MERCOSUR: POLITICAS MACROECONÓMICAS, ACTORES Y SUJETOS SOCIALES, NEGOCIACIONES y ACUERDOS DE INTEGRACIÓN EN BRASIL Y ARGENTINA

MERCOSUR: POLITICAS MACROECONÓMICAS, ACTORES Y SUJETOS SOCIALES, NEGOCIACIONES y ACUERDOS DE INTEGRACIÓN EN BRASIL Y ARGENTINA

Eugenio E. Espinosa Martínez (CV)
Universidad de La Habana

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5.6.-Actores institucionales, económicos y sociales y sus propuestas de políticas integracionistas

      Las políticas de reconversión y de compensación no están a la vista en el proceso negociador del Mercosur. Las tres líneas principales de negociación presentes hasta el momento apuntan en varias direcciones.
      Por parte de los políticos y funcionarios gubernamentales, avanzar en la definición de los mecanismos de salvaguarda, de las normas técnicas, de las instituciones que regirán el Mercosur pos/94, definir el régimen de origen para los productos, la tarifa externa común y las zonas francas,
      Por parte de los economistas, lograr la coordinación de las políticas cambiarias para evitar los impactos de la inestabilidad de las tasas de cambio sobre el comercio intra Mercosur y sobre los acuerdos de integración, lograr una mayor aproximación en la coordinación de las políticas macroeconómicas y en las políticas sectoriales para evitar las asimetrías existentes entre los países del Mercosur (en tamaño, costos, productividad, impuestos, subsidios e incentivos, etc.) y los impactos de la inestabilidad macroeconómica en los países miembros,
      Por parte de los empresarios, participar más activamente en el proceso negociador del Mercosur, configurar acuerdos sectoriales entre las empresas de los cuatro países (de hecho, están firmando, principalmente, las de Brasil y Argentina, que concentran el 79% del comercio intra Mercosur), proponer las normas de operación en las nuevas condiciones y los criterios para la distribución del ampliado mercado subregional.
      El empresariado no es el único actor que registra un cambio en su postura frente al Mercosur, también los sindicatos(1 ).
      Durante 1985-1990, la postura sindical respecto a los acuerdos integracionistas en el Cono Sur se caracterizó por el rechazo y la indiferencia, lo que estuvo determinado por varios factores.
      En primer lugar, los impactos sociales de la crisis de la deuda y de los diversos planes macroeconómicos aplicados en ambos países condujeron a que las organizaciones sindicales se concentraran en las políticas económicas nacionales, sobre todo en aquellas que implicaban desempleo y erosión salarial. En segundo lugar, la forma en que se diseñaron y aplicaron los acuerdos integracionistas no preveían ni permitían la participación sindical en el proceso de negociación. En tercer lugar, la prevaleciente percepción sindical de que el proyecto integracionista responde a los intereses de las grandes empresas y al proyecto neoliberal gubernamental, teniendo poco o nada que ver con los intereses de los trabajadores. En cuarto lugar, la prevaleciente postura sindical defensiva y activa en los marcos nacionales de cada país pero sin propuestas alternativas articuladas a nivel subregional o regional, salvo en el tema de la deuda externa en el que desde 1985 sí hay propuesta regional. En quinto lugar, la relativa desarticulación del movimiento sindical frente a las nuevas políticas macroeconómicas, frente al proyecto neoliberal-neoconservador.
      A partir de 1990 y en algunos casos desde 1988, a la anterior postura sindical se añade una nueva tendencia caracterizada por la realización de estudios y diagnósticos sobre la marcha del proceso integracionista en el Cono Sur y sus implicaciones sociales, además de la elaboración de estrategias alternativas tendientes a la formación de un mercado común que no afecte a los trabajadores evitando el perfil neoliberal de los acuerdos.  Esta tendencia ha estado acompañada de la realización de encuentros de sindicatos y centrales sindicales de los países del Cono Sur, así como de la constitución de la coordinación de centrales sindicales del Cono Sur.
      La postura sindical predominante sobre el Mercosur se caracteriza por coincidir en que la integración subregional y latinoamericana es el camino para una mejor y mayor inserción en la economía y la política internacionales; destacar que el Mercosur ha sido diseñado e implementado soslayando la participación sindical y de las organizaciones populares; reafirmar la importancia de la integración y la unidad latinoamericanas para todo proyecto de desarrollo orientado hacia la independencia, autonomía, la democracia, la justicia y equidad social; enfatizar que no incluye la dimensión social de la integración, ni políticas para enfrentar el dumping social, tampoco prevee políticas para enfrentar las consecuencias sociales de la reconversión productiva que traerá el Mercosur.
      En particular, los sindicatos insisten en la ausencia de políticas laborales; perciben el Mercosur asociado al diseño e implantación del modelo neoliberal en lo económico y neoconservador en lo político, con sus implicaciones recesivas, de erosión salarial, de reducción en los niveles de empleo, de deterioro social, clientelismo y autoritarismo políticos; lo consideran estrechamente asociado a la Iniciativa para las Américas; y, finalmente, valoran que el Mercosur responde a los intereses de las grandes empresas (nacionales y transnacionales), desconociendo los intereses de las pequeñas y medianas empresas, de los trabajadores y de otros sectores populares.
      Las valoraciones sindicales y de sus respectivos expertos se caracterizan por su enfoque integral señalando los aspectos positivos y negativos del Mercosur, situándololo en el contexto de las tendencias económicas y políticas internacionales, nacionales y del movimiento sindical y elaborando propuestas concretas de negociación.
      Las propuestas consensualmente suscritas por las centrales sindicales de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay pueden resumirse en:
- que se cumpla el propósito del Tratado de Asunción de avanzar hacia un Mercado Común del Sur y no quede en una zona de libre comercio caracterizada por la apertura comercial unilateral e indiscriminada,
- creación de mecanismos más democráticos de negociación en el Mercosur que permitan la participación sindical en el diseño y toma de decisiones, no limitándola a una visión estrecha de los asuntos laborales,
- necesidad de definir una política social en el Mercosur que, a la vez, atienda los impactos sociales de la reconversión productiva, conduzca a mejorar la desigual distribución de la renta y a evitar el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población,
