EL MIEDO, LA FRUSTRACIÓN Y LA INDIFERENCIA ELECTORAL Y POLÍTICA EN LA CIUDAD DE TEPIC, NAYARIT, 2011

EL MIEDO, LA FRUSTRACIÓN Y LA INDIFERENCIA ELECTORAL Y POLÍTICA EN LA CIUDAD DE TEPIC, NAYARIT, 2011

Lucina Aguilar Orejel (CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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1.5 Etapas de la apatía electoral: miedo, frustración e indiferencia

A decir de Bovero (2005) la apatía electoral, el no voto puede imputarse, en general, a tres factores principalmente: la indiferencia, el miedo y el rechazo deliberado. No obstante, esta investigación propone que la indiferencia puede ser producto de creencias ligadas al miedo, aunque reconoce que hay ciudadanos que lejos de tener miedo sencillamente están totalmente desinteresados en dicho campo de acción, ya sea porque viven el día a día con el único interés de vivir sin meterse en problemas o vivir sin ser molestados, aunque reconozcan o no los riesgos que implica ser parte de un contexto de inseguridad y corrupción. Además, se considera la existencia de ciudadanos que lejos de estar indiferentes o temerosos rechazan las elecciones como medio de participación política, por lo que su indiferencia puede ser sólo a los procesos electorales y no necesariamente a la política en general. Por lo tanto, se propone que el no voto lo ejercen los ciudadanos: 1) indiferentes por el miedo, 2) indiferentes por desinterés no ligado al miedo (tienen mejores cosas que hacer) y 3) por aquellos que rechazan el voto de forma deliberada como medio de representación de sus intereses políticos.
Por otra parte, respecto a cómo se origina la apatía, en un sentido general, se puede decir que el conformismo y la indiferencia se plasman en el ciudadano a raíz del miedo de no conseguir lo que buscaba, lo que deseaba adquirir para sí, y al verse frustrado en sus logros, puede más que la comprensión, y logra convencerse a sí mismo que todo aquello no tiene sentido alguno para su vida (Autoconocimiento, 2010). Por lo que, de forma más sintética, se puede decir que las tres etapas por las que se llega a la apatía política y electoral son el miedo, la frustración, y la indiferencia. Miedo a la represión, frustración al no poder hacer algo significativo y una indiferencia que surge de entender que no tiene sentido o “no vale la pena tratar de hacer un cambio trascendente”. Cuando la frustración es mayor que la comprensión deviene la indiferencia. Vale decir que no todos experimentan frustración, hay quienes la evitan, se concibe el mundo de tal forma que se piensa no vale la pena exigir cambios o mejoras políticas porque de antemano se cree que no se conseguirá nada.
Antes de analizar las tres etapas por las que se llega al miedo, es interesante hablar del fatalismo ante el cual se vive. De la resignación, desensibilización e impotencia que siente la gente ante los sucesos que les agobian. Al respecto Sánchez (2005) hace un estudio del fatalismo con el que se vive y se pregunta ¿qué es lo que hace que las personas, y sobre todo los grupos, asuman el fatalismo como modo de relacionarse con el mundo? Dice que la carencia de significación personal y la correspondiente impotencia social (entendida como el hecho de que no podemos influir sobre nuestro destino) gesta la concepción fatalista de la vida, y también violencia. Los ciudadanos quizás están resignados a vivir en una sociedad llena de corrupción e injusticia.
A continuación toca analizar el miedo, la frustración y la indiferencia, como elementos separados, para entender mejor el fenómeno de estudio.

