CONFLICTOS DE PODER SOBRE EL ESPACIO.    Manual de ordenación territorial a diferentes escalas (II)

CONFLICTOS DE PODER SOBRE EL ESPACIO. Manual de ordenación territorial a diferentes escalas (II)

M. Teresa Ayllón Trujillo (Ed.) (CV)
Universidad Autónoma de San Luis Potosí

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PRÓLOGO : Competencias de poder sobre el espacio


Maria Teresa Ayllón Trujillo

La población humana organiza y planifica el territorio y sus recursos por grupos de dominio (familia, comunidad, gremio, nación, ejército…) y compite por su espacio, por la defensa de las fronteras porosas o no, que delimitan lo nuestro de los de ellos. Ordenar el territorio parece una idea bastante nueva, asociada al desarrollismo (años 60 y 70) y a las instancias internacionales (Carta Europea , Agenda Territorial de la Unión Europea 2015, la Estrategia Europa 2020…) que instan a los Estados nacionales a realizar una ordenación y gestión coordinada del territorio mediante la planificación participativa que integre a todos los actores sociales implicados en cada escala de intervención.

Esta obra muestra que ordenar el territorio –y con ello sus recursos- ha sido un afán de todo gobierno desde la antigüedad conocida y en ese afán de administrar y controlar los recursos se han revelado actores territoriales varios (grupos sociales diversos: étnicos, económicos, aristocráticos, familiares, tribales, sacerdotales,…) que han parecido emerger cuando las leyes o normas han afectado su propio orden y por tanto sus recursos y necesidades. Desde el milenario Egipto hasta los centenarios procesos urbanos de la industrialización o la colonización en el nuevo mundo, encontramos antecedentes del afán de regular las ciudades, el agro y sus entornos y recursos. Al hacerlo se busca no sólo eficacia e higiene –objetivos de la Ilustración- sino separar lo diferente: barrios pobres, casas en cuevas y campesinado han sido expulsados al borde e incluso fuera de la ciudad. En el campo, las pequeñas sociedades rurales, han hecho de manera similar. La ordenación territorial racionalista, ilustrada, de la corriente higienista, supo ver que las ciudades son un todo inseparable y por ello había que intervenir con criterios de higiene no sólo en las casas notables sino en las barriadas de casas baratas, de familias pobres. Los paisajes urbanos son el rompecabezas donde podemos leer toda esta historia, los paisajes de montaña o del agro -que el alumnado suele interpretar como naturales- responden a herencias culturales identitarias, modos de vida, estrategias familiares y comunales y también a políticas de ordenación territorial como son las reformas agrarias o los planes dirigidos de colonización.

La construcción de los paisajes urbanos, rurales e incluso los naturales que no están exentos de manipulación antrópica –como ya avisara Demangeot - se corresponden con políticas de dominio ya sea para el aprovechamiento o la conservación, por eso en los paisajes se puede leer mucho de las gentes que los habitan porque son éstas, con sus creencias y su forma de organización, quienes han construido los mismos. Todos los actores sin excepción han buscado al ordenar el territorio aumentar su seguridad, facilitar su funcionamiento interno, aligerar los desplazamientos, apropiarse de recursos naturales y defenderlos de los extraños… Son actores los dueños de la tierra, los monarcas, latifundistas, comunidades rurales y vecinales, familias, cooperativas, cofradías o hermandades de producción, tribus y otros grupos sociales que rigen las normas de uso –o se oponen a que las rijan otros- y el acceso a los recursos naturales y no naturales. Son agentes quienes actúan en representación de otros, facilitan/obstaculizan y tienen una capacidad de acción temporal por delegación o por representación; en su cometido se deben al bien común o al bien de algún actor que los emplea pero no deben intervenir sus intereses particulares. Son agentes en la ordenación territorial el gobierno con todas sus instituciones a escala local, regional, nacional o internacional y son también agentes los gabinetes jurídicos de los grupos de presión, los consejeros o redes de consejeros y otros, según su capacidad de presión. Un monarca es actor porque es el dueño de un territorio con la población que le sirve (siervos) en tanto la población son siervos o súbditos, en cambio una república significa el gobierno de todos ya que la población es libre del servilismo, son ciudadanía, personas libres que delegan sus intereses en unos u otros ciudadanos/as que actuarán temporalmente a favor del bien común y a los que pueden deponer o pedir cuentas en cualquier momento.

La territorialidad es el derecho a estar y a disponer de un espacio diferenciado y concreto. El territorio es un espacio de dominio -por tanto delimitado- y quienes efectúan el dominio territorial –total o parcial, con poder absoluto o cooperativamente, de manera temporal o permanente- son aquellos grupos sociales con capacidad de hacer: lo que llamamos actores sociales. Interesa no confundir entre actores y agentes ya que la calidad de personas libres se basa en ello y, sobre todo, porque resulta difícil negociar la territorialidad cuando no se distingue bien con quién estás negociando. Un ejemplo de ello lo tenemos en la ordenación ambiental reciente: el gobierno hizo un pacto con los actores sociales (legisló) en 2010 para la expansión de las fuentes de energías renovables y limpias, en particular los paneles solares domésticos, que tuvo como consecuencia que muchas familias en España se endeudaran para instalar paneles solares doméstico que, con la Ley de Economía Sostenible resultaban rentables a las familias; el gobierno cambió -del PSOE con el Presidente Zapatero al PP con el Presidente Rajoy- derogando inmediatamente y sin discusión esa ley nada más entrar su gobierno (2011), lo que ha tenido como consecuencia el hundimiento del plan de energías limpias y además la ruina de muchas familias que ya no cuentan con soporte financiero ni ahorro energético pero deben seguir pagando aquellos créditos más un nuevo impuesto que castiga el autoconsumo. En un modelo democrático de gobernanza, los agentes de gobierno debieron consensuar o pactar para derogar un plan reciente en el que las nefastas consecuencias eran previsibles; el no hacerlo muestra que no eran “agentes” de la ciudadanía (res publica) sino agentes subrepticios de los grandes grupos de poder que dominan los recursos energéticos, cuyos intereses no habían prevalecido con el agente (gobierno) anterior. Igualmente, este ejemplo –y otros muchos que podemos encontrar en las noticias diarias- nos muestra el tímido desarrollo de nuestra democracia e ilustra la dificultad de aplicar efectivamente la participación social, sin la cual no existe ciudadanía sino dependencia, súbditos.

