PENSAMIENTO SOCIOPOLITICO Y EDUCATIVO DE SIMON RODRIGUEZ

PENSAMIENTO SOCIOPOLITICO Y EDUCATIVO DE SIMON RODRIGUEZ

Ysrael O. Márquez Ramírez (CV)
José G. Viloria Asención
(CV)
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez

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LUCES-VIRTUDES SOCIALES-SOCIEDAD=REPUBLICA-BIENESTAR HUMANO

La Razón y el Arte siempre se han posado en las mentes de grandes hombres con el fin de sembrar en la humanidad el árbol de la sabiduría y convivencia planetaria. Sus ideas siguen creciendo todavía en tierras fértiles tratando de evitar que el desierto se expanda y la humanidad se deteriore.  Esa constante e inquietante búsqueda del paraíso benevolente puede ser delineada en aproximativa conjugación epocal remontable a siglos que marcaron hitos en la historia de la humanidad.

 Durante los siglos XVIII y XIX, Europa se encontró inmersa en acontecimientos significativos que marcaron profundos referenciales históricos bajo las disímiles miradas del pensamiento humano. Por ejemplo, en Francia se gestó un fenómeno que orientó el modelo de sociedad del mundo occidental en atención a las crisis derivadas del conflicto divinidad-racionalidad. Por una parte, el Racionalismo, la búsqueda de la felicidad, la creencia en la bondad natural del hombre, el optimismo y el laicismo direccionaron en principio el pensamiento humano de la época y sus sociedades; por la otra, la cristiandad luchaba desde cruzadas y contra la corriente por sostenerse a flote bajo las líneas celestiales que daban cuenta que solo la verdad residía en la Iglesia. Así, aquellos impresionantes destellos del ideario humano procuraron el origen y fundamento a lo que actualmente se ha llamado el “tiempo de la Modernidad”.

Igualmente, vale recordar en especificidad que se conjugó así la Ilustración francesa, la cual tuvo, además, un gran contenido político-filosófico como modo de concebir el mundo. Su marco presentó como apoyo nuclear  el Derecho Natural, es decir, el derecho que tienen todos los hombres a la vida, la libertad y la propiedad. En tal sentido, la  misión del Estado será fundamentalmente la de defender los derechos del hombre, garantizar su libertad, su seguridad y su propiedad; por lo tanto, ese Estado  amalgamó, como deber expreso, ser “representativo” y “liberal”. Por ello, los políticos ilustrados del momento se opusieron al absolutismo monárquico y quisieron para Francia un régimen  basado en la “igualdad” y en la “libertad”.

En lo íntimo de tal contexto se dieron algunas divergencias y entre ellas destacaron las ideas de Jean-Jacques Rousseau (Ginebra, 1712-Paris, 1778). Este pensador de ideas democráticas causó enorme y controversial impresión en los principales centros del quehacer socio-científico europeo. Su tesis divergió en esencia de aquellas ideas que  defendieron los connotados sapientes de la élite ilustrada. Aunque se pensaba que los importantes adelantos científicos y técnicos que se estaban verificando en aquella época, no sólo mejoraban al hombre “materialmente”, sino también “moralmente” (es decir,  que a medida que se progresaba en la ciencia y en la técnica, el hombre se iba haciendo cada vez más “bueno”), Rousseau objetó y amplió con argumentos vehementes lo que parecía una premisa  de aceptación ingenua. Y en concordancia con ello aseveró que tal proposición no se insertaba bajo una orientación integral “individuo-sociedad”. En tal sentido, la civilización en lugar de “mejorar al hombre” lo que hacía era corromperlo, porque la sociedad estaba estructurada de alguna manera en  forma injusta y por ello la dimensión moral se quebraba; por tanto, si se quería mejorar al hombre, antes había que “mejorar a la sociedad” desde la natura educativa socio-interactuante. Estos atrevidos lineamientos filosóficos se mostraron en su obra más importante “El Contrato Social” (1762). En ellas se enfatiza  lo que él llamó “Estado de Naturaleza”, que se caracterizó bajo la premisa de que el hombre ha nacido libre, pero se encuentra encadenado. Sostuvo así  que las injusticias sociales sólo serán “minimizadas” mediante un proceso educativo que pueda transformar el orden social desde la equilibrada interacción ciudadana de la misma sociedad. Al no existir todavía ningún gobierno, sin leyes, sin autoridad y sin la formación de algún  tipo de organización social o política, los ciudadanos deberán conformar un nuevo Contrato Social que los acerque a su estado natural.

