VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

Alberto Díaz Mata (CV)
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

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4.4 Rasgos de la cotidianidad en Ciudad Juárez

4.4.1 Movilidad urbana
Ciudad Juárez es una urbe difusa y dispersa en la que 37% de sus calles se encuentran sin pavimentar y el 63% restante en estado regular o malo. Los desplazamientos que realizan sus pobladores recorren una distancia promedio de 9.85 kilómetros, para los que destinan en promedio 24.8 minutos, incluyendo todas las modalidades de traslado desde cortos trayectos a pie a la escuela, hasta el desplazamiento en automóvil  o autobús a remotas áreas de trabajo. (PMD 20-2013). Se estima que en la ciudad se realizan más de 4 millones de desplazamientos diarios, 2.5 trayectos por persona. Trayectos que se recorren 51- 60% en automóvil; del 17 al 28%  a pie o en bicicleta y cerca de 23% de todos los trayectos utilizando 4,176  autobuses escolares de segunda mano. De ellos 2,300 autobuses operan como servicio privado para  trasportar a personal de las empresas maquiladoras y desde 2012 también para el traslado de estudiantes a Ciudad Universitaria, y las restantes 1,876  unidades componen el sistema de transporte público concesionado en el que operan 29 rutas autorizadas para cubrir 144 recorridos distintos  (Plan Estratégico de Ciudad Juárez 2003, págs.109 y 110, Aguilar Carranza 2013 y PMD 2010-2013).  
            Los recorridos del sistema de transporte público forman redes desiguales en densidad y cantidad de usuarios. Los recorridos se cruzan y traslapan en distintas vialidades y puntos de la ciudad, por lo que frecuentemente para llegar al destino previsto, resulta necesario realizar esperas y transbordos entre líneas pagando cada trayecto. Existen más de cuarenta terminales de líneas o rutas de autobuses, pero como prevalece el diseño radial de recorridos los nodos o puntos donde se entrelazan las distintas líneas de transporte se localizan preferentemente en el viejo centro de la ciudad y sus inmediaciones.
            El transporte público ha sido durante muchos años el punto más débil y menos desarrollado en la calidad urbana de esta localidad. Ello no siempre fue así, en 1882 a finales del siglo XIX  y dos años antes de que arribara el primer tren a vapor procedente de la Ciudad de México, las ciudades de Juárez y El Paso quedaron comunicadas y unidas por el primer transporte internacional (un tranvía de tracción animal) que realizaba un recorrido circular ingresando a territorio mexicano por la Avenida Lerdo dando vuelta en la 16 de septiembre para regresar a El Paso por la Avenida Juárez, después de cruzar el Puente internacional “Santa Fe”,  ingresaba por la calle El Paso, giraba en la calle San Antonio y finalmente se dirigía a Ciudad Juárez por la Calle Stanton. En 1902 este circuito internacional se realizaba ya con un tranvía eléctrico, que luego con la apertura del Hipódromo de Ciudad Juárez se enlazaba con una segunda línea de tranvía que transitaba por la avenida Constitución desde la avenida 16 de septiembre, hasta la avenida insurgentes, para continuar por la Calle Colombia hasta el Hipódromo. Esta segunda línea dejó de funcionar por 1945, mientras que el trayecto internacional siguió operando (con algunas interrupciones) hasta 1974. Desde entonces y salvo un periodo relativamente breve de operación de los autobuses internacionales (rojos) que tenían circuitos por los puentes Santa Fe y de Córdoba, la conexión de Ciudad Juárez-El Paso mediante un sistema de transporte público internacional quedó irremediablemente rota. El Puente Santa Fe fue desde entonces el único cruce a El Paso Texas accesible a los juarenses de a pie, a los de menores recursos. 
            Durante el segundo tercio del siglo XX en el resto de la ciudad el sistema de transporte público urbano avanzaba muy lentamente. En 1931 se autorizó la puesta en circulación de un trasporte para 25 personas con recorridos de la periferia al centro de la ciudad y viceversa, su costo 10 centavos y gratis para los escolares en trayecto a su centro escolar. Un año después fue autorizado un segundo recorrido del trasporte público comprendido entre el centro y la Escuela de Agricultura. En 1944 se crea la empresa de  transporte urbano “Líneas de Juárez” con el recorrido “Parque-Cárcel” que transita por la Avenida 16 de septiembre desde el Parque Borunda hasta la Cárcel de piedra, dos años después extiende sus servicios hasta los poblados del Valle de Juárez, (Crónicas 1931-1950). De ahí en adelante el problema del transporte se hace más complejo, ya no se trata solamente de zonas urbanas y suburbanas que quedan sin atención, de la frecuencia del servicio, de los cobros por trayecto o de calidad del servicio; sino que aparecen las disputas por las concesiones de transporte público con su componente político y partidista, (Chavira 1990) que han mantenido a la población y al desarrollo de la ciudad como rehenes de los concesionarios.
