EL MIEDO, LA FRUSTRACIÓN Y LA INDIFERENCIA ELECTORAL Y POLÍTICA EN LA CIUDAD DE TEPIC, NAYARIT, 2011

EL MIEDO, LA FRUSTRACIÓN Y LA INDIFERENCIA ELECTORAL Y POLÍTICA EN LA CIUDAD DE TEPIC, NAYARIT, 2011

Lucina Aguilar Orejel (CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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1.4 El miedo como parte de la cultura política

1.4.1 Enfoques de la cultura política
          La forma como históricamente se ha abordado el estudio de la cultura política es diversa; sin embargo, existen dos enfoques conceptuales desde los que los análisis pueden ser englobados, estos son el interpretativo y el comparatista (Heras, 2002). En el caso del enfoque interpretativo, también llamado sociológico interpretativo, Heras (2002:182) dice que “la idea central es que mediante la recuperación del bagaje de representaciones, símbolos e instituciones de una sociedad, es posible establecer las bases o raíces de la cultura política”. Sin embargo, esta forma de interpretar la cultura política no es suficiente para conocer las percepciones y actitudes reales y cotidianas de la sociedad hacia la política porque únicamente rescata lo que la gente dice hacer y no lo que realmente hace. Para poder conocer esto último, de forma más aproximada, se requiere el estudio comparativo y el análisis de estadísticas de diversas variables a lo largo del tiempo (que muestran lo que “realmente está sucediendo”), como el que se plantea desde el enfoque de la política comparada.
Lo anterior quiere decir que, para abordar el estudio de forma más comprensiva y clara, es necesario hacer un análisis donde estos dos enfoques se utilicen de forma inteligente y sin ignorar la pertinencia que pueden tener para explicar el fenómeno en estudio, de tal manera que se pueda conjugar una visión que fusione la realidad concreta con la subjetiva. Es por ello que se hará un análisis donde estos dos enfoques se utilicen complementariamente y según las necesidades de la investigación. Asimismo, si no se consideran ambos enfoques sólo se pueden llevar a cabo estudios etnográficos, al tomar historias políticas a profundidad; o datos en seco (value-free) si medimos actitudes políticas. Pero al final de cuentas se habrá explicado mucho y no se tendrán posibilidades de aventurar hipótesis del comportamiento político. Por lo que se debe utilizar la sociología interpretativa para la recuperación histórica de los valores políticos culturales de una sociedad y hacer análisis de la cultura política a partir de la política comparada (Heras, 2002:190).
Se reconoce por último la necesidad de abordar el estudio tanto estructural como coyunturalmente.

1.4.2 Concepto de cultura política
En cuanto a qué es cultura política existen diversas definiciones que varían, sobre todo, según el enfoque que se utilice para estudiarla. En este sentido, se encuentran definiciones como la que desde el enfoque comparatista y de forma pionera hacen Almond y Verba (1965) en su estudio ‘The civic culture” hasta otras más recientes como las de Sani (1981), Monsiváis (1988), Braud (1992), AiCamp (1996), Forte y Silva (2007), etc. No obstante, para esta investigación la cultura política es entendida como la define Aguilar (2010:17): “el conjunto de orientaciones cognitivas (conocimientos y creencias sobre el sistema político, sobre las instituciones, la práctica política, las fuerzas políticas), afectivas (sentimientos de apego, compromiso y rechazo respecto al sistema  político) y valorativas (opiniones y criterios de evaluación sobre el sistema político), que permiten a los individuos interpretar, relacionarse y eventualmente confrontarse con el poder político que los gobierna y sus instituciones. Así como el tipo de actitudes (la indiferencia, el cinismo, la rigidez, el dogmatismo o,  por el contrario, el sentido de confianza, de adhesión, la tolerancia hacia las fuerzas políticas indistintas de la propia, etc.) y comportamientos reales en que tales percepciones se expresan empíricamente y afectan las estructuras de poder”.
Como se puede apreciar, la anterior definición trata de incluir aspectos tanto del enfoque interpretativo como comparatista, al considerar no sólo las orientaciones cognitivas, afectivas y valorativas que dicen tener los ciudadanos sino además las actitudes y comportamientos reales en que tales percepciones se expresan en la realidad. Es importante decir que las orientaciones de las que habla Aguilar (2010) las retoma de la definición pionera de Almond y Verba (1965) (orientaciones cognitivas, afectivas y valorativas en relación al sistema político) no obstante la definición no se queda sólo en el plano subjetivo de las percepciones en las que se encierra el concepto planteado por Almond y Verba (1965) sino que tiene la virtud de rebasar la definición al ampliarla e incluir las actitudes y comportamientos reales que tienen los ciudadanos en relación al sistema político, lo cual puede derivar en una contradicción entre lo que la gente dice hacer y lo que realmente termina haciendo, pero dichas contradicciones son parte de la cultura política de un ciudadano, sobre todo en un contexto en el que los ciudadanos ven conveniente decir lo socialmente correcto y no lo que realmente piensan y hacen.
     Por otra parte, dada la definición de Aguilar (2010) el miedo termina siendo parte de la cultura política, de forma específica es considerada una orientación afectiva. El miedo que interesa investigar es el que hace indiferente a los ciudadanos, lo cual se refleja en la abstención electoral. En específico, el miedo a la represión que puede existir si se exige que las cosas sean menos corruptas, más justas.