Otra corriente del pensamiento mostró su fuerza desde las ideas Pedagógicas de Juan Enrique Pestalozzi (Zurich 1746- Brugg, 1827), orientadas éstas hacia una educación social-cultural y vivencial.  Esta multidimensión marcó profundas claves que sustentarían el fin para preparar a los hombres en su deber hacia la sociedad. Con la mirada en este insigne educador, una selecta gama de pensadores le asignaron a la educación una importancia trascendental; y en tal sentido se partió del hecho de que   “solo por obra de la educación se alcanza la naturaleza humana”. 

Con base en todo ello, las ideas de la “democracia”, en su amplio sentido social y político, impulsaron el momento para la defensa de los valores y derechos humanos y ciudadanos. Los ciudadanos deben entonces agruparse y elegir a alguien para que los gobierne. Así  aparece el Estado, el cual nacerá de un acuerdo libre entre los “hombres de sociedad y, por ende,  la misión de los gobernantes es cumplir siempre la voluntad popular. La voluntad popular es la voluntad de la mayoría, y ésta se averigua a través de elecciones en las que votan todos los ciudadanos.

Desde esa epocal plataforma configurativa de la dinámica socio-humana, la historia de Venezuela se dibujó en una complejidad y diversidad de senderos  en los cuales los destellos del pensamiento alinearon la  misma sustancia de cada período, desde lo local hasta lo global y viceversa. El auge de los múltiples modos de pensar desde el tiempo de la Ilustración impulso de manera muy particular a muchos insignes venezolanos a buscar nuevos modelos que respondieran a las necesidades sociales, políticas, económicas y educativas. Una  época de revoluciones y revolucionarios, cuando las guerras de Independencia sacudieron en sus más profundos cimientos las estructuras societales establecidas. Tensadas éstas por momentos coyunturales, definidos por los acontecimientos y ajustes derivados de las crisis convivenciales, se buscó el camino por una mejor vida en los escenarios sociales. 

En tal contexto emergió, entre los pocos hombres ilustres de toda la América,  Simón Rodríguez (Caracas, 1771-Amotape, 1854). Sus  ideas se calificaron como de “avanzadas y controversiales”. Hoy puede ser considerado como un filósofo, un político, un pedagogo excepcional o como el gran Maestro del Libertador, pero fue sobre todo un gran soñador mundial. Se adelantó a su siglo, no solo con la originalidad  de sus ideas y proyectos educativos, sino también con un pensamiento “integral-innovador” que penetró agudamente en las bases de las sociedades del convulsionado continente americano. 

De esta manera,  Simón Rodríguez pregonó a los cuatro vientos del planeta  un trascendental concepto del mundo,   de la vida, de la sociedad y del hombre. Fundamentó la idea de república desde el bien común, íntimamente relacionada con la razón, la  cual es considerada como la “autoridad de la naturaleza”, “figura  abstracta de la facultad de pensar”. En relación con esto ultimo, en Luces y Virtudes Sociales (1840, p. 74), Rodríguez 1indica que “... solo la RAZÓN  obra en las mudanzas ÚTILES porque es la expresión de la necesidad…” Sin embargo, tras la interpretación de sus ideas en torno a este campo del conocimiento, se puede afirmar que la entendía además como el “arte de dirigir” en “lo socio-vivencial”, lo cual supone progreso y justicia social; y  se fundamentó para ello en los siguientes principios: Libertad, Propiedad, Derecho al Trabajo, Derecho a la Educación, Libertad de Expresión, Soberanía del Pueblo, Aplicación de la Ley por igual. De esta manera, sostuvo que un gobernante debe hacerse desde los ejes direccionales de la Moralidad, Sentimientos Sociales, Conocimiento Práctico del Estado Económico, Conocimiento del Estado Civil, Conocimiento del Estado Político y Conocimiento del Estado Militar. Como se puede apreciar, su pensamiento trazó artísticamente la creación de una sociedad diferente, de marcado carácter republicano y fundamentada entre humanos cuyos principios básicos se triangularan en: a) unión intima entre los hombres; b) conveniencia general; c) lo que conviene a todos.

