjunto indisoluble e interactuante de sistemas de objetos y sistemas de acciones” (Santos,2000c: 54 y 55).
            El espacio geográfico
Para abordar el soporte material de la actuación humana  se eligieron las categorías para el análisis del espacio geográfico propuesto por Santos.
            a) Sistema de objetos. Los objetos como sistema se caracterizan por su materialidad, por su existencia física. Pero se distinguen en cosas cuando su origen y evolución es de carácter natural y en objetos cuando son productos de una elaboración social. El espacio geográfico cada vez  más está más lleno de objetos y menos de cosas.
            A su vez los objetos se clasifican en fijos y móviles de tal forma que los objetos fijos son los objetos geográficos tales como puentes, carreteras, ciudades,  y campos de cultivo en tanto que los objetos móviles son aquellos sobre los que el hombre dispone de control para modificar su posición en el espacio como los aviones, los trenes y sobre todo los automotores (automóvil y camiones)  que son los  objetos  que han tenido mayor impacto en el espacio geográfico al propiciar con la construcción de carreteras, puentes, túneles  la comunicación y el abasto  entre localidades; pero también han contribuido en destrozar los ecosistemas. El automóvil es el signo de nuestro tiempo (Baudrillard, 1973 en Santos, 2000c: 57). Es vestimenta, estatus, libertad, velocidad, autonomía y control del tiempo. La prótesis completa, disponible para desplazamientos, viajes, descanso, recreación, trabajo, útil como almacén, dormitorio, lugar de encuentros afectivos y cubierta protectora de las condiciones climáticas.
            b) Sistema de acciones. Santos  distingue entre comportamiento y acción al diseccionar la actividad humana en comportamientos, acciones, y automatismos corporales-. Del repertorio amplio de actuaciones del ser humano son acciones sólo aquellas  que tienen sentido, que son la ejecución de lo proyectado. La acción siempre implica movimiento, desplazamiento en el espacio y el desplazamiento siempre modifica al medio (Roger, 1962; Schutz, 1967, Moles, 1974 en Santos, 2000c: 67). La geografía entonces asume como objeto de estudio las acciones y dinámicas sociales que acontecen tanto en las regularidades y rugosidades de las grandes configuraciones territoriales como en el microespacio.
             El concepto de cuerpo gana terreno en las Ciencias Sociales, la geografía no está ajena a este influjo, la nueva geografía reconoce la primacía de la acción humana y por ello ordena las coordenadas del espacio desde el cuerpo, porque al ser instrumento de la acción, está en toda acción. (Santos, 2000c: 69). 
            Dejando de lado el esclarecer si la acción se funda en la razón suficientemente o no, y si esa razón es propia (elección) o ajena  (seducción), Joerges (1992) distingue como resultado de la racionalidad tres tipos de acciones: técnicas, realizadas conforme a una norma de ejecución; formales, acordes con formalismos jurídicos o científicos y, simbólicas que comprende formas afectivas, emotivas y rituales, cuya significación está culturalmente establecida (en Santos, 2000c: 70).  En tal virtud cabría considerar que la vida cotidiana de los estudiantes universitarios cruza por los tres tipos de acciones.
            Pero sea cual fuere el tipo de acción que se realice, invariablemente tendrá una red de significados histórica y socialmente construidos que la envuelve y un marco espacial que la contiene, la propicia y que se modifica con su acción. “Fuera del espacio, nada se consuma.”(Whitehead, 1938 en Santos, 2000: 71). Heidegger coincide con esta idea al señalar “el dónde determina el cómo del ser”, porque “la acción es tanto más eficaz cuanto más adecuados son los objetos.”  (Heidegger 1992 en Santos, 2000c: 79). Por ello es relevante considerar si el sistema de objetos (edificios y equipamientos académicos y conectividad) es adecuado y suficiente para las pretensiones formativas en Ciudad Universitaria.