            Los tipos de vehículos que han sido utilizados en Ciudad Juárez como transporte público cubre la amplia gama de tranvías, camiones, camionetas, automóviles y taxis. En 1980 predominaban las Vans-ruteras, ”la ruta” que deja su impronta nominal en todo el transporte público, luego llegaron los autobuses de pasajeros “Blue Bird”, autobuses de medio uso que disponían de mayor capacidad, para concluir se incorporan  los autobuses para el trasporte de escolares  desechados en los Estados Unidos que fueron integrados al transporte público concesionado sin decoro y sin las adecuaciones para el ascenso y descenso seguro de personas. Se trata de “desechos” ya que estas viejas unidades: no cumplen con las regulaciones mexicanas para el transporte público; no consideran la seguridad y las dimensiones anatómicas de los usuarios; como tampoco contribuyen a la protección ambiental”, Martínez (2007). A la falta  de seguridad, ventilación, confort e higiene, en las unidades debe agregarse, la imagen grotesca de las mismas, el hacinamiento y la música estridente a la que son expuestos los pasajeros; la falta de cortesía, el trato áspero y el lenguaje grosero (Arzate, 2005); la impericia de los choferes, las paradas y arranques intempestivos, las descomposturas, las carreras entre ruteras y los accidentes. Como evidencia de lo anterior en los primeros seis meses del 2013,  unidades del transporte público han participado en 366 accidentes viales (dos diarios) con 265 personas heridas y nueve muertos (Minjares, G. Diario.MX/Juárez 21/07/2013)).
            A pesar de inversiones y estudios el problema de la movilidad urbana en Ciudad Juárez  no logra ser resuelto, Luis Carlos Ortega (El Norte Digital del 14 de abril del 2013) detalla los organismos y el costos de los múltiples estudios  y proyectos  realizados durante los últimos 30 años tendientes a mejorar solamente el Sistema de Transporte Público de Ciudad Juárez. Algunos de los estudios referidos por Ortega fueron elaborados a partir de las características urbanas y demográficas locales; pero otros se apoyaron en el estudio de experiencias latinoamericanas exitosas en atender la problemática del transporte público. En los proyectos y propuestas han estado presentes iniciativas tendientes a reestablecer el sistema de tranvías, o trolebuses para atenuar la contaminación de aire, utilizar  autobuses articulados o trenes ligeros para crear una malla (red) urbana de trasporte público eficaz y económica que desincentive el uso del automóvil particular. Incluso se han adquirido autobuses y construido paraderos (Administración 2007-2010), y programado la operación del transporte semimasivo con rutas troncales (administración 2010-2013) como parte del Plan de Movilidad Urbana (PMU), cuya puesta en operación en octubre de 2013 no ocurrió porque las obras no fueron concluidas y porque se debe antes recuperar las 32  unidades nuevas que fueron cedidas en préstamo a la Ciudad de Chihuahua.
            Según datos del Plan Estratégico los estudiantes juarenses utilizan para sus traslados urbanos: 65.3% automóvil, 20.8 %  trasporte público y 13.9% se traslada de su domicilio al centro de estudios a pie o en bicicleta. Estos datos corresponden a promedios para toda la localidad, sin embargo en cada polígono urbano existen patrones distintivos de medios, tiempos y distancias. Un caso peculiar de movilidad urbana lo constituye el traslado hasta el distrito ultraperiférico  “Ciudad del Conocimiento”, al que concurren desde todos los puntos y sectores de la ciudad y de los poblados del Valle de Juárez los estudiantes de la UACJ adscritos al campus  Ciudad Universitaria (CU). Ellos  destinan 3 horas diarias en recorrer entre 20 y 40 kilómetros del trayecto de ida y la misma distancia de regreso, el trayecto incluye 18 kilómetros  localizados fuera de la mancha urbana. La lejanía no permite los traslados pie o en bicicleta, y la combinación de distancia, costo del combustible y riesgos en el trayecto  han propiciado que la proporción de traslados en  automóviles particulares (19%) sea notablemente menor al promedio de la zona urbana. Dadas las condiciones los estudiantes prefieren aprovechar el transporte  institucional y combinan trayectos a pie, en automóvil o en transporte público para concurrir a los puntos específicos de partida y retorno de las unidades de transporte universitario indiobus que los trasladan a Ciudad universitaria en forma directa, gratuita y con relativas prontitud y seguridad. Solo un pequeño grupo de nueve estudiantes y dos profesores utilizan motocicletas para su traslado.   