1.4.3 Consideraciones generales sobre el estudio de la cultura política y la indiferencia como producto del miedo
     Es importante decir que la cultura política refleja la estructura de poder, las relaciones sociales e inclusive la economía. Por ello se tiene que dimensionar  el concepto dentro de la estructura económica-política en el cual está inmerso, de la cual forma parte y que le influye. En este sentido, Peschard (2001) dice que la cultura política afecta a la vez que es afectada por la forma en cómo operan las estructuras políticas, asimismo argumenta que sirve de sostén a la vez que es respaldada por las instituciones políticas vigentes, pues no es posible pensar en ciudadanos que mantengan una visión de la política basada en la confianza interpersonal y la satisfacción frente a la vida sin que existan instituciones que animen y den sentido a dichas percepciones.
Lo anterior también significa que instituciones corruptas generan un comportamiento electoral más apático. Asimismo, hay que ver que la estructura política está permanentemente ligada al sistema económico y, en conjunto, si no son adecuados a la sociedad generan: corrupción, crimen, inseguridad, pobreza, etc. y la experiencia que tenga la gente con dichos elementos influirá en su cultura política (gráfica 2).
Por otra parte en México actualmente se vive en un sistema económico neoliberal y con una democracia representativa (gráfica 2). Pero la democracia que garantiza en teoría que todos tenemos los mismos derechos políticos y libertades se contrapone a un sistema económico neoliberal donde en la realidad muchos carecen de derechos sociales básicos (el promedio de educación es bajo, muchos trabajan en la informalidad, hay desempleo y una fuerte inseguridad, además de injusticia y corrupción). Los ciudadanos ante esto reaccionan, pero están desarticulados. Viven bajo una situación donde no saben cómo organizarse con otros afectados. Es trascendente preguntarse por qué los ciudadanos no se organizan, qué lo impide. En parte es la ignorancia, también la indiferencia, pero hay otro porcentaje significativo de la población que sabe de los castigos ejemplares, que se ha enterado que a los buenos se les “inmola”, se les hace a un lado, que no están en la política, que están en otra parte, que la política no es para la gente buena, que los buenos son desplazados de la política, que si se persiste y exigen cambios corren riesgo en su integridad física y moral (incluso la muerte) y no sólo de ellos sino también de sus familiares.
Respecto al miedo de actuar de los ciudadanos, hay un dato que habla mucho de la sociedad de Tepic. En el estudio que hace Aguilar (2010), sobre cultura política, indaga sobre la libertad que sienten los ciudadanos de expresarse libremente, al respecto le pregunta a los encuestados ‘si se sienten libres de expresarse sobre cualquier tema donde sea sin que haya represión política o de algún tipo’. La respuesta del 59% fue positiva, dijeron que sí se sentían libres. El restante 41% preocupa ya que dice que no o se queda callado cuando se le pregunta si se siente libre de expresarse. ¡Pero! hay que considerar el fenómeno de la ‘espiral del silencio’ que dice que el temor del ser humano al aislamiento le induce a comportarse y manifestar en público opiniones distintas de las sostenidas en privado, sacrificando la coherencia en aras de la pertenencia al grupo (Noguera, 1998:178), por lo que es posible que el porcentaje de los ciudadanos que no se sienten libres de expresarse sea mayor al 41%.
Además, habría que preguntarse si la gente no protesta ni se manifiesta porque no quiere problemas para sí, necesita conservar su trabajo, no busca conflictos, quiere estar en paz, sin que le molesten o señalen. Si permite una serie de corrupciones, corruptelas porque más que estar conformes con lo que sucede trata de no meterse en líos ni en situaciones que lo expongan a un daño físico, psicológico o económico. Quizás más que conformismo es necesidad de llevar una vida cómoda con sus seres queridos aunque tengan que soportar los riesgos de una sociedad sin ley o bajo la ley de Herodes. Habría que cuestionarse si la impotencia ha hecho que se genere indiferencia o si es la indiferencia misma o el conformismo puro lo que hace que los ciudadanos reproduzcan una realidad que no les gusta.
Ante lo planteado, surge el cuestionamiento de cómo lograr una cultura política participativa frente a una estructura económica-social como ésta, que además reproduce pobreza y genera exclusión.
Por otra parte, en la gráfica 2 se aprecia que la cultura política no surge de un día a otro sino que es producto de una historia socio-política y de experiencias concretas de los ciudadanos que surgen a raíz de su calidad de vida y de sus vivencias ante eventos como la corrupción, crimen, inseguridad, etc. Por otra parte, se advierte que las instituciones y sujetos políticos (gobierno, partidos políticos, IFE, etc.) tratan de influir sobre las percepciones que tienen los ciudadanos mediante los medios de comunicación. Finalmente, se expone que la cultura política se expresa empíricamente a través de movimientos sociales, del comportamiento electoral y de la afiliación partidista. Al respecto, la participación o no de los ciudadanos en dichas agrupaciones legitima o deslegitimiza al sistema en su conjunto o bien lo modifican, ya que está en constante cambio.