Durante la larga época del desarrollismo, el llamado indicador económico, y más a menudo macroeconómico, ha dirigido los recursos del Estado sobre las regiones y los municipios; la prioridad ha sido el fomento de desarrollo productivo, a veces poco vinculado a las prioridades locales, necesidades más sentidas por la población local, receptora de polos de desarrollo (urbano, industrial, agrario o comercial) ya que en el modelo desarrollista se ha despreciado la percepción social y en coherencia con ello, la participación efectiva de las gentes sobre cuyos recursos se intervenía con un equipo técnico pero ajeno.

En los últimos años estamos viendo con toda claridad que ese modelo fue criticado desde todas las procedencias, que las recomendaciones de los organismos internacionales insisten en la condición de participación social para evitar los efectos perversos de la planeación técnica. Entre las acciones de gestión cooperativa que han tenido mayor trascendencia se encuentran los procesos de diagnóstico participativo y de elaboración de presupuestos participativos “Desde que en 1989 se pusieran en marcha las primeras iniciativas en la ciudad brasileña de Porto Alegre, la figura de los Presupuestos Participativos ha ido ganando presencia tanto en América Latina como en Europa” (Frances y Carrillo 2008) . Hemos gozado de numerosos ejemplos (no tantos como sería deseable) de ordenación participativa de los recursos y aún de los planes de desarrollo incluidos los presupuestos. El diagnóstico participativo y la gestión participativa ha mostrado su eficacia en diferentes partes del mundo (aquí veremos la gestión de aguas en Brasil) y, aunque nada es perfecto, ha demostrado los beneficios de hacer permanecer esas prácticas establemente en el tiempo, disminuyendo la conflictividad social y aumentando la eficacia. La Comisión Europea para América Latina (CEPAL-ONU) señaló las condiciones para que se den formas de desarrollo sustentable, las cuales se pueden resumir así: a) que desarrolle económicamente pero en equidad, es decir corrigiendo los desequilibrios; b) que los objetivos a desarrollar sean los más necesarios para la población; c) que mejore el medioambiente, comenzando por el medioambiente del entorno de la población, el que incide en la salud; d) que se haga sobre la auto-organización social y, e) que se institucionalice cada paso que se logre dar. La auto-organización social es un proceso lento donde se ha perdido la costumbre al soportar largos gobiernos autoritarios, en tanto es muy fácil donde encontramos comunidades bien estructuradas con hábitos muy participativos y cooperativos; es el caso de las poblaciones de fuerte identidad cultural donde se conserva la costumbre de gobernar mediante un consejo amplio y consenso; en todo caso las nuevas tendencias de fanático libre mercado no favorecen la práctica de la sustentabilidad y los gobiernos neoliberales ni la incluyen en su discurso.

Indudablemente, en cuanto a participación social, algunos logros se han ido construyendo en las últimas décadas pero la avalancha neoliberal está contrarrestando esos avances cerrando toda vía de participación y aún de debate, con su estrategia de “crisis” o estado de terror mediante el cual realizan un plan de durísimos recortes al bienestar y asalto al patrimonio, pero especialmente se trata de un asalto a los derechos sociales conquistados durante siglos, es decir las crisis son momentos en que el poder mejor instalado somete a los otros poderes más vulnerables. Son numerosas las aportaciones y denuncias en este sentido, Henri Lefebvre pensaba que había encontrado la clave de las sucesivas crisis del capitalismo en que el capitalismo sobrevive a través de la producción del espacio que no explicó exactamente cómo sucedía esa sucesión, señaló David Harvey . Autor que ha ido conceptualizando desde los años 70 la estrategia que llama acumulación por desposesión que sería el modelo ahora triunfante –al menos en la escena- o en plena ofensiva y que hace un efecto reordenador del espacio y de la posición de sus actores, por cierto con ganancia (para los mejor posicionados) a corto plazo ya que su desarrollo entra en un bucle muy destructivo en plazos más largos y, como señala el autor, los llamados “ajustes” son cambios estructurales y no temporales. (Harvey 2008:100)
Otra faceta a considerar es la reciente voluntariedad o absoluto desprecio por el sufrimiento humano que revisten nuevas formas de manipular el orden territorial y sus recursos, como denuncia Naomi Klein, periodista de investigación canadiense, en su rotunda obra La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre . La autora señala que si bien los desastres pueden ser “naturales” la Escuela de Chicago aplica la doctrina de aprovecharlos ventajosamente (o fabricarlos) durante el tiempo que la población está sufriendo el shock de la tragedia y sus propiedades y derechos son presa fácil siempre que se tomen decisiones rápidas y contundentes; el asalto a los bienes patrimoniales y comunitarios. La misma tesis ha sido ya desarrollada por iniciativa de notables intelectuales que cooperan en los documentales Deudocracia, que describe cómo se ha fabricado una deuda externa y sobre ella hacer crecer la crisis que permite el shock, o en Catastroika, o privatización de todo lo público, la descapitalización de las clases medias simulando el desmontaje del estado socialista de la antigua URRSS, o la estrategia de acumulación por desposesión (Harvey 2005),…
Parece que las políticas públicas están condenadas por el momento a servir a los intereses partidistas y a la ambición humana inconfesable de quienes ocupan puestos de poder en la política o detrás de la clase política. Por eso no existen los tecnócratas milagrosos, el saber acumulado cae en terrenos impermeables al conocimiento acumulado; las técnicas se ponen al servicio de actores con poder de coacción y tienen sus propias reglas e intereses. Así la condición de participación social de todos los actores en la ordenación y planeación del territorio, cae de los planes e incluso del discurso de quienes dominan la escena de gobierno. El resultado es un uso fragmentario, no coherente, doloso, de estos instrumentos de gobierno que acaban por favorecer a quienes dominan las contradicciones y vacíos legales y cuentan con ello para su propio beneficio, en tanto obstaculizan o perjudican al común, bienestar público o bien común.