1.5.1 Miedo
1.5.1.1 Definición
El miedo puede ser conceptualizado de diferentes maneras dependiendo del área a partir de donde se le estudie. Es por ello que existe una definición desde el punto de vista biológico, neurológico, psicológico, social y cultural. Para efectos de esta investigación importa conocer la definición psicológica, social y cultural.
En un primer plano, el miedo  puede ser definido como “una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Como una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza” (Ospina, 2010).
Desde el plano psicológico “es un estado afectivo, emocional, necesario para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia en la persona” (Wikipedia, 2011).
“Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social. Se puede por tanto aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación con los distintos elementos de la cultura.” (Wikipedia). En este orden de ideas, Luna (2005) rescata la parte biológica del miedo y la contextualiza con el aspecto cultural, dice al respecto que “todos los seres humanos contamos con un substrato neurofisiológico en el que descansa nuestra capacidad de sentir, pero (…) esta capacidad nos habilita simplemente para que, armados con los códigos culturales aprendidos, respondamos en función de cierta valoración o creencia a los inductores que potencialmente pueden ser causa de daño físico (Luna, 2005:27).
Reguillo (2006) dice sobre el miedo que “es una experiencia individual, que requiere, no obstante, la confirmación o negación de una comunidad de sentido” (p. 28), es decir que los otros son necesarios para la construcción del mismo, en pocas palabras resume que “los miedos son individualmente experimentados, socialmente construidos y culturalmente compartidos” (Reguillo, 2006:32). Al respecto reguillo (2000) agrega que “los miedos no están ‘fuera’ de lo social, se construyen y se configuran en el contacto entre grupos diversos (…) son las personas concretas las que experimentan miedos, como formas de respuesta, se trata del plano de lo individual; sin embargo, es la sociedad la que construye las nociones de riesgo, amenaza, peligro y genera unos modos de respuesta estandarizada, reactualizando ambos, nociones y modos de respuesta, según los diferentes periodos históricos”.
Dado lo anterior es claro que el ciudadano aprende a tener miedo dentro de la sociedad y en el transcurso de su "culturización" aprende a dotar de contenidos específicos ese miedo y a responder de acuerdo a lo que se espera de él (Reguillo, 2000). Por lo que los miedos que tienen las personas están relacionados a un contexto social que condiciona sus creencias y les señala determinadas pautas de comportamiento “adecuadas” a lo que se espera de ellos.

1.5.1.2 Componentes
En cuanto a sus componentes se sabe que hay cuatro básicos de los que consta el miedo: la experiencia subjetiva de temor, los cambios fisiológicos, las expresiones directamente observables de miedo y los intentos de evitar ciertas situaciones o escapar de ellas (Diccionario Oxford de la Mente, citado por América Joven, 2009). Esta investigación se enfocará en las expresiones observables y en los intentos de evitar ciertas situaciones.
Referente a sus orígenes, las causas principales del miedo son la exposición a una estimulación traumática, la exposición repetida a una exposición subtraumática (sensibilización), la observación directa o indirecta de personas que muestran miedo y la recepción de información que lo provoca (Diccionario Oxford de la Mente, citado por América Joven, 2009).

1.5.1.3 consecuencias
Las consecuencias del miedo pueden ser muy diversas, pero una exposición repetida a los estímulos que causan miedo puede provocar cambios duraderos en la conducta, los sentimientos y el funcionamiento psicofisiológico de las personas (Diccionario Oxford de la Mente, citado por América Joven, 2009). De modo que, hablando de las consecuencias comportamentales, el miedo produce efectos sobre las personas tales como: el aislamiento, ruptura del tejido social y colectivo, control sobre los comportamientos, intimidación, implementación de la impunidad, vulnerabilidad, etc. (Fernández y Aguilera, 2002).
Fernández y Aguilera (2002), al explicar los efectos conductuales y emocionales de las estrategias persuasivas de la violencia política, dicen que “dos de los efectos más contundentes de la violencia política sobre las personas son la angustia y el miedo. Los distintos hechos de violencia política tienen en común el que llevan a la persona a experimentar el terror, la inseguridad y la angustia. En las situaciones límite de carácter político se producen muchas experiencias que generan angustia y miedo”.
Por su parte Reguillo (2000) dice que a “los miedos ‘invisibles’, a la crisis sistémica, a la desconfianza en las instituciones, a la percepción difusa de las fuentes de amenaza, la sociedad responde con la construcción de figuras, relatos y personajes que son transformados en los verdugos de la sociedad. Mecanismo histórico, que hoy se amplifica por la presencia, ubicuidad y velocidad de las tecnologías de información.” A decir de Prieto (2002:12) “las noticias e imágenes sobre crisis, atentados, desastres, catástrofes y asesinatos protagonizan las pantallas, activan de forma inmediata la alarma social, la percepción de peligro y, como consecuencia, la sensación de miedo.”
En cuanto a como lo percibe cada uno, “desde una perspectiva psicoanalítica Rollo May ha señalado la manera en que ciertas ‘explicaciones’ en torno a las reacciones de miedo pueden atribuirse al intento de dar sentido al mundo de los que carecen de poder, para tratar de encontrar causalidad allí donde amenaza el desorden, para reducir la disonancia generada por algo que resulta incomprensible” (Reguillo, 2000).

