VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

Alberto Díaz Mata (CV)
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

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2.3 Teoría de la acción y la reproducción social

De la mano de Bourdieu (2007) arribamos a una teoría sociológica en la que el individuo es el heredero de un capital -conjunto de diversas especies de  capitales-, dotado de un habitus entendido como disposiciones de actuación, evaluación y de elección de estrategias para la acción en el espacio social que es un mundo estructurado y estructurante, -pero no estático- que es también un gran campo de poder.  En ese espacio social es posible distinguir diferentes campos de acción, interacción y de reproducción.  Destacan los campos económico, social, cultural y simbólico pero no están excluidos otros campos como el burocrático, de la política, del arte y de la ciencia. En cada campo el individuo ocupa una posición -que es un punto de vista y un punto de acción- alcanzada a partir del capital y del habitus personal.

            Cada individuo posee un capital global integrado por todos los recursos (especies de capitales) que posee o de los que dispone al participar en los campos específicos al interior del espacio social situado.  A cada campo corresponde un capital, pero todos los capitales se acumulan, entrecruzan y solapan estableciendo intercambios -como sucede en los mercados-. Cada campo se rige por estructuras de carácter simbólico en las cuales el individuo tiene una posición en función de su capital  -en esa y con esa posición- aunadas con sus  disposiciones -habitus-, interactúa y juega en ese campo en el que están presentes otros individuos con diferentes o semejantes posiciones y capitales; pero también actúa e interactúa necesariamente con las estructuras del campo, que estructuran y legitiman las posiciones y actuaciones de cada uno de los participantes y que integran el sistema simbólico del capital. Un sistema en donde la distinción académica estratifica los derechos (a inscripción, becas y movilidad) de los estudiantes presuntamente iguales.

            2.3.1 Conceptos centrales de la teoría de la reproducción social

            Espacio social

El espacio social es el espacio de las posiciones sociales, y también el  espacio de las aficiones y los estilos de vida. La condición necesaria para definir el espacio social es la existencia de clases teóricas explícitas y diferencias, porque el espacio social es el espacio de las diferencias (Bourdieu, 2007: 17 y 25).

            El espacio social se constituye por la forma en que los agentes o los grupos se distribuyen en él, en función  de dos principios de diferenciación: Proximidad y orden. “En el espacio social, los agentes están distribuidos según el volumen global del capital que poseen bajo sus diferentes especies y en la segunda dimensión  según la estructura de su capital” (Bourdieu, 2007: 18).

            Habitus

Habitus es un concepto central en la teoría de la reproducción social ya que está constituido por “esquemas de percepción, apreciación y de actuación que permiten llevar a cabo actos de conocimiento práctico, basados en la identificación y el reconocimiento de los estímulos condicionales y convencionales a los que están dispuestos a reaccionar, así como para engendrar, sin posición explícita de fines ni cálculo de los medios, unas estrategias adaptadas y renovadas sin cesar pero dentro de los límites de las imposiciones estructurales de las que son producto y que los definen” (Bourdieu, 1999 en Di Piero, 2002:196).

            El habitus, es un concepto que alude a la disposición o forma de actuación e interacción preferente e interiorizada que constituyen la herencia o capital. El habitus y el capital le otorgan al individuo una posición en el campo que facilita o dificulta la elección y ejecución de las estrategias de acción. “El habitus es esa especie de sentido práctico de lo que hay que hacer en una situación determinada […] El habitus llega a ser el principio real de la práctica” (Bourdieu, 2007: 40 y 154). De forma tal que los individuos con mayor capital y por consiguiente con un habitus con mayor correspondencia o sintonía con las estructuras del campo, poseen como dotación disposiciones, aficiones y tendencias de actuación estratégica más eficaces y mejor valoradas, además de que su actuación se hace desde una posición en ese campo que está por “encima” y lo distingue de las posiciones de otros individuos con menor capital.