Este libro es fruto de un proyecto de investigación en red interuniversitaria y multidisciplinar, financiado por el gobierno mexicano pero realizado por equipos de diferentes países: México, Brasil, Chile, Bolivia y España; proyecto que ha ido albergando otros proyectos y engarzando los trabajos y la orientación teórico-metodológica mediante un seminario de investigación durante los últimos tres años. Trabajado como un manual universitario, consta de dos tomos, el primero de mi autoría –Conflictos de poder sobre el espacio. Manual de Ordenación territorial a diferentes escalas Tomo I- y el segundo con casos y ejemplos que permitirán tratar un buen número de problemas de la ordenación del territorio, en cualquier región o país.

Definimos ordenación territorial como el complejo sistema de acciones estratégicas -planificadas formalmente o no- para el mantenimiento de una sociedad, su desarrollo y su seguridad y confort. La planeación o planificación territorial es un método de los gobiernos locales, regionales o de otra escala, es una herramienta o instrumento de dirección y control en mano de agentes gubernamentales -legitimados con el mandato de desarrollar la sociedad con justicia y bienestar- aunque en la práctica los veamos representando muchas veces a los grupos de presión más poderosos. Entre ordenar el territorio y planificar existe otra gran diferencia: el ordenamiento es un hecho legible en el paisaje, la planificación o planeación es eso: un plan… que muchas veces no se cumple o se cumple sólo en parte, incluso puede que la parte que se cumpla lo haga tarde y no sirva a los objetivos coyunturales con que se declaró el plan.

De la discusión de los trabajos que aquí se presentan podemos insistir que ordenar el territorio es ordenar sus recursos, supone una forma de gobierno territorial complejo, los actores son más de los que se contemplan habitualmente ya que cada comunidad, cada familia, cada municipio, ordena su territorio y lo hace compitiendo con los demás actores, lo que genera conflictos, y consensuando modos de organizar en común lo que genera estabilidad; el Estado en sus diferentes escalas de gobierno, compite con los actores sociales –a menudo poniéndose de parte de grupos de presión con fuerte poder- pero no es en derecho un actor sino un agente, por lo que se debe a un programa aprobado por la ciudadanía que es dinámico o reformable pero sólo a petición de la ciudadanía o con el permiso de ésta. Cuando las entidades de gobierno se presentan como actores no quedan mediadores que puedan hacer gobierno entre las partes interesadas: la ingobernabilidad está servida y el conflicto en marcha.

Quienes son actores tienen intereses concretos y por ello pueden negociar y establecer pactos estables con otros actores, proponiendo y consensuando diversas formas de solución, soluciones imaginativas y revisables; quienes son agentes deben actuar como tales ya que su labor de agencia sirve para favorecer el pacto social, la estabilidad y la resolución pacífica de los conflictos de intereses entre actores (grupos sociales). Esta es la base de la sustentabilidad y su eficacia es mayor en los procesos locales, ya que los procesos globales o de otra escala deben desembocar en acción local ineludiblemente participativa, o no ser en rigor procesos.

Técnicamente no existen fórmulas únicas ni mucho menos matemáticas para el ordenamiento del territorio, trabajamos para producir aplicaciones que sirvan en el proceso de toma de decisiones, el cual es ya complejo, dinámico y fuertemente subjetivo al estar influido por las tradiciones locales, los intereses sectoriales, la ideología, las identidades, deseos, fobias y otros sesgos propios de la vida en sociedad pues, no hay que olvidarlo: ordenar el territorio es ordenar la vida cotidiana de la sociedad (la vivienda, los desplazamientos, el uso de energías y recursos básicos, la ocupación de la tierra…) y es, en resumen, administrar el patrimonio común.