4.4.2 La alimentación y las bebidas
Antaño la alimentación en esta región fue parca y los platillos poco variados. Las prácticas de alimentación, fueron pautadas por el aislamiento, el clima semidesértico y la actividad económica de sus pobladores. Durante la colonia se desarrolló un sistema de huertas, sembradíos e incluso viñedos. En  ellas cultivaron árboles frutales como durazno, manzana, también melones, maíz, trigo, quelites y chile. Y se complementaba con los productos obtenidos de los animales de granja europeos (vacas, cabras, cerdos y gallinas). En esta región el clima cálido resultó determinante en la construcción de las prácticas de alimentación, algunas de las cuales han perdurado hasta estos días. Fruta poca y sólo en temporada, con los excedentes hasta mediados del siglo XX se elaboraban conservas y mermeladas. Los chiles se consumían frescos, asados, asados y deshidratados (chile pasado) o secos (chile colorado). El maíz servía para la alimentación de los pobladores, preparado como tortillas, tamales y Chacales (maíz quebrado con chile). El maíz tostado y molido se utilizaba para elaborar pinole. El pero el cereal preferido era el  trigo, que una vez molido hasta la condición de harina se almacenaba en sacos y  junto a la sal, la levadura, el azúcar, y algunos granos como nueces y piñones eran sustento diario y provisión para el periodo invernal. La preferencia por las tortillas de harina de trigo en la región responde a un sentido práctico: los ingredientes son pocos, su cocción no requiere de horno y los implementos para su elaboración son sencillos, pero también la preferencia proviene de algunas de sus características como que se trata de un alimento suficiente en sí mismo, que acompaña y envuelve a otras viandas sin usurpar sabores ni texturas. Las leches de cabra y de vaca se bebían hervidas, pero se expendían crudas (bronca), esta última en envases de vidrio. A partir de las leches se elaboraban mantequilla, crema, suero, asaderos y quesos tiernos porque el clima obligaba al consumo casi inmediato. Durante muchos años solo se podía adquirir  leche pasteurizada  en El Paso Texas, porque hasta 1960 cuando se introdujo el proceso de pasteurizado en la Lechería Zaragoza. Los niños consumían la leche  hervida sola o disolviendo en ella, chocolate de barra, chocolate hecho al metate o cocoa Hershey, hasta que los productos con sabor a chocolate solubles en leche fría, como Choco Milk primero y luego Quick se posicionaron en el consumo familiar.      
            El cerdo se utilizaba para obtener la manteca, elaborar algún chorizo, comer las carnes y para preparar un platillo con las vértebras y cuello cocinados en una pasta elaborada de chile seco, sal y comino conocido en la región como asado de puerco al que se agregaban papas troceadas. La carne de res  se asaba o se salaba para elaborar  la cecina que duraba algunos días o el tasajo, las partes con hueso, servían para elaborar el cocido. De los caprinos se aprovechaba hasta las tripas que enmadejadas y asadas se conocían como  machitos.
            En virtud de la distancia y del carácter perecedero de muchos productos alimenticios que no se producían en la localidad, la práctica cotidiana fue adquirirlos en el “otro lado”, desde el frijol americano (pinto), el arroz, la papa, la manteca Morrell, los embutidos (Winnies) y salchichón (bologna), mantequilla y los panes de: barra, para hot dogs y para hamburguesas que formaban parte de una dieta regulada por la economía familiar y el desabasto de productos nacionales. Las familias y quienes expendían alimentos en restaurantes, puestos fijos o ambulantes adquirían en tiendas de El Paso las vísceras y patas de res para elaborar el menudo y las tripitas. Menudencias, muslos, piernas y pollos enteros para elaborar los caldos y los pollos rostizados; carne, piel y cabezas de cerdo para las carnitas, los chicharrones y tamales; piernas y colas de pavo para tortas; cabezas y costillares de borrego para elaborar barbacoas y birrias. Algunos de estos productos incluyendo la lengua y el hígado de res eran  considerados como sobrantes en las empresas cárnicas del vecino país por lo que su costo era relativamente bajo y ello contribuyó a que convirtieran en platillos cotidianos de los juarenses.
            Aunque en el mercado Cuauhtémoc y en sus proximidades se expendían verduras, frutos y semillas diversas o que algunos carretones aproximaban estos productos agrícolas hasta las puertas de las casas, la variedad era poca. Con la aparición de los supermercados del mercado de abasto de la Sanders y una mayor actividad en el rastro municipal se fueron incorporando a la dieta local más productos alimenticios nacionales tanto enlatados o embutidos como frescos.
            La comida rápida local la integraban además de los panes de dulce -sobre todo donas-, por los burritos, tacos al vapor, gorditas fritas, flautas, tortas y lonches. También se disponía de pollos rostizados, tamales, hamburguesas y hot dogs. Años más tarde aparecieron las franquicias norteamericanas de pollo frito y hamburguesas;  luego poco a poco se integraron las pizzas y la comida china ya preparada que se fueron incorporando al menú de los transeúntes. Esta comida se ofrece en horarios de consumo diferenciado, predominando durante las mañanas: burritos y gorditas y el resto compitiendo por los consumidores desde el medio día hasta el anochecer.
            La fruta picada, los marranitos y morelianas, los jamoncillos de leche, el alfajor de coco, las paletas heladas de los carritos, las raspas o las botanas ¡Ah que rico! Fueron desapareciendo hasta quedar en consumos  anecdóticos. Las grandes empresas acorralaron a los productores artesanales y ocuparon el mercado de los refrigerios, las golosinas y la comida chatarra.
            Hacia 1960  la mayor parte de los pobladores de la zona urbana bebían agua de la llave o distribuida por camiones cisterna, algunos preferían hervirla o adquirir el agua de garrafón y un balancín para verterla, otros más se abastecían de agua purificada que se ofrecía en forma gratuita por la Hielería Díaz en la avenida Ferrocarril y por la Cervecería Cruz Blanca en la Avenida Reforma. El agua se consumía directamente o preparando limonadas y Kool Aid (saborizante y colorante en polvo). Las bebidas refrescantes se componían de aguas frescas y refrescos embotellados elaborados por empresas locales que ofrecían en distintos sus productos en  diferentes sabores de gran aceptación. Durante la época de prohibición en Estados Unidos se instalaron en Ciudad Juárez dos grandes destilerías de whisky, The Western Distillery  y la D.M. Distillery Company. Esta última, elaboraba el Juárez Whiskey Straight American considerado el mejor bourbon de México, pero el gusto de los consumidores fue mudando hasta imperar el whiskey escoces Old Parr. Se construyen algunos años después las instalaciones para la Cervecería Cruz Blanca, una emblemática empresa que ofrecía cerveza embotellada y en barril (Kloster). Era una cerveza muy apreciada por los consumidores locales que la apetecían y disfrutaban sobre todo en los periodos de calor, pero cuyo consumo se mantenía durante todo el año. Esta empresa patrocinaba equipos de beis bol y ofrecía un campo de recreaciones con alberca y sombreados que los pobladores agradecían y disfrutaban al igual que la participación de la empresa en los desfiles cívicos con un carretón tirado por enormes caballos percherones. Pero esta cervecera representaba en la región la competencia directa a la Cervecería Cuauhtémoc- Moctezuma que finalmente la absorbió.