1.5.1.4 El miedo y la estructura política
Enfocándose más en el tema del uso del miedo en la estructura de poder se sabe que “el miedo es uno de los mecanismos históricamente más utilizados por quienes detentan el poder para mantener el status quo; funciona en el sentido preventivo, punitivo y castrador de las desviaciones a las normas de comportamiento que cada cultura impone. Ejemplos de estos sistemas institucionalizados de control social son: la moral, la religión, el derecho, las costumbres, la educación, las representaciones colectivas, los valores, los ideales, los modelos de cultura, la opinión pública, las formas de sugestión y de convicción, entre otros tantos elementos culturales” (Zermeño, 2006:146).
Reygadas (2008) hablando de gobernar a través de inculcar miedo a la ciudadanía dice que “se busca meter miedo en la vida cotidiana de la gente común y corriente, romper vínculos y solidaridades, polarizar, desinformar, desmovilizar, sembrar temor para ejercer los derechos ciudadanos, asociar de manera indiscriminada los liderazgos de oposición a las dictaduras, condenar la solidaridad internacional, utilizar la fuerza pública contra la disidencia, repetir tantas veces, con tantas voces y en tantos medios de comunicación, imágenes que asocian la disidencia social y política a nefandos crímenes históricos” (Reygadas, 2008:153).
Reygadas dice además que “se ha generado miedo en la población, primero a través de permitir y tolerar la tortura, la violencia militar y el narcotráfico como violencia de estado; después por la falta de investigación e impunidad reinante frente a los delitos cometidos por la delincuencia organizada, muchos de ellos cometidos por expolicías y exmilitares; o por la corrupción que ha tolerado la impunidad en asesinatos de mujeres por todo el territorio nacional, llegando a casos tan graves como los feminicidios del estado de México o de Ciudad Juárez, Chihuahua” (Reygadas, 2008:152).
Es claro que inculcar miedo es un modo de controlar a la población. Son diversos los autores que denuncian el uso político del miedo como forma de control de la población, incluso haciendo hincapié en la creación de falsos escenarios de inseguridad ciudadana (Wikipedia), Bourke Joanna, citada por Wikipedia, dice al respecto que el miedo es también un arma de dominación política y de control social.
Reygadas Gil (2008) hablando de la institucionalización del miedo por el gobierno, empresarios y clase política mexicana dice que se han producido significaciones sociales imaginarias de miedo, de terror, de división, orientadas a la conservación de la situación social y a preservar un modelo económico que cada vez genera más pobreza y desempleo.
No obstante, el miedo también puede ser usado para movilizar a ciudadanos desde la sociedad civil. El miedo puede ser usado con distintos fines, Beck Ulrich (1996), citado por Reguillo (2000), habla de que estamos en una época en que la solidaridad surge por miedo y se convierte en fuerza política. Lo cual dice que, es una afirmación arriesgada porque implica aceptar que el miedo es hoy día plataforma de los movimientos sociales. Pero, retomando solamente una parte del enunciado, la que alude al miedo como forma de acción, podría llevarse el argumento más lejos. Hoy el miedo desborda los márgenes de los movimientos tanto sistémicos como antisistémicos para ‘instalarse’ en todas las formas de socialidad y esta faceta del miedo, como modo de relación social, amplifica los ‘efectos’ políticos del miedo.
Lo anterior hace notar que se ha pasado de la sociedad del orden a la sociedad del riesgo tal como dice Bahuman (1996), citado por Calvi y Lía (2007). “La sociedad de riesgo se origina allí donde los sistemas de normas sociales fracasan con relación a la seguridad prometida” (Beck, 1996:565, citado por Reguillo, 2000).

