PENSAMIENTO SOCIOPOLITICO Y EDUCATIVO DE SIMON RODRIGUEZ

PENSAMIENTO SOCIOPOLITICO Y EDUCATIVO DE SIMON RODRIGUEZ

Ysrael O. Márquez Ramírez (CV)
José G. Viloria Asención
(CV)
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez

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Pensamiento Educativo de Simón Rodríguez. Tiempo y Vigencia

José G. Viloria Asención
Doctor en Ciencias de la Educación
Certificado Postdoctoral en Ciencias de la Educación
Profesor  Asociado y Jubilado del Núcleo Los Teques.
Participante activo de la Línea de Investigación
Dinámicas Psicosociales y Ambientes de Aprendizaje,
 Núcleo Regional de Educación Avanzada Caracas
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez
viloriajoseg@yahoo.com.mx

 

Cómo pensaba Simón Rodríguez la escuela

Hacer referencia a la Escuela y la Educación en América Latina, y en especial en Venezuela, pasa por el hecho de revisar a un personaje que emblematiza un pensamiento profundo sobre lo social, político y educativo, que rompió esquemas, estimuló la subversión y propició los cambios vitales para que lo orgánico de lo educativo se hiciera social y político. Simón Rodríguez agrupa estas ideas en sus acciones que dejaron un rastro histórico en la ruta de su vida. Desde su natal y olvidada Caracas hasta las tierras del Alto Perú y Bolivia, donde descansó su cuerpo agotado de tantos trastornos sufridos por el abandono del que siempre fue objeto.

Su pensamiento e ideas estuvieron anticipados al tiempo que vivió, una de las razones por las cuales fue incomprendido, juzgado indebidamente y tildado de loco. Sí, el hecho de pensar y actuar distante de las normas sociales y políticas establecidas, lo hacía diferente, pero además era diferente porque defendía, argumentaba y practicaba las mismas con tal empeño que, quienes compartían sus ideas políticas no lo hacían así con las educativas.

Simón Rodríguez no concebía la existencia de fronteras entre lo social, lo político y lo educativo. Tampoco pronunciaba ideas eclécticas que admitieran un todo vale. Sus pensamientos daban un valor puntual a cada aspecto en cada caso en particular, porque lo fundamental era que las mismas redundaran en beneficiar la razón del hombre, privilegiar lo humano. Esto hace complicado pretender ver su pensamiento segmentado, ya que él era una unidad confeccionada con ideas y pensamientos orientados a consolidar lo humano desde una visión educativa integral.

Como veremos en este ensayo, se reflejarán una serie de pensamientos de Rodríguez, en los que lo educativo es el eje de acción de lo social y político del hombre, y que en algunos pasajes las tres dimensiones son una sola. Siempre pretendió hacerse ver como un pensador de lo educativo, pero la tentación de hacer todo por lo humano lo traiciona y aborda con profunda agudeza lo social y lo político de la vida de los hombres. Señalaremos las características del Maestro Necesario, según él, lo que se ha de enseñar y los porqué y para qué de los mismos, también es Simón Rodríguez quien por primera vez en Venezuela define con serena certeza el currículum oculto, desde el manejo que hace la Iglesia.

Resulta frecuente encontrar señalamientos de la fuerte y profunda influencia que sobre Rodríguez ejerció un personaje como Rousseau, pero veremos que el Sócrates caraqueño absorbió además de las fuentes que nutrieron el Movimiento de la Ilustración. Desde donde se aprecia el protagonismo de John Locke. Hechos estos que propiciaron la madurez, temple y fuerza de sus ideas y, sobre todo, de su pensamiento sobre la ética republicana por la que tanto trabajó.