4.4.3 La indumentaria   
La vestimenta (ranchera) sirvió durante algún tiempo para ubicar a la gente del norte de México incluida la de ciudad Juárez, en una categoría que no deja de ser rural ni termina por ser urbana. Pero en las colonias de la ciudad, la indumentaria de los jóvenes solía ser más sencilla, pantalón caqui o levis con la raya bien planchada o incluso pantalones militares de segunda mano, zapatos negros relucientes o tenis “converse” y camiseta blanca. Los uniformes escolares del nivel secundario también eran una forma de identificación en color caqui los estudiantes de las escuelas técnicas y secundarias estatales y de color gris los alumnos de la secundaria federal No. 1. Se podían observar en los años 50s y 60s las indumentarias citadinas de los pachucos y los tirilones o versiones locales que parodiaban la vestimenta de los chicanos californianos y años después 80s y 90s el atuendo de los cholos continuó la tradición  de imitar en la frontera algunas prácticas de la “raza de las califas” (California). Esta indumentaria sirvió para etiquetar a grupos de jóvenes asignándoles connotaciones negativas de rebeldía, de disidencia o de falta de identidad nacional. En algunos bares, restaurantes y puestos de trabajo la exclusión era manifiesta “No cholos”. Pero no llegaban a criminalizarlos, como las denominaciones de malandros y pandilleros en las que asocian a los jóvenes marginados con agresión, violencia, delincuencia y narcomenudeo.
            Durante un largo periodo la vestimenta preferida de los varones fue a la usanza vaquera, los “cheros” urbanos y de los poblados del valle de Juárez vestían con Jeans o  pantalón y camisa de corte vaquero, hebilla metálica, botas de pieles y colores diversos, sin faltar un buen sombrero. Quienes disponían de un vehículo automotor nada les parecía mejor que una camioneta Pick up. En buena medida esta vestimenta es una hibridación entre los atuendos de los pobladores de rancherías y las prendas utilizados por los cowboys texanos.  Con el tiempo el número de partidarios de este tipo de atuendo va disminuyendo, pero también disminuyen quienes prefieren prendas citadinas más formales: camisa, saco y pantalón de vestir, que son remplazados en ambos casos –sobre todo en el verano- por indumentarias más sencillas y cómodas, entre los hombres las: playeras, polos, sudaderas, zapatos deportivos (tenis) y cachuchas beisboleras pasaron a ser las prendas cotidianas y más recientemente algunas capuchas y gorros, siguiendo los estereotipos del cine y la televisión. 
            Los vestidos, faldas, medias y zapatos de salir de las mujeres fueron primero alternadas como prenda diaria con pantalones de poliéster, de telas sintéticas o mezclilla, complementados con blusas menos formales y zapatillas,  zapatos deportivos, botas o calzado abierto según la temporada del año, hasta que los vestidos casi desaparecieron de la indumentaria cotidiana y quedaron reservados para fiestas y ocasiones especiales. En los cambios de indumentaria femenina deben considerarse al menos cuatro circunstancias: el clima, los nuevos estereotipos urbanos, el acoso por parte de los hombres y las normas implícitas y explícitas de los lugares de trabajo y estudio.

4.4.4 La vivienda y cotidianidad en los barrios
Para 1975 Ciudad Juárez era una ciudad pujante tenía zonas urbanas bien desarrolladas en el centro y al oriente de la ciudad y más precarias al poniente y difusas en la parte sur; pero también más vialidades, mejor equipamiento urbano, más actividad industrial y comercial,  estudiantes en todos los niveles educativos y una población más estable y siempre en crecimiento. La ciudad era ya percibida y con frecuencia se hacía referencia de ella como “la mejor frontera de México”, como lugar de oportunidades de comercio y de trabajo, pero siempre asociada a El Paso, Texas. Desde su fundación y hasta 1960  en Ciudad Juárez las casas habitación fueron edificadas -en su mayoría-  con muros de adobe y techumbre de madera y recubiertas por enjarres de Mezcla, (incluidas las grandes casonas de la avenida 16 de Septiembre), lo que les proporcionaba aislamiento térmico tanto en las temporadas cálidas como durante el invierno. La carencia de arquitectos e ingenieros propició que mucha de la construcción privada fuera tarea de “maistros” y de Ingenieros agrónomos que también participaban en la dirección y ejecución de obra pública, lo cual explica las carencias en ingeniería sanitaria, en la planeación urbana (Calvo, M. 2010, págs. 187-198) y en la traza de pueblo grande,  de ciudad chaparra con pocas edificaciones de más de tres plantas (Edificio multifamiliar, Seguro Social y Hotel San Antonio). Hacia mediados de los 60s las normas de financiamiento exigían que las casa habitación estuviesen construidas con ladrillo  cocido o con bloque de concreto y que el techo fuese  una loza de cemento pasando por alto las condiciones climáticas. La proporción de cada uno de los tipos de casa habitación construidas en la localidad evidencian la composición social de los pobladores de esta ciudad: 86.7 % de las viviendas está destinada a trabajadores y empleados con ingresos bajos, 10.6 es vivienda media y solo el 2.6 está clasificada como residencial.