          1.5.2 Frustración
Cuadra (2000) define la frustración como una situación en la que una expectativa, un deseo, un proyecto o una ilusión no se cumple. También como la vivencia emocional ante una situación en la que un deseo, un proyecto, una ilusión o una necesidad no se satisface o no se cumple. Hay otras definiciones de frustración, algunas sobresalientes son: a) malogro de un deseo. Tensión psicológica suscitada por la existencia de un obstáculo que dificulta realizar un objetivo (Larousse, 1992, citado por Domínguez, 2001). b) Como hecho, se refiere a las circunstancias deformadoras que impiden o interfieren la actividad dirigida a un fin. c) Como estado, el enojo, la confusión o la ira por ser obstaculizado, desilusionado o derrotado (Hilgard, 1970: 387).
La frustración deriva de no verse incapaz de poder influir en la sociedad, en las decisiones políticas, es un estado experimentado por muchos ciudadanos en muchos lugares. Al respecto Domínguez (2001) dice que la frustración social va más allá de la frustración de un individuo, ya que se constituye por la suma de muchas frustraciones individuales que confluyen en la frustración social y general.
Por otra parte Domínguez (2001) hace un estudio de la literatura más sobresaliente donde se habla del personaje del frustrado y expone una vasta literatura donde aparece dicho personaje. Dice también que “el frustrado presenta un conflicto de orden psicológico que constituye un muro de contención que impide superar deficiencias y carencias, salvar obstáculos que hacen imposible la realización u obtención del fin propuesto, generando, consecuencialmente. un estado de depresión, de desaliento, de impotencia y de minusvalía ante sí y ante el entorno, cuyos resultados últimos pueden expresarse a través de múltiples actitudes del individuo, que cubren una vasta gama que va desde la renuncia voluntaria del objetivo como justificación a la imposibilidad de lograrlo, hasta la depresión y la regresión, sin que ello signifique, en modo alguno, que con tales actitudes logre superar el estado de impotencia en que se encuentra sumido por no haber podido alcanzar la meta u objetivo que se ha trazado, lo que termina por conducirlo, indefectiblemente, a la frustración” (Domínguez, 2001:25).
Por interpretación analógica y continuando con las definiciones, se puede asumir que "el frustrado" es la víctima de cuales quiera de las acciones antes descritas. De esta manera, se puede decir que, será aquel que ha sido privado de lo que esperaba o el que ha dejado sin efecto un propósito en contra de su voluntad de realizarlo o que se ha malogrado su intento de llevarlo a cabo. También que el frustrado es aquel individuo que sufre una tensión psicológica suscitada por la existencia de un obstáculo que dificulta la realización de un objetivo (Domínguez, 2001)

1.5.3 Indiferencia

En el diccionario de la Real Academia, citado por Velásquez (2008), se dice que la indiferencia es un “estado de ánimo en el que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado; no hay ni preferencia, ni elección”. Hace que las personas no actúen para que las cosas cambien, ni para bien ni para mal. Y como dice Elie Wiesel, citada por Velásquez (2008), lo peor de la indiferencia es que deja a los ciudadanos inmóviles: “la Indiferencia, después de todo, es más peligrosa que la ira o el odio. La ira puede ser a veces creativa. (…) Aún el odio a veces puede obtener una respuesta. La Indiferencia no obtiene respuesta. La Indiferencia no es una respuesta” es silencio que aguanta” (Velásquez, 2008:2).
Respecto a cómo se origina, ocurre cuando el ciudadano presenta una frustración al no conseguir lo que buscaba, dicha frustración se combina con la sensación de impotencia y en conjunto se genera indiferencia y el ciudadano se convence de que no tiene sentido claro para su vida aquello que intentaba. (Autoconocimiento, 2010).
Por otra parte, se puede hablar del entorno socio-político que fomenta dicha indiferencia al reproducirse cotidianamente un contexto en el cual para muchos ciudadanos se ha vuelto ‘peligroso’ hacer denuncias o defender ciertas causas porque le pueden hacer daño por ‘bravucón’, por ‘metiche’ e inclusive hasta por ‘voltear a ver’. Ante el riesgo, se gesta un ambiente en el que el ciudadano puede llegar a ser testigo de que alguien es sometido injustamente por otra persona y aun queriendo ayudar optar por no hacer nada, lo cual deviene en frustración. En este sentido a decir de Consuegra (2007:1) “el temor de que algo les pueda pasar es más fuerte que su necesidad”.
Además, los ciudadanos se acostumbran a ver los actos de delincuencia y crimen organizado como algo cotidiano y se vive como si uno fuera ajeno a lo que les pasa a otras personas, como si uno no tuviera ninguna responsabilidad al respecto, pareciera que la sociedad está anestesiada. Rodríguez (2002) dice que el gran problema es que una sociedad anestesiada ahoga la responsabilidad, cuando no la anula. En realidad es probable que los ciudadanos deseen  que las cosas funcionen mejor pero no actuar por no exponerse a un daño físico, moral o económico. Tienen miedo. La indiferencia en este sentido es producto de la frustración y el miedo.