Ejemplos didácticos de ordenación territorial como confrontación de poderes y competencia por los recursos. Estructura de esta obra
El formato de este libro responde a investigaciones recientes y aún en curso pero también a la vocación docente, la voluntad colectiva de servir como manual universitario para las diferentes disciplinas que abordan la ordenación TERRITORIAL en todos o algunos de sus aspectos (no sólo urbana, ambiental o en instrumentos de planeación); por ello hemos solicitado a los equipos de investigación un lenguaje accesible a las distintas disciplinas y algunas propuestas didácticas anexas -que nunca están de más- para facilitar herramientas docentes en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Este libro se ha dividido en tres secciones, intentando mandar con ello un mensaje centrado en la complejidad de esta transdisciplina y agrupar algunas de las múltiples perspectivas que el estudio de la ordenación territorial admite e incluso requiere; en la Primera Parte, titulada Historia, Naturaleza y gestión, se ha querido mostrar la complejidad, centrada en estos tres factores que se presentan inseparablemente unidos en toda forma de ordenación territorial, y a la vez dar una visión de la confrontación de poderes que se da en el uso del espacio habitado, teniendo en cuenta que la territorialidad (formas de uso y gobierno del territorio) es un sistema social complejo del que destacamos como subsistemas la tríada: condicionamientos heredados, naturaleza del medio y estilo de gestión. Sistema contextualizado en el reciente proceso de urbanización pos-industrial o neoliberal; es sorprendente la cantidad y cualidad de componentes inmateriales -además de los materiales-, subjetivos, culturales, afectivos,… que resultan implicados en la toma de decisiones/acciones urbanas o no urbanas, y cómo todo ello produce arraigo o –por el contrario- desestructura poblacionalmente y dificulta el bienestar y el desarrollo democrático.

Y esto es similar en muy distantes puntos de la Tierra, como pudieran ser una capital europea y la periferia amazónica con los varios pueblos indígenas que pueblan las selvas. Hay en todo este bloque de trabajos un reclamo persistente a la apertura de vías de participación, frente al discurso oficial que pareciera que “quiere fomentar” la participación cuando de hecho se están cerrando las pocas vías incluso está desapareciendo hasta el término del discurso gubernamental.

A la vez, y como misión también de un manual universitario, se ha buscado abrir en la mente caminos nuevos y diversos para estudios, tesis y proyectos con perspectiva compleja sobre la territorialidad en el vivir de las gentes y en el buen gobierno; romper el simplismo tecnicista o tecnócrata de que la OT requiere un buen equipo técnico con modernas técnicas para ser eficaz… Hace mucho tiempo que tenemos técnicos brillantes y técnicas sofisticadas y los resultados de la planeación es mayormente un fracaso (véase el Tomo I de esta obra).

En el capítulo “Territorio, economía y simbolismo en Egipto faraónico” Mara Castillo Manllé, arqueóloga especializada en Egipto, aporta un bellísimo desarrollo de la administración del territorio en uno de los países de más larga historia que nos asombra con las similitudes estratégicas entre el Egipto faraónico y la actualidad. Se trata de una descripción de cómo historia, naturaleza y gestión se combinan en políticas de gobierno. La distancia espacio temporal permite ver lo que no vemos a nuestro alrededor y esa es la perspectiva que se ha buscado al incluir un trabajo sobre políticas territoriales milenarias.

El siguiente capítulo “La escuela y la educación en participación ciudadana para la organización territorial”, sale del proyecto Vivir la democracia en la escuela Sandra García de Fez y Paula Jardón Giner, dan cuenta de pedagogías de implicación social desde la escuela, y la comunidad educativa, para intensificar la democracia; abordan un experimento de participación ciudadana en el Plan General de Ordenación Territorial de Valencia, promovida por la escuela, tras la pregunta ¿qué hace la escuela para preparar a la futura ciudadanía para que tengan un papel activo en el uso y distribución del territorio? Y concluyen que toda la comunidad escolar puede y debe implicarse en la ordenación del territorio porque de ésta depende el arraigo y grandes decisiones de tipo económico, social, cultural y ecológico, además es el territorio el que enmarca poderosamente el entorno donde los niños y las niñas, los y las jóvenes viven, crecen, se socializan: “En todo proceso de autopercepción convergen a su vez dos aspectos básicos en la edificación del sujeto como tal: la construcción del yo en relación con el nosotros, es decir, la identidad cultural de referencia, sea ésta la inmediata o sean otras fronterizas y, por otro lado, la contribución real que cada ciudadano y ciudadana puede ejercer individual y colectivamente en la planificación de las políticas públicas”. Su capítulo aporta además un anexo con guía de actividades para personal docente y alumnado, lo que es muy de agradecer pues cambiar es un verbo que pide metodologías nuevas, técnicas variadas y no sólo buenos deseos.

Clara Isabel Pérez Herrero en su capítulo “Ordenación territorial en el ámbito rural. El Ecomuseo de Aras de los Olmos” - en la comarca de Los Serranos (Valencia)- sostiene que la creación de un museo local, etnohistórico o similar, es una operación de gestión del patrimonio con participación activa y propositiva de toda la comunidad por un lado porque entra a formar parte del patrimonio (tangible e intangible) y entonces es considerado en los planes de ordenación territorial; por otro lado las nuevas tendencias museísticas buscan mucho más que almacenar y exponer objetos valiosos, la UNESCO impulsó un extenso repertorio de acciones que dieron lugar a las nuevas tipologías de museos, poniendo el acento en preservar y transmitir el legado material, la memoria local y el modo de vida. Al considerar la interacción, multidisciplinariedad y la disgregación espacial y temporal: los ecomuseos, museos al aire libre, parques culturales, museos-territorio, museos comunitarios, museos vivos... comparten dos características fundamentales, dice la autora: promover el arraigo local y la participación. A destacar en este capítulo los deliciosos términos de una cotidianidad casi desaparecida, como las partes de la casa rural valenciana, huertos tapiados o los Hornos de pan cocer y otros para la antropogeografía y la lingüística.