            Posiciones y relaciones en los campos

            El campo de poder es el espacio de las relaciones de fuerza entre los     diferentes tipos de capital o, con mayor precisión, entre los agentes que están suficientemente provistos de uno de los diferentes tipos de capital para estar en disposición de dominar el campo correspondiente. (Bourdieu, 2007: 50)

Dada la evidente relación entre campo y capital todo estudio debe completar el circulo hermenéutico en el que “para construir el campo, uno debe identificar las formas de capital específico que operan en él, y para construir las formas de capital específico uno debe conocer el campo” (Bourdieu, 1989 en Bourdieu, 2001, Introducción).

            Las estructuras

Las estructuras (estructuradas) son las instituciones y las formas de organización, segmentación, jerarquización, división, diferenciación, distinción y distribución de posiciones que se han construido históricamente en un espacio social  y para cada uno de los campos que lo integran. Las estructuras tienen el propósito (estructuras estructurantes) de preservar el orden, las posiciones y los privilegios mediante mecanismos de inculcación, herencia y selección disfrazados de comportamientos: naturales,  funcionales, racionales o tradicionales y por la interiorización en los agentes de estructuras motivacionales (Alonso, 2004: 211).

            Las estructuras son artificios históricamente constituidos sobre la arbitrariedad y la usurpación, la razón no es la base de su génesis social. Pero la “arbitrariedad histórica de las instituciones históricas” es ignorada, olvidada, omitida o encubierta por mitos y funciones fundadoras que se instalan como ritos, costumbres y tradiciones, pero también por procedimientos institucionalizados, reglamentados y encubiertos de racionalidad (Bourdieu, 1999, en Di Piero, 2002:197). Que posibilitan que los que poseen mayores capitales conserven esa ventaja sobre los que se encuentran en posiciones inferiores.

            El capital

El capital -en la teoría de la reproducción social- asume diferentes modalidades o especies de capital, desde el capital económico de claro reconocimiento y vigencia en los intercambios financieros, comerciales, por servicios y laborales hasta otras formas de capital más sutiles como el capital social, el capital cultural y capital simbólico cuyos respectivos valores de cambio están menos generalizados y presentan distintos grados de transferibilidad en cada uno de los campos sociales, pero que igual que el capital económico están sometidos a las reglas de mercado, presentan desigual distribución y otros fenómenos propios del capital económico como la concentración, acumulación, escasez y depreciación.

  • El capital simbólico aunque intangible basa su capacidad para constreñir o alentar comportamientos en la interiorización e incorporación que los agentes hacen de los significados y de las relaciones posibles en cada campo del espacio social.   “El capital simbólico es cualquier tipo de propiedad [cualquier especie de capital] cuando es percibido por agentes sociales cuyas categorías de percepción son de tal naturaleza que les permiten conocerla [distinguirla] y reconocerla, conferirle algún valor” por ejemplo el vocabulario y la ortografía (Bourdieu 2007: 108). Aunque el capital simbólico requiere del conocimiento y reconocimiento por los agente, para garantizar su eficacia en el espacio social además de los procesos de inculcación mediante estructuras cognitivas históricamente constituidas, existen normas, reglamentos y leyes (capital jurídico), que son la forma más objetivada y codificada del capital simbólico, cuyos efectos alcanzan aún a quien no lo conoce (y/o) reconoce (Bourdieu, 2007: 108).

            En las universidades, los claustros y consejos facultados por el Estado, son órganos que generan, interpretan y ejecutan el capital jurídico institucional (reglamentación universitaria) y por tanto concentran un capital simbólico que es impuesto en su ámbito y territorio de competencia a los agentes (población) que en él participan. Es este poder simbólico lo que permite a la institución (autoridades y estructuras) seleccionar, clasificar, dividir, otorgar posiciones y reconocimientos e incluso sancionar (violencia simbólica) a los agentes subsidiarios (actos todos de carácter simbólico-objetivado).

