UN ENFOQUE TEÓRICO ACERCA DE LOS VALORES EN LA CONTEMPORANEIDAD

UN ENFOQUE TEÓRICO ACERCA DE LOS VALORES EN LA CONTEMPORANEIDAD

Ibón Leonor Lahera Cabrales (CV)
UCP Frank País García

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 La actividad valorativa.

Es un hecho reconocido que en el proceso de  reproducción ideal del mundo el hombre no sólo refleja los objetos tal como existen  con independencia de sus necesidades e intereses, sino que, además, los enjuicia desde el ángulo de la significación que estos objetos poseen, es decir, los valora positiva o negativamente. Por cuanto el sujeto de la valoración coincide con el sujeto del conocimiento, es incuestionable que entre los procesos cognoscitivos  y valorativos se establece una relación de condicionamiento mutuo.
Por otra parte, la valoración constituye aquel proceso de la conciencia humana en el cual se unen, por un lado, cierta información acerca de los objetos y fenómenos de la realidad objetiva y, por el otro, determinada información acerca del estado de las necesidades del sujeto valorante. De ahí el estrecho vínculo de la valoración con la actividad práctica, ya que es precisamente esta última la que "determina el vínculo del objeto con lo que necesita el hombre". (Lecciones de Filosofía).
Ante todo, es necesario establecer la diferencia entre dos conceptos que, debido a su estrecha relación y raíces etimológicas comunes, a menudo se confunden: nos referimos a los conceptos de valor y de valoración.
En general, por valor se entiende la propiedad funcional de los objetos consistente en su capacidad (o posibilidad) de satisfacer determinadas necesidades humanas y de servir a la actividad práctica del  hombre.  Valor es la significación socialmente positiva que adquieren, estos objetos y fenómenos, al ser incluidos en el proceso de actividad humana.  Por supuesto, no se trata de cualquier significación, sino de la significación positiva, no para cualquier individuo tomado aisladamente,  sino para las necesidades objetivas del desarrollo progresivo  de la sociedad. Así entendido, el  valor adquiere  una dimensión social y a la vez objetiva, puesto que él     depende no de   los  gustos,   deseos  e inclinaciones subjetivas de un individuo  aislado, sino de las objetivas regularidades objetivas del desarrollo social.
En esto se diferencia precisamente el valor de la valoración. Esta última depende de las  necesidades, gustos, deseos e inclinaciones del sujeto y, en este sentido, es subjetiva; lo cual no niega la posibilidad (y hasta cierto punto, la necesidad) de que ella posea un contenido objetivo y de hecho sea socialmente condicionada. El valor, por sí mismo, no puede ser ni verdadero ni falso; él es objetivo y no depende directamente de la actividad cognoscitiva o valorativa del hombre, sino que es determinado por el lugar que ocupa el objeto en el sistema objetivo de relaciones sociales. Verdadero o falso puede ser sólo su reflejo en la conciencia del hombre, reflejo que se realiza precisamente en forma de valoración. La valoración, por tanto es expresión de la relación subjetiva con el valor (o, más exactamente, con la significación, y por eso puede ser verdadera, si se corresponde con el valor) y falsa (si no se corresponde con él). Por lo tanto es  necesario   diferenciar    los    valores    reales objetivamente existentes, de aquellos que son tomados como tales a causa de la actividad valorativa del hombre y que muchas veces hace pensar en el carácter subjetivo de los primeros.
En resumen, la valoración podemos definirla como el reflejo en la conciencia del hombre de la significación que para él poseen los objetos, fenómenos y procesos de la realidad que le rodea. La valoración representa un complejísimo proceso en el que encuentran expresión la significación social del objeto, las necesidades, intereses y fines del sujeto, sus procesos efectivos y emocionales, su experiencia acumulada. Especial significado tienen tanto para la valoración como para el propio conocimiento la relación mutua entre ellos.

Se puede decir que no hay valoración sin conocimiento. Sin embargo, tan válida como ésta es también la siguiente tesis: no hay conocimiento sin valoración. En efecto, el reflejo cognoscitivo de la realidad siempre es mediado   directa  o   indirectamente  por   los procesos valorativos. El hombre no es un espejo que reproduce con absoluta indiferencia el mundo existente fuera de él, sino que también lo interpreta, lo valora. Veamos, entonces, más detalladamente  la influencia de la valoración sobre conocimiento.
La teoría Marxista Leninista  contiene ya en su fundamento un principio rector para la comprensión científica de la dialéctica de la interrelación de los procesos valorativos y cognoscitivos: el principio del conocimiento histórico-social y práctico del reflejo de la realidad  en la conciencia del hombre.
Todas las valoraciones humanas tienen como fin último la actividad práctica de los hombres. El hombre, como regla,  valora en función de determinados fines prácticos. Por otro lado, la propia práctica sería imposible sin la actividad valorativa dirigida al establecimiento de la significación de los objetos y fenómenos que rodean al hombre, y como resultado de la cual el sujeto elige, determina qué hacer, a qué acciones prácticas dar preferencia. La valoración, por lo tanto, regula la actividad práctica de los hombres, subyace en la base de la formación de las activaciones personales y sociales que representan los estímulos directos de la actividad humana. Precisamente las ideas, en particular las revolucionarias, surgidas como resultado del proceso valorativo, dirigen la actividad de los hombres y, al ser asumidas por las masas, se convierten en una fuerza material capaz de conducir a transformaciones radicales de la vida social. Por eso las valoraciones, basadas en los intereses y necesidades de las grandes masas, poseen un significado extraordinario para la transformación práctica de la realidad. La divulgación de estas ideas entre las masas ha permitido hacer, a través de la historia, lo que otras motivaciones más directamente materiales, más egoístas y, tal vez, con más  recursos, no han podido lograr.

Por lo tanto, el aspecto valorativo de la actividad humana está estrechamente vinculado a la capacidad creadora del hombre en todas sus manifestaciones, empezando por la propia creación práctica. El hombre crea porque valora la realidad, la asume críticamente, movido por las necesidades prácticas. En el camino de la libertad, como asunción práctica y creadora de la necesidad, el componente valorativo de la actividad humana ocupa un importante lugar en la actividad práctica transformadora, el hombre amplia los marcos de la libertad, estimula la elaboración de fines ideales y se esfuerza por su realización. En la relación libertad-necesidad el aspecto valorativo se determina como parámetro integrador en el movimiento dialéctico ser-deber ser, como factor impulsor en la búsqueda de lo nuevo, lo progresivo-significativo y útil para el hombre. Naturalmente, la orientación valorativa como expresión de la práctica, está condicionada socialmente, y actúa en correspondencia con los intereses ideo-clasistas que representa.  En este sentido, la clase revolucionaria es portadora de valores que concuerdan con el desarrollo social y coinciden con lo nuevo, siendo, en general más libre su creación.