            Santos apoya su propuesta integradora en las ideas de Werlen (que propuso una geografía social basada en la acción) quien citando a Durkheim señala que las formas geográficas] “son como moldes en los que estamos forzados a incluir nuestras acciones” y admite Werlen que “los artefactos materiales pueden dirigir las acciones” (Werlen, 1993 en Santos, 2000c: 71 y 72).
            Al amparo de los nuevos objetos técnicos las nociones de espacio, distancia, tiempo y privado son sacudidas. Se tiene acceso a lo local y a lo global  en tiempo real,  una parte relevante y creciente de la comunicación e interacción humana se mediatiza a través del ciberespacio y con frecuencia se hace pública con sistemas y redes de comunicación de uso planetario.
            Manuel Delgado (2008) ofrece en su obra  El animal público una revisión de corrientes antropológicas y de conceptos que buscan establecer los linderos disciplinares y conceptuales para estudiar las acciones y sobre todo las interacciones que acontecen en el espacio urbano. Partiendo de la Escuela de Chicago, recorre y recoge las aportaciones de la antropología urbana, aportaciones de Simmel y Birdwhister, de la etnometodología y del interaccionismo simbólico, en un recorrido que también sirve para establecer linderos con la antropología de la ciudad, de las antropologías del espacio, del territorio y del movimiento.
            A partir de la revisión de Delgado (2008), e incorporando otras fuentes, se construyó el siguiente cuadro para identificar el espacio como objeto de estudio en diversas teorías del espacio, que ilustra el parcelamiento y las capas o planos teóricos del espacio en el que acontece  la acción social.
            El espacio es una categoría asumida por el campo sociológico, pero este espacio social se desagrega y precisa en porciones conceptuales como: territorio, campos, ámbitos, ambientes, comunidades, pero también se apropia de conceptos de la ecología y la psicología ambiental e incluso de los campos escénico y lingüístico.

2.4.2 Territorio
El concepto de territorio y de territorialidad desarrollado en la Sociología y en la psicología ambiental es un eje articulador y una categoría que permite atar de manera clara al contexto social y material constituido como espacio físico y simbólico, la acción e interacción de los individuos y agentes sociales. Así edificios, espacios y calles pasan de ser escenografía  para ser hábitat, territorio y campo social.
            Territorio es un término empleado en el estudio de las poblaciones  bióticas para designar el hábitat de una especie cuyo dominio se ejerce por la posesión y la defensa frente a otro grupo o individuo de la misma o de diferente especie.  La etología centra su estudio en los comportamientos territoriales, de aproximación y de las distancias entre individuos y especies animales (distancia crítica). En las disciplinas de las Ciencias Sociales los comportamientos territoriales suelen estudiarlos disciplinas como la etología humana (Cyrulnik 2003) la proxemia (Hall, 1997) la psicología ambiental y social; pero también por la sociología y la antropología porque los territorios suelen estar asociados con una multiplicidad de denominaciones con distinta extensión y profundidad como: lugar, área, zona, espacio, comunidad, barrio, aldea, población,comarca, región, nación. Pero solo será territorio cuando sirva o se constituya en “hábitat exclusivo a un grupo humano o a un individuo.” (Álvarez, 1988 en Aceves, 1997: 279).
            El territorio es una construcción cultural que tiene como referentes un espacio físico o un ámbito conceptual al que también se denomina territorio cuando posee condiciones que lo distinguen o delimitan y al que se puede poblar física o simbólicamente. La territorialidad como patrón de conducta está asociado a la posesión y ocupación de un área geográfica o espacio por un individuo o grupo, la ocupación implica personalización y defensa (Altan en Holahan, 1999: 292).   
            El territorio y la territorialidad en la especie humana se encuentran atados a la noción de hábitat, que comprende la distribución y uso de los espacios físicos y simbólicos que ocupa y donde se realiza la acción social. Territorialidad y habitantes son conceptos que se implican mutuamente no puede existir territorialidad sino en un territorio que este habitado.