Una influencia vivida   

Cuando Rodríguez salió de Venezuela, como consecuencia de su participación en los movimientos subversivos contra la corona española, se ubicó frente a la realidad que se vivía en el extranjero. Al pasar por Boston y llegar a Europa, se percató de que su intención y la de los venezolanos por ser libres e independientes encontraba  nutrientes en los pensamientos que conformaban el camino que andaba esa parte del mundo. Cuando internaliza que:

Todos los hombres son por su naturaleza libres e iguales; es decir, nacen libres e iguales. De lo que se desprende que la piedra angular del movimiento la constituye el hombre, y junto a éste, la fe de la razón natural y la experiencia como base para el logro de una sociedad mejor. Sociedad que brindará al hombre la posibilidad de alcanzar la libertad, igualdad y la justicia. (Hernández de Sánchez: 39)

Entiende entonces que todo responde a un asunto de transformación de conductas y comportamiento social. Y que en su condición de Maestro crítico de la Escuela que dejó en Venezuela, se enrumbó hacia una práctica pedagógica que tenía como norte la igualdad de los hombres, su libertad y la construcción de una República que hiciera posible tales ideales. Para ello desarrolló una serie de experiencias y vivencias que además de reforzar su formación como maestro, develó para sí nuevas formas de pensar, que consolidaban no sólo su pensamiento sino que además fortaleció el ímpetu de su accionar en el tránsito entre los siglos XVII Y XVIII, cuando precisó que:

No es solitario el camino que emprende la filosofía cuando interroga y se interroga acerca de la nueva tarea que le signa el nuevo entramado de la realidad dieciochesca. La ciencia acompaña a la filosofía en la búsqueda de un nuevo pensamiento que permita la autonomía intelectual, la liberación del hombre. (ob.cit: 41)

Este proceso de transformación que vivió Simón Rodríguez, además de lograr cambios en él, ratificó algunas miradas que sobre la vida individual y colectiva expresaba el Maestro Caraqueño. Un aspecto que siempre causó inquietud en este venezolano resultó ser lo religioso, y ante ello expresó la necesidad de que cada quien respondiera por sus acciones cívicas, resultó ser Rodríguez uno de los primeros educadores en denunciar la existencia del currículo oculto que desde las escuelas desarrollaba la Iglesia. Señalaba don Simón que la educación de los niños era asunto de los civiles, y que tal situación necesitaba quedar suficientemente clara para favorecer las exigencias sociales de las comunidades, y que lo religioso no pretendiera ni ver y poco hacer por igualar las condiciones de todos. Por eso consideró a la educación el camino hacia la transformación social, en procura de una igualdad de condiciones de vida y una libertad de pensamientos, por ello:

Frente a la concepción religiosa propia de la mentalidad anterior se opone una concepción terreno-racional; la razón humana frente a la divina; la búsqueda de la felicidad terrenal frente a la celestial; es la transformación del súbdito en ciudadano, todo lo que implicaría una nueva forma de ver la educación. (ob.cit: 44-45)

Pensamientos y sus expresiones

Se presentan a continuación una selección de pensamientos de don Simón, en los que expresa sus conceptos sobre el hecho educativo y la conexión directa con las manifestaciones sociales y políticas que ellos implican, además una interpretación que permite una visión de cómo Rodríguez bebió de las aguas que regaron el Movimiento de la Ilustración. 
Decía el Maestro caraqueño:
El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda a aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender. (Rumazo González, 1980:85)

No sólo saber algo sobre alguna cosa necesaria es suficiente para que se le otorgue la responsabilidad de hacerse maestro y dejar en sus manos la ignorancia de otros a fin de que ésta pueda ser superada. La enseñanza y la educación no son un asunto inmediato y breve, son actos que se ejercitan a lo largo de la vida, se aprende no en el momento únicamente, se aprende a aprender para toda la vida, esa es la razón de la educación como responsabilidad humana a la que se refiere Rodríguez.
Tal es la visión de este asunto, que expresa:
Enseñen a los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el porqué de lo que se les mande a hacer, se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad como los limitados, no a la costumbre como los estúpidos. (ob.cit: 87)

La preocupación de Simón Rodríguez estaba centrada en la esencia de educar para la libertad y la igualdad, no se puede ser libre si la obediencia supera al sentido de propiedad sobre la necesidad que se tiene de aprender, y que se desea superar la ignorancia. Ha de entenderse que cada uno aprende lo que necesita y lo que es común a los demás, es decir, se aprende en colectivo lo individual de cada quien, en permanente respeto por el otro y por sí mismo. Siempre razonando, pensando y en sintonía con los procesos de aprender y enseñar para vivir en armonía. Aprender para cambiar y transformarse ha de ser tan cotidiano que sentenció:

Solo la educación impone obligaciones a la voluntad. Estas obligaciones son las que llamamos hábitos. (ob.cit:91)

Definía profundas diferencias entre educar e instruir, una atiende un tipo de necesidades y la otra se ocupa de preparar para, saber resultaba lo conocido tal cual era lo que se conocía, hacer resultaba de la conjugación entre conocimiento, necesidad, creatividad y respuestas colectivas y sociales. Por ello precisó que:

Enseñen y tendrán quien sepa; eduquen y tendrán quien haga. (ob.cit:93)

Quien es objeto de la enseñanza no es estimulado a desarrollar su creatividad, su participación es sólo de espectador, ver qué ocurre; pero no ser partícipe para que algo ocurra. Diferente del que es educado, éste es, según Rodríguez, permanentemente estimulado a ver lo que hay y las diferentes acciones que puede llevar adelante con el propósito de cambiar hacia mejores condiciones de vida desde lo que aprendió producto de la educación recibida.

En este proceso de promover la disposición de cambiar el entorno, desde el hecho de cambiar como persona, es algo que Simón Rodríguez considera vital para los hombres. Y para ello se requiere de un guía que oriente no el destino hacia donde se dirigirá el cambio, sino cómo y en qué se ha de dar el cambio que logre la armonía de vida de cada quien en respeto con el otro y los demás. Es ofrecer lo diverso que se puede lograr desde una nueva actitud para alcanzar una estabilidad social en justicia e igualdad de oportunidades a fin de desarrollar la vida. Es en este escenario donde valora la condición de Maestro, el Maestro Necesario que no domine y que prepare para la libertad y la justicia social, decía el Sócrates Caraqueño:

Toca a los maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo, para que sepan apreciar el valor de las obras. (ob.cit:93)

Sí, Rodríguez valoró por siempre al Maestro, pero nunca restó importancia a la familia y la sociedad en el proceso de educar a los niños. Esto porque una cosa es orientar hacia un proceso que responde a un modo de desarrollo, y otra cosa es la responsabilidad de oportunidades que ha de tener quien participa del proceso. Favorecer al niño para que se haga partícipe del proceso, y contribuir al desarrollo equilibrado del mismo, es una responsabilidad social de la familia, sin ella esto no es posible. Expresaba por ello:

Todos pueden instruirse hasta cierto punto, en ciertas cosas. Si hay ociosidad, si hay vicios, si se cometen faltas, delitos, crímenes o atentados, por ignorancia, la culpa es de la sociedad. (ob.cit: 94)

La educación es la ocupación del colectivo humano, donde el Maestro tiene una responsabilidad particular, igual la familia y en consecuencia la sociedad. Y la suma de ellas debe conducir hacia el equilibrio armónico de la vida. Va observándose en el discurso de las ideas y pensamiento de Simón Rodríguez que no hay educación sin el fin de la sociedad como razón, y no hay sociedad sin razón educativa. La enseñanza, la instrucción y la educación superan lo previsto en los contenidos sobre los cuales se trabaja; ella, en suma, debe construir la configuración del ciudadano que requiere la República. En este sentido precisa que:

Enseñar es hacer comprender; es emplear el entendimiento; no, hacer trabajar a la memoria. (ob.cit: 96)

Y además:
El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar hombres para la sociedad. (ob.cit: 98)

Simón Rodríguez puso y expuso su vida por legitimar el valor de la educación, la enseñanza, el desarrollo y el crecimiento humano, pues allí se garantizaba el futuro social y político de la República, sólo con estas prácticas organizadas se logra la justicia, la equidad y el derecho a iguales posibilidades de vida para los ciudadanos. Su pensamiento era radical en considerar que no era posible una República de hombres con creencias individuales, de pensamientos solos; el colectivo y lo social definen lo grande de los hombres que en estos espacios viven y luchan.
El sentido orientador de construir una sociedad de transformaciones e inclusión, lo hicieron trascender en el tiempo, lo que se aprecia cuando sentenció entonces la necesidad de definir el interés común del grupo social que construye sus espacios, al precisar que:

Nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente, nunca se hará República con gente ignorante, sea cual fuere el plan que adopte. (ob.cit: 103)

 

El Hombre que pensó lo social desde la educación

Su personalidad excéntrica resultó ser la razón por la que recibió muchos calificativos; adversarios y seguidores percibían con claridad la conducta distinta y diferente que vivía Rodríguez. Su incondicional discípulo, Simón Bolívar, que bien conocía a don Simón Rodríguez, pudo dibujarlo en carta a Cayetano Carreño, de 27 de junio de 1825 desde Cuzco, destacando algunos rasgos de su carácter:
    “(…) es el mejor hombre del mundo; pero como filósofo cosmopolita, no            tiene ni patria, ni hogares, ni familia, ni nada.” (Fernández Heres, 2005:9)

Tal era la situación del Sócrates Caraqueño, que Bolívar solicitó a Sucre que le permitiera desarrollar el modelo educativo del Proyecto para Bolivia, pero el filósofo de Caracas no alcanzó a ser entendido y mucho menos comprendido, pero Sucre, hombre paciente y fiel a Bolívar, lo mantenía al tanto de los eventos donde su Maestro estaba involucrado, así:

Nuevamente, en carta a Bolívar del 10 de julio del mismo año (1826), Sucre abunda en información sobre nuevos problemas que crea Rodríguez, expresándolos en estos términos:
Al describir a Ud. todas las locuras de este caballero tendría que ser muy largo. Ud. Pensará que yo estoy enfadado con él, y no es así. Considero a don Samuel un hombre muy instruido, benéfico cual nadie, desinteresado, hasta lo sumo, y bueno por carácter y por sistema; pero lo considero también con una cabeza alborotada con ideas extravagantes, y con incapacidad para desempeñar el puesto que tiene bajo el plan que él dice y que yo no sé cuál es; porque diferentes veces le he pedido que me traiga por escrito el sistema que él quiere adoptar para que me sirva de regla, y en ocho meses no me lo ha podido presentar. Sólo en sus conversaciones dice hoy una cosa y mañana otra. (AS., X. 42-43) (ob.cit: 103)

Su origen como niño no sólo expósito, sino que abandonado, marcó profundamente su vida, es probable que el único tiempo que realmente vivió con sus contemporáneos fue el tipo de vida moral de la época. La exclusión como acto social se practicaba sin miramientos de edad, sexo o condición, bastaba estar fuera de los cánones que determinaban los comportamientos sociales, para sufrir la pena de ser tratado de manera no sólo distinta, que ya era mucho decir, sino humillado, vejado y sin reconocimiento de ningún tipo. Carlos Jorge (2000: 52), refiere: “Esa fue la primera enseñanza de su vida. Educar, por tanto, va a ser –de ahí en adelante– reconocer y aceptar el propio dolor instalado en lo más profundo de su ser. Solo la educación remedia la ignorancia, y ya sabemos qué significado tiene este término.”

Por su complicado carácter, personalidad impredecible y radical pensamiento resulta difícil referirse a Simón Rodríguez, sin embargo, son numerosas las biografías que sobre él han escrito. Sugiere el citado autor (ob.cit: 53): “Hablar de Rodríguez, entender a Rodríguez, sólo es posible a partir del final, de su final”.

Referencias Bibliográficas

Fernández Heres, R. (2005). Biblioteca Biográfica Venezolana. Simón Rodríguez. Volumen 11 C.A. Editora El Nacional. Caracas, Venezuela.

Hernández de Sánchez, R. (2000). Libertad de Opinión y Educación, en el pensamiento político de Simón Rodríguez. Fondo Editorial de la Facultad de Humanidades y Educación. Universidad Central de Venezuela. Caracas, Venezuela.

Jorge, C. (2000). Educación y revolución en Simón Rodríguez. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas, Venezuela.

Rumazo González, A. (1980). Ideario de Simón Rodríguez. Ediciones Centauro. Caracas, Venezuela.