            En instituciones muy estructuradas como las universidades, las posiciones, relaciones e interacciones, incluso la distribución y uso del espacio institucional cuenta con un marco normativo y con otro simbólico infra-normativo, que ha sido incorporado por los agentes después de una prolongada estancia en instituciones educativas. Así los estudiantes poseen, antes de conocer cualquier reglamentación puntual y específica, una noción del espacio institucional (físico y simbólico) de su distribución territorial por estamentos y actividades, a partir de esa noción  infieren y asumen “el lugar que les corresponde” e identifican lo que es posible hacer, decir y pensar en cada recinto, ambiente, actividad y tiempo institucional. (Sin que ello signifique que todos estén dispuestos a asumirlas)

  • Los conceptos relativos al capital cultural están presentes en muchos de los trabajos desarrollados por Bourdieu, pero para los fines de este estudio recurriré a una interpretación personal de Los tres estados del Capital cultural (Bourdieu, 1997).

            El capital cultural es una especie de capital que se integra a su vez por tres sub-espacies de capital cultural a manera de una cartera de inversiones. Las subespecies del capital cultural o formas de capitalización cultural son: capital cultural incorporado, el capital cultural objetivado y el capital cultural institucionalizado.

  • De estos tres capitales el capital incorporado (que se hace cuerpo), requiere de mayor tiempo para su capitalización y su apropiación es realizada con cierta opacidad, empieza muy temprano y se prolonga por muchos años, generando un proceso de selección, apropiación y acumulación que impregna y se manifiesta corporalmente, que se reedita en: comportamientos, posturas, ademanes, léxico, aficiones y elección de estrategias todo ello conocido como  habitus. El proceso de apropiación del capital incorporado acontece en un espacio social caracterizado por: la familia, la escuela  y el  ambiente-hábitat-vecindario.

            La inversión en el proceso de inculcación del capital cultural incorporado se prolonga por todo el tiempo de socialización del agente, inicia muy temprano y para quienes disponen de mayores capitales económicos y culturales se extiende por más años de manutención y escuela, que los que destinan las familias con menores recursos para invertir en capitalización cultural. La educación escolar y el modelo institucional de formación de hábitos posturales, de destrezas motoras, de comportamiento, alimentación, pulcritud, orden, lenguaje; de disciplina y autocontrol afectivo-emocional se constituyen en estrategias de reproducción de la herencia del capital cultural a la vez que reafirman el carácter simbólico de esta  especie de capital. En el ámbito universitario el profesorado suele menospreciar a los portadores de capitales culturales de baja cuantía señalando: la falta de motivación o compromiso, la pobreza del vocabulario, la poca desenvoltura al leer o exponer en público. Pero sobre todo el profesorado se siente legitimado a sancionar a los estudiantes con menor capital cultural cuando: evidencian desconocimiento de datos, sucesos o autores considerados clásicos, indispensables o de cultura general; o bien cuando exponen en sus trabajos y exámenes escritos fallas ortográficas, y cuando exhiben errores de “lógica elemental” en razonamientos,  argumentación  o solución de problemas. 

  • El carácter de capital cultural objetivado no proviene solo  de la materialidad -de su existencia material- y de su adquisición, que depende básicamente del capital económico, sino de su relación y contribución en la conformación del capital cultural incorporado (apropiación simbólica) y de la valoración, significado y utilidad que tiene para quienes ya poseen ese capital como capital cultural incorporado.

            El capital cultural objetivado en sus componentes material y simbólico  subsiste en la medida que los agentes se apropian de él y sirve como elemento de diferenciación, de ventaja en el campo específico o para la obtención de beneficios  materiales o simbólicos para quien lo posee y logra utilizarlos como capital incorporado. Para quienes solo los poseen  son simples bienes. La existencia y uso naturalizado en casa: de libros-lectura; de computadora- trabajo escolar; de conectividad a internet para entretenimiento-exploración-consulta; de instrumento musical-ejecución, de equipo deportivo-práctica, el conocimiento de una lengua extranjera y hasta la afición  de viajar se convierten en  capital cultural objetivado y tangible que determina ventajas y desventajas en el campo educativo.