            La territorialidad impregna toda la actividad humana. Tener un territorio es una condición vital porque “El territorio es en todos los sentidos de la palabra una extensión del organismo” (Hall, 1989 en Aceves, 1997: 280 y 281). Incluso tratándose de un territorio simbólico o cibernético. En las organizaciones e instituciones (como la universidad) los distintos estamentos tienen establecidos territorios propios. Las dimensiones y calidad de equipamientos evidencian generalmente la posición jerárquica y simbólica de los individuos y grupos. En las edificaciones institucionales coexisten  territorios exclusivos, espacios comunes y territorios ceremoniales. Las salas audiovisuales, salas de juntas, la dirección, la Coordinación de Orientación y Bienestar Estudiantil (COBE) y  la Unidad de Atención Médica Inicial (UAMI) ejemplifican territorios simbólicos y emblemáticos.
            Humanizamos el territorio que habitamos al cuidarlo, al edificar y producir al establecer una relación habitual con la tierra como soporte, con el cielo que es también el tiempo, creando lugares con la construcción y el poblamiento de las edificaciones erigidas (como CU) en donde antes no existían. Construir es la esencia de poblar, de habitar, de humanizar (Heidegger 2009).
            La actividad humana sigue itinerarios, rutas y mapas de acciones, desplazamientos e interacciones que dan sentido al quehacer cotidiano. Los territorios institucionales claramente delimitados en donde las actividades,  jerarquías y espacios están preestablecidas facilitan las actividades y pueden evitar durante un tiempo los conflictos. Pero en tanto exista la necesidad psico-social de identidad los territorios más deseables o codiciados serán factor de disputa y de usurpación por el más fuerte o el de mayor jerarquía. Esta condición de disputa y usurpación es muy visible en CU en donde los espacios originalmente destinados a una función o a un colectivo son ocupados por otro. Porque el territorio tiene un significado diferente al del espacio. Territorio y territorialidad implican dominio, identidad, y reafirmación individual y grupal como capacidad de acceder, poseer, usar, compartir y defender un territorio o espacio propio (Holahan, 1999: 297).
            El territorio no es el espacio geográfico ocupado o delimitado, sino el espacio transformado en lugar (mi lugar), es una apropiación mediante el habitar material y simbólico, habitar es por tanto un acto social, humano y claramente político que tiene en la edificación su concreción comunicativa y material.
            Altman desde la psicología social distingue tres tipos de territorios, que son centrales para la comprensión de los comportamientos, tipo de interacciones e intensidad de las respuestas de defensa ante la intrusión (Altman,1976 en Holahan 1999: 298)
Los territorios primarios son aquellos sobre los que el individuo o el grupo tiene control relativamente completo y dicha posesión es reconocida por otros, el ejemplo representativo es la casa habitación, pero puede extenderse a objetos territorio como el coche, el dormitorio, el escritorio, el ordenador personal y el móvil, ya que todos implican el ámbito privado. La violación de un territorio primario es considerada un asunto serio.
Los territorios secundarios o espacios semipúblicos  son considerados territorios de interacción, no son espacios de uso exclusivo y su ocupación  no es permanente. Los nichos intersticiales,  los sillones y bancas de espera o el patio interior cumplen estas condiciones. Estos territorios son de carácter  ambiguo, por ejemplo: para los estudiantes universitarios las aulas son un territorio secundario, pero su banca es un territorio primario; mientras que para los profesores el escritorio y el aula misma  – durante el tiempo que dura su clase- es un territorio primario, privado y exclusivo, las intromisiones en el espacio simbólico y material de su asignatura-aula son consideradas cosa seria.
El tercer tipo corresponde a los territorios públicos. Se trata de espacios abiertos a la ocupación de cualquier miembro de la comunidad o abiertamente público. Corredores, halles, entrepisos vestíbulos, puestos de lectura en bibliotecas, mesas en las cafeterías, asientos en el transporte público e institucional. En estos territorios los usuarios deben adecuar sus actuaciones a las normas y costumbres de uso y ajustando las dimensiones del territorio personal a la densidad de usuarios co-ocupantes.