En el ámbito internacional más distante, las consideraciones y la acción de agentes y actores en la ordenación territorial no es apenas diferente. En el capítulo “Las máscaras de la integración territorial amazónica: tensiones y desafíos en los procesos de ordenación del espacio”, Virginia Jabardo Pereda, antropóloga y geógrafa, hace una apasionada defensa de la geografía como disciplina imprescindible para comprender el territorio y responsabilizarse en su permanente construcción-transformación. Desarrolla este capítulo a partir de su reciente tesis doctoral realizada en la Amazonía boliviana y señala las distintas escalas en que se produce la ordenación territorial la cual articula las relaciones de poder y muestra las disputas surgidas entre los distintos actores y agencias por la gestión del territorio y la consecuente apropiación de sus recursos. Es interesante que en el caso de Bolivia los procesos territoriales se inscriben históricamente en las políticas extractivistas coloniales y poscoloniales y, recientemente, en el marco de las autonomías -reconocidas en el nuevo modelo estatal descentralizado- el cual otorga mayores competencias a las comunidades locales especialmente en cuanto a administración de los recursos naturales. Particularmente, en el caso de las áreas amazónicas de los diferentes países que las integran, hay que recordar que fueron vistas como terra nullius o desiertas, marginales, hasta que se hizo notar la gran riqueza de recursos y su puesta en valor en los mercados internacionales. De entonces para acá, concluye la autora, las grandes agencias de ordenación territorial han actuado de forma irregular cuando no ilegal, contraviniendo las propias leyes nacionales del Ministerio de Desarrollo Sostenible. Tras sus conclusiones aporta como anexo, una batería de preguntas encaminadas a promover el debate y captar la idea de las similitudes que están ocurriendo en la gestión del territorio en áreas tan lejanas como la cuenca Amazónica o la residencia del lector o lectora, profesorado y alumnado que utilicen este texto.

Un trabajo empírico, aún en curso, descubre otro ordenador del territorio más sutil que cualquiera de los anteriores, un indicador visual y perceptivo: el arte mural efímero. Los actores del arte mural son artistas de mayor o menor calidad (los que aparecen aquí son excelentes), insertos en su medio popular y que por ello expresan en sus pinturas sentimientos compartidos en su contexto social, local o global, pero siempre muy contemporáneos. Son nuevas expresiones culturales que construyen la ciudad, construyen convivencia, fomentan arraigo,… Inútil será que los ediles de urbanismo más cerriles se opongan y quieran destruir sus obras y sancionar a los artistas; es un arte social, gratuito y cada vez más insertado en el circuito comercial de las ciudades. Ha recibido el calificativo de arte efímero pero ¿acaso los frescos romanos no lo eran? Pues algunos han llegado a nuestros días y ¡bien que se valoran! En su capítulo “Un arte que ordena la ciudad” dos artistas grafiteros son entrevistados por Patricia Pozo Alemán, quien con su agudeza de arquitecta percibe espacios singulares ambientados por las acertadas pinturas; lugares que disfrutan unos u otros grupos sociales: el vecindario desde sus ventanas o los usuarios del barrio, en sus diferentes identidades, que van a preferir pasar sus ratos de ocio frente a indudables obras de arte en vez de frente a deprimentes muros y tapias desconchadas. “Me gustan las paredes castigadas por el tiempo y la dejadez” dice Raúl Ruíz a la autora cuando explica cómo elije sus lienzos. Como dice Samuel, otro artista entrevistado por Patricia Pozo, “Aún hay demasiada gente que no entiende el arte urbano como parte de la ciudad, y lo niega, lo rechaza, y sobre todo intenta destruirlo. Eso es lo que me interesa muchas veces: pintar un edificio que sé que se va a tirar. Busco que lo tiren. No lo pueden dejar así, abandonado. De este modo hago un homenaje a una arquitectura que no habría tenido ningún tipo de reconocimiento. Esto modifica el lugar, y cambia el espacio en el futuro. Su percepción mejora.” La autora lamenta que por la especulación se eliminen espacios públicos como plazas, jardines, calles peatonales, y se generan ciudades atestadas de edificaciones, muchas veces construidas sin un criterio lógico, donde falta el aire.

El capítulo “Casas cueva: clasificación de un paisaje original” de Maria Teresa Ayllón Trujillo, vuelca una clasificación de cuevas habitadas hasta el presente como hogar familiar y que por la extracción socioeconómica de sus habitantes y por la marginación tradicional de éstos, se organizan formando perfiles o bordes de las ciudades o de las antiguas ciudades, aunque ahora queden algunos conjuntos cueveros más centrales, como es el caso de Granada con el barrio del Albaicín. También se explican los materiales y trabajos realizados en las cuevas excavadas o las que se habitan sin apenas modificar, así como la interpretación extraída de observaciones y entrevistas. El capítulo da continuidad a los trabajos geográficos sobre familia y casa de la autora; hay que señalar que la arquitectura subterránea es mucho más amplia y no sólo relicta, en la actualidad se encuentra clasificada entre las modernas tendencias arquitectónicas pero su origen, función y consecuencias sociales no son las mismas; aquí se trata sólo de la casa tradicional, familiar y perviviente en usos originales y en la conformación de conjuntos más o menos abigarrados.

El segundo bloque o 2a Parte se ha titulado Ordenación territorial y crisis neoliberal, ya que se ha querido mostrar cómo la acción gubernamental de ordenar el territorio va evolucionando de acuerdo a las ideologías y los intereses coyunturales de cada sociedad, además de responder a dolosos intereses egoístas, individuales o de elites sociales; esto es así ahora (podemos verlo cada día en los escándalos de corrupción) pero también ha sido de forma similar en otros tiempos y lugares lejanos. Esta parte se centra en la evolución político administrativa española y europea y termina con un capítulo sobre la especulación urbanística a través del cine.