En consecuencia, Simón  Rodríguez soñó con una República basada en la igualdad, tolerancia y libertad; una sociedad sin casta ni clases dominantes, donde todos sus pobladores puedan disfrutar por igual de comunidades y bienestar, pues los hombres están en sociedad para consultarse sobre los medios de satisfacer sus deseos. Propuso, además de una “revolución política”, una “revolución de carácter socio-económico” con lo cual criticó duramente el naciente sistema capitalista en su fase industrial 2 cuyos beneficios y logros se alcanzaron con el trabajo y esfuerzo bajo las inhumanas condiciones de trabajo de la clase trabajadora: “la menos o nada beneficiada”. Además, y pensando siempre en su ideal humano, se opone al individualismo característico  de los hombres que piensan sólo en su bienestar  y facilidad particular, olvidándose de los demás; por ello aboga por la creación y desarrollo de verdaderas relaciones sociales desde la noción humanizante.

Además su eje de ideas socio-económicas planteó la necesidad de que la producción social se realice de manera humanizante, creadora y sostenible con lo cual debería responder a las necesidades reales de las demandas, a fin de evitar una producción innecesaria y superflua. En este sentido, el beneficio socio-económico deriva en las relaciones naturales del equilibrio entre las grandes y pequeñas empresas. Resaltan sus ideas sobre la independencia económica de los pueblos americanos en la medida en que se reclame y se continúe con los requisitos básicos para la socio-sustentación.

Hoy se eleva la vigencia del pensamiento de nuestro ilustre Don Simón Rodríguez, se fortalece el perfil de su formación bajo esa complexión socio-antropo-idearia, hasta tal punto que algunos autores han llegado inclusive  a llamarlo el “Rousseau Tropical” o el “Sócrates de Caracas".

Ese panorama  pre-dibujado  parece invitar a la especificidad y, al mismo tiempo, a la extensión gnoseo-epistémica del hombre abandonado y relegado por las circunstancias de la vida. Todavía son muchos los luceros de la mañana que rotulan las luces incandescentes en los albores del siglo XXI; en donde el actual eje discursivo trata de brindar a nuestros respetables lectores la continuidad intelectual para que se delinee, desde la pluralidad de diversas miradas, la  conjugación de la preeminencia  temática a propósito de la vigencia del Pensamiento de Don Simón Rodríguez.

Es así como José Viloria muestra de manera acuciosa el Pensamiento Educativo de Simón Rodríguez en un “tiempo y vigencia” que sintetiza la dimensión educativa como la ocupación del colectivo humano, donde, además, el maestro tiene una responsabilidad particular, igualmente la familia y en consecuencia la misma sociedad. De la misma forma, describe unas serie de experiencias y vivencias del Maestro del Libertador, que además de reforzar la formación de su discípulo, develó para sí nuevas formas de pensar, que consolidaban no sólo su pensamiento, sino que fortalecieron el ímpetu de su accionar en el tránsito entre los siglos XVII y XVIII.

Gladys García, Carlos Zerpa y Jorge Rodríguez integran una visión en lo que se refiere al pensamiento político de Simón Rodríguez, su visión de la ciudadanía y su interés por lo educativo. Con base en los postulados del insigne socio-pensador, dirimen el término ciudadanía y lo refieren esencialmente a la relación de las personas con la vida política. Agregan que tal relación está condicionada por dimensiones sociales más generales. Interpretan así que las transformaciones en la educación, y su efecto sobre el trabajo, generan vínculos sociales que modifican significativamente las relaciones entre las personas y en esa medida condicionan específicamente los vínculos políticos.

Al unísono, Ysrael Márquez Ramírez y Edith Ruiz construyen un discurso que resalta el pensamiento socio-educativo de Simón Rodríguez. Sostienen desde esa mirada un  recorrido interpretativo que transfiere las “luces y virtudes sociales” hacia la formación de los ciudadanos. Que en la época del ilustre venezolano despertaron inquietudes intelectuales entre los pensadores y, en la actualidad, mantienen una vigencia que cruza una diversidad de ejes de pensamientos a escala universal. Por otra parte, coinciden los autores que esas ideas armonizaban en esencia la valoración de la mujer en un contexto masculinista,  en el cual era urgente la igualdad de derecho femenino en lo concerniente a lo socio-económico. Las relaciones socio-afectivas-familiares, con la atención y el cuidado institucional, deberán ser dispensadas por el  Estado como elemento sustantivo de la protección social, es decir, un derecho  multidimensional desde la perspectiva de la condición humana.