  • La institucionalización del capital cultural es también una forma de objetivación. Los títulos académicos y en general los títulos y diplomas escolares son capital cultural objetivado. Sin embargo se trata de una objetivación más simbólica, es casi una sublimación ligada a una garantía jurídica (recuérdese que las leyes son la máxima expresión del poder simbólico). Por lo que el valor de los títulos y diplomas no está sólo en la visión de quienes poseen capital cultural incorporado, su valor se impone en cierta medida a todos los agentes participantes en el campo social. Aunque debemos recordar que -por doloroso que parezca- los diplomas, reconocimientos, promedios, distinciones y diplomas de distintas instituciones educativas, con distinto nivel de reconocimiento y prestigio claramente no valen lo mismo.

            2.3.2 La familia y las instituciones educativas como lugares estructurados para la reproducción social

            La familia

Para la familia, el hábitat familiar es el lugar de confianza. El espacio simbólico donde paren no regir las leyes del mercado. Es el espacio de los afectos, de la amistad, el espacio donde se rechaza la idea de cálculo y ganancia, el espacio para dar y en donde se aprende a compartir desinteresadamente. 

            De la familia se extraen los modelos idealizados de relaciones fraternales dando por sentado que los afectos, solidaridad y lealtad que manifiestan -o se espera que manifiesten- entre si los miembros de una familia son condiciones naturales del vínculo familiar. Se pasa por alto que “La familia es [...] fruto de una auténtica labor de institución, orientada a instituir duraderamente en cada uno de sus miembros de la unidad instituida unos sentimientos adecuados para garantizar la integración...” (Bourdieu, 2007: 128-131). Pero no debemos ignorar que también en la familia se construye como parte del capital cultural, la emotividad, las relaciones de género y el mudo afectivo funcional o disfuncional.

            La actividad económica de la familia también juega un papel importante en la integración del capital familiar, particularmente visible cuando la familia se dedica -por ejemplo- al comercio, la agricultura o posee una empresa familiar, porque entonces al habitus derivado de ocupar y compartir el mismo hábitat, debe agregarse la posición que se ocupa en el espacio social derivada de la actividad económica, esta posición se convierte en patrimonial cuando miembros de la familia participan de la actividad económica o son  beneficiarios por la gestión, transmisión o sucesión de bienes y del capital cultural asociado a la posición y actividad  económica (Bourdieu, 2007: 35). En todo caso el capital acumulado se trasmite entre generaciones familiares mediante sucesiones, herencias o como capital cultural incorporado.

            Las familias son cuerpos sociales con una tendencia a perpetuar su ser social, conservando y cuando es posible incrementando sus capitales y privilegios. Las familias disponen en las sociedades contemporáneas de la educación como estrategia de preservación o de ascenso en la posición social, pero el uso de  las estrategias educativas  resultan más visibles y “a la mano” en las familias que poseen un mayor capital global o un capital cultural que se encuentra por “encima”  del promedio (profesores, intelectuales y miembros de las profesiones liberales y científicas). Esas familias  invierten más en educación porque para ellos resulta más clara la relación del nivel educativo con la posición social y con el capital económico (Bourdieu 2007: 33 y 34).