Comienza con el capítulo “La ordenación del territorio en España. Balance crítico ante la crisis actual” donde Alfredo Pérez Morales y Salvador Gil Guirado, nos dan un marco magistral para entender por dónde ha ido evolucionando la planeación en España; finamente señalan la incongruencia o deslealtad de quienes dirigían las entidades autonómicas que después de insistir en que se les traspasaran las competencias en ordenación territorial, al lograrlo hicieron dejación de sus obligaciones en la elaboración y ejecución de los planes territoriales; los autores llegan incluso a afirmar que ese desgobierno territorial ha sido factor determinante para el desastre socioeconómico en el que nos vemos inmersos. Señalan acertadamente el problema epistemológico que origina este libro: que el OT ni siquiera está definido -ni siquiera existe un consenso científico-técnico acerca de los contenidos que deban ser considerados como parte de esta materia- y nos recuerdan que algo tan complejo como la ordenación del territorio ha sido tradicionalmente monopolio de los “urbanistas” (generalmente arquitectos) lo que ha primado es la edificación y accesibilidad de los transportes en vez del desarrollo de bienestar social en todo al territorio (ciudades, campo, poblaciones rurales y recursos naturales). Como consecuencia -dicen los autores- buena parte de las Leyes aprobadas en la materia en España integran el planeamiento territorial dentro de las leyes urbanísticas, cuando debería ser al revés; esta consecuencia se convierte a su vez en causa de un desarrollo desequilibrado que al aumentar las desigualdades y desequilibrios regionales, polariza la riqueza y la pobreza. Las políticas territoriales muestran “los rasgos más exacerbados del urbanismo más depredador (que) han terminado por prevalecer y propagar su influencia sobre la totalidad de aquellas medidas destinadas a la ordenación territorial”. Su trabajo permite entender que en España “se hable tanto de urbanismo y se preste poca atención a la ordenación sostenible del territorio como base material en la que tanto las políticas urbanísticas, como las sectoriales y ambientales deberían engarzarse”.

Daniel Devesa y Antonio Romero exponen en “Asentamientos informales en la Comunidad de Madrid: un problema de difícil solución” cómo la ciudad capital se está llenando en sus bordes, de asentamientos informales como fruto de la debilidad del estado en cuanto administrador del suelo. Mas no se trata de chabolismo o infravivienda, último recurso de aquellos grupos urbanos más empobrecidos con el modelo neoliberal, sino de viviendas de calidad, enormes fincas edificadas en suelo rural con la complicidad o inacción de las autoridades administrativas municipales y las policiales; fincas o chalets que muestran sin pudor carteles que dicen “se vende” incluso con los metros de la parcela siendo que se trata de suelo comunitario o agrario sin parcelar. Los autores, especialistas en medioambiente, han realizado una concienzuda exploración de campo en la Comunidad de Madrid y tras ello realizan una tipología edificatoria de las construcciones fuera de ordenación, halladas tanto en los espacios próximos a la ciudad capital como en áreas rurales, rurubanas o –como dicen ellos- de identidad rural, ya que verdaderamente es el proceso de urbanización el que genera los conflictos en áreas llamadas rurales o urbanas.

Xosé M. Souto y Raul Jorge Marques en su capítulo “Planeamiento territorial a diferentes escalas. Eixo Atlântico do noroeste peninsular y bacia do Guadiana” muestran su experiencia como agentes que han intervenido en procesos de planeación pero que aquí aplican una mirada crítica. Lo hacen para: analizar las estrategias de la Unión para crear una identidad territorial y definir áreas que sean referentes en las inversiones de los fondos comunitarios (euro-regiones); analizar dos procesos espaciales (Eixo Atlántico do Noroeste Peninsular y Bacia do Guadiana) que definen con mayor precisión el papel de personas e instituciones en la creación de una identidad y un modelo de desarrollo; valorar algunas de las políticas que hemos mencionado, con el objetivo de establecer criterios de análisis que permitan explicar el funcionamiento de los espacios vitales. Finalmente descienden a la escala de la cotidianidad de cuatro núcleos de población para mostrar sus diferentes estrategias emprendidas para promocionar sus recursos humanos, ambientales, culturales y económicos.

Aurelio Cebrián Abellán y Ramón García Marín en “El Parque Regional de Sierra Espuña (Murcia): eficacia ambiental (PEFC, GFS) y turística” nos ponen ante un ejemplo de buenas prácticas en la protección de parques naturales que, según explican, ha conseguido premios y menciones por la eficacia de la protección de la Sierra Espuña, en el centro de la Comunidad de Murcia. En un área mediterránea tórrida, la sierra ha sido explotada para todo tipo de recursos desde la minería a los pozos de nieve para la industria del hielo, pasando por el pastoreo y la agricultura cerealista y de huerta. Las múltiples iniciativas económicas de desarrollo endógeno de la población de esta sierra han contado con apoyos de los programas LEADER y otros, con figuras de protección nacionales y regionales, con la Q de Calidad Turística… Sin embargo, este equilibrio exitoso que desde al menos el siglo XIX viene explotando y restaurando los problemas de erosión y deforestación, resulta vulnerable en el actual marco de desregulación y desmontaje de las instituciones comunitarias (como las mancomunidades) y las excesivas libertades otorgadas a los grandes sectores financieros, inversores o especulativos.