Aura Gutiérrez alude al rescate de las ideas educativas de Simón Rodríguez desde su proyecto Chuquisaca,  una experiencia educativa que muestra la actualidad de las escuelas-talleres. Sostiene la autora que el gran maestro defendió su idea del modelo educativo  “escuela taller”, el cual orientaba la educación hacia el trabajo teórico-práctico en ambientes bien dotados y acondicionados. La intención socio-educativa del referenciado proyecto, agrega la autora, pasa necesariamente por atender a los niños, niñas y jóvenes pobres; para alojarlos en casas dignamente acondicionadas. Igualmente, reinterpreta a Rodríguez bajo la afirmación de que el gobierno debe ser el responsable del sistema de enseñanza y dirigir la educación de su pueblo. Este tiene que garantizar igual educación para todos y la enseñanza simultánea “moral e industrial que perfeccione el alma y el cuerpo y dé alimento al espíritu y al estómago”. En paralelo, Gutiérrez destaca también las adversidades en contra de las ideas de Rodríguez. Continúa: “Estas enfrenaron una ola de calumnias, chismes y todo tipo de infundios que habían precedido la llegada del Maestro a Cochabamba, la ciudad lo esperaba con curiosidad y miedo, como si se tratara de un monstruo. Se le acusaba de ateo, hereje, masón, jugador, libertino, ladrón… que había recogido en su escuela de Chuquisaca a puros ladrones, muchachas de la mala vida, jugadores, borrachos… y que los tenía comiendo y disfrutando sin hacer nada”.

La ética de la convivencia cultural la deshilvana Ildalis Antequera en un interesante análisis cargado de emotividad, y mediante el cual afirma que Simón Rodríguez nace de nuevo. Para ello se sustenta en el pensamiento de Fernando Savater: “Nacemos dos veces, una de nuestras madres y otra de la educación y de la sociedad que nos termina de hacer”. De esa manera, plantea que Don Simón Rodríguez ostentaba una  visión integral,  un hombre de principios inflexibles, irreverente, sin compromisos políticos ni mercantiles. Subraya que no cedió  ante las dádivas de los poderosos y, quizás, fue su transparente personalidad de filósofo, pensador incansable, lo que marcó pauta para que lo hayan demeritado con calificativos de loco, desequilibrado, libertino, inmoral, tramposo, destructor de templos, entre otros. Delinea igualmente que el auto-reconocimiento,  la construcción de la nueva identidad y el pensamiento cultural han redundado en la conformación de la Identidad de nuestro pueblo. Primeramente con la proyección de sus características personales de humanismo, hombre luchador, rebelde, de gran sensibilidad social. Describe a Simón Rodríguez como un ser humano completo, sensible, que desde sus virtudes y desde sus defectos nos enseña cada día el don de ciudadano para construir la nueva Patria, la Patria Grande. Confiando en la participación de todos, de los olvidados y de los afortunados. Del pueblo y de su Estado.

Otra manera de apreciar la representación filosófica de Simón Rodríguez, la construye espléndidamente  José Pérez Veloz. Dibuja con trazos firmes  la imagen de un líder humanizante en el ejercicio de la docencia, que además lo engrandece interpretativamente con base en las palabras del ilustre pensador venezolano. Invita a interconectar con destacados autores y principios bíblicos la orientación de su “trascendencia dignificante”. Desde allí, interpreta y devela desde la cortina de la religión lo que se ocultaba en inconfesables intereses que han servido y sirven para “infravalorar” a los seres humanos que no pertenecen a una etnia, grupo, o clase social determinada. J. Pérez Veloz enfoca, por otra parte, el encuentro humano en el territorio de la diversidad cultural y  pensamiento  encauzado hacia el bien común  de toda la sociedad, con ello, realza de manera solemne la aproximación a las luces del entendimiento para conquistar la “dignidad humana como esperanza infinita en los proyectos de vida de cada venezolano e hispanoamericano. Así acentúa que la concepción filosófica de Simón Rodríguez se interpreta desde la “dignidad humana”.

          Desde la óptica de la historicidad de los acontecimientos y fenómenos humanos, Laureano Rodríguez entrecruza Vidas, Similitudes e Infortunios de Simón Rodríguez, Jean Jacquez Rousseau y Miguel José Sanz. Perfila el transitar por un sendero de coincidencias y semejanzas, que nos invita a reflexionar desde lo planteado en un proverbio cuando  dice: “No es de los líderes la carrera, tampoco la guerra es de los fuertes, ni aún de los sabios el pan, mucho menos de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor, sino que tiempo y ocasión acontecen a todos”.
     