            Universidad

Las universidades emplean –siguiendo la interpretación de Bourdieu- una parte importante de su energía en los procesos de diferenciación y selección orientados a clasificar a los individuos de diferente capital cultural, nivel socioeconómico y desempeño. Estableciendo fronteras que separan a quienes poseen mayor aptitud, ligada al capital cultural, de aquellos estudiantes cuya aptitud es de menor cuantía. Estas instituciones asumen que con el otorgamiento de  exenciones de pago,  beca y  apoyo financieros se igualan las condiciones y posibilidades de éxito entre estudiantes con distintos capitales. Las operaciones de selección realizados por los profesores mediante exámenes y de criterios de ejecución de tareas que no están al alcance de todos, permite separar a los poseedores del capital cultural heredado o adquirido mediante estrategias motivacionales de los que no lo poseen. Esa función selectiva (resultado de la tradición aristocrática) la cumplen los procesos de selección y admisión en las instituciones educativas -incluidas las universidades públicas-. Función que luego es reforzada con las restricciones de dedicación, carga y aprovechamiento para otorgar reconocimientos y becas. Incluso los  sistemas institucionalizados para la elección democrática de representantes estudiantiles en los órganos de gobierno universitario, como en la elección de horarios y asignaturas favorece claramente a los estudiantes de mayor capital y desempeño.  Ello es explicable porque el sistema escolar desde la educación pre-escolar hasta la universitaria opera como el  “lugar de consagración donde se instituyen, entre los elegidos y los eliminados, unas diferencias duraderas, a menudo definitivas...” (Bourdieu, 2007: 117).

            La función clasificatoria y la misión meritocrática de las universidades, alcanza su zenit con la ceremonia de entrega  de diplomas de grados y posgrados académicos porque en el Diploma o Título universitario (capital cultural institucionalizado) se consagra en forma legítima (capital simbólico) la posesión de una competencia garantizada por el Estado para hacer y/o dirigir.

            Las estrategias familiares y personales de inversión en capital cultural conducen inevitablemente a instituciones caracterizadas -unas más que otras- por realizar actos de clasificación, que son actos de ordenación en el espacio social.  Pero también son tomadas en cuenta: costo, distancia, posibilidad de empleo, nivel demanda y prestigio. Porque estas condiciones son diferentes entre carreras e instituciones y su significado es también distinto entre familias. Todas estas condiciones o valoraciones operan como un filtro capaz de constreñir las elecciones de los estudiantes y sus familias. Este filtro autoestablecido se convierte en un clasificador simbólico que induce a que cada estudiante busque “el lugar que le corresponde” o el lugar al que es posible aspirar en el espacio social.

            Los estudiantes

Los estudiantes universitarios son para Bourdieu un elemento clave para comprender la reproducción social. Los estudiantes son agentes seleccionados (elegidos) socialmente como portadores y acumuladores del capital cultural a quienes corresponden claramente los “derechos” de herederos de esta especie de capital. En ellos se concretan las estrategias de invertir el capital familiar en capital cultural-escolar institucionalizado en diplomas, títulos y reconocimientos que otorgan posiciones susceptibles de intercambiar luego por capital económico en el campo laboral. Los padres suelen decir: “estudia, porque tu educación es la única herencia.” “…para ser alguien en la vida” y en el caso de las chicas se asocia frecuentemente con una forma de defensa contra la cultura machista. Los estudiantes llegan a la universidad con posiciones, capitales y habitus diferentes y respaldados con los diplomas o constancias del bachillerato  que les permitan participar en el concurso de admisión (de selección) para luego  iniciar el juego de la formación académica universitaria.

La permanencia en la universidad se convierte en una contienda por las posiciones, pero ofrece condiciones diferentes para los distintos habitus y capitales, a los estudiantes becados se les exige un rendimiento escolar (promedio de calificaciones) y una carga en créditos académicos predeterminada como condiciones para conservar los apoyos, lo que convierte la trayectoria escolar en un riesgo permanente, y el periodo de fin de semestre en una etapa extenuante. Una parte de  los estudiantes de menores capitales trabaja a tiempo por necesidad o con el propósito de atenuar la carga familiar, aunque algunos más buscan de manera previsora contar con la experiencia que luego demanda el mercado laboral. Para todos ellos la presión y las posibilidades de algún tropiezo académico o laboral pueden ser devastadoras. Los estudiantes de clases medias y medias altas que tienen como base el apoyo y el capital familiar transitan por la vida universitaria con menos sobresaltos, y aun cuando algunos trabajan, lo hacen sin apremio e incluso estos estudiantes pueden prolongar sin riesgos ni reproches familiares su estancia en la universidad (diletantismo), cambiar de programa, migrar a otra institución y continuar un posgrado.