1.6 Conclusiones

Como se dibuja, es importante estudiar el miedo, ya que es una emoción o sentimiento que se encuentra en la base de la reproducción y cohesión del orden social, además “el miedo demarca los límites normativos, impone límites a las conductas individuales, señala las transgresiones, afianza la identidad y la legitimidad del orden social (...) otorgando el sentido de seguridad/inseguridad en la vida cotidiana” (Luna, 2005:26).
Los miedos que actualmente experimenta la sociedad contemporánea no son material para la ciencia ficción, ni residuos secundarios para la investigación en ciencias sociales, en tanto ellos comportan, configuran, su propio programa de acción: a cada miedo (a ciertos espacios, a ciertos actores, a ciertas visiones y representaciones del mundo) unas respuestas (Reguillo, 2000). No obstante, los que interesa investigar son los que específicamente provocan indiferencia electoral y hacia la política.
Hay que agregar que el miedo no es solamente una forma de hablar del mundo, es además una forma de actuar (Reguillo, 2000). Asimismo, es un medio para controlar a la población, genera sensación de estar indefensos o impotentes ante los distintos eventos, además de sentirse incapaz de fiarse los unos de los otros.  No obstante, es importante decir que muchos ciudadanos lo vencen y se organizan socialmente e incluso puede ser un elemento articulador para los movimientos sociales
Del miedo se deriva la frustración y posteriormente la indiferencia. Los ciudadanos pueden estar así: frustrados porque no pueden vencer el miedo y probablemente terminen por convencerse que eso no tiene sentido para su vida, que no vale la pena. Lo malo de la indiferencia es que otros terminan tomando las decisiones que le corresponden a la ciudadanía y si otros toman las decisiones que les corresponden a los ciudadanos los resultados no serán a favor del interés de ellos. Esto es precisamente lo que ha llevado a la situación actual, de injusticia y disparidad. Es interesante tratar de saber cómo los actores sociales están frustrados, si existe una tensión constante, si hay inconformidad. Si ésta existe entonces por qué los ciudadanos siguen reproduciendo el mismo mecanismo con tanta precisión. Eso es trágico, nadie gana y pese a ello el sistema funciona, se reproduce a diario. Es por ello que se puede hablar del fatalismo como forma de ver la vida.
La indiferencia termina por ser un disfraz que oculta el miedo, la frustración, la ignorancia de los ciudadanos e inclusive el fatalismo.
El sistema electoral y el sistema político parecen no satisfacer las necesidades de los ciudadanos y han terminado por ser caricaturas de sí mismas donde es más importante aparentar que se hacen las cosas bien pese a que los ciudadanos no lo consideren así.
Contextualizando al miedo, como se vio, es parte de la cultura política, en específico es una orientación afectiva. En esta investigación para estudiarlo se hará uso tanto del enfoque comparatista como interpretativo, según vaya siendo necesario para cubrir los objetivos de la presente investigación.
En este orden de ideas, se señala cómo en la ciudad de Tepic existe una crisis de representación,  la mayoría de los ciudadanos dice que ningún partido representa sus interés (52.8%) o que no ven conveniencia en que algún partido en particular gobierne (64.1%).  No obstante el 74.4% de los ciudadanos dice que irá a votar en las próximas elecciones de gobernador 2011, ante lo cual uno se pregunta: entonces por qué van a votar si no es para representar sus intereses, ¿por qué no se abstienen? Ante esto surge el cuestionamiento de qué papel juega el miedo no sólo en la abstención electoral sino además en la participación. Miedo a que los líderes patronales o sindicales cometan algún acto de represión contra ellos si no acuden a votar. Parece que este miedo moviliza y disminuye la abstención y por otra parte parece que los que creen que no se afectan sus intereses al no ir a votar prefieren, mayoritariamente, no hacerlo.
En la sociedad actualmente subsiste esta sensación de ser impotente ante lo que sucede, de que “no queda de otra” mas que aceptar las cosas como están. Es necesario evidenciar la impotencia, el miedo, la frustración como una generalidad para que la gente se entienda a sí misma y vea que sus emociones no son parte de una situación aislada sino una generalidad social. Para quitarse el fatalismo, el “conformismo” y la resignación ante los eventos injustos.
El problema es la impotencia, la insignificación, la resignación, el conformismo; en una palabra, la convicción de que no se puede hacer nada, el fatalismo
A pesar de lo expuesto, existen amplios movimientos sociales, a decir de Reygadas (2008) al hablar de la resistencia ciudadana dice que “la realidad mexicana actual quedaría trunca y no haría justicia a la vida y a la lucha de millones de mexicanos y mexicanas, si no expresáramos con firmeza que en medio de toda esta dura realidad surgen cotidianamente cientos de movimientos y luchas sociales y civiles autónomas, en defensa de la democracia, la pluralidad, la tolerancia, los derechos humanos y la paz, y que el pueblo no acepta pasivamente el diseño político del terror”. Aunque no de forma importante en la ciudad de Tepic.