Desde su comparativo discurso, Laureano Rodríguez  afirma que los fundamentos y principios de Rousseau influyeron de manera determinante en los  planteamientos de Simón Rodríguez, pero si se analiza un poco la profundidad de los pensamientos de estos dos grandes hombres, podemos ver que en esencia tienen sus diferencias. Descubre tal diferencia en el planteamiento de ambos pensadores y señala como un ejemplo que cuando Simón Rodríguez afirma que el hombre debe ser educado para vivir en sociedad, que es su único lugar, Rousseau propone una educación que fomente los procesos naturales planteando que el hombre nace bueno y se corrompe viviendo en sociedad.    Sintetiza que tanto Simón Rodríguez como Jean Jacques Rousseau y Miguel José Sanz nos han legado una herencia valiosa como fruto de sus intelectos, sus vivencias e infortunios que, a pesar de todos los embates y vicisitudes que les tocó afrontar, nos permite encontrar un fundamento para la comprensión de nuestras vidas.

Bajo esa diversa y plural visión interpretativa de los autores preferenciados,  se pone de manifiesto que Simón Rodríguez fue uno de los pensadores más originales, más austeros y veraces del siglo XIX hispanoamericano, y los asuntos constitutivos de su ideario cívico: Educación, Libertad, Política, Culto al Trabajo, Mayor Nivelación Económica y Social apelan todavía a la virtud de actuales y refulgentes consignas.   La vida de Simón Rodríguez estuvo llena de aciertos y desatinos, como la vida de cualquier humano, sin embargo, es justo abrirle un elevado sitial de honor como precursor del libre pensamiento latinoamericano por su incansable lucha social y por establecer sus ideales en procura de un mundo mejor para todo ser humano. Igualmente se pueden destacar otros aspectos importantes de este gran pensador del ámbito societal, y donde expone a la educación como un medio de trascendencia a escala mundial. Sus basamentos universales se anclaron no solo en educar al ser humano, sino en valorar los aspectos más importantes que lo rodeaban; como lo son el medio ambiente, el amor a la libertad y amor hacia el otro.

El legado de Don Simón Rodríguez hoy precisa a cada ciudadano hacia el desarrollo de un proceso que atienda los valores de la vida y las capacidades que tengan cada uno. Así, desde lo expuesto, se anhela que en cada rememoración de su  natalicio y cuando se avizoran tormentas sociales en América y el mundo, parece importante adentrarse en el pensamiento de un hombre realmente transparente, que dio ejemplo de vida al no claudicar nunca ante las dádivas y corruptelas, manteniendo siempre un “amor” profundo por la patria americana y por el prójimo. Simón Rodríguez significa la piedra fundacional en el proceso de transformación socio-cultural latinoamericana, especialmente en el ámbito educativo. A pesar de que no logró los fines de su proyecto educativo  —dadas las condiciones socio-históricas, epocales, su carácter y su propia condición de adelantado a su tiempo, su legado socio-pedagógico y ético— mantiene actualmente una sorprendente vigencia en el “arte de vivir”. Estas representaciones idearias de Simón Rodríguez aparean también la pertinencia cuando Rubilar Solis (1980)3 resalta que él no sólo fue émulo de Andrés Bello y de Juan E. Pestalozzi, y antecesor ideológico del americanismo de Domingo F. Sarmiento, José Martí, José C. Mariátegui o Paulo Freire, sino también que fue precursor de insignes psico-pedagogos del mundo y del pasado siglo como Adolphe Ferrière, Jhon  Dewey, Jean Piaget o Lev S. Vygotski.

Dr. Ysrael O. Márquez Ramírez

Universidad Nacional Experimental “Simón Rodríguez”

1 RODRÍGUEZ, S. (1828). Sociedades Americanas en 1828. Primera Parte, Luces y Virtudes.  Transcripción en HTML, Versión 1.0 (Julio, 2002), del facsímil de la Edición de Valparaíso, 1840, en la reproducción de la edición del Congreso de la República de Venezuela, 1973. Texto electrónico preparado por: Raúl Escalante. Disponible: http://mipagina.cantv.net/t6435bm/SA_Valp. [Consulta: 2005, mayo 31].

2El proceso de producción se fue especializando y concentrando en grandes centros denominados fábricas; los artesanos y las pequeñas tiendas del siglo XVIII no desaparecieron pero fueron relegados como actividades marginales.

3            Rubilar Solis, L. (1980).Don Simón Rodríguez, El Pedagogo Andino (1771-1854). Desde Cundinamarca hasta la Araucanía. En Revista Electrónica: Diálogos Educativos. # 4. UMCE, Santiago. Disponible: http://www.umce.cl/revistas/dialogoseducativos/dialogos_educativos_n4_articulo_05.html