            Concurrir a la misma institución, compartir  aulas y profesores y disponer de las mismas infraestructuras académicas, llega a crear el espejismo de la universidad como un espacio de igualdad social, de un campo neutral y equitativo donde se jugará el juego académico con las mismas reglas para todos. Pero tras esa apariencia se oculta la diferencia, base necesaria para distribuir las posiciones en el espacio social. Para los estudiantes de las diferentes clases, localidades, condiciones de vida y capitales, la vida cotidiana es también diferente dentro y fuera de las aulas o el campus universitario, porque el tiempo disponible, el transporte, los recursos “a la mano” y el capital cultural objetivado hacen la diferencia.

            La vida de estudiantes se divide en dos partes, la cotidianidad áulica-escolarizada determinada por los cursos, horarios, profesores, calendarios, exámenes, estudio trabajos, proyectos y calificaciones; la otra cotidianidad  la forman los trayectos, las comidas, los afectos, los encuentros, el entretenimiento, las redes sociales, la espera, los tiempos perdidos y esa dosis de libertad que llega con la mayoría de edad y con el ingreso a la universidad.

            La etapa de estudiante transcurre (para algunos) como un paréntesis, un momento de transición entre el mundo escolar y el mundo laboral. Un periodo de 4 o 5 años para sustituir o incorporar al habitus familiar un ethos profesional. Se trata de un periodo en que la ocupación de estudiante universitario consiste en construir mediante el estudio, la observación y las prácticas las competencias para el ejercicio profesional.

            La universidad es la antesala del futuro, porque es la noción de futuro lo que da sentido a la elección y al estudio universitario. De tal forma que “la manera más racional de cumplir con la ocupación de estudiante consistiría en organizar toda acción presente con referencia a las exigencias de la vida profesional y en poner en práctica todos los medios racionales para alcanzar, en el menor tiempo posible y lo más perfectamente posible el fin asumido” (Bourdieu y Passeron, 2004: 86). Pero como el propio Bourdieu reconoce las acciones y elecciones no son el resultado necesario o mecánico de un cálculo racional, sino que están atadas al habitus, cabría agregar que el momento socio-biológico que viven (juventud) y las concesiones sociales y económicas prevalecientes a esta etapa también afectan las elecciones de los estudiantes.

            De la tradición universitaria Bourdieu destaca dos tipos de estudiantes. El “animal de exámenes” cuyas obsesiones son las calificaciones y los plazos de entrega; inmerso en su desempeño pierde de vista el futuro (y con frecuencia el presente no escolar). Y como su contraparte el estudiante “diletante” un eterno aprendiz, que prolonga su etapa universitaria explorando las oportunidades que brinda su condición de estudiante, es también un aventurero intelectual y en ocasiones un nómada que cambia de intereses y territorios.  Entre estos tipos extremos se encuentran estudiantes  críticos que cuestionan contenidos, métodos y calidad de los profesores y a la misma institución y aquellos estudiantes de “cardumen” que prefieren el anonimato y la medianía porque los exime de la más encarnizada competencia por las posiciones y calificaciones más altas.; también están estudiantes que encuentran en la universidad un espacio donde patentizar sus inclinaciones políticas, religiosas, artísticas y solidarias o sus disidencias, pero es también un espacio-tiempo  de evasión de la realidad mientras encuentran el rumbo o sentido de su vida. En esta condición se encuentran los estudiantes a quienes Molina 2012 denomina desenganchados y hedonistas. (Molina et al 2012: 142-143).