- la importancia de contar con una política industrial complementaria y de reconversión, no sólo limitada a una política de libre comercio,
- armonizar la legislación laboral en los cuatro países sobre la base de las normas internacionales de la OIT,
- establecer mecanismos que permitan las negociaciones colectivas de trabajo a nivel de dos o más países en el Mercosur.
      Sobre la base de estas recomendaciones fue presentado un documento sindical común a la IV Cumbre del Mercosur(2 ) celebrada en Montevideo el 26-28 de diciembre de 1992 (CUT/CGT/PIT-CNT/Fuerza Sindical 1993). Algunas de estas recomendaciones y otra, como la de crear un Foro Nacional del Mercosur al menos para el caso de Brasil, han sido encaminadas al Grupo Mercado Común a través del subgrupo # 11 encargado de las relaciones laborales, empleo, salario y seguridad social.
      Actualmente, las organizaciones sindicales están en proceso de implementar coordinaciones sectoriales en los sectores metalúrgico, bancario, químico, petroquímico, neumáticos, siderúrgico, automovilístico, alimentario, bebidas, tabaco y telecomunicaciones.
      Durante todo el proceso de negociación e implementación de los acuerdos, la postura de los diversos actores institucionales, económicos y sociales sobre el Mercosur fue evolucionando en dependencia del comportamiento de las economías de los países miembros, de las políticas económicas en curso (macroeconómicas y sectoriales) y de los propios acuerdos integracionistas.
      La mayor continuidad ha estado en los actores institucionales de ambos países, a pesar de los sucesivos cambios de gobierno y de políticas. Entre los actores estatales, las respectivas cancillerías se han caracterizado por una mayor continuidad en la gestión integracionista, mientras los Ministerios de Economía han condicionado su postura negociadora a la evolución de las economías de sus países y a los impactos que los acuerdos pueden provocar sobre la viabilidad de las políticas macroeconómicas en curso, así como por la mayor o menor legitimidad que dichas políticas podrían encontrar en los acuerdos subregionales.
      Según el embajador y Jefe del Dpto. de Integración latinoamericana de Itamaraty, los intereses constituídos en el Mercosur lo tornan una realidad consolidada a nivel interno, subregional e internacional, muy difícil de revertir (Barbosa 1992). La percepción de las cancillerías se fundamenta en las urgencias de revertir la creciente marginalización latinoamericana en la economía y las políticas mundiales, de aliviar los impactos de la crisis de la deuda externa y de evitar las desfavorables consecuencias que podrían surgir de la consolidación de los bloques económico-políticos internacionales. La aceleración del Tratado de Libre Comercio Norteamericano TLC, de las relaciones intraeuropeas y del estancamiento de la Ronda Uruguay del GATT refuerzan la proyección integracionista de las cancillerías sudamericanas. Tales percepciones tienen un carácter estratégico y de largo plazo, lo que permitiría explicar la continuidad en el tiempo.
      Sin embargo, mientras para algunos se trata de crear condiciones más favorables que las que México ofreció para entrar al TLC, para otros se trata de fortalecer economica y políticamente a la subregión sudamericana para acceder a una postura negociadora más favorable internacionalmente, convirtiéndose en polo de atracción de inversiones, tecnologías y comercio.
      La percepción de los Ministerios de Economía se fundamenta en las posibilidades de exportación y abastecimiento que el mercado subregional integrado puede ofrecer, constituyendo un espacio de competitividad más asequible que los mercados internacionales y un alivio posible frente a coyunturas económicas recesivas en uno u otro país. Además, las políticas nacionales de apertura en las exportaciones, importaciones, inversiones extranjeras y tecnologías encuentran en los acuerdos integracionistas de apertura comercial subregional un respaldo internacional a través de Tratados y convenios bilaterales y multilaterales.
      En el caso de los empresarios, su evolución hacia una postura más activa a partir de 1991 está determinada por la aplicación del cronograma de liberalización comercial automática, lineal y progresiva desde 1990 entre los cuatro países del Mercosur, que los coloca ante un hecho consumado frente al cual deben implementar estrategias de adaptación en poco tiempo. Las rebajas arancelarias aplicadas y el levantamiento de algunas barreras no arancelarias conducen a un mayor impacto de las políticas macroeconómicas sobre el Mercosur así como sobre la postura negociadora de los diversos actores sociales.
      El economista paulista y director del Consejo de Empresarios de América Latina, Roberto Teixeira da Costa, señalaba que "cuando se comenzo a hablar de Mercosur, los argentinos estaban convencidos que la integración los favorecería mucho. El mercado brasileño era visto como un contingente apreciable para la expansión del mercado argentino. Pero hubo una inversión en 1992. De un lado, el hecho de que la economía brasileña está pasando por un período recesivo y la economía argentina está en expansión, con una tasa de cambio fija,  creó una situación, que yo entiendo transitoria, con gran  superavit para el Brasil. Esto generó fricciones entre los dos países: los empresarios argentinos más afectados hicieron gran presión sobre el gobierno contra la integración. Ellos se sintieron invitados a una fiesta que tuvieron que pagar la cuenta" (Entrevista a Roberto Teixeira da Costa, Periódico Zero Hora. Caderno de Economía, 7 de marzo de 1993, Porto Alegre).
      Las contradicciones en el proceso negociador, sin embargo, son percibidas como elemento natural de un proceso integracionista que se valora como estratégico.
      Al respecto, el Coordinador Ejecutivo de la Comisión del Mercosur de la Federación de Industrias de Sao Paulo y ejecutivo en Brasil de la empresa multinacional argentina Bunge y Born, destacaba que "si la Comunidad Europea encuentra dificultades aún hoy, a las puertas de una integración total y después de años de estudios, el Mercosur no será diferente (...) el pragmatismo muestra que para el Brasil el comercio mundial es tan importante como la plena resolución del Mercosur (...) tanto o más importante que saber quien va a vender para quién, en qué cantidad y a qué precio, es tener en mente que la formación de bloques es importante para beneficiarse del flujo de las inversiones mundiales. De lo contrario estaremos en el peor de los mundos". (Entrevista con Arturo José Furlong, Mercosul: revista de negocios do Mercado do Cone Sul, # 11, jan-fev. de 1993, pag. 16).