Rafael Arias Carrión, en su capítulo “La especulación urbanística en el cine”, junto a unas interesantes reflexiones sobre lo que significa el cine en nuestras vidas y en nuestras formas de aprender, nos ofrece una herramienta didáctica muy valiosa: un ciclo de cine comentado, con títulos de calidad para discutir y reflexionar sobre muchos de los problemas aquí expuestos. “La profesión docente tiende a familiarizarse con medios audiovisuales –y cada vez más- que son más atractivos para el alumnado que las lecturas como única herramienta de reflexión y debate”, dice a la vez que nos recuerda que pocas veces una película va a exponer todo lo que nos interesa, por eso recomienda el ciclo de cine o conjunto selecto de películas del cual nace un diálogo entre ellas, o para que el mismo espectador descubra esos vasos comunicantes. Así Las manos sobre la ciudad (1963), Gomorra (1980), El pisito (1959), La caja 507 (2002), La estrategia del caracol (1993) y la reciente Cinco metros cuadrados (2011) se describen, además de algunas series televisivas como Crematorio (2011), para adiestrar en un formato respetuoso de comentario y presentación de recursos cinematográficos. Su capítulo supone ya el resumen de un conjunto de problemas urbanos y urbano-ambientales que la planeación no ha logrado solucionar.

La 3ª Parte de la obra Vulnerabilidad, riesgos y conflictos socioambientales recoge un grupo de capítulos que muestran la fragilidad ambiental así como algunas aportaciones para su prevención y tratamiento. La cuestión del agua en España y en Brasil, se aborda por Wanderléia Elizabeth Brinckmann y Michele Friedrich en “Participación, sostenibilidad y gestión de aguas en España y Brasil”, donde los autores señalan los grandes desequilibrios territoriales que tiene el agua disponible en cada país y la demanda creciente de consumo, tanto para regadío de agroindustria, hotelería turística y demanda de las grandes concentraciones poblacionales nos colocan en situación crítica pues las masas de agua potable aún presentando superávit, corren el riesgo de sufrir una escasez de carácter coyuntural, debido a que sus niveles de consumo se hallan relativamente próximos al recurso potencial. Señalan que tanto en España como en Brasil y, en general como problema en todo el ámbito mundial, crece la convicción de que los límites de calidad y cantidad de agua y en particular de agua potable. Concluyen que la tarea no se puede abordar desde las técnicas ni desde los gabinetes que los conflictos por el uso del agua y de los manantiales, así como la protección y la conservación de los recursos hídricos, sólo podrán ser solucionados eficazmente a través de la gestión pública, pero basada en la participación de todos los usuarios y de las comunidades implicadas en el proceso.

En el siguiente trabajo abre una ventana a otro enorme complejo de problemas originados por el modo de vida consumista y la ineficacia de la planeación en cuanto a confinamiento de residuos y a su reciclaje. En “Reciclagem de residuos sólidos urbanos: ações e práticas dos trabalhadores na perspectiva do empoderamento” (Reciclaje de residuos sólidos urbanos: acciones y prácticas de los trabajadores desde la perspectiva de empoderamiento) de Ari Rocha da Silva y Juçara Spinelli, señalan que en un entorno globalizado, el estado hace dejación de sus funciones como agente central de la economía, so pretexto de una mejor expansión de la economía y el Estado se convierte en economía auxiliar. Las personas que recolectan materiales reciclables forman parte de un contingente de parados -no integrados en el mercado laboral formal y poco integrados en la sociedad de consumo-, provienen de los estratos más pobres de la población, son desproletarizados; aceptan terribles condiciones de trabajo en vertederos de residuos municipales y la marginalización en una población de personas que buscan su sustento a través de un trabajo durísimo y una condición degradada de sobreexplotación y, por su poco poder de negociación, no logran obtener buenos precios por sus materiales, siendo presa fácil de los intermediarios. Como ejemplo han estudiado cinco cooperativas recicladoras (formadas por captadoras/es), las relaciones de éstas con las instituciones de gobierno y con la sociedad civil organizada (ONG’s) en –Paso Fundo, Brasil- una sociedad con fuertes desigualdades y desequilibrios sociales, culturales y económicos.

La contaminación de los mares y océanos por sobreexplotación se está convirtiendo en un problema de salud y la ordenación de las aguas y de los medios costeros no está afrontando este creciente problema. Gonzalo Saavedra Gallo y Alfredo Macías Vázquez en su capítulo “Transformaciones del espacio marino costero en el sur-austral de Chile. Actores, desarrollo e intervención territorial” muestran localmente este problema ambiental -y alimentario- en crecimiento: la sobre-explotación pesquera de la costa chilena. Cultura de bordemar llaman los autores a las sociedades litorales con tradicional pesca de cabotaje desde tiempos prehispanos pero, en la actualidad, no se respeta el capital del saber hacer de las sociedades litorales de base pesquero-artesanal sino que se hacen concesiones técnicas de licencias de pesca y cria de pescado en cautiverio: la Agencia Alemana de Cooperación Técnica, GTZ (Deutsche Gesellschaft für
Technische Zusammenarbeit)- propuso una distinción de áreas en todo el borde costero de Aysén, dejando prácticamente la mitad del archipiélago como zona apta para actividades de acuicultura, unas 500.000 hectáreas de medios marinos de interface, de frágil equilibrio. La complejidad de esta situación, contada en cuatro casos o ejemplos (Cochamó, Guaitecas, Chiloé y Aysén), se ha trabajado seleccionado las tres intersecciones: 1) las sociedades litorales y el Estado; 2) las sociedades litorales y el mercado; 3) las sociedades litorales en la base social, es decir la base social y sus propias intersecciones. Señalan la concurrencia de intereses, influencias y de actores diversos que terminan por definir límites porosos en esas intersecciones, acentuando las tensiones no resueltas en los modelos de desarrollo.