            En esta polvosa y extensa localidad las familias paseaban los fines de semana  por el centro, el monumento a Juárez o el Parque Borunda, amigos y novios preferían los cines. Quienes contaban con un automóvil podrían realizar un día de campo en alguna arboleda del Valle de Juárez, ir a El Paso de compras, a lavar la ropa, traer mandado o visitar los parques “Washington”, “Azcarate” y “Memorial”. A fines de los 60s estas prácticas se trasladan al parque “El Chamizal.
            Durante muchos años los niños jugaron en las calles a las escondidas, la quemada, el trompo, declaro la guerra y el bote pateado; las niñas preferían saltar la cuerda, jugar al mama leche (avión), a los listones, a las estatuas de marfil y a los encantados. Los jóvenes y adolescentes se divertían con el chinchilagua y solían jugar beis bol  en campos y baldíos o una versiones simplificadas del beis bol y el futbol americano conocidas como one ining y tochito. Se jugaba sobretodo  basquetbol en las cachas escolares, en parques o calles pavimentadas fijando en algún poste un tablero o al menos el aro para encestar, pero estas prácticas deportivas fueron paulatinamente disminuyendo al ser remplazadas por el futbol soccer  que se convirtió en el deporte hegemónico, desplazando también a las versiones simplificadas de los otros deportes. El futbol americano que durante algún tiempo fue el deporte emblemático de las instituciones de media superior y superior, súbitamente perdió su atractivo y la cantidad de practicantes disminuyó, lo mismo sucedió con el rebote de mano, que fue asociado a juego de vagos y sustituido por el raquet-bol y el tenis, ambos con una connotación de mayor distinción.
            El incremento de familias con  televisión en casa permitió llevar el entretenimiento y a los niños al interior de casa, eludiendo los riesgos que el incremento de automóviles  trajo aparejados. Pero  esas nuevas condiciones (televisión y autos) también contribuyeron en el descenso de las interacciones lúdicas los niños y las niñas del barrio, como entre los padres de familia que fueron aislándose hasta de sus vecinos más próximos para formar un vecindario de extraños ya sin sentido de comunidad.
            Las distancias, el clima, los automóviles, el riesgo y la disponibilidad de transporte público inhibieron del uso de la bicicleta como medio de transporte. Se trataba más que del riesgo, de adaptarse a un paradigma urbano centrado en los automóviles y en el que peatones y ciclistas eran casi una molestia.  En ese paradigma el uso de la bicicleta no fue -ni lo es- una verdadera alternativa de trasporte sino la evidencia de que se carece de automóvil.
            Los videos, la renta de películas, los juegos electrónicos y la sensación de los padres, de que dentro de casa los niños, niñas, jóvenes y ellos mismos estaban más seguros redujeron los espacios de interacción cara a cara. Con el teléfono esas nuevas prácticas de entretenimiento en casa, se abrían la puerta a los patrones de aislamiento, sedentarismo y al uso de más dispositivos y medios electrónicos que prevalecen en las prácticas de ocio y comunicación  de los miembros más jóvenes de las clases medias.
            En una ciudad donde los cambios son la constate, se mantiene entre los jóvenes  juarenses el gusto por las fiestas ya sean en casas, bares, pubs, salones de baile, discotecas o antros. Aunque muchos de ellos tienen poco que celebrar, sin trabajo, sin escuela y sin futuro. Solo el periodo de mayor violencia en la ciudad logró atenuar o postergar los encuentros de los jóvenes en ambientes en donde los envuelve la música, las bebidas alcohólicas y está disponible alguna pantalla en donde observar eventos, partidos y peleas de box. Las tardeadas fueron quedando atrás, pero aparecieron las fiestas Rave en las que participan adolescentes y jóvenes. Esas fiestas suele utilizarse para iniciar a jóvenes en el consumo de drogas. Aunque tampoco se puede soslayar la presencia y participación (generalmente de manera temporal) de numerosos jóvenes en grupos religiosos que evitan el alcohol, el tabaco y las drogas.

4.4.5 Significados, etiquetas y sentidos de  la vida cotidiana en Ciudad Juárez
La mención del “El paso del norte” o de Ciudad Juárez  evoca y sugiere lejanía, frontera, desierto, lugar de paso, tierra de lucha, gran cantina, cultivos de algodón, migrantes, prostitución, productos americanos, maquiladoras, trabajo, esperanza, autos usados, narcotráfico y muerte. Para quienes habitan esta ciudad el clima también contribuye en la construcción de significados: calor, polvo, tolvaneras como padecimientos constantes; lluvias, heladas y nevadas como eventos  ocasionales marcan la vida,  la actividad  y el consumo de los juarenses.