            La visión estratégica global y de largo plazo de los problemas y tendencias actuales no sólo está en los gobiernos y empresarios sino, también, en los sindicatos. La percepción sindical sobre el Mercosur está estrechamente asociada a las valoraciones sindicales sobre las políticas económicas nacionales. Generalmente, los diagnósticos sindicales sobre el Mercosur comienzan por valoraciones sobre el modelo nacional de desarrollo. El Presidente del Sindicato de los metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo y Diadema en Sao Paulo destaca que "el mundo está creando sus potencias, desde los tigres asiáticos, a Europa o Canadá-E.U.-México. Y yo quiero confesar una cosa: la mayor frustración es que no creo en esa posibilidad con gobiernos como los que tenemos en nuestros países (...) Nosotros apoyamos la reestructuración, hayamos que ella es necesaria, pero no coincidimos, de ninguna manera, que ella se haga con el desempleo y la penalización del trabajador. Es por eso que hayamos que no se puede hablar en reestructuración con recesión y sin  una política de rentas (...) De los Protocolos existentes en el Mercosur no existe ninguno que prevea la participación de los trabajadores. Somos nosotros los que estamos forzando la barra. Estamos articulando,creando comisiones paralelas. En Europa la experiencia fue firmar una carta sindical para garantizar empleo mínimo. Lo que nosotros queremos es tener espacio para discutir esas cuestiones" (Entrevista con Vicente Paulo da Silva -Vicentinho- por Linda Goulart 1992 revista Brasileira de Comercio Exterior -RBCE- # 33, oct.-dez de 1992, Rio de Janeiro: Funcex).

1    .-  Del conjunto de movimientos sociales, han sido los sindicatos los que, hasta el momento, han articulado propuestas alternativas al Mercosur. Sobre todo aquellos de base urbana industrial. En menor medida los de base agropecuaria rural.

2     .-  Las centrales sindicales fueron CUT-CGT y Fuerza           Sindical por Brasil, la CGT de Argentina, la PIT-CNT de           Uruguay y la CUT de Paraguay.