VIVIENDA, RIESGO Y VULNERABILIDAD SOCIAL EN LA DESEMBOCADURA DEL RÍO PÁNUCO

VIVIENDA, RIESGO Y VULNERABILIDAD SOCIAL EN LA DESEMBOCADURA DEL RÍO PÁNUCO

José Luis de la Cruz Rock
Alfonso Tello Iturbe
María Eugenia Rosas Rodríguez
(CV)
Universidad Autónoma de Tamaulipas

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Vulnerabilidad social: pobreza y marginalidad

La vulnerabilidad social es consecuencia directa del empobrecimiento, del incremento demográfico y de la urbanización acelerada sin planeación; está asociada a los desastres naturales, y se define como “el conjunto de características sociales y económicas de la población que limita la capacidad de desarrollo de la sociedad; en conjunto con la capacidad de prevención y respuesta de la misma frente a un fenómeno y la percepción local del riesgo de la población” (CENAPRED, 2006; INEEC, 2009).

La marginalidad se asocia en términos generales con subempleo, desempleo, economía informal, migración, ciudades perdidas o viviendas miserables, que son absorbidos y a la vez rechazados o apartados por la sociedad. La pobreza es un factor dinámico que afecta la participación en la esfera de la cultura nacional creando una subcultura por sí misma.

La mayor parte de la población que reside en estas áreas de pobreza manifiesta bajos niveles de escolaridad, analfabetismo y existencia muy marcada de trabajo informal como prestadores de servicios (Sevilla, 2014).

Otra postura sobre la vulnerabilidad, es aquella que la relaciona con las condiciones previas a la emergencia, y se puede definir como “la condición en la cual los asentamientos humanos o las edificaciones se encuentran en peligro en virtud de su proximidad a una amenaza, la calidad de la construcción o ambos factores” (Cuny, citado por Macías, 1999: 25).

En suma “la vulnerabilidad es una condición (susceptible de recibir daños) en referencia a otra (condición no dañada) en cuya relación median, en orden, el peligro y el riesgo” (Macías, 1992, citado por Macías, 1999: 25).

La pobreza es un fenómeno general de desarrollo insuficiente. Se considera que una persona es pobre cuando se encuentra en una situación precaria en la que carece de capacidades y oportunidades de  desarrollo. Manifiestan escasez de recursos, por lo que padecen de insalubridad y desnutrición, así como de enfermedades asociadas a la miseria que los hace vulnerables a los fenómenos naturales que inciden negativamente en sus condiciones de vida.

Por lo general,  los asentamientos humanos irregulares son vulnerables porque se construyen en las márgenes de ríos, lagunas, esteros y marismas, así como en áreas federales, sobre los ductos y tuberías de PEMEX, al margen de las vías del ferrocarril o de los tendidos eléctricos de alta tensión, por mencionar algunos.             Los   indicadores   básicos      para   construir  el  perfil socioeconómico son: vivienda, empleo e ingresos, salud, educación, alimentación, así como riesgo de las áreas de residencia y el contexto de la vulnerabilidad (zonas inundables, próximas a basureros, áreas industriales).

Los habitantes de los asentamientos irregulares desarrollan estrategias y prácticas de sobrevivencia que les permite adaptarse a los sitios que construyen, creando redes comunitarias o vecinales de carácter informal, que incluyen la recuperación de materiales de desecho.

La vulnerabilidad infantil es muy alta debido a la mala alimentación y la desnutrición, aunado a las condiciones climáticas, a la carencia de instituciones educativas y de otros apoyos estatales.

Tanto el riesgo como la vulnerabilidad tienen diferentes dimensiones: el riesgo, como producto de factores tanto objetivos como subjetivos (Natenzon, et al, 2003), se puede identificar mediante aspectos de tipo natural, social, tecnológico; en el caso de la vulnerabilidad, se pueden distinguir sus dimensiones física, climática, social, económica, política y socio ambiental, como lo hace Ávila (2007:134) quien la define como “un proceso a través del cual, la población humana y los ecosistemas están sujetos a un riesgo por daños o amenazas ocasionados por factores biofísicos y sociales” (citado por De la Cruz, et al, 2009).

La zona de Tampico, Cd. Madero y Altamira, ha sido históricamente la más importante en la región por su cre- cimiento y desarrollo del sector industrial comercial y de servicios, lo que le ha permitido constituirse como un polo de atracción para la inversión y para la población rural, que ante la creciente pobreza, se desplaza a la zona conurbada en busca de mejores condiciones de vida (González, 2014).

La marginalidad y la pobreza urbana generan altas probabilidades de problemas sociales como la drogadicción, alcoholismo, violencia, delincuencia juvenil y prostitución.

Las inundaciones que padecen las colonias populares, propician comúnmente epidemias tales como el dengue, cólera o bien el paludismo que había sido erradicado.

La pobreza es también, una causa importante del deterioro ambiental, ya que frecuentemente las comunidades de las zonas rurales de la costa adoptan formas de apropiación del patrimonio natural que, aunque alivian transitoriamente las necesidades insatisfechas, se reflejan en pérdidas permanentes de recursos naturales. Estos asentamientos ocupan zonas de manglares con alto valor comercial que las explotan en distintas formas depredadoras. Una de ellas es como leña y carbón que se usan como combustible y diversos usos agrícolas (Ocampo, 1999).

La vulnerabilidad que viven la mayoría de los pobres “shocks” –ante los desastres naturales como inundaciones, sismos, sequías, derrumbes de lodo-, deriva la perdida de sus hogares, sus pocas posesiones, sus fuentes de subsistencia y se torna virtualmente imposible tener la capacidad de enfrentar los resultados de estos desastres (Desai, 2007).

Las pérdidas materiales que sufre la población por inundaciones son recurrentes, no sólo merman su economía, sino las condiciones habituales a que se han adaptado con las escasas pertenencias que poco a poco les satisface algunas “comodidades” básicas, ya que por su precariedad no les es recuperable en corto plazo. Con frecuencia sus habitaciones se ven deterioradas, sus cosechas y muchos de sus bienes siniestrados; volver a la “normalidad” les representan años de trabajo y esfuerzo.

Los habitantes de las colonias marginadas se ubican en el mercado laboral informal con un conjunto de empleos mal remunerados y ocupaciones manuales sin calificación y desvalorizadas: en la construcción, limpieza, vigilancia, servicios domésticos, vendedores ambulantes y pepenadores.

La pobreza se hereda de generación en generación, pues con la mala nutrición de los niños, sin atención adecuada a la salud y sin posibilidades de una educación de calidad, difícilmente se pueden incorporar a actividades mejor remuneradas y formales para superar generacionalmente la situación de pobreza.

Los procesos de adaptación y las nuevas identidades urbanas se reprodujeron en los asentamientos irregulares ampliando los cinturones de miseria, y desarrollaron  estrategias  que  van  desde  la autoconstrucción, la informalidad como forma de vida y la autoprotección, que a través de redes sociales les ha permitido integrarse a un medio violento que los rechaza; finalmente, se adaptan al espacio urbano. El problema de origen reside en las políticas y programas sociales que difícilmente resuelven la situación de pobreza y sus diferentes manifestaciones.