            Históricamente fue misión, presidio, punto de cruce del otrora caudaloso Rio Bravo,  área de apaches, “refugio  de la nación”, sede del primer encuentro entre los presidentes de  México y  Estados Unidos, cuna y escenario de la Revolución mexicana, tierra de los bárbaros del norte, puerta de entrada a Latinoamérica. Durante el siglo XX fue también referente agrícola por la calidad de su algodón, ciudad hospitalaria para deportados, braceros y migrantes;  una vez recuperado “El Chamizal” con los programas Nacional Fronterizo y de la Industria maquiladora de exportación pasó a ser “ciudad de oportunidades”, y polo de atracción  de connacionales por las posibilidades de empleo y de progreso. Así lo prometían la construcción de vialidades, parques industriales y  nuevos cruces internacionales, la carrera “panamericana” que le merecieron por unos pocos años ser llamada “La mejor frontera de México”.
            Desde 1920  Ciudad Juárez fue etiquetada “la ciudad más perversa” (Flores  et al 2010 pág.37) denominación dada durante la época de la prohibición por la gran cantidad de cantinas y tráfico de alcohol; durante la Segunda Guerra Mundial con la presencia de soldados norteamericanos del Fuerte Bliss en busca de bares y mujeres la ciudad llegó a ser considerada “la Babilonia pocha”, la “ciudad negra”, Flores et al 2010: 63) o “la antesala del infierno” Chávez, 2010:172 en Orozco 2012). Pero también era identificada como  zona natural de tránsito para  los connacionales en su migración a los Estados Unidos. Es frontera y es el traspatio al que se lanzaron parte de los 500,000 mexicanos deportados por los Estados Unidos de Norteamérica. Ciudad Juárez fue también la puerta por la que dejaron el país una parte importante de los cinco millones de braceros mexicanos reclutados para levantar las cosechas en la Unión Norteamericana. Mexicanos que al ingresar a Estados Unidos  fueron vejados, vacunados y fumigados. Las estancias temporales y aún fugaces en la localidad de tantas personas en tránsito  propició que gran parte de los habitantes  fueran considerados “población flotante”, sin arraigo y a la ciudad un lugar “de descanso obligado de viajeros, refugio de los perseguidos, hogar de migrantes.” Flores et al 2010: 67). 
            El escenario urbano (Tovar 2007) estaba constituido por el “centro” destinado a las interacciones comerciales, los espacios públicos de encuentro, tránsito y descanso como la  Plaza de Armas, el Monumento a Juárez y el parque Borunda;  arropadas por las barriadas, con sus escuelas, iglesias y calles en las que se construían las relaciones e interacciones cotidianas, sencillas y familiares; vecindario, proximidad y paisanaje eran el marco de los encuentros que iniciaba con los saludos, las charlas a la puerta de la casa, los juegos de los niños en baldíos y en los arroyos de las calles aún sin pavimentar y los muchachos en las esquinas formaban la coreografía social. Casas unifamiliares, pequeños departamentos, vecindades, la tienda de la esquina (donde se fiaba) y los puestecitos de dulces o gorditas completaban la escenografía. El ambiente solía ser de tolerancia y moderada confianza, aunque no faltaban los pleitos, los inquilinos insoportables y algunas pandillas, pero en general en su barriada las personas se sentían seguras. Pero también fue la época (1950-1970) de la diferenciación social y de la posición. Se crearon además del Campestre y el Casino Juárez para la élite, múltiples clubes sociales: Club de Leones, Club 20-30, Club Sertoma, Cámara Junior, y Club Rotario que refrendaban el sentido de pertenencia y el estatus social. Los colegios confesionales para los más acomodados (Teresa de Ávila, Teresiano e Instituto México), otros menos onerosos para las clases medias (Colegio del valle e Independencia). Colonia, vestimenta, escuela, automóvil e incluso el balneario al que se concurría indicaban posición social: (El Riviera, Campestre, 20-30, la cervecería Cruz Blanca,  Altavista, la Cuesta, la enramada, la Rosita y el Mamut).

4.4.6 Significados desde las condiciones  y actividades económicas.
Poco a poco – y a pesar de los prejuicios- Ciudad Juárez se convirtió en una  ciudad reconocida por la gran cantidad de puestos de trabajo que generó de manera directa e indirecta la industria maquiladora, pero también por una creciente actividad comercial y de servicios. El empleo preferente  de mujeres (78%) con un promedio de edad de 20 años en las líneas de producción de costura y electrónica de la industria maquiladora generó  segregación laboral masculina (Pequeño 2012, págs. 129 y 133) y dio origen a términos despectivos como las “maquileras y maquilocas” para las mujeres trabajadoras y “huevos de oro” a sus pareja que al carecer de trabajo dependían del  ingreso de la mujer. 
            Pero la abundante oferta de trabajo no ha estado acompañada de mejores salarios, por ejemplo en el nivel operativo el salario en las maquiladoras de Ciudad Juárez es ocho veces menor que el que recibe un obrero del mismo nivel y actividad semejante en la  vecina y hermana ciudad de EL Paso Texas. (Ampudia 2012).
            En Ciudad Juárez la fuerza laboral de baja calificación, con salarios de subsistencia y jornadas intensivas y extendidas (tiempo extra) integra la mayor parte del personal del sector maquilador, complementado por grupos crecientes de técnicos de calificación media, profesionales, equipos de investigación y directivos.  Por ello Ciudad Juárez es una población integrada mayoritariamente por trabajadores pobres. Esta condición de pobreza la atestiguan los informes 2013 del Coneval y del Colef “Geografía de la pobreza urbana en Ciudad Juárez” que evidencian que en la localidad la pobreza se multiplicó por cuatro entre los años 2000 y 2013, alcanzando a medio millón de personas, lo que representa el 37.8% de 1,335,000 habitantes de la ciudad. Mientras que otro 37% del total es vulnerable a la pobreza por carencias sociales o por su bajo nivel de ingreso. El Coneval –por su parte- reconoce que la desigualdad  es más evidente en las ciudades y que la pobreza impacta de manera directa a los menores de 18 años de las zonas urbanas. Estas dos condiciones son consideradas causales de una parte importante de la violencia. (Diario de Juárez, martes 30 de julio de 2013)
            Fue la condición de frontera, el crecimiento del mercado laboral y el desarrollo de las instituciones de educación superior lo que atrajo a familias de diferentes partes del estado (Janos, Ascensión, Casas Grandes, Parral, Delicias y Cuauhtémoc) y de otras partes de la república (Torreón, Gómez Palacios, Zacatecas y Veracruz) a residir en ciudad Juárez. La falta de empleo y de oportunidades educativas en otras regiones del Estado o del país e incluso el sismo de 1985 en la ciudad de México contribuyó en diversificar el perfil, origen y actividades económicas  de la población juarense. Fueron 25 años en que la frontera significaba esperanza y futuro. “Arriba Juárez” y las canciones de Juan Gabriel hacían una apología de la vida en la frontera norte de México. Pero en Ciudad Juárez  la modernidad no acaba de llegar, sigue siendo una ciudad polvorienta con muchas calles sin pavimentar, con muchos bares, con un lastimero e indigno sistema de transporte y con dependencias públicas de seguridad y de tránsito, corruptas y corruptoras.
            Es una ciudad con muchos automóviles, de diferentes condiciones fiscales: fronterizos, nacionales, texanos y chuecos (cada condición  otorga significados y posibilita actuaciones diferentes). Es una ciudad en donde la vida nocturna -con un siglo de experiencias- va cambiando de domicilio, luces  y escenarios. Por momentos esa vida nocturna se exhibe rutilante, en otros es furtiva y languidece, pero nunca se extingue (Avenida Juárez-Mariscal, Waterfill, Calle Vicente Guerrero, Avenidas Lincoln y Gómez Morín). Esa Nocturnidad y el anonimato que provee el entorno urbano han contribuido en la percepción de Ciudad Juárez como disoluta, desordenada y permisiva. Pero Ciudad Juárez también significa mexicanidad: un asta bandera monumental, el parque Chamizal, las plazas de toros, restaurantes, bares, discotecas, mariachis y artesanías esperaban a los escasos turistas extranjeros (Plaza del Mariachi, Pueblito Mexicano) pero sobre todo a los mexicanos radicados en los Estados Unidos que regresan o cruzan por Juárez en busca -más que de sus raíces-, de los olores, sonidos y sabores de su infancia. Algunos jóvenes lo hacen  para beber alcohol antes de los 21 años; pero también para cumplir algún “encargo”: dulces, burritos, hierbas y remedios tradicionales; algún medicamento homeopático o por atención odontológica -más barata en la frontera mexicana que en su nuevo país-: extracciones, rellenos, placas, puentes, braquets e implantes.

4.5 Educación en esta frontera
Educación es un término que en Ciudad Juárez  significaba  privilegio, porque durante décadas la educación de los niños y jóvenes juarenses recibió poca atención, con todo y que el emblemático Centro Educativo Revolución en la colonia la Chaveña fue inaugurado en 1939 por el presidente Lázaro Cárdenas. Como evidencia de la desatención se encuentra documentado que en 1955 la falta de aulas y profesores dejó sin educación primaria a más del 20% de los escolares juarenses. El problema tardó algunos años en resolverse en el nivel básico, pero se desplazó al siguiente nivel, ya que en 1976 no encontraron lugar en las escuelas secundarias de la localidad 4,842 estudiantes (Lasso y Estrada 2012, págs. 139 y 148). 
            El estereotipo asignado de la gente del norte y en particular a la gente de Juárez como personas ásperas y de poca instrucción, son en parte resultante de los procesos históricos de centralización de recursos y oportunidades en la capital del estado; del aislamiento, desatención y menosprecio de los gobernantes por esta localidad y sus pobladores. Mientras en otras partes del país, ciudades con igual o menor población ya contaban con universidades o escuelas superiores emanadas de los antiguos Centros Científico y Literarios, en Ciudad Juárez la primera institución de nivel bachillerato fue la Preparatoria por cooperación conocida como “Preparatoria del Parque” (1945), que operaba en el mismo edificio que la Secundaria Federal No. 1, solo que en el turno vespertino. Luego pasó a ser (1968) la “prepa del Chami” una vez que fue reubicada. Las pocas  preparatorias que fueron creadas entre 1945 y 1970  compartían la condición de ser por cooperación (Estrada, 2012),  así, además de la limitada capacidad para absorber a los egresados de secundaria, debía agregarse el pago de la cuota, una condición que hacía inaccesibles los estudios de bachillerato para muchos jóvenes. Prueba de la desatención es que para 1980 en todo el Estado cursaban el bachillerato 23,080 estudiantes lo que representaba apenas una cobertura del 9.4% de la población entre 15 y 19 años. (Estrada 2012:191). Actualmente de acuerdo con los datos que ofrece el Plan Municipal de Desarrollo 2010-2013 en Ciudad Juárez la cobertura del bachillerato es de 54.4%, mientras que en la capital del estado la atención alcanza al 80% de los jóvenes en la cohorte pertinente. Asimetrías e inequidades semejantes y aún mayores se observan al comparar la oferta educativa de la ciudad de Chihuahua y de Ciudad Juárez en los niveles de licenciatura y posgrado. 