            En los territorios secundarios y en los públicos, los co-ocupantes  emplean algún sistema de marcas o señales para indicar ocupación o posesión temporal de una porción o ubicación específica (Altman, 1976 en Holahan, 1999:300).  La territorialidad entre los universitarios se entiende como el intento por obtener un mayor control sobre el ambiente social en  que realizan su acción,- así se trate de una mesa de la cafetería,, de un puesto en la sala electrónica, en el indiobus o en una cancha deportiva-, porque para los universitarios el territorio es simultáneamente, físico, identitario, simbólico e ideológico porque  implica:  corporeidad, género, lenguaje, tonos de voz, ideas y objetos materiales. Incluso los uniformes que utilizan los estudiantes de algunas carreras (enfermería y entrenamiento deportivo por ejemplo) debe considerarse una prenda territorial e identitaria.
            En gran parte de los espacios públicos la norma consuetudinaria que rige es el derecho de quien lo ocupa primero y mantiene la ocupación (primero en tiempo, primero en derecho).  La práctica de cortesía o machista (como prefiera verse) de ceder el asiento, el puesto, el turno o el lugar a una mujer va desapareciendo y ahora resulta “políticamente correcto” hacer esa concesión solo a personas mayores, embarazadas o con alguna discapacidad. A pesar de la amplia variedad de situaciones en las que está presente la noción o sentido de territorialidad son pocos los conflictos en la vida cotidiana de los universitarios, en parte porque las disputas ideológicas son de carácter simbólico y las contiendas se escenifican con mayor intensidad en las redes y el ciberespacio. Los factores que contribuyen de manera muy efectiva en la desactivación de conflictos frontales son: el anonimato cibernético, la interiorización de normas de actuación en ambientes estructurados y el reconocimiento y aceptación de jerarquías –muy laxa en la comunidad de CU. Se trata  de mecanismos sociales incorporados desde etapas tempranas que tienden o se espera que sean consolidados por todas las instituciones (familia, escuela, iglesias, empresas, seguridad pública) y por los cual se reconoce primacía y  autoridad de unos individuos sobre otros para ocupar, distribuir o para regular comportamientos de uso y ocupación del espacio en un contexto específico. “La jerarquía establece, entre otras cosas, un orden de acceso a los recursos,[ y de protocolos en las interacciones] ... la territorialidad es un método para establecer derechos sobre los recursos en una porción del hábitat...” (Van Den Berghe, 1984 en Aceves, 1997: 282).

2.4.3 Lo urbano
En el medio urbano, el medio ambiente bio-natural silvestre (salvaje) queda fuera, ha sido expulsado. Los espacios vegetales, cauces de ríos, y mantos superficiales de agua existentes en las ciudades se encuentran domesticados y con  mayor frecuencia se trata de creaciones y construcciones artificiales (Wagner, 1974 en Aceves, 1997: 283-284).
            El trazado urbano, las vialidades, centros y plazas ceremoniales, viviendas, edificaciones, instalaciones y espacios diversos, todas obras del hombre, responden al sentido cultural de territorio y a las formas en que expresa su apropiación y sometimiento del espacio-territorio que le es propio. Cada pueblo distribuye sus espacios de forma singular y característica trátese de aldeas o ciudades, cada cultura ofrece la fisonomía y los aspectos distintivos de su concepto territorial del hábitat. Las delimitaciones (físicas, políticas o simbólicas), ubicaciones y circulación crean áreas o territorios generalmente bien diferenciadas que ordenan y distinguen funcionalmente las actividades de los individuos y grupos humanos que pueblan el territorio, estructurando comportamientos, posiciones y elementos distintivos y diferenciadores, porque cada pueblo como señala Duque (2008) tiene su forma de habitar el mundo.