Elda Luyando López, María Alejandra Cortés Ortiz y María del Pilar Fuerte Celis realizan en su capítulo “Distribución de los desastres asociados por lluvias en la ciudad de México: una ventana para pensar en la gestión del riesgo desde el ordenamiento territorial”, un análisis de nuevos escenarios de riesgo a partir del aumento y redistribución de la población urbana en la capital más grande del mundo México (con más de 20 millones de hab.), buscando comprender la configuración del riesgo y distribución de los desastres en estos espacios urbanos y, a partir de esta comprensión, aterrizarlos en lineamientos rectores de programas y políticas públicas tendentes a una ordenación del territorio congruente y consecuente con los lineamientos y normativas del desarrollo urbano de la ciudad desde un enfoque de gestión del riesgo. Así, se presentan los resultados de la distribución espacial y temporal de los desastres detonados por la ocurrencia de lluvias durante los últimos cuarenta años (1970 a 2010) en la ciudad de México, para ello se hizo un análisis descriptivo de los registros de la base de datos de DesInventar que es un sistema georeferenciado de eventos de desastre en América Latina y el Caribe. Al poner en contexto el estudio nos ofrece una oportuna descripción histórica del crecimiento de la ciudad y los modelos de desarrollo urbano bajo los que se ha gestado. También se resume el marco normativo y jurídico en el que se sustenta la protección civil del país y la ciudad, poniendo en evidencia las discrepancias entre el sistema de prevención con el ordenamiento del territorio.

Finalmente, José Juan Zamorano Orozco y Manuel Mollá Ruiz-Gómez nos ofrecen en su trabajo “El papel de la cartografía geomorfológica en la prevención de riesgos naturales”, además de unas reflexiones sobre las numerosas voces que reclaman la incorporación de la perspectiva del riesgo y la vulnerabilidad, una metodología para la elaboración de un mapa de peligros que los autores consideran necesario para todo género de planeación territorial ya que la misma es la herramienta donde debe de señalarse la vulnerabilidad física y las medidas de prevención y mitigación del evento catastrófico. “El mapa de peligros, siempre que el especialista considere que es imprescindible, debería incorporarse sistemática y obligatoriamente a los planes, tanto urbanos como generales de ordenamiento territorial”.

La utilidad y asuntos pendientes para el debate

Para quién hay leído el primer y/o segundo Tomo de Conflictos del poder sobre el espacio. Ordenación territorial a diferentes escalas ha debido quedarle claro que no es lo mismo planeación territorial que ordenación del territorio; es de suponer que habrá captado la complejidad de factores que se coaligan para producir territorio, para caracterizarlo y presentar un paisaje; seguramente habrá comprobado la relevancia de la tríada historia, naturaleza y gestión en la construcción del territorio, aunque si viene del campo de la geografía no será una idea tan nueva ya que la Geografía como disciplina se desgajó de la Historia en los años noventa y anteriormente ambas de la Filosofía.

En todo caso lo que se pretende aportar es que la gestión del territorio es sólo una de las fuerzas que actúan en él al transformarlo. Los condicionamientos heredados, la cultura establecida, establecen límites a las formas posibles de gestión y a las determinaciones que se pretendan. La gestión es temporal –por más que algunos gobiernos se crean eternos- y todo plan tiene como destino ser sustituido por otros, es justamente la participación social real la que puede dar sustentabilidad a los planes urbanos, rurales, ambientales, costeros, o cualesquiera.

La Naturaleza es una fuerza imperiosa y sorprendente pero podemos sorprendernos igualmente con lo que puede llegar a hacer una buena prevención basada en la autoorganización social y el empoderamiento de una población. En eso los cubanos son un caso paradigmático ya que la población está preparada y actúa eficazmente sobre sus inundaciones, riadas y huracanes y no conocemos catástrofes en los tiempos recientes en que se han producido catástrofes en las costas mexicanas afectadas de los mismos eventos climáticos. Se trata del mismo medio morfoclimático que la península de Yucatán, acosada por células ciclónicas de muy diversa magnitud, pero los planes cubanos de prevención y mitigación de los efectos, además de la autoorganización, parece hacer milagros y así la Naturaleza aprieta pero no ahoga… Siempre hay que tener en cuenta el medio, la estructura de los suelos, los rigores del clima y otros elementos pero lo más catastrófico es el uso que se hace de las pendientes, la mala calidad de las viviendas, de los conductos de agua y la malnutrición de las potenciales víctimas, según ha reiterado la OMS y el Banco Interamericano.

Como producto de una investigación colectiva que ha ido avanzando mediante un seminario de investigación entre diferentes disciplinas y universidades distantes, éste es un fruto de lenta gestación pero a su vez rico en perspectivas, seguramente cumplirá su objetivo práctico, didáctico, un manual universitario, una guía para profesionales de la intervención en el orden territorial ya establecido sobre el que han de imponerse los instrumentos de planeación con mayor o menor acierto -guía para la reflexión especialmente, pues instrumentos y “plantillas” ya los hay en la red y en muchas instituciones de gobierno, la metodología en lo social requiere reflexionar y replantear el método una y otra vez, con cada caso y con la comunidad sobre la que se pretende intervenir- En todo caso preferible por lo que significa de trabajo en equipo, de gestación de confianzas e intercambios y, finalmente habla del compromiso social que hay en la trastienda, el modo editorial que hemos elegido.