            En materia de educación superior el primer referente local fue la Escuela Superior de Agricultura Hermanos Escobar que desde 1906 y hasta los 80s atrajo estudiantes de distintas localidades del país a sus programas en materia agropecuaria. Pero los jóvenes -de las clases medias - que aspiraba cursar una educación universitaria en las profesiones de mayor tradición y reconocimiento social como: Derecho, Medicina, Arquitectura o alguna ingeniería la única alternativa disponible era dejar la ciudad y trasladarse a las Universidades de Chihuahua, Guadalajara, a la UNAM y a la Escuela Libre de Derecho de la Ciudad de México y en menor proporción elegían el Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey en Monterrey o la Universidad de Texas en El Paso (UTEP). Desde mediados del siglo XX en las clases medias de Ciudad Juárez tener un hijo estudiando en alguna universidad foránea significaba estatus, distinción, solvencia económica y futuro. Involucraba también sentimientos de orgullo y de temor, tal vez este último componente emotivo y las tradiciones de primar la educación de los varones, manteniendo a las mujeres bajo la tutela familiar - hasta el momento de cederlas a la tutela conyugal-  fueran una de las causas que evitaron que más mujeres juarenses dejasen la localidad para realizar estudios universitarios.
            Para el grueso de la población, sin estudios de bachillerato, la educación universitaria no aparecía en su imaginario como un componente del futuro. En 1956 se creó en el Centro Médico de Espacialidades la primera escuela de enfermería y ya operaban en la ciudad otras instituciones de comercio (contador privado) y secretariales (Colegio Internacional). Luego con la creación del Instituto Tecnológico Regional de Ciudad Juárez (1964) –al que se cedieron las instalaciones del tribunal para menores ubicadas a 10 kilómetros del centro de la ciudad- y luego con  la Universidad femenina (1968),  Ciudad Juárez abría las oportunidades de educación superior para los jóvenes juarenses que no podían o no querían iniciar una peregrinación académica. Los estudiantes de las ingenierías y de la carrera de Contador Público, -impartidas en el Instituto Tecnológico Regional- tenían las puertas abiertas en el campo laboral de la industria maquiladora y los crecientes sectores de comercio y servicio, que los recibía aún antes de concluir sus estudios. En contraste la formación que se ofrecía a las mujeres en la Universidad Femenina: Trabajo Social, Secretaria médico-bilingüe y Diseño  no requería de estudios de bachillerato y en términos reales no se trataba de educación universitaria (terciaria) por ello era considerada de menor estatus, al igual que las carreras de contador privado, enfermería o los estudios  de profesor (a) que se cursaban después de la secundaria en las Normales existentes en el Estado.
            Con el fin de justificar la recaudación del impuesto universitario en todo el estado a favor de la UACH, esa institución creó  en Ciudad Juárez una extensión de Ciencias Políticas y Administración Pública (1969) que resultó insuficiente, pero sobre todo decepcionante porque omitió las carreras que los estudiantes y las familias juarenses estaban solicitando, la negativa para abrir esas carreras se fundó en el argumento de ya se ofrecían en la ciudad de Chihuahua y ahí deberían cursarlas. Otras instituciones como la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez A.C. intentaron paliar esta problemática, hasta 1973 año en se fundó -con la intervención del Presidente de la República Luis Echeverría- la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, una fundación efectuada contra la voluntad del gobernador Oscar Flores y  de Oscar Ornelas rector de la UACH quien consideraba que Juárez no merecía una universidad porque era “una ciudad de hampones.” (Lasso y Estrada 2012: 152).  
            La aspiración de educación superior se fue naturalizando entre las clases medias, aumentó la cobertura de las instituciones existentes y abrieron campus universitarios en la localidad: Universidad Pedagógica Nacional (1982);  El Instituto Tecnológico de Monterrey (1983) y la Universidad Regional del Norte (1982), Universidad Tecnológica de Ciudad Juárez (1999) hasta alcanzar en 2008 el número de 36 instituciones de educación superior ubicadas en la localidad. Creció también la oferta de posgrados en 14 instituciones, aunque los doctorados tuvieron que esperar al siglo XXI. (Lasso y Estrada 2012:165-166)  Educación superior pasó  de significar privilegio a ser oportunidad, oportunidad que cada estudiante construye en un concurso en el que se ponen en juego además de los méritos y los capitales culturales, los capitales sociales concretados en las relaciones y “palancas”.