            Los terratenientes urbanos, los políticos y los urbanistas, avalados siempre unos por los otros deciden donde se debe producir, donde se puede residir, donde enseñar, por donde transitar, en que transitar, eligen y disponen itinerarios, rutas y sendas. Son ellos quienes disponen donde se ubicaran los hospitales, universidades, teatros y campos deportivos. Señala Duque (2008: 102) que las viviendas, centros escolares y edificios públicos son diseñados por expertos que los ofrecen como escaparate de su capacidad técnica y de la libertad que se les otorgada para decidir la distribución de los espacios contenedores de la actividad y la interacción humana, pero también de las rutas y sendas que han de seguir sus pobladores. El diseño se convierte así en designio de actuación y de desplazamientos para los habitantes de casas habitación, de edificios públicos y universidades. A ellos  luego se les demandará que acepten la propuesta “experta” adecuando su  vida cotidiana, sus trayectos y necesidades a los patrones espaciales establecidos de manera externa.
            Cada agente debe conocer, incorporar o adecuarse a los comportamientos establecidos como estructuras para  transitar y desplazarse en y entre las instancias, al igual que cuando transita por calles y avenidas siempre están presentes las estructuras de significación (simbólicas), de dominación (políticas) y de legitimación (normativas) (Giddens, 1995 en Romero, 1998). Para cada uno de los espacios e instancias existen ritos, interacciones, ritmos y tonos de voz destinados a preservar el orden y la estructura social. El orden y la regularidad o el establecimiento de rutinas son las constantes, pero ello no significa que se encuentren exentas de cambios o que no puedan ser transgredidas y ajustadas así sea temporalmente. El orden y la regularidad son estructuras intersubjetivas que atraviesan todos los encuentros e interacciones humanas. Están presentes en todos los espacios, organizaciones e instituciones, no sólo son redes de significados y prácticas consuetudinarias, son también mecanismos para mantener el reconocimiento a la autoridad. Pero junto a esta visión de redes de significados que atrapan, envuelven y condicionan la vida cotidiana de lo urbano, Delgado (1999) nos devela un mundo  -que en mucho se asemeja a CU-  en donde las estructuras están siempre haciéndose, inacabadas y efímeras. Muchedumbre en movimiento, nómadas sin territorio que se acercan y se encuentran transitando por sendas que por más que se recorran no son pavimentadas, porque ceder a la demanda sería perder el control de un campus en donde las estructuras institucionales aún se encuentran  haciéndose, estructuras  que se disuelven y mudan antes de cristalizar o no acaban de formarse.
            La fugacidad de los encuentros e interacciones durante la deambulación y la espera entre los pobladores de CU, encuentra con la irrupción del ciberespacio nuevas formas y vías de interacción, evasión y vinculación afectiva. La ciberinteracción ha mostrado  la potencia para desmantelar y para edificar nuevas formas de relación, afectos y exclusión constituyendo microespacios de poder. En esas interacciones las computadoras, tabletas, teléfonos celulares y otros dispositivos electrónicos de comunicación se erigen como los nuevos objetos de apego, por encima de su condición de herramientas de aprendizaje y comunicación académica.  Pero esas mismas herramientas se convierten en intrusos, en armas y en escaparates en donde se hace público lo privado.

2.4.4 Proxemia : Territorio personal y grupal
En cada ámbito el territorio o territorialidad como percepción espacio-cultural asume diferentes dimensiones y extensión, se trata de un patrón cultural que funciona como una burbuja que expande o contrae los límites del territorio personal -que es el objeto de estudio de la proxemia- adecuándolo a la instancia, densidad e  interacción esperada (pública o privada). El espacio personal es una percepción de carácter subjetivo, pero su aprendizaje reclama la inculcación social (intersubjetiva) que enfatiza aquellos componentes atados a la preservación y reproducción del orden social como la jerarquía, la identificación de posición dentro del campo o institución y la autopercepción de la posición social. Se entiende que la inculcación del patrón cultural proviene generalmente de los adultos, pero también participan en los contextos los pares y pobladores de ese espacio denominadas por Lozano (2007) tribus educadoras, lo que permite que cada agente interprete y tome en cada contexto la posición y distancia que le corresponde, que reconozca y acepte (o no) el arbitrio de la autoridad, las prácticas y normas no escritas  y a partir de ellas ajuste las dimensiones, extensión y defensa de los espacios personales. Pero esta sujeción a los rituales y normas no es mecánica, total ni ineludible, el auge del individualismo y la pérdida de la capacidad de la comunidad- devenida en sociedad- para regular la vida de sus miembros desgarró la red de prácticas y significados del entramado social (Bauman, 2009: 32) creando huecos y vacíos en los que los individuos-agentes construyen nuevas interacciones, distancias y territorios. Por una parte, en un espacio público como la cafetería y aún en la biblioteca resulta poco común  aceptar a un extraño en la mesa que ya  ocupa parcialmente por una persona un grupo, mientras que es aceptada la proximidad de un extraño que decide compartir el asiento contiguo en el transporte público o en las aulas electrónicas.
            Los estudiosos del comportamiento territorial como Hall (1997) han establecido -al menos para la cultura norteamericana- una tabla de distancia que corresponde a las interacciones territoriales de comunicación siendo las más próximas las de privacidad (secreto y confidencia) con distancias de 7 a 15 centímetros, personal (neutral) de 50 a 90 centímetros, impersonal (neutral) de 1.35 a 1.5 metros y la interacción y comunicación pública o grupal con distancias de 1.65 a 30 metros, con esos referentes es posible -a pesar de las diferencias culturales- pergeñar los rituales interactivos entre los miembros de esta comunidad.
            Los territorios subjetivos o territorios del yo, incluyen ciertos derechos que cree poseer, como el derecho a no ser tocado, a no ser incluido en la conversación de un desconocido y el derecho a la intimidad en lo informativo, que en parte se refiere a las preguntas que supone que no tienen derecho a hacerle (Davis, 1985 en Aceves, 1997: 287). Pero también se reclama el derecho del propio cuerpo a no ser visto, ni observado con insistencia o de forma maliciosa. Los territorios del yo asediados por nuevas prácticas y herramientas tecnológicas de aproximación e intrusión reclaman también el derecho a no ser grabado, filmado o fotografiado sin autorización, derecho difícil de preservar -si se asume- que un  teléfono celular es capaz fotografiar, realizar grabaciones de imagen y voz que luego podrán o no utilizarse para el acoso cibernético o para exhibir en las redes sociales.
            La territorialidad por su carácter subjetivo y social induce a las personas a establecer fronteras y distancias con los co-ocupantes (presentes y potenciales) de un mismo espacio. La territorialidad en los espacios públicos pretende mostrar la posesión de un espacio, pero también la establecer distancias, para ello se recurre a la expresión facial (gesto), a las posturas  corporales y a la colocación de algún objeto - a manera de barrera o de apartado- (cuanto más personal, el efecto es más eficaz). Las señales de cierre o apertura emanan de la posición corporal y de la dirección de mirada que por lo general resultan lo suficientemente claras en cuanto a las intenciones de interacción recíproca. Y así la vida cotidiana fue perdiendo su obviedad y transparencia (Bauman, 2009: 33) dejando márgenes, intersticios y encrucijadas para ser ocupado por nuevas o renovadas prácticas e interacciones con menor ritualidad como: indiferencia, desatención, irreverencia, resistencia, intrusión, sabotaje y vandalismo
            La interacción es inevitable en presencia del otro, se realiza con la simple co- presencia, las señales provocan -por lo general- la acción recíproca esperada. Un factor relevante en el establecimiento de los límites del territorio personal es la emotividad que suscitan determinados lugares, espacios y rutas (topo-fobias y topo-filias) lo que se traduce en elegir un territorio de tránsito  regular, familiar y seguro, en este último sentido horarios e iluminación son capaces de predisponer estados emocionales. En trayectos y desplazamientos cotidianos el sujeto establece una ruta o itinerario que incorpora a su territorio atendiendo a tres condiciones subjetivas: familiaridad del entorno (Bailly, 1978 en Aceves, 1997: 287) seguridad y economía (en tiempo, costo o esfuerzo) como se observa los comportamientos territoriales son una expresión sincrética de pautas culturales, cálculo y emoción.
            Cada individuo posee y percibe su propio territorio, pero su territorio colinda y colisiona con otros territorios personales dando origen a múltiples interacciones. Los territorios suelen percibirse de manera espacial teniendo como eje el propio cuerpo y sus desplazamientos, pero el espacio personal y privado incluye bienes que el sujeto considera extensiones de sí mismo, su habitación, su auto, su computadora, escritorio, mochila, celular, etcétera, y que por tanto no deben ser ocupados, tomados, usados o incluso tocados. En la vida cotidiana los territorios implican no solo el espacio, el derecho a no ser tocado y no ser visto con insistencia, los territorios también aluden a los ámbitos: acústico, olfativos y de confort térmico. Los sujetos demandan, aceptan y toleran diferentes niveles de sonoridad no sólo en la comunicación que acompaña a las interacciones sino en los ambientes en que estas se desarrollan. Un vestíbulo, una biblioteca, un cubículo, las cafeterías, las aula y corredores cada uno tiene, en momentos distintos, márgenes diferentes de tolerancia sonora, por lo que a los transgresores se les puede pedir que se callen o que bajen la voz.
            Para otras sensaciones como las olfativas también se establecen fronteras y límites  territoriales (aunque poco explícitos), la presencia de aromas y olores intensos, desagradables o no compatibles con el ambiente se consideran transgresiones a los espacios personal y colectivo. A pesar de ello transgresiones como los aromas de alimentos van naturalizándose al interior de las aulas y salas de profesores de CU en donde con regularidad se consumen alimentos.
            En lugares públicos, comunitarios y aún familiares: temperatura, iluminación, ventilación y la disponibilidad de espacios de tránsito son componentes del medio que afectan a los agentes y que llegan a generar tensiones y conflictos territoriales cuando se perciben como una intrusión en la esfera o territorio de confort personal. La territorialidad es una práctica espacial que se concreta en la corporeidad y la motricidad que le es inherente.  (Lindon, 2009).
          
2.4.5     Urbanismo y Arquitectura
El Urbanismo y la Arquitectura se entrelazan  con las Ciencias Sociales  porque no se puede ignorar que las ciudades, su diseño, las construcciones y espacios que la integran son cultura, son obra humana atada a las visiones y tradiciones de los pueblos ya que en ellas se realizan la interacción humana. Lo urbano es territorio humanoy el hábitat de una proporción cada vez mayor de individuos y grupos que abandonan lo rural. Lo urbano -que es más que la ciudad- y la arquitectura más que edificaciones, son objeto de estudio de las Ciencias Sociales porque conforman el escenario de la acción humana y el contexto que otorga una parte del sentido o texto de la interacción humana. Se trata de un contexto socio histórico, geográfico y material en el que se resumen y expresan las formas de vida de sus habitantes, sus creencias, prácticas, afectos y sus aspiraciones. La ciudad, lo urbano y lo público coinciden y se expresan de manera elocuente en los espacios abiertos, plazas y jardines, en las vialidades y en los exteriores; en los espacios circulatorios de que disponen, en  las áreas peatonales y los medios de transporte. Muchos de estos elementos trascienden su funcionalidad y asumen el carácter de manifestaciones  simbólicas y frecuentemente emblemáticas.
            Espacios circulatorios urbanos e interurbanos que conducen y conectan las  áreas habitacionales con las de servicio, laborales y a los espacios de consumo y recreación. Porque lo urbano es economía, forma de vida, educación, salud, tiempo, ocio, recreación y extravío. Los espacios de circulación con sus múltiples y fugaces microinteracciones forman parte de la biografía personal, que adereza la cotidianidad de sus rutinas, con encuentros impredecibles, desplazamientos inesperados y nuevas dosis de soledad. Territorios de todos y de nadie llamados por Augé, (2008) “no lugares” porque carecen de sentido propio, sólo conducen, llevan o van, y a pesar de ello marcan a los transeúntes con su condiciones de: estrechez - amplitud; suciedad - limpieza; pavimentado - terregoso; iluminado – oscuro; soleado - sombreado; seguro o incierto; amueblado-desnudo;  implicando con ello la emotividad y el ritmo